- LA dulce coyuntura es ya llegada
- en que los altos hechos trate y cante
- de la más venturosa y fuerte espada
- que se vio desde el zéfiro al levante (1).
- Aquí la ayuda es menester doblada
- conforme a la del mágico Lemante,
- que, con un nuevo estilo y nueva gloria,
- prosigue desde aquí la dulce historia.
- Todo lo que hemos dicho es fundamento
- para tratar mejor deste persiano,
- cuya fama y honroso pensamiento
- esclareció el contorno toledano.
- Aquí vamos a dar con nuestro cuento;
- dando favor y ayuda el soberano
- contaremos la historia más estraña
- que jamás se escrivió de nuestra España.
- Este donzel divino immortaleze (2),
- desde oy en adelante, al dulce Tajo,
- y con sus altas obras engrandeze
- lo que de suyo estava tan abajo.
- Por éste, el gran Toledo siempre crece,
- pues la reedificó con gran trabajo;
- éste es aquél que, en esta fértil parte,
- a Minerva juntó con el dios Marte (3);
- éste es el que, con sola su grandeza,
- acabará en el mundo tales cosas,
- que, por ser de admirable fortaleza,
- las vernán a tener por sospechosas;
- éste es en quien juntó Naturaleza
- partes tan admirables y famosas
- como lo mostrará su valentía,
- su discreción, destreza y cortesía.
- Justo, pues, es que en este passo y hora,
- a Apolo y sus sequazes invoquemos,
- y desde el viejo Atlante hasta la Aurora (4)
- sus admirables obras publiquemos;
- desde el elado mar hasta do mora
- el antártico pueblo y sus estremos (5),
- no suene sino el nombre duradero
- del español6 heroyco, aventurero.
- Que si los griegos a Hércules famoso
- no cessan de alabar en verso y prosa;
- Aníbal, alentado y valeroso,
- haze a Cartago ilustre, milagrosa;
- Alexandro, en las guerras poderoso,
- se publica con trompa sonorosa;
- y César y Cipión son tan loados
- por sus invictos hechos señalados (7);
- no merecéys menor renombre y gloria,
- Cavallero del Fénix, pues soys solo
- el que llenáys de empresas de memoria,
- del árctico Calisto (8) al otro polo.
- Assí, entiendo, dará para esta historia
- la abundancia de estilo el roxo Apolo (9),
- que se requiere en obra tan estraña,
- pues redunda en loor de toda España.
- Por lo qual, con razón justa, me atrevo
- con el sabroso cuento yr adelante,
- que, aunque no sienta en mí el estilo nuevo,
- bastaráme imitar al gran Lemante.
- No puedo detenerme, que el mancebo,
- con muestra brava y término galante,
- me da priessa que advierta, porque aguarda
- la señal del encuentro, que ya tarda.
- La qual, de ambos apenas es sentida,
- quando, sin más tardar, se previnieron
- a la brava, furiosa arremetida
- que, animosos, un punto mesmo hizieron (10).
- Apresuróse más en la corrida (11)
- el joven, y a toparse, en fin, vinieron,
- rompiendo las dos lanças de tal modo
- que, del golpe, el teatro (12) tembló todo.
- Y como suelen dos contrarios vientos
- envestirse con tan horrible estruendo
- que parece mover de sus assientos
- los montes con aquel ímpetu horrendo;
- las torres tiemblan desde sus cimientos,
- sufrir tanta braveza no pudiendo,
- ellos barren el seco, duro suelo,
- y en turbio remolino van al cielo;
- acontecióles, pues, desta manera,
- que animosos aviéndose encontrado,
- hombre de los presentes no creyera
- que no se hubiessen ambos desmembrado.
- Más sucedió al revés, porque el uno era
- entre los de aquel tiempo señalado,
- y el otro, aunque era joven, excedía
- a quantos la ancha tierra en sí tenía.
- Bien que fue peligroso el bravo encuentro,
- mas no sucedió a entrambos de una suerte,
- porque abolló el persiano, para dentro,
- el peto de Brumoldo, aunque era fuerte,
- y, brotando la sangre de su centro,
- se vio en las fieras manos de la muerte;
- pero, siendo tan diestro y esforçado,
- su carrera passó (13) dissimulado.
- Quebró su dura lança en medio el pecho
- del fenicio donzel (14), con gran braveza,
- que, sin hazer desdén, passó derecho
- con gallardo donayre y ligereza.
- A un tiempo dando buelta en poco trecho,
- tentaron de sus yelmos la fineza,
- dándose tan apriessa y con tal maña,
- que atronavan la plaça y gran campaña.
- Estavan los presentes espantados
- del nuevo ayrado Marte y su bonança,
- assí por ver los golpes denodados,
- como por el encuentro de su lança.
- Admíranse que en miembros delicados
- ayan puesto los dioses tal pujança,
- y no pueden creer ser hombre humano,
- sino alguno del reyno soberano.
- También muestra Brumoldo ser maestro
- en la arte militar y desafío,
- pues no es en la batalla menos diestro
- que en fieros y bravatas (15) de gran brío,
- aunque el hado ya le era atroz, siniestro,
- bolviendo el coraçón elado y frío,
- como presagio del mortal sucesso
- que avía de acontecerle en tal excesso.
- Mas, con todo, se esfuerça en la contienda
- con ánimo y corage desusado,
- porque de su persona no se entienda
- que de averse allí puesto le ha pesado.
- Pero el valor conoce, y fuerça horrenda,
- del gallardo enemigo aventajado,
- echando bien de ver que es sin segundo
- y solo, qual el fénix, en el mundo.
- El guerrero novel, con gran destreza,
- de su azerado escudo se valía,
- huyendo del ciego ímpetu y braveza
- con que el impío Brumoldo le ofendía.
- El brío reconoce, y fortaleza,
- del bárbaro jayán, y no quería
- que el fiero en descubierto le cogiesse
- y en riesgo vida y fama le pusiesse.
- Pero, aunque más andava retirado,
- se descuydó una vez de tal manera
- quel contrario, advertido y recatado (16),
- pudo en él emplear su saña fiera.
- Huviérale, sin duda, derribado,
- si el temple y la fineza tal no fuera,
- y aun corriera peligro su real (17) vida
- según fue la braveza desmedida.
- Mas, con todo, quedó ciego, aturdido,
- fuera de todo acuerdo y sin memoria,
- perdiendo con el golpe su sentido,
- olvidado del trance y la victoria.
- Pero, a su antiguo ser restituýdo,
- sin que dello el jayán publique gloria,
- le dio dos bravos golpes de tal arte
- que a Palas (8) aturdiera, y al dios Marte.
- Mas quiso de Brumoldo la ventura
- que, con la horrible furia y ardimiento,
- de llano martillase en la armadura,
- quedando sin su fin el justo intento,
- y, con baxar la ayrada espada dura,
- con destreza menor y menos tiento,
- quedó el bárbaro infame trasportado (19)
- y de su aleve acuerdo enagenado.
- Pero a su ser primero bolvió luego,
- blasfemando del cielo, el descreýdo,
- y, ardiendo en viva saña y furor ciego,
- con el persiano joven ha envestido.
- Y, viendo (20) el desigual desasosiego
- del traydor, al encuentro le ha salido,
- cubriendo la cabeça como pudo,
- con el águila caudal del fuerte escudo.
- No se vio rayo ardiente de Vulcano,
- que, espantoso, destruye, abrasa y hiere
- quando, ayrado y zeloso, el soberano
- castigar los injustos hombres quiere,
- como el descomunal golpe inhumano
- de Brumoldo, que assí el morir difiere,
- dilatando el forçoso, amargo trago
- en que de su trayción llevará el pago.
- Andan bravos, sangrientos, animosos,
- haziéndose los daños que podían,
- y, con golpes sobervios, poderosos,
- las encantadas armas se batían.
- Muéstranse el uno y otro cautelosos,
- al baxar las espadas se cubrían,
- tornándose a ofender en descubierto
- con admirable ardid y gran concierto.
- Tienen negras las carnes, maguladas (21),
- quebrantados los nervios y los huessos
- de las fieras, briosas cuchilladas,
- y de los golpes sin piedad, espessos.
- Las diestras ya no baxan tan pesadas,
- los alientos también salen más gruesos,
- aunque sobra al persiano la braveza
- sin mostrar sólo un punto de flaqueza.
- El Sol, resplandeciente, avía llegado
- a la línea que parte el claro cielo (22),
- do, mirando el combate bravo, ayrado,
- suspendió su importante, alegre buelo
- y, viéndole en un ser, se ha trastornado
- a su marino alvergue, el dios de Delo (23),
- aprovando aquel pleyto se decida
- con que pierda Brumoldo fama y vida.
- Entretanto que al hondo mar baxava
- el de la quarta esfera esclarecido (24),
- el Fénix más furiosa priessa dava
- al venturoso fin de su partido.
- Ya Brumoldo a ojos vistas desmayava,
- que el suelo de su sangre está teñido,
- sintiendo que, aunque es moço el combatiente,
- era más diestro que él, y más valiente.
- Por mil partes, en larga, gruessa vena,
- sale la injusta sangre, y ya no puede
- combatir, que el dolor la fuerça enfrena (25)
- y alçar el braço apenas le concede.
- Húmeda estava ya la seca arena,
- bien conoce el feroz quanto le excede
- en fuerças, en valor, en valentía,
- aquél con quien provarse no quería.
- El peregrino joven animoso,
- a Brumoldo hirió con tal braveza,
- que le partió de un golpe poderoso
- el yelmo fuerte y la bestial cabeza;
- y, dando un grito horrendo y espantoso,
- en la tierra cayó con la fiereza
- que suele el bravo toro o tigre fuerte,
- con las últimas vascas (26) de la muerte.
- Saltó de su cavallo el buen guerrero
- y el yelmo con presteza le quitava,
- mas vio que, entre el gemido postrimero,
- la injusta y pérfida alma se arrancava.
- Retiróse a su tienda el cavallero,
- que el dolor y el cansancio le aquexava,
- teniendo el bello cuerpo magulado
- con el batir del bárbaro alentado.
- El sabio le dio al punto una bevida
- con que quedó tan sano y tan brioso
- como antes que empeçasse la reñida
- contienda y el combate riguroso.
- Laurisa vino luego, apercebida
- de un médico admirable y muy famoso,
- trayendo, congoxada, varias cosas
- para ocasiones tales provechosas.
- Pero, quando llegó, ya avía bevido
- lo que el experto viejo le ha ordenado,
- con que le fue el vigor restituýdo
- como si nada huviera experimentado.
- Con todo, se lo ha mucho agradecido
- y su gran diligencia ha celebrado,
- haziendo las promessas de servilla
- y a su antiguo poder volver su silla (27).
- Y, yéndose ante el rey ambos a una,
- el cavallero dixo: "-Si te agrada
- que se acabe el sucesso y la fortuna
- desta hermosa donzella desdichada
- (pues ya se ha concluýdo la importuna (28)
- contienda que por ella fue empeçada),
- suplícote me des franca licencia
- para usar de magnánima clemencia.
- Y, pues tanto ha que, en trances lastimosos,
- de su patria y región anda huÿda,
- justo es que, con ditados (29) más honrosos,
- sea a su antiguo honor restituýda;
- dénsele los estados anchurosos
- que fueron de aquel bárbaro homicida,
- alcançando de esta arte justa paga
- que a sus grandes desdichas satisfaga."
- El rey lo concedió liberalmente (30),
- mostrando gran plazer del buen sucesso,
- ofreciendo de dar la costa y gente
- que allanassen qualquier contrario excesso (31).
- Ella en corte quedó, porque al presente
- se quiere desquitar del tiempo avieso (32),
- holgando con la ilustre compañía
- de princesas y damas que allí avía.
- Nuestro bello donzel, no recatado
- ni del amor lacivo (33) receloso,
- a Sacridea vio y quedó prendado
- con un nuevo alboroto congoxoso.
- La vista en ella el joven ha cevado,
- sin recelar el trance y fin dudoso;
- en la gracia sin par y bellos ojos,
- presas dexó alma y vida por despojos.
- Con libertad miró, que no deviera,
- y sin ella bolvió (ved qué estrañeza);
- que por sólo mirar mandan (34) que muera
- sugeto al resplandor de la belleza.
- Muda el bélico trato y la manera,
- rindiéndose a discursos de terneza,
- y al que humano poder no le assombrava
- preso un ciego muchacho le llevava.
- Ya mira, si le miran, y dessea
- que le amen al compás de como él quiere.
- Ya la hermosa y gallarda Sacridea
- es quien le da passión y quien le hiere.
- Su altiva libertad en ella emplea,
- y, por verse pagado, pena y muere,
- no dándole contento alguna cosa
- si no es mirar su soberana diosa.
- Pero bien advirtió que le mirava
- su dama con blandura no pequeña,
- y que, quando él sus ojos levantava,
- los baxava con vista algo halagüeña.
- Él, que sólo aquel punto desseava
- y ver del dulce amor graciosa seña,
- descubriendo remedio a su mal cierto,
- nueva vida cobró el que estava muerto.
- Mas fuele por entonces mal forçoso
- encubrir el dolor que le afligía,
- pues el cuerdo, prudente y generoso
- vence de amor, callando, la porfía.
- También en Sacridea, el amoroso
- y deleytable fuego se encendía,
- labrando el coraçón y haziendo prueva
- del nuevo padecer y passión nueva.
- No cura (35) la princesa de Sergesto,
- que ya le va entregando al torpe olvido;
- su amoroso tratar le es ya molesto,
- porque tiene su pecho pervertido (36).
- Adviertan los discretos quán de presto
- se muda el mugeril, flaco sentido,
- quán livianas que son, y más quien anda
- siguiendo su amorosa, infiel demanda.
- Presto toma otra mira su veleta
- con pequeña ocasión de nuevo viento,
- y si esto aun se conoce en la perfeta,
- ¿qué será en la que alcança poco assiento (37)?
- Necia es la que se llama más discreta,
- y más necio quien pone el pensamiento
- donde ay caudal tan poco de firmeza,
- pues tanto ay menos quanto ay más belleza.
- Que, si aquesta princesa se acordara
- que Sergesto, con pecho generoso,
- porque ella sus estados heredara,
- se avía puesto en un trance tan dudoso,
- seguro que jamás se trastornara
- con la vista del joven valeroso
- ni pusiera en olvido gracia tanta,
- cuyo ingrato retorno (38) el mundo espanta.
- El Fénix no es más firme, que yo espero
- la pagará bien presto con mudança,
- porque, a manos de un fuerte cavallero,
- su vida se verá en mortal balança (39);
- que, pues él olvidó el amor primero,
- es justo que el amor tome vengança
- y que, los que al amor fueren traydores,
- los maten sus primeros amadores.
- Estuvo en el Oriente enamorado
- de una dama (qual presto entenderemos),
- de quien fue tan servido y regalado,
- que tocó de amadora los estremos.
- Sacridea se olvida de su amado
- con tan poca ocasión como aora vemos:
- dexémoslos se precien tan de amantes,
- pues que en la condición son semejantes,
- y gozen de se ver y conversarse,
- que presto yo os prometo se arrepientan,
- pues suelen por momentos olvidarse
- los que nuevas empresas de amor tientan.
- No pudieron, entonces, aun hablarse;
- assí los sentimientos se acrecientan,
- buscando cada qual orden alguna
- con que manifestarse su fortuna.
- No trató el diestro mago del remedio,
- que turbarlos entonces no quería
- por aver muchas cosas de por medio,
- por las quales dexarlos convenía;
- antes él les dio traça y justo medio
- para que, en amorosa compañía,
- los nuevos dos amantes se adorassen
- sin que los castos límites passasen.
- Y fue que con Sergesto combatiesse
- sobre la pretensión del rico estado,
- y que, luego que en campo le venciesse,
- ternía justo remedio su cuydado;
- mas que le amonestava (40) que advirtiesse
- que, aviéndole por armas sugetado,
- con afable amistad le acariciasse (41)
- y en gran conformidad (42) con él quedasse.
- Por abreviar, concluyo en que vinieron
- los dos fuertes guerreros a las manos
- y que de grandes golpes se hirieron,
- que ambos eran de pechos soberanos.
- Mas las fuerças del Fénix lo vencieron,
- quedando ambos después aun más que hermanos.
- Pero quiso Sergesto yr por la tierra
- a ver las aventuras que en sí encierra.
- A esta sazón avía Aridonte embiado
- por la bella Marpesia, a quien amava.
- Risambo, con un pecho lastimado
- de ver que sus amores no estimava,
- quísola acompañar hasta el estado
- para donde cuydosa caminava,
- y por tierra y por mar acariciarla,
- por ver si por aquí puede ablandarla.
- Ella lo concedió difícilmente,
- que siempre las mugeres arrogantes
- traen fixo en la sobervia, altiva frente,
- ser grandeza no oýr a sus amantes.
- Risambo apercibió su casa y gente,
- con todos los recados (43) importantes;
- sus dos grandes amigos también lleva,
- Trulo y Cario, guerreros de gran prueva.
- Partieron de la corte, y caminaron
- a la costa del mar para embarcarse,
- donde en cosas de gusto se ocuparon
- hasta del bravo mar poder fiarse.
- Después de treynta días se embarcaron
- sin del daño futuro recelarse,
- pero vayan con Dios (44), que yo imagino
- que se arrepentirán de su camino.
- Bolvamos a la corte, que Sergesto
- sale con animoso, fuerte pecho,
- con quien también va Andronio, porque en esto
- quiso mostrar que no ama su provecho.
- Ambos siguen un mesmo presupuesto,
- yendo el uno del otro satisfecho
- del verdadero amor y la fe pura,
- que es lo que a los amigos assegura.
- Assí, empeçaron ambos su jornada
- por do les pareció que encontrarían
- en que fuesse su fama más nombrada,
- que era lo que en sus obras pretendían.
- En casi entero un mes no hallaron nada,
- hasta que, por la parte do venían,
- dos ferozes salvages (45) han salido.
- Veremos lo que en esto ha sucedido,
- porque nos da gran priessa una donzella
- que, con aspecto triste y lastimoso,
- ha propuesto ante el rey una querella
- de un impío salteador facinoroso (46)
- que, prendiendo sus guardas, dexó a ella
- para que se quexasse ante el piadoso
- y justiciero rey de que el malvado
- preciosíssimos dones la ha robado,
- "diziendo que a tu corte real viniesse
- a publicar la ofensa que me hazía,
- y que, si algún gallardo pecho huviesse
- que tenga a demandárselo osadía,
- en su demanda a combatir saliesse,
- que en el mesmo lugar aguardaría,
- y que estava con él sólo un hermano,
- que dos a dos viniessen mano a mano."
- Al rey, Brinaldo y Cauro le pidieron
- que se les concediesse aquella empresa;
- otros muchos lo mesmo pretendieron,
- por ser caso do tanto se interessa.
- A los demás, los dos antepusieron,
- y armándose, salieron a gran priessa,
- guiando (47) a do el perverso residía,
- haziéndoles la dama compañía.
- Quedavan solos dos de los famosos
- que habitavan las costas del Tirreno,
- los quales se partieron desseosos,
- siendo el uno el valiente Palmireno;
- el otro, de descursos (48) animosos,
- el fuerte y alentado Macrideno,
- cuyas tierras y estados confinavan
- quanto sus voluntades dos lo estavan.
- La diestra esquadra y bella compañía
- la vemos de la corte ya ausentada,
- pero, si en algo acierto, esto se guía
- por orden de una maga señalada;
- sigan su generosa fantasía,
- que no les faltará rica posada
- donde los acomode la señora
- que de grandes misterios es autora.
- Bolvamos al del Fénix, que sospecho
- padece por las gracias de su dama,
- la qual, en lo profundo de su pecho
- sopla la deleytosa, ardiente llama.
- No mira otro interés, huye el provecho,
- da de mano (49) a los triunfos de su fama,
- porque, sobre quanto ay, ama y dessea
- ver que acepta sus ansias Sacridea.
- En fin, entre los dos se concertaron
- de no dexar de amarse ni un momento,
- cuyos ardientes pechos se allanaron
- votando entre los dos el casamiento.
- Lo qual, como hazía al caso, dilataron
- hasta que al poderoso, bello assiento
- del reyno tolietrano se tornassen,
- donde las dulces bodas celebrassen.
- Ámense a gran porfía, que yo entiendo
- no darán corte (50) próspero a sus hados,
- porque yrá el veloz tiempo descubriendo
- quán poco les importen sus cuydados.
- Dexarélos agora, que pretendo
- seguir otros varones afamados
- y dar cuenta de varias grandes cosas
- no menos deleytables que espantosas.
- Dixe ya cómo el Fénix dio la muerte
- al perverso Brumoldo, en campo armado,
- y que, con generoso pecho, en suerte,
- no sólo a la ofendida dio su estado,
- mas la tierra también del jayán fuerte
- en descuento del grave mal passado,
- quedando ella en la corte algunos días
- en agradables fiestas y alegrías.
- Dize agora Lemante que, queriendo
- dar buelta al dulce fin de su reposo,
- se encomendó al donzel. Él consintiendo,
- puso en orden lo más menesteroso.
- Al venerable rey se lo diziendo,
- la encomendó a Solino, valeroso,
- porque de su defensa se encargasse
- y en qualquiera peligro la amparasse (51).
- Con pecho liberal y agradecido
- dio el sí y reconoció tal confiança (52),
- y, de lo necessario apercebido,
- al propuesto camino se abalança.
- Yva bravo, arrogante y engreýdo,
- como joven que amava la alabança,
- desseoso de hallar dónde pudiesse
- mostrar qué tal su diestra y braço fuesse.
- No passó mucho tiempo que llegaron
- a la fresca ribera y vega hermosa
- de un caudaloso río, donde hallaron
- fabricada una puente poderosa.
- Muy bien, de parte a parte, la miraron,
- hallando en cada estremo una famosa
- fortaleza, con traça tal fundada,
- que impidiesse los passos y ancha entrada.
- En frescos, altos árboles hojosos,
- hasta las pardas nuves levantados,
- arneses con escudos poderosos
- de las cortadas ramas vio colgados,
- de los quales algunos tan vistosos
- que fueran en gran precio rescatados,
- si por precio adquirirlos se sufriera (53)
- o darlos el señor dellos quisiera.
- El príncipe de Tracia dixo luego
- si alguno avía que el caso le dixesse,
- pareciéndole trato aleve y ciego
- que el vencido sus armas y honra diesse.
- Assí, con un gallardo, altivo fuego,
- mandó que un cavallero suyo fuesse,
- y, llamando a la puerta de la puente,
- viesse si estava dentro alguna gente.
- En llegando, abrió luego un escudero
- de mucha discreción y bien criado,
- que cuenta dio de todo al cavallero
- que a lo saber del príncipe era embiado,
- "quiérole yr yo a hablar", dixo el portero.
- Y, como ante Solino huvo llegado,
- mirando su apostura y buen semblante,
- hizo un razonamiento semejante:
- "-Cavallero esforçado, valeroso,
- de qualquier calidad y ser que seas,
- gustaré que el combate peligroso
- rehúses, si el vivir dulce desseas;
- porque es bravo el contrario, es animoso,
- a guerras siempre usado y a peleas,
- y ninguno en las manos le ha caýdo
- que dexe de ser muerto (54) o mal herido.
- Y, porque no sospeches trato engaño,
- generosa atención presta a mi cuento
- que entre estraños entiendo ha sido estraño,
- y tal que allanará tu entendimiento;
- no es cosa de mil años, que no ha un año
- que succedió. Por tanto, estáme atento,
- pues, con la brevedad que se requiere,
- diré lo que importante al caso fuere.
- Hazia la Mauritania, fértil tierra,
- huvo un rey, en las armas señalado,
- que con sola su espada, a pura guerra,
- ganó un término grande y ancho estado.
- Pero, como la edad rinde y atierra
- lo más firme, más fuerte y más fundado,
- llegando a los setenta, la ardua muerte
- puso el hadado (55) término a su suerte.
- Tuvo sola una hija, más hermosa
- que rica de los dotes de ventura,
- y quedava en edad más peligrosa
- de lo que assegurava su hermosura.
- Con tierno pecho y boz turbada, ansiosa,
- viéndose en el rigor de su apretura,
- la dixo: '-El postrer punto es ya llegado
- en que he de ser al cielo trasladado.
- Antes que me partiesse, gustaría
- (por la seguridad de tu persona),
- dexarte alguna heroyca compañía
- que defienda tu fama y mi corona;
- y también porque puedas, hija mía,
- evitar lo que a pocos oy perdona,
- que es la popular fama, que de un pelo
- haze torres que llegan hasta el cielo.
- Que, quedando tan sola, no es possible
- sustentar estos reynos y ciudades
- en la paz y unidad tan convenible
- ni impedir mil sangrientas novedades (56);
- viéndote tan muchacha, el insufrible
- vulgo levantará comunidades,
- quitándote las tierras y ditados
- por mi dichosa diestra conquistados.
- Y, porque ay ocho príncipes famosos,
- que cada qual te quiere por su parte,
- siendo, como lo son, tan valerosos,
- usados al rigor del fiero Marte,
- no ay razón de dexarlos yo quexosos,
- pues baxo mi vandera y estandarte
- sus padres muchos años militaron
- y a ganar estos reynos me ayudaron.
- Será el caso que aquí los llamaremos,
- y, tomándoles sacro juramento,
- mis estados y a ti prometeremos
- en firme y valedero casamiento.
- En ocho reynos los repartiremos
- para que, con honroso atrevimiento,
- sustenten que es mayor tu hermosura
- que quantas ha formado hasta oy natura.
- El que dentro de un año se mostrare
- más diestro en sustentar este partido
- y cien fuertes escudos conquistare,
- cada qual de varón esclarecido,
- quando, con esta presa, a ti tornare,
- quedará por tu esposo y fiel marido,
- heredando mis reynos llanamente
- con título de ser el más valiente.
- Pero si dos o tres o quatro huviere
- que buelvan del partido victoriosos,
- se mire el que las armas que truxere
- las ganó de los hombres más famosos,
- y si esto averiguarse no pudiere,
- pues todos son en armas valerosos,
- remítase a conquista el fin del hecho,
- la qual dará a cada uno su derecho.'
- Fueron, en conclusión, luego llamados
- los ocho valerosos cavalleros,
- y, siendo por el rey juramentados,
- salieron por los reynos estrangeros,
- y, los públicos passos ocupados (57),
- dan ocasión a célebres guerreros
- para provar el filo de su lança,
- fiando cada qual en su pujança.
- Dio el rey esta demanda peligrosa,
- de defender de su hija la hermosura,
- por ser entre mugeres grave cosa
- (y tal que es, para entre ellas, la más dura).
- Tiénese cada qual por tan hermosa
- que en su comparación todo es vasura,
- y sufrirán primero ser quemadas
- que de necias o feas ser notadas (58).
- También porque es costumbre y ley usada
- entre los de alentado pensamiento,
- sugetarse a la llama enamorada
- y rendirse al humano, amable intento,
- teniendo alguna de beldad dotada
- a quien su avassallado entendimiento,
- con el ferviente amor y llama pura,
- atribuye lo más de la hermosura.
- Assí, por incitar a que acudiessen
- valerosas espadas a la fama,
- ordenó esta demanda prosiguiessen,
- la gracia engrandeciendo de su dama.
- Suertes echó, para que en ellas viessen
- a dónde a cada qual el cielo llama;
- a los demás les cupo otros estados
- de los ocho que fueron señalados.
- A mi señor, llamado Barsimeo,
- este reyno por suerte le ha cabido,
- el qual se partió luego con desseo
- de poner en effeto su partido.
- Cien vezes, poco más, con su rodeo,
- el Sol ha nuestra vega esclarecido (59)
- desde que con trabajo aquí aportamos
- y las dos fortalezas fabricamos.
- Después de edificadas, no han faltado
- cavalleros de insigne valentía
- que ayan su heroyco pecho aquí provado
- con braço singular y gran porfía.
- Los escudos que ves les ha ganado,
- tratándolos después con cortesía,
- de suerte que no ha avido honrosa lança
- que turbe su magnánima esperança."
- Puso fin a la historia el escudero
- y començó su plática Solino
- diziendo: "-Si no fuera aventurero,
- buscara a mi jornada otro camino,
- mas, siendo aqueste sitio passagero,
- a allanarle o morir me determino,
- que no querrá esta dama ser vencida
- ni por menos gallarda ser tenida.
- Quando esta gran princesa no truxera
- (que veys puesta en la cumbre de hermosura),
- en ninguna manera le sufriera
- adelante passara tal locura,
- porque en esto Labrisa es la primera,
- que, aunque su condición áspera y dura
- la desdora (60), con todo es quien excede
- a quanto imaginarse hermoso puede.
- Diréys a esse guerrero, de mi parte,
- franco passo conceda, si es servido,
- por ser fuerça el passar de essotra parte
- con la princesa y damas que he traýdo;
- si no, que provaré si el fiero Marte
- está en su altivo pecho revestido
- o si es hombre mortal, porque yo quiero
- hazer lo que es de ley de cavallero."
- Con esto, fue el criado. Y relatando
- al guerrero feroz lo que passava,
- armóse con gran saña, cobdiciando
- en Solino emplear su diestra brava.
- No bien fuera salió quando, tomando
- lo que para el combate le bastava,
- hizieron, animosos, todo quanto
- por sus puntos (61) dirá el siguiente canto.
NOTAS
(1) El céfiro y el levante son los vientos del oeste y del este respectivamente. Así pues, no se vio más "fuerte espada" desde Occidente hasta Oriente.
(2) immortaleze: la forma no es recogida por los diccionarios. Sería más correcto 'inmortaliza'.
(3) Juntó la guerra con la sabiduría, pues, como es sabido, Marte es el dios romano de la guerra y Minerva, la diosa de la sabiduría, y rige también la guerra desde un punto de vista técnico.
(4) Apolo debe entenderse aquí como dios del Sol, por lo que el narrador decide invocarle junto a "sus sequazes", para que, con su luz, alumbre las hazañas del Caballero del Fénix. Entre esos "sequazes" se encontrarían Venus (el Lucero) y la Aurora. La expresión "desde el viejo Atlante hasta la Aurora" quiere decir de Occidente a Oriente, por ser el Atlántico la parte más occidental del mundo antiguo y por nacer la Aurora en las tierras orientales.
(5) Desde el Polo Norte hasta el Polo Sur.
(6) El desarrollo de la acción nos llevará a conocer más adelante que el Caballero del Fénix es, en efecto, español y no persa.
(7) Relación de grandes héroes de la antigüedad (algunos de ellos legendarios), con la que se pretende engrandecer la figura del protagonista, al compararle con ellos y con sus grandiosas hazañas.
(8) Vid. nota a VII, v. 375.
(9) Apolo era también el dios de la poesía y de las artes.
(10) Acometieron al mismo tiempo.
(11) corrida: "movimiento accelerado del cuerpo de un lugar a otro, en competente distancia, y lo mismo que carrera" (Aut.).
(12) teatro: 'theatro', "el sitio o parage formado en semicírculo, en que se juntaba el pueblo a ver algún expectáculo o función" (Aut.). Cfr.: "Hacíase este espectáculo junto a la marina, en una espaciosa playa, a quien quitaban el sol infinita cantidad de ramos entretejidos, que la dejaban a la sombra; ponían en la mitad un suntuoso teatro, en el cual sentado el rey y la real familia, miraban los apacibles juegos" (Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, edición de Juan Bautista Avalle Arce, Madrid, Castalia, 1970, pp. 150-151).
(13) su carrera passó: "pasar su carrera, haber hecho su deber, sin falta ni fealdad" (Cov.). Es decir, Brumoldo hizo lo mejor que pudo en el combate, a pesar de encontrarse muy herido.
(14) El Caballero del Fénix, llamado así bien como adjetivo procedente de su sobrenombre o bien por su procedencia persa: el imperio persa de Ciro II (siglo VI a. C) se extiende por todo el territorio de Asia Menor, incluyendo Fenicia.
(15) fieros: "usado en plural significa bravatas y baladronadas con que alguno intenta aterrar a otro" (Aut.). Bravata: "fanfarria, hecho o dicho extraordinario" (Cov.).
(16) recatado: vid. 'recatarse', en nota a V, 437.
(17) Se verá más adelante que el Caballero del Fénix es un príncipe.
(18) Palas Atenea, diosa del saber y de las artes, ejerció también la tutela de las armas y era representada con un casco y una lanza, atributos guerreros ambos.
(19) trasportar: 'transportarse', "enajenarse de la razón o sentido, por alguna passión o accidente que priva o suspende el exercicio de los espíritus vitales o racionales" (Aut.).
(20) El sujeto ahora es el del Fénix, no Brumoldo como en los primeros versos de esta estrofa.
(21) maguladas: 'magulladas'.
(22) Quiere decir que se está poniendo el Sol, que éste ha llegado al horizonte.
(23) Apolo, el Sol.
(24) Se ponía el Sol, ocultándose en el mar, por el horizonte.
(25) enfrenar: "metaphóricamente vale contener, reducir a la razón, atajar y poner freno a los desórdenes" (Aut.). Aquí parece referirse a que le faltan las fuerzas porque el dolor les pone freno.
(26) vascas: 'bascas', "las congojas y alteraciones del pecho, cuando uno está muy apasionado o de mal corazón o de enojo o de otro accidente" (Cov.).
(27) silla: "se toma también por la dignidad del pontífice o de los prelados eclesiásticos o príncipes" (Aut). Recuérdese que Laurisa había perdido su trono en beneficio de Brumoldo.
(28) importuno: 'duradero', en sentido figurado, según la definición que da Cov.: "el porfiado, semejante al navío que anda dando bordes en la ribera y nunca acaba de tomar puerto".
(29) ditado: 'dictado', "título de dignidad, honor o señorío que tienen las personas según sus empleos u dominios, como duque, conde, marqués, consejero, etc. Úsase freqüentemente sin la c, diciendo ditado, pero es corrupción" (Aut.).
(30) liberalmente: "con liberalidad, generosidad y galantería" (Aut.).
(31) excesso: "vale también demasía, maldad, enormidad, culpa y delito grave" (Aut.).
(32) avieso: 'aviesso', "vale por alusión mal inclinado, desreglado, malo, contrario a lo que es razón y bondad" (Aut.).
(33) lacivo: 'lascivo'.
(34) Posiblemente el sujeto de este verbo sean "los ojos" (v. 279).
(35) curar: "se toma también por cuidar, y en este sentido se usó mucho esta voz en lo antiguo" (Aut.). 'Cuidar' se entiende aquí como preocuparse o pensar.
(36) pervertido: "mudado de parecer" (Cov.).
(37) Se refiere a las mujeres que tienen poca cordura. Vid. nota a V, 773.
(38) retorno: "vale también paga, satisfacción o recompensa del beneficio recibido" (Aut.). Se censura el mal comportamiento de Sacridea, que tan mal agradece a Sergesto que arriesgara su vida por su causa.
(39) balança: 'andar uno en balanzas', "cuando está a peligro de descaecer de su estado, el cual no tiene firme ni seguro" (Cov.).
(40) amonestar: "requerir, rogar, advertir, aconsejar" (Cov.).
(41) acariciar: "regalar y agasajar" (Cov.).
(42) conformidad: "vale también unión, concordia, buena correspondencia entre dos o más personas" (Aut.).
(43) recado: "vale también prevención o provisión de todo lo necessario para algún fin" (Aut.).
(44) Aflora aquí la presencia del autor, que escribe desde una perspectiva distinta a la del narrador que, no lo olvidemos, está contando una historia en la que los hombres creen en los dioses gentiles antiguos.
(45) salvage: "todo lo que es de la montaña; los pintores, que tienen licencia poética, pintan unos hombres todos cubiertos de vello de pies a cabeza, con cabellos largos y barba larga. Éstos llamaron los escritores de libros de caballerías salvajes (...) Déstos han topado muchos los que han navegado por mares remotos" (Cov.).
(46) facinoroso: "hombre que en la república ha cometido grandes delitos y tiene inclinación a continuarlos" (Cov.).
(47) guiar: "vale encaminar" (Cov.).
(48) descursos: 'discursos'.
(49) dar de mano: "darle de mano, desviarle de sí" (Cov.).
(50) corte: "el medio que se da o toma en algún negocio en el qual las partes no están conformes, para quitar las diferencias y discordias, y que queden de acuerdo" (Aut.).
(51) Esta estrofa resulta un tanto complicada de entender. Laurisa es quien se encomienda al doncel y quien desea "dar buelta al dulce fin de su reposo". El autor cuenta que, tras el consentimiento del Caballero del Fénix ('el donzel') bajo cuya protección se encuentra la doncella después de ser liberada por él del fiero Brumoldo, el rey la deja en manos de Solino para que le sirva de acompañante hasta su tierra. Una vez que el del Fénix da su consentimiento ("él consintiendo"), Laurisa preparará aquellas cosas más necesarias para el viaje.
(52) El sujeto ahora es Solino, el elegido para acompañar a Laurisa. Lo mismo en el resto de la octava.
(53) sufrir: "tolerar" (Cov.).
(54) que dexe de ser muerto: "que no pueda evitar ser muerto".
(55) hadado: "decimos 'mal hadado' y 'bien hadado' del fin malo o bueno de cada uno" (Cov.). En este caso cabe pensar que el 'término' fue mal hadado.
(56) novedad: "cosa nueva y no acostumbrada. Suele ser peligrosa por traer consigo mudanza de uso antiguo" (Cov.).
(57) Hace referencia a la defensa de los pasos públicos o lugares de paso obligados, elegidos por los caballeros para desarrollar un paso de armas. Sobre este tema de clara estirpe caballeresca, vid. Martín de Riquer, Caballeros andantes españoles, op. cit.
(58) notar: "se toma también por ocasionar o causar descrédito o infamia" (Aut.).
(59) Es decir, han pasado más de cien días desde que llegaron a ese lugar.
(60) desdorar: "manchar con algún vicio la virtud y la buena fama que en otra manera ilustraba la persona" (Cov.).
(61) por sus puntos: "dar término por puntos, abreviarle" (Cov.). No obstante, también podría estar aquí usada la expresión con el valor de 'gradualmente', poco a poco, que recoge Carmen Fontecha.