C A N T O X
- VIRTUD alta y esfuerço no rendido
- al vario disponer del tiempo y hado,
- hazen tenga por malo el buen partido
- el que aspira al renombre desseado.
- El uno que no sabe ser vencido,
- el otro que es constante enamorado,
- travan oy una brega (1) tan reñida
- que pornán en balança alguna vida.
- Porque, luego que el campo dividieron
- tomando la distancia que bastava,
- los judiciosos ojos estendieron
- con que atento uno al otro contemplava.
- Mas, luego que no aver medio entendieron
- (que cada qual la gloria procurava),
- determinan entrambos que el derecho
- se encomendasse al animoso pecho.
- Assí, labrando a priessa los costados
- de los prestos cavallos, y ligeros,
- más que rayos ardientes, denodados,
- vinieron a encontrarse los guerreros.
- Fueron en los escudos reparados (2)
- los golpes, tan gallardos quanto fieros,
- uno y otro passaron descompuestos,
- mudando los purpúreos, roxos gestos.
- Más, las ñudosas lanças ya quebradas
- con tal valor que pide gran memoria (3),
- empuñan sin tardança las espadas,
- en quien pone cada uno la victoria (4),
- y, dándose mortales cuchilladas,
- hazen oy su sin par virtud notoria,
- admirándose el fuerte mauritano
- del singular esfuerço del traciano.
- Sobre el blasón famoso se contiende
- que tiene cada qual ya en sumo grado (5);
- assí el honroso pecho sólo atiende
- a que el nombre immortal no sea manchado.
- La riña se empeçó quando el Sol tiende
- su veloz curso al hondo mar salado,
- que será quando un poco se desvía
- del ardiente zenit de mediodía.
- Válenles (6) los escudos, que son hechos
- con temple de immortal furor sangriento,
- que si esto no impidiera, ya deshechos
- los tuviera el horrible encendimiento.
- Sale ardiente el aliento de los pechos,
- del bravo combatir, del movimiento,
- dando con cada golpe un gran gemido,
- mostrando con qué furia es despedido.
- Por una y otra parte están tentando
- lo más flaco por donde herir se puedan,
- pero, aunque más se vayan esforçando,
- las encantadas armas se lo vedan,
- que, por más que las andan martillando,
- tan enteras y sólidas se quedan
- como si ningún golpe las tocara
- y en ellas el rigor no descargara.
- Qual fixo roble o qual enzina dura,
- de largos cientos de años arraygada,
- a quien la gran vejez haze segura
- de no poder del viento ser llevada,
- que, aunque el furioso cierço se apresura
- con fuerte soplo y saña no pensada,
- moviéndola de aqueste y de aquel lado,
- no puede contrastarla de su estado;
- desta suerte los diestros dos varones
- se ofenden, se maltratan, se martillan
- y, con descompasados encontrones,
- descomponen, desclavan, deshevillan,
- baten de las celadas los crestones (7)
- y los fuertes cavallos arrodillan,
- según los golpes tan pesados baxan
- y el brío con que entrambos se baraxan (8).
- En cólera encendido el mauritano
- de verse assí tratar de un cavallero,
- con tal furor alçó la diestra mano
- que entendió desmembrar al buen guerrero.
- Mas, con útil presteza, el gran traciano,
- en levantar su escudo fue ligero,
- en el qual reparó la mayor parte
- del colérico ardor del fiero Marte.
- Pero el ímpetu fue tan riguroso,
- y tanto lo que el golpe le ha cargado (9),
- que quedó sin sentido el valeroso
- y de todo su acuerdo enagenado.
- El cavallo, del golpe poderoso,
- gimiendo, arrodilló en el verde prado,
- y por ojos, orejas, boca y frente,
- Solino despidió una roxa fuente.
- Pero valióle la ventura en esto
- (como otras muchas vezes le ha valido),
- que tornó a su sentido tan de presto,
- que el mauro segurarle (10) no ha podido.
- Y, viendo su cavallo en tierra puesto,
- le dexa, y, en furor bravo encendido,
- a pie quiere acabar la ciega guerra,
- aunque el mauro no quiera tomar tierra.
- Mas, sin esperar punto, Barsimeo
- su ligero cavallo desampara,
- y, con bravo, ardentíssimo desseo
- de victoria su gran virtud declara.
- Solino siente ya por caso feo
- serle la ciega diosa tan avara,
- y assí, alçando la aguda espada en alto,
- y dando un repentino y presto salto,
- hirió al ciego enemigo en la celada
- penetrando el cuchillo a la cabeça,
- con ira tan feroz y arrebatada
- quanto era peregrina su braveza.
- Brotó al punto la roxa sangre ayrada
- con mayor abundancia que pereza,
- retiñéndole entrambos los oýdos,
- quedando absortos los demás sentidos.
- Si no fuera el de Tracia pereçoso,
- sin duda el desafío era acabado,
- mas no permitió el cielo poderoso
- que viesse Barsimeo el postrer hado;
- antes, buelto en su acuerdo más furioso,
- arremete al contrario descuydado,
- dándole la respuesta de tal suerte
- que vio cerca de sí la ayrada muerte.
- Mal heridos están los dos guerreros,
- mas no ay sentir flaqueza o covardía;
- sueltos andan, más diestros, más ligeros,
- en la áspera contienda y gran porfía.
- Y, qual suelen los lobos carniceros
- rifar (11) sobre la presa de aquel día,
- assí los dos famosos sobre el puente,
- andando cada qual presto y valiente.
- No huviera dura roca o gran muralla
- que en mil partes rompida no estuviera,
- si el furioso tesón desta batalla
- sobre la abrir y deshazerla fuera.
- Sembrado el ancho campo está de malla,
- cortando las espadas de manera
- que la fixa armadura, ya deshecha,
- poco a los fuertes cuerpos aprovecha.
- El Sol, con su corrida y presto buelo,
- a los reynos de Atlante era venido
- dexando escuro el mundo y triste el cielo,
- ausente de su carro esclarecido (12),
- y la lóbrega noche, con su velo,
- que de negra tiniebla está texido,
- cubierto avía la tierra de tal modo,
- que estava en un color embuelto todo.
- A un compás, los magnánimos guerreros
- alçaron las ayradas diestras manos,
- descargando dos golpes, los más fieros
- que se pudieran dar dos más que humanos,
- y, de una mesma suerte, los azeros (13)
- (aunque eran de oficiales soberanos (14)),
- vinieron a saltar, y, ambos a una,
- provaron dó llegava su fortuna.
- En el sangriento suelo se han tendido
- a un tiempo y en un punto, sin que huviesse
- ni vencedor alguno ni vencido
- o que desigualdad se conociesse.
- Cada qual, con cuydado, fue acorrido (15)
- antes que el nuevo mal más grave fuesse,
- aunque el mauro tomó luego un bocado
- que a la antigua salud le ha revocado (16).
- Sucedió de otra suerte al gran Solino,
- que estuvo aquella noche tan sin tiento (17)
- qual suele el que, en furioso remolino,
- fue llevado con ímpetu del viento.
- Assí, le ha molestado el desatino,
- el desacuerdo y desvanecimiento,
- hasta que, el día siguiente, en sí ha tornado,
- atónito, molido y quebrantado.
- No bien hazia el mar indio descubría
- la esposa de Titán su rostro hermoso,
- que la sombra espantosa retraýa
- al rincón de Ocidente tenebroso (18),
- quando, donde la insigne compañía
- estava de Solino el belicoso,
- llegó con gran denuedo un cavallero
- en las armas y trage forastero.
- Son las armas de pieças escacadas
- a modo de axedrez, con oro y pardo,
- de piedras preciosíssimas orladas,
- haziendo al cavallero más gallardo.
- La enseña del escudo, dos ayradas
- sierpes que dan batalla a un fiero pardo;
- el yelmo es transparente, cristalino,
- de bella traça y temple peregrino;
- gruessa lança en la mano, al lado espada
- ancha y corta, qual suele el buen guerrero;
- cavallo de un color que verle agrada,
- alentado, nervoso, muy ligero.
- Llegó a la rica tienda que está armada
- en el dudoso passo y campo fiero,
- donde supo quién era el que allí estava
- y en todo lo demás quanto passava.
- Laurisa en este tiempo no dormía,
- que alterada la trae y cuydadosa
- del Hércules de Tracia la agonía,
- conque, en trance tal puesto, no reposa.
- Llegó acaso a la puerta y ranchería (19),
- de hallar algún amparo codiciosa
- que del valiente mauro la defienda,
- dándola el passo llano y franca senda.
- Pero, viendo aquel príncipe estrangero,
- saber quiso quién fuesse o qué buscasse.
- Embiando de secreto un escudero,
- le encargó de saberlo se encargasse.
- Mas, calando (20) su intento el cavallero,
- porque más la bel dama se obligasse (21),
- entró allá, suplicando le (22) dixesse
- quién era, qué buscava y a dónde fuesse.
- La qual, dando un suspiro acompañado
- del ansia en que su pecho está afligido,
- esparciendo un licor aljofarado
- por el hermoso rostro entristezido,
- refirió aquel processo desdichado
- que en tanta confusión la avía metido,
- hasta el estrecho punto en que aora estava,
- donde tanto su angustia la apretava.
- Pues, oyendo dezir que ella venía
- de la corte del fuerte rey Antero,
- la preguntó si allí llegado avía
- un diestro, peregrino aventurero
- que príncipe de Persia se dezía,
- tan bello joven quanto gran guerrero,
- y si en corte al presente se quedava,
- y en qué su alta virtud se exercitava.
- "-No ha mucho -respondió Laurisa-, vino
- un donzel que del Fénix es nombrado,
- de alteza singular, rostro divino,
- en las furiosas armas señalado.
- Viene, dizen, de Persia, peregrino,
- por mostrar su valor aventajado.
- Trae consigo un filósofo eminente,
- con moderado estruendo de otra gente.
- Emprendido ha mil obras señaladas,
- que asombra a los más diestros sólo el vellas,
- rindiéndose a su espada mil espadas
- que braços de valor solían temellas;
- de suerte que sus obras levantadas
- suben a la región de las estrellas,
- sin aver ya guerrero que se atreva
- a venir con el joven a la prueva.
- De la felice España poderosa
- queda agora en la corte una alta dama,
- que en dotes de belleza y de graciosa
- tiene en el inglés reyno justa fama,
- de la qual ya cautivo, no reposa,
- porque el amor aviva fuego y llama
- sin darle algún remedio ni hazer pausa,
- por lo merecer bien la hermosa causa.
- Juntos andan continuo, procurando
- soplar sus encendidos pensamientos,
- los dos ardientes pechos adunando (23)
- en obras, en palabras, en intentos.
- Y, al zumbido de su honra no mirando,
- atienden a sus gustos y contentos,
- de conversación digo, que otra cosa
- no ay pensar de una gente tan famosa.
- Mas no ay negar no ser enamorados,
- que sin duda lo son, porque andan juntos
- ya por la gran ciudad apareados (24)
- (del poderoso amor guardando puntos (25)),
- ya en amenos jardines solazados,
- avivando en sus pechos los trasuntos,
- cada qual de quien ama, y assí mueren
- viviendo hasta gozar el bien que quieren.
- Pero, pues ya en tu gusto me he empleado,
- te pido me declares de adónde eres,
- que, según das las muestras de alterado,
- algo siente tu pecho de que mueres.
- Descúbreme sin velo tu cuydado,
- que, aunque poco podamos las mugeres,
- te ofrezco de poner sin tassa alguna
- quanto puedo al caudal de tu fortuna."
- Arrancóse un suspiro, sin licencia,
- del gallardo, encubierto aventurero
- (que, a vezes, con dañosa inadvertencia,
- se desfoga del alma el dolor fiero).
- Pero, haziendo a sus ansias resistencia,
- respondió con semblante lisonjero,
- diziendo: "-Yo quisiera contentarte,
- mas no se me concede en esta parte.
- Mas, por satisfazer obra tan pía
- y tan acariciado ofrecimiento,
- porné todo mi esfuerço y valentía
- en quitar el opuesto impedimento.
- Sabrás de adónde soy y qué quería
- después que aya cumplido con mi intento,
- que yo te serviré, si se ofreciere,
- en quanto me mandares y pudiere."
- Partió de allí, del cielo blasfemando,
- pidiendo en la ancha puente cruel batalla,
- si no es que, llano el passo le dexando,
- quieran de esta manera reusalla.
- Un poco estuvo a Barsimeo aguardando,
- que, cubierto de azero y fina malla,
- salió no menos fuerte que gallardo,
- con ayroso semblante y passo tardo (26).
- Y, partiendo los dos con aquel brío
- sacado de su heroyca fortaleza,
- dan principio al sangriento desafío
- con animosa muestra y gran braveza.
- Pero un temblor horrible, elado y frío,
- en el de África atierra la grandeza,
- presagio inevitable y señal fuerte (27)
- de la cercana, inexorable muerte.
- Mil vezes el cavallo tropeçava,
- sin al freno (28) rendirse ni a la espuela;
- la dura hasta en la mano le temblava,
- no se aplica a su pecho la rodela.
- Mas el otro, con brío y furia brava,
- no corre en el encuentro, sino buela,
- que apenas se estampava la herradura
- en las pintadas (29) flores y verdura.
- Dio al mauro en la mitad del fuerte pecho
- con tal ímpetu y lança tan pesada
- que le echó del cavallo largo trecho,
- saliéndole a la espalda una braçada (30).
- Rebuélvese en su sangre, sin provecho,
- porque la fiera Parca apresurada
- rompió el hilo sutil con que la vida
- pendiente estava, y en el copo assida,
- qual se ve en la nevada dormidera (31),
- cortada sin sazón del corvo arado,
- que la que tan vistosa y loçana era,
- la huella el labrador con pie pesado,
- y, marchita, en el hondo surco espera
- el rayo poderoso y destemplado
- con que pierde, en llegando el mediodía,
- el atezado (32) lustre que tenía;
- sucedió al infelice desta suerte
- quando andava más bravo y orgulloso,
- no entendiendo encontrar braço tan fuerte
- que le truxesse a fin tan lastimoso.
- Entonces se rindió a la dura muerte
- cayendo con corage impetuoso,
- y, mordiendo la tierra ensangrentada,
- baxó furioso a la infernal morada.
- No quedó sin castigo el cavallero,
- que el enemigo encuentro fue tan duro
- que, a no ser tal su esfuerço y fino azero,
- no estuviera, en un trance tal, seguro.
- Mas dado que fue el golpe grave y fiero
- (y tal que aun penetrara un fuerte muro),
- con todo, no rompió la carne o huesso,
- aunque le quebrantó con el gran peso.
- Bolvió a la que, afligida, atrás dexava,
- diziéndola que bien passar podría,
- supuesto que el que el passo la estorvava
- mide (33) el elado suelo y tierra fría.
- Díxola que mil vezes la rogava
- perdonasse su menos (34) cortesía
- en no la acompañar como escudero
- hasta su dulce patria y fin postrero,
- mas que, si la Fortuna le ayudava
- dexando ya de ser ciega, engañosa,
- que su fe y su palabra le empeñava
- de yrla a ver a su patria deleytosa.
- Y, pues, con tanta instancia procurava
- no dezirla su nombre; que era cosa
- importante el callar hasta que el hado
- se huviesse en su provecho declarado.
- Con esto, se partió el aventurero
- hiriendo con sus quexas las estrellas,
- forçándole su angustia y dolor fiero,
- rabioso a blasfemar del cielo y de ellas.
- Llega su vasca al punto postrimero,
- de donde, alimentadas sus querellas,
- esparcidas al ayre de una en una,
- descubren el rigor de su fortuna.
- Buela para la corte y no ha parado
- en castillo, en lugar, villa ni aldea;
- antes, como en su mal ya deshauciado,
- en sola su congoxa y mal se emplea.
- Lleva en el bello joven su cuydado,
- y en el ardiente amor de Sacridea
- con que se desespera y se deshaze,
- en que al dolor con esto satisfaze.
- Llegó en fin a su fin, quando quería
- trasmontar a Ocidente el Sol hermoso,
- donde vio grande (35) gente que salía
- a espaciarse en el campo y soto umbroso.
- Y, como quien su daño no temía,
- aguardó a que passase el alardoso
- esquadrón de galanes y donzellas,
- venciendo al Sol la menos bella de ellas.
- Entre todos vio al Fénix que, embevido
- en sus tramas escuras amorosas,
- sale con Sacridea, a quien, rendido,
- desprecia el pundonor de otras mil cosas.
- La presa de sus ansias ha rompido,
- rebentando con muestras espantosas
- quando llegó el del Fénix a su lado,
- a quien desta manera ha maltratado:
- "-Si, como buen guerrero, armas truxeras
- (indigno de llamarte cavallero),
- de mi diestra indignada conocieras
- el pago que merece un pecho fiero.
- Dime, falso traydor, ¿cómo no esperas
- el castigo que el joven justiciero (36)
- tiene ya a tu maldad apercebido
- por infame, alevoso y fementido?"
- El del Fénix que vio reprehenderse
- con palabras tan ásperas y estrañas,
- sin podérselo un punto detenerse (37)
- que el coraçón se le arde y las entrañas,
- puso mano a la espada y fue a meterse
- con el injuriador; mas ¡ay, que dañas
- a tu alma en ofenderle y en herirle,
- que, pues dize verdad, justo es sufrirle!
- La quadrilla que le yva acompañando
- se puso de por medio, condolida
- de ver que, a un trance tal se abalançando,
- sin duda el Fénix perdería la vida.
- Mas, para el día siguiente se aplaçando
- la batalla sangrienta y desmedida,
- los dos se despartieron desseosos
- de vengar sus intentos animosos.
- El novel indignado se ha quedado,
- dando a sus tristes ansias larga rienda,
- aguardando aquel punto codiciado
- difinidor (38) de su mortal contienda
- Rebuelve en el cuydoso pecho ansiado
- las culpas, sin remedio ya de enmienda,
- cometidas por parte de aquel alma
- que de su libertad llevó la palma (39).
- Mira el sereno cielo y la alegría
- que tanto en el del Fénix se estremava,
- aquella gentileza y gallardía
- con que los de su edad atrás dexava,
- la alteza de su heroyca valentía
- que hasta el cielo, y aun más, le levantava;
- las gracias considera, parte a parte,
- en cosas del amor y del dios Marte.
- De otra parte le aquexa el torpe olvido
- (viéndole en sus discursos inconstante),
- con cuyo gran temor él se ha movido
- a venir desde el quicio de levante.
- Sale, con estas cosas, de sentido,
- engendrando rencor contra su amante,
- pues por otra muger, aunque estremada,
- su generosa fe se ve olvidada (40).
- Qual el bravoso mar tempestuoso,
- con el furor del enemigo viento,
- se buelve a todas partes borrascoso
- hasta lo más profundo de su assiento,
- no sossiega ni admite algún reposo
- hasta que Éolo (41), con duro mandamiento,
- al fiero movedor oprime y cierra
- en el cóncavo sitio y honda sierra;
- andava, en el confuso, ardiente pecho,
- de esta suerte la ciega y gran pelea,
- en nada se mostrando satisfecho
- hasta verse en el punto que dessea:
- porque, viendo su Fénix tan de hecho
- entregarse al amor de Sacridea,
- no le queda ya amparo en esta vida
- si no es en la quitar a su homicida (42).
- El del Fénix, no menos alterado,
- sin tardar, a su tienda se retruxo (43),
- y, de tales afrentas agraviado,
- hizo de sus querellas gran refluxo (44),
- las quales han su pecho alborotado.
- Con saña ardiente y cólera reduxo (45),
- haziendo espresso voto y juramento,
- de vengar su furioso movimiento.
- La diosa levantava su cabeça,
- a ver si la sazón era llegada
- en que el mundo librar de la tristeza
- por la lóbrega noche acarreada;
- y, con ligero passo y gran presteza,
- sale (dexando al viejo), avergonçada,
- remontando la niebla y sombra escura,
- y llenando la tierra de hermosura (46),
- quando salen los dos amordaçados (47),
- de su honor ultrajado compelidos (48)
- y de sus fuertes armas arreados.
- Acuden a los puestos conocidos,
- donde ya las ventanas y tablados
- estavan de mil gentes proveýdos;
- el rey, damas y todos desseosos
- de ver los dos contrarios animosos.
- Los quales, a una mesma coyuntura,
- por las puertas al ancho sitio entraron
- y, con vista indignada y rabia dura,
- ardiendo en viva saña se miraron.
- Al amparo neutral de su ventura,
- sin más lo dilatar, se encomendaron,
- porque la ronca trompa ya se oýa
- que a la áspera batalla les movía.
- Arriman los talones azerados (49),
- firmados en las sillas los guerreros,
- y, labrando los cóncavos costados,
- hazen que en el partir salgan ligeros.
- Como son los cavallos alentados
- y sienten, fuera desto, los azeros,
- parten con más presteza y movimiento
- que ligera saeta, y más que el viento.
- Llegan, en la mitad de su camino,
- a descargar los golpes desiguales,
- qual suele el fervoroso remolino
- al tiempo de juntarse los raudales (50),
- o qual el polvoroso torvellino
- sopla en los calurosos arenales
- o en la espesa arboleda y soto umbroso,
- haziendo un son confuso y espantoso.
- Desta suerte a los ínclitos varones
- sucedió en el dudoso, estraño encuentro,
- sintiendo bien sus fuertes coraçones
- la fuerça del contrario desde dentro.
- Movida de los bravos encontrones,
- la tierra se apretó contra su centro;
- apretóse la tierra no pudiendo
- sufrir la carga del furor horrendo.
- Convirtióse la sangre en puro yelo
- al asombrado pueblo circunstante,
- viendo bolar las raxas (51) hazia el cielo,
- efeto de una cólera pujante.
- La tierra brama, tiembla el duro suelo,
- no aviendo quien del caso no se espante,
- y las damas, tan tiernas quanto hermosas,
- los ojos se cubrieron de medrosas.
- El ardiente planeta apresurado
- (que poco antes de Oriente avía partido),
- oyendo el bravo encuentro se ha parado,
- que aun en su quarta esfera le ha temido;
- por un espacio breve y limitado,
- los fogosos cavallos ha tenido (52),
- y los velozes vientos largo trecho
- llevaron el rumor del bélico hecho.
- Mas, como estos, sin par, son los mejores
- de quantos en el mundo hasta oy se vieron,
- y entre los más famosos justadores
- la prima (53) y el honor sumo tuvieron,
- aunque los dos encuentros matadores
- de lleno en los arneses fuertes dieron,
- fue como si una paja o débil vara,
- movida blandamente, les tocara.
- Qual torre en lo profundo cimentada
- la vemos combatir del bravo viento
- que, sobre firme piedra bien fundada,
- no la haze remover del fixo assiento;
- assí fue en la batalla començada,
- donde, aunque era el magnánimo ardimiento
- sobre los de otros mil aventajado,
- con todo sin dañarse se han passado.
- Las duras, gruesas lanças, ya rompidas
- en los robustos y gallardos pechos,
- con entrañas al hecho encruelecidas,
- a un tiempo a se buscar buelven derechos.
- Las espadas, con gran furor movidas,
- quieren oy sean juezes de sus hechos
- y bien fundadas quexas, sin que huviesse
- quien los apaziguasse o compusiesse (54).
- Con bizarro semblante y contoneo
- se baten los escudos azerados,
- y a cada golpe o punta o gran rodeo (55)
- dexan los circunstantes admirados.
- Mas impiden las armas su desseo,
- porque petos y yelmos son templados
- en la agua de la Tártara laguna (56),
- contra quien poder falta a la Fortuna.
- Metidos en sus cóncavos escudos
- sufren el grave peso de los braços,
- porque, según los golpes eran crudos,
- estuvieran los dos hechos pedaços.
- Pero los filos de la espada, agudos,
- hallan grandes estorvos y embaraços,
- por donde no es possible que el combate
- tenga en fines sangrientos su remate.
- Los cavallos son rezios y animosos,
- bastantes (57) a llevar toda fatiga,
- que, siendo de guerreros tan famosos,
- parece que a ser tales los obliga.
- Assí, andan alentados y briosos,
- sin que ninguno a su dever desdiga,
- que el verlos mucho más maravillava
- que la empeçada riña, aunque era brava.
- Aun en los animales sin sentido
- dio un cierto no sé qué la gran natura,
- con que obran cosas tales, que han venido
- muchos a sustentar tener cordura.
- Aquestos dos cavallos, en partido
- y batalla tan áspera y tan dura,
- han hecho en el favor de sus señores
- cosas dignas de fama y de loores.
- El Sol, la quarta parte de su esfera
- con presuroso passo ha caminado
- mirando atentamente la lid fiera,
- estando de la ver maravillado;
- prosigue a más andar (58) su gran carrera
- por la trillada senda y curso usado,
- juzgando a los guerreros desde aparte
- por la ayrada Belona y bravo Marte (59).
- De los templados yelmos salía fuego
- con muestra y abundancia no pensada,
- sin por esto tener algún sossiego,
- aunque era la quinta hora ya passada.
- Pero el odio mortal discurre ciego
- de la una a la otra parte, sin que en nada
- a su oficio infernal aquí faltasse
- ni un punto de atiçarlos se cansasse.
- Quién al pecho sus golpes endereça,
- quién hiere de revés y quién de tajo,
- quién tira al coraçón y a la cabeça,
- quién a lo alto señala y rompe abajo.
- Ninguno en ofender tiene pereza,
- no se estima el cansancio ni el trabajo,
- porque la odiosa saña les da brío
- para el duro, espantoso desafío.
- Ignora el bravo Fénix lo que oy haze (60),
- mas el otro, del gran furor movido,
- en frenética rabia se deshaze
- por no ver su contrario destruýdo.
- Cada uno a su plazer se satisfaze
- sin dar passo a concierto ni a partido,
- porque en cosas del odio no ay remedio
- ni admite la vengança honroso medio.
- Está siempre en un punto la pelea
- sin aver diferencia ni ventaja,
- que los hados pretenden que se vea
- que los dos no se exceden ni una paja;
- que, aunque la ciega diosa injusta sea,
- oy estas dissensiones no baraja (61),
- ni puede entremeterse ni hazer cosa
- que para alguno de ellos sea dañosa.
- Con todo, se martillan qual si fueran
- hechos de roca, no de carne y huessos,
- y de roca, deshechos estuvieran
- según los golpes que se dan espessos.
- El sostener la riña no pudieran
- ni los tajos y encuentros tan aviesos,
- si fuera la armadura de otra suerte
- o forjada con temple menos fuerte.
- Sobre la honra y la fama se combate,
- sin que, para ofenderse, aya otra cosa
- quien los golpes y el ímpetu rebate
- con gran destreza y maña provechosa.
- Mas el fin por agora se dilate
- hasta que yo, con pluma más copiosa,
- prosiga sus grandezas, que en un canto
- no puede un corto ingenio embever (62) tanto.
- CANTO XI
NOTAS:
(1) brega: "algunas veces significa lance arriesgado, peligro, batalla y contienda difícil y peligrosa" (Aut.).
(2) reparar: "vale también oponer alguna defensa contra el golpe para defenderse de él" (Aut.).
(3) memoria: "significa también fama, gloria o aplauso" (Aut.).
(4) Cada uno confía en su propia espada. El relativo 'quien' sustituye a 'las espadas' del verso anterior.
(5) Los golpes, tanto reales como inmateriales, recaen sobre los escudos y, más concretamente, sobre el blasón, definido por Cov. como "la divisa que un caballero trae en sus armas y escudo". La sinécdoque hace más reñido el combate, pues los golpes no caen sobre el escudo físico, sino sobre el símbolo supremo del honor: las armas de la familia de cada guerrero. Este planteamiento se refuerza en los dos versos siguientes.
(6) valer: "se toma también por ser o servir de defensa u amparo alguna cosa" (Aut.).
(7) crestón: "el penacho o remate de la celada" (Aut.).
(8) baraxar: 'barajar', "reñir, contender, tener pendencia y altercar" (Aut.). No contenta este vocablo a Juan de Valdés: "tampoco digo barajar, pudiendo dezir contender; dezíase bien antiguamente..." (Valdés, p. 120).
(9) cargar: "en términos de guerra es dar sobre los enemigos, acometiéndolos con fuerza y vigor" (Aut.).
(10) segurar: "lo mismo que assegurar, que es como ya se dice" (Aut.). Mauro: "natural de la región correspondiente a la antigua mauritania, moro" (DRAE).
(11) rifar: "reñir o contender con alguno" (Aut.).
(12) El dios Apolo (Febo), identificado con el Sol, era representado con un carro en el que recorría diariamente el cielo a gran velocidad.
(13) azero: 'acero', "comúnmente se toma por las armas, y en especial se entiende por la espada" (Aut.).
(14) oficial: "el que ejercita algún oficio" (Cov.). Las armas se hicieron pedazos a pesar de que habían sido fabricadas por "oficiales soberanos", es decir, muy expertos.
(15) acorrer: "socorrer, ayudar y amparar. Es voz antigua y de poco uso" (Aut.).
(16) revocar: se entiende aquí como devolver a la situación anterior, a su anterior estado, figuradamente a partir de "volver hacia atrás o retroceder el impulso" (Aut.).
(17) sin tiento: "proceder sin consideración ni discurso" (Cov.).
(18) Tal vez se refiera Martínez a la Aurora (Eos), casada con Titono, uno de los hijos de Laomedonte. Según la leyenda, Eos pidió a Zeus que concediera a aquél la inmortalidad, pero olvidó pedirle también la eterna juventud, por lo que Titono fue envejeciendo hasta llegar a la más horrible decrepitud. El "mar indio" es el océano índico, en la parte más oriental de la Tierra, por donde amanece. Más adelante (XI, v.117), el autor cita a Titono como Titón, por lo que no es extraño que el 'Titán' del verso 170 sea realmente nuestro personaje (vid. nota a XI, 117).
(19) ranchería: "el sitio, parage o casa en el campo donde se recoge la gente de un rancho" (Aut.). Rancho: "vale assimismo lugar o sitio desembarazado para passar o transitar la gente" (Aut.).
(20) calar: "metaphóricamente es penetrar, entender, conocer y averiguar el motivo, razón o el secreto de alguna cosa" (Aut.).
(21) obligar: "vale también adquirirse y atraher la voluntad o benevolencia de otro, con beneficios o agasajos, para tenerle propicio quando le necessitare" (Aut.). Para bel, vid. nota a II, 65.
(22) En el texto, "la". Considero que la forma correcta es "le", porque previamente se dice que alguien "entró allá", acción que no puede realizar la doncella, pues ya está dentro de la tienda. El razonamiento se completa con la estrofa siguiente, en la que Laurisa contesta, tras las preguntas que el caballero extranjero hace en el verso último de la presente. Todo eso sin tener en cuenta que el uso de "la" sería claramente laísta (característica ésta muy común en el poema).
(23) adunar: "juntar y congregar diversos sugetos u diversas cosas" (Aut.).
(24) aparearse: "ir juntos unos con otros, como de dos en dos, caminando iguales y en compañía" (Aut.). Parece más adecuada esta forma pronominal, aunque Martínez use el verbo sin pronombre.
(25) guardar puntos: parece referirse a que quieren conservar el amor en el punto en que se encuentra, evitar que pierda su estado actual. De guardar, 'proteger' y punto, el estado de una cosa. Vid. notas a V, 418 y VI, 103, respectivamente.
(26) tardo: "lento, perezoso en obrar, o que sucede después de mucho tiempo" (Aut.).
(27) fuerte: "significa también terrible, grave, excesivo" (Aut.).
(28) freno: "el bocado de hierro que ponen en la boca al caballo o mula o bestia caballar, para regirle y gobernarle" (Cov.).
(29) pintado: "se llama por semejanza todo aquello que naturalmente está matizado de diversos colores" (Aut.).
(30) braçada: 'brazada', "medida de lo que toman los dos brazos abiertos abiertos y estirados" (Cov.).
(31) dormidera: 'adormidera', planta de la que "se extrae el opio" (DRAE).
(32) atezado: "lo que tiene el color negro" (Aut.).
(33) medir: "vale también tender el cuerpo en el suelo, reclinándose para descansar o por alguna caída apresurada y violenta" (Aut.).
(34) El carácter comparativo del adverbio 'menos' y la ausencia del segundo término de la comparación nos llevan a entender aquí que el caballero extraño que acaba de vencer a Barsimeo se considera menos cortés que Laurisa, tal vez porque no le devuelve, con su marcha, el favor que ella le ha hecho dándole la información sobre el Caballero del Fénix.
(35) grande: "abundante, numeroso" (DRAE). Lo considera anticuado.
(36) Podría referirse al Amor, pues, como se verá después, la traición de la que es acusado el Caballero del Fénix es de índole amorosa.
(37) Extraña construcción en la que parece que sobra más de un pronombre. Lo más correcto para el sentido de la frase tal vez sea: "sin poder un punto detenerse". Quizá la confusión del componedor se deba a la presencia en el verso siguiente del mismo pronombre 'se' seguido de 'le', lo que pudo producir un salto de verso al leer el texto que componía y llevarle a introducir los enclíticos 'se' y 'lo' en lugar de la palabra que llevara el manuscrito, probablemente 'sólo' ("sin poder sólo un punto detenerse").
(38) difinidor: 'definidor'.
(39) palma: "es insignia de victoria, y tómase por la vitoria y por el premio" (Cov.).
(40) La ambigüedad que parecen tener estos versos y algunos otros más abajo se desvelará en el próximo canto, cuando se conozca la identidad de este misterioso caballero extranjero.
(41) Éolo: señor de los vientos según la mitología clásica. De ahí su poder sobre ellos, expresado en los dos versos siguientes.
(42) El Caballero del Fénix, como se verá en el próximo canto.
(43) se retruxo: 'se retrajo'. Retraerse: "recogerse" (Cov.).
(44) refluxo: usado en sentido figurado, a partir de la definición que nos da Aut.: "la retrocessión de la creciente de agua". Aquí, pues, como retroceder: hizo retroceder sus querellas.
(45) reducir: mejor pronominal, 'reducirse', "significa assimismo resolverse por precissión u hallarse obligado a executar alguna cosa" (Aut.). Cabe entender que el del Fénix llega a esta determinación consultando consigo mismo.
(46) La diosa es la Aurora, representada siempre con el color rosa del amanecer, de ahí 'avergonçada'. El viejo es Titono, su esposo. Vid. supra, nota a X, 172.
(47) amordazar: "disfamar, injuriar, deshonrar y ofender a otro de obra u de palabra. Es voz antiquada" (Aut.).
(48) compelido: "forzado" (Cov.).
(49) Metafóricamente se refiere Martínez a las espuelas.
(50) raudal: "la canal del río por donde el agua pasa rápida, con gran presteza y velocidad" (Cov.).
(51) raxa: 'raja', "la hastilla que se corta de algún leño" (Aut.). Aquí son los trozos de los escudos, rotos en el furor de la batalla.
(52) tener: "significa también detener y parar" (Aut.). El Sol detiene su carro para contemplar los golpes que se dan los contendientes.
(53) prima: "según la significación latina vale primera en orden" (Cov.). En estos versos parece referirse a que los dos justadores eran considerados los primeros entre todos.
(54) componer: "significa también concordar, unir, hacer amistades, conformar y poner en paz a los que están discordes" (Aut.).
(55) Parece referirse a distintos tipos de ataque o lances del combate.
(56) Alude Martínez aquí a la laguna Estigia, a las puertas del infierno, conocido en la mitología con el nombre de Tártaro. Tal vez las cualidades sobrenaturales del lugar hagan posible que las armas templadas en sus aguas adquieran poderes maravillosos, con los que no puede ni la diosa Fortuna.
(57) bastante: 'suficiente' (Cov.).
(58) a más andar: "con toda la priesa y celeridad possible en el andar" (Aut., s. v. 'a más correr').
(59) Belona y Marte son los dioses romanos de la guerra. La primera es tenida por algunos como hermana o esposa del segundo.
(60) El canto XI resolverá también estas frases hasta cierto punto enigmáticas para el lector.
(61) barajar: "vale también mezclar, confundir y revolver una cosa con otra" (Aut.).
(62) embever: 'embeber', "se toma también por encaxar, embutir, incluir y meter una cosa dentro de otra" (Aut.). Estos versos son un caso más de captatio benevolentiae de los muchos que encontraremos en el poema.