- ¡Pérfidas hembras, falsas, perniciosas,
- abominables, impías, atrevidas,
- obstinadas, perversas, engañosas,
- infernales, rebeldes, homicidas,
- desleales, crueles, desdeñosas,
- detestables, injustas, desmedidas!
- Estadme un poco atentas, entretanto
- que tan torpe maldad dize mi canto,
- y mirad dónde llega el pensamiento
- de una falsa muger endemoniada,
- la perniciosa furia, el desatiento (1),
- el ímpetu y braveza desmandadas.
- Y perdonadme que, pues mucho siento,
- no es mucho que mi pluma enamorada
- no pueda proceder con tanta rienda (2),
- que alguna vez no os toque y os ofenda.
- No quiero yo enojar, ni Dios lo quiera,
- a las de honesta vida ni a las buenas,
- sino a las que, con pecho de una fiera,
- imitan las pestíferas hÿenas,
- qual vemos a Medarda, cruel ramera
- digna de padecer eternas penas,
- dissimulando el doble, falso pecho,
- por a su salvo hazer mejor su hecho (3).
- Que, como a Andayro vio tan de su mano
- y para darla gusto ya dispuesto,
- descubrió el coraçón más inhumano
- que jamás en muger se vio estar puesto.
- Mas, porque el caso a todos sea más llano
- y a nadie el ignorarle sea molesto,
- proseguiré la historia, pues la cuenta
- Sacridea, princesa de gran cuenta:
- "Como al rey ella vio que (4) enternecido
- y reclinado en su regazo estava,
- haziéndole mil salvas (5) le ha pedido
- un don qual de tal hembra se esperava:
- '-Pues tanto -dize-, mi alma, me has querido,
- ver una sola muestra me faltava
- para dexar mi coraçón y pecho
- del quilate amoroso satisfecho.
- El ñudo con que amor se afierra y ase
- son los dulces hijuelos, y querría
- que sospecha o recelo no quedasse
- que en contra fuesse de la afición mía,
- y aunque tu coraçón más se traspasse (6),
- por darme entero gusto y alegría
- manda que aquesa niña muera luego,
- pues tanto y tanto importa a mi sossiego.
- Porque, viéndola siempre, no es posible
- que no la adores y ames como a tuya,
- y amándola, también es convenible
- que ames su madre y que mi amor concluya.
- Ya ves qué daño aqueste tan terrible;
- antes la dura parca me destruya
- que con mis tristes ojos vivas vea
- a la reyna y su hija Sacridea.'
- Forçoso fue, quedasse lastimado
- Andayro de una cosa tan nefanda,
- mas aviéndole Amor enhechizado (7),
- que muera sin tardança su hija manda,
- pero que esto se hiziesse en despoblado,
- donde no se entendiesse la demanda,
- encargando el negocio, como digo,
- a los viejos que veys traygo comigo.
- Sintiendo ellos mi injusta desventura
- en tan tierna niñez y pocos años,
- dando por mala la sentencia dura
- procuraron (8) salvarme con engaños,
- y, yendo a una montaña y selva obscura,
- buscaron dos pastores muy estraños,
- que son los que aquí veys, do me dexaron
- en su poder y casa, y se tornaron
- diziendo que mi tierna y corta vida
- era ya rematada, sin que huviesse
- memoria de que fuy jamás nacida
- ni el lastimoso caso se entendiesse (9).
- Medarda, viendo que era obedecida,
- para que la maldad su fin tuviesse
- tornó a fingir lo que antes avía hecho,
- por mover de mi padre el ciego pecho.
- En medio sus halagos cautelosos,
- al rey pidió que Selisarda muera,
- pues sus gustos y tratos amorosos
- no se podrán gozar de otra manera.
- Andayro, con los humos vaporosos
- de Amor toda piedad lançando fuera,
- la dixo que a su gusto lo hiziesse,
- mas de suerte que nadie lo entendiesse.
- La pérfida ramera escrivió luego
- una carta, con tal veneno dentro,
- que, en viéndola mi madre, en el sossiego
- eterno la dexó al primer encuentro.
- No contenta Medarda deste juego,
- que la maldad no estava aún en su centro (10),
- ordenó de matar mi ciego padre,
- como a la mal lograda de mi madre.
- Dio parte dello y todo lo encomienda
- a un hermano atrevido que tenía,
- prometiéndole bienes y hazienda,
- y, si era menester, la monarchía.
- Él, que en la vil maldad no tenía rienda,
- determinó emprender la alevosía.
- En fin, tuvo en sus traças tal govierno,
- que le entregó al amargo sueño eterno.
- Medarda bozes dio (ved, la malvada),
- demandando justicia de lo hecho,
- con lo qual la ciudad fue alborotada
- llevándolo con rabia y gran despecho.
- Y siendo la perversa preguntada
- de (11) quién tan gran trayción huviesse hecho,
- respondió que su hermano, y solamente,
- por de un reyno gozar tan eminente.
- Luego el impío homicida fue cogido,
- que todo el vil contrato ha confessado,
- diziendo que Medarda le ha induzido
- a cometer el hecho desmandado (12).
- Ella jamás, hasta oy, ha parecido (13),
- él fue con gran crueldad atormentado,
- feneciendo la aleve, injusta vida,
- como es razón la acabe un homicida.
- El reyno se alteró, ya sin cabeza,
- y en vandos repartido se divide,
- y con orgullo grande y altiveza,
- que se jure por rey, el vulgo pide,
- este mi primo, cuya fortaleza
- con la de más valor se yguala y mide,
- sin que ninguno en tal sazón supiesse
- que yo, que era heredera, viva fuesse.
- Estos viejos el pueblo convocaron,
- de mi bien y provecho desseosos,
- y el avisado (14) enredo les contaron,
- de que alegres quedaron y gozosos.
- Mandan venir los dos que me criaron,
- los quales me truxeron, temerosos
- de que por dicha me viniesse daño,
- por fraude de enemigo y doble (15) engaño.
- El pueblo se vio luego dividido,
- porque los más por reyna me pidieron.
- Doze años y algo más avía corrido
- desde que en aquel monte me pusieron.
- Fue mi primo, también, favorecido.
- Assí, el común (16), sus votos dividieron:
- que unos por su señora me querían,
- y a mi primo los otros elegían.
- Lucino, que mi primo assí se llama,
- ganoso de atajar comunidades (17)
- y de aplacar la ya encendida llama
- que andava en las discordes voluntades,
- por estender su nombre y clara fama,
- los príncipes juntó de las ciudades,
- donde fue por los más determinado
- que esto se definiesse en estacado,
- y que, de día en día, un año entero
- me lleve por los reynos más nombrados,
- y como valeroso y gran guerrero
- las armas prueve y pechos señalados (18).
- Y si jayán no huviere o cavallero
- que impida el buelo alegre de sus hados,
- quede por rey; y si él fuere vencido,
- el reyno me sea a mí restituýdo.
- Seys meses se han gastado en la jornada (19)
- sin aver diestra mano que le empezca (20).
- Assí, vengo a tu corte confiada
- que ha de aver quien mis partes favorezca,
- que pues la causa está justificada,
- no es mucho que algún príncipe se ofrezca
- a amparar mi derecho y gran justicia,
- contrastando del hado la malicia.
- Los sagrados oráculos y el cielo
- no nos dexan casar, que esto pudiera
- a nuestras inquietudes dar consuelo,
- gozando en paz del Tajo la ribera.
- Aunque estoy, sin sospecha y sin recelo
- de mi bien, entre gente tan guerrera
- de cuyas altas obras yo confío
- terná fin venturoso el pleyto mío."
- Aquí dio fin la celestial donzella,
- dexando a los oyentes lastimados
- de ver lo que Fortuna ha obrado en ella
- con sucessos tan graves, no pensados.
- También la gran belleza, que es centella
- que dexa a los más fieros humanados,
- les movió a que mirassen bien el hecho
- y pusiessen a la obra osado pecho.
- De quinze a diez y seys años tenía
- (porque más de tres años anduvieron
- en el pleyto los dos, hasta que un día
- los conciertos ya dichos se hizieron),
- una gracia, un donayre y gallardía,
- que los dichosos ojos que la vieron,
- aunque en otra estuviessen ocupados,
- quedaron desta estrella deslumbrados.
- El rey la prometió su ayuda y resto (21)
- procurándo la dar todo consuelo.
- Mas en pie levantándose Sergesto
- movido de un honroso y justo zelo (22),
- y con ayrado rostro y grave gesto
- mostrando de la dama tener duelo (23),
- dixo que él se oponía a la defensa
- de agravio tan notorio y tal ofensa (24).
- "-Y no me cansaré, graciosa dama,
- hasta perder la vida en la contienda
- por os poner en vuestra silla y fama,
- y que vuestra inocencia assí se entienda.
- Sossegarse ha la gente que os infama
- sin que aya quien la causa vuestra ofenda (25).
- Sólo os pido me deys favor y aliento
- para acabar con honra lo que intento,
- que si vos levantáys los bellos ojos
- para favorecer vuestro guerrero
- (cuya alma avéys llevado por despojos (26)),
- salir con la victoria honrosa espero.
- Vos me podéys dar gloria y darme enojos,
- y hazerme vencedor o prisionero;
- assí, que en vuestras manos me encomiendo,
- cuya justicia y cuyo honor defiendo."
- Sacridea encendió el color rosado
- oyendo al cavallero sus amores,
- y respondió que estava aparejado
- su pecho a todas suertes de favores.
- Sin duda está Sergesto enamorado,
- rendido a los divinos resplandores
- del español luzero, el qual excede
- a quanto codiciar su vista puede.
- Ya la noche a gran priessa caminava,
- teniendo embuelto el mundo en niebla escura,
- y el Cruzero (27) en el Sur se trastornava
- a refrescar en la agua su hermosura,
- quando el rey a dormir se retirava
- y la dama también, cuya aventura
- los famosos guerreros concertaron,
- y para el día siguiente la aplaçaron.
- No bien la roxa Aurora descubría
- en el balcón de Oriente su cabeça,
- de quien la noche lóbrega huýa,
- restituyendo al mundo su belleza,
- y los pardos nublados revestía
- de admirables colores y fineza,
- quando estava el palenque ya impedido
- con la gente que al juego avía acudido.
- El rey, con la quadrilla generosa (28)
- en su rico palacio aposentada,
- a la plaça ha venido lastimosa (29)
- con tan ilustre sangre ya regada.
- Rosania y Sacridea, bella hermosa,
- acudieron también, do está cifrada
- la más alta hermosura, y excelente,
- que se vio desde Libia al claro Oriente.
- Veys aquí al gran Sergesto, acompañado
- de los más señalados del torneo,
- con dobles blancas armas adornado
- en señal de su intento y buen desseo.
- Lleva un fuerte cavallo remendado (30),
- escudo a prueva (31), y tal, que apenas creo
- aver otro mejor ni más hermoso
- a la plaça salido y ancho coso (32).
- Lucino entró también, por la otra parte,
- cubierto de armas ricas y labradas
- con primor tan estraño, y de tal arte,
- que parecen a trechos escacadas (33).
- Lleva azerado escudo el fiero Marte,
- con águilas, en campo (34) azul, doradas,
- en cavallo ligero, que traýdo
- fue del Elisio campo conocido.
- Puestos están a punto y aguardando
- la señal que al combate los provoca,
- sintiendo se les vaya dilatando
- y apretando los dientes en la boca.
- Dexémoslos aquí, porque esperando
- nos están otras cosas. Y, a quien toca
- yr de todos hablandon (35), me da prisa,
- y que acuda a otras partes ya me avisa.
- Quanto hasta aqueste punto os he contado,
- y lo que más diré de aquí adelante,
- lo dexó en lengua syria eternizado
- el famoso y gran mágico Lemante (36).
- Y, porque atentamente sea escuchado
- y le tenga respeto el ignorante,
- procuré dar con él a mi obra estima,
- por ser elegantíssima su rima.
- Seguiré sus pisadas sin dexarle,
- traduziendo su historia en toda parte
- y siempre procurando de imitarle,
- aunque no pueda yo tener tanta arte.
- Mas, quien se determina de tacharle (37),
- no le lea, que es tal de parte a parte,
- que parece increýble y fabuloso,
- aunque es de claro ingenio milagroso.
- Dize, pues, que al gallardo Clarimante
- y a Sarpe del palenque los sacaron
- (porque, si os acordáys, a un mesmo instante,
- entrambos sin acuerdo se quedaron,
- quando la dama y joven arrogante
- en la anchurosa plaça al rey hablaron),
- y pusieron los dos guerreros luego
- donde se les buscasse algún sossiego.
- Aparte los dexaron, en dos lechos,
- de su acuerdo privados, y memoria,
- cuyos gallardos y animosos pechos
- aspiravan continuo (38) a la victoria.
- Sarpe, lleno de angustias y despechos,
- y como si perdido huviesse gloria,
- despierto ya se aflige y se entristece,
- y la vida desprecia y aborrece,
- diziendo: "-Di, traydor, y tus passados (39),
- ¿qué lustre adquirirán con tus proezas?
- Allá en los campos de arrayán poblados,
- ¿qué fama les darán de tus baxezas?
- ¡O flaco coraçón, miembros usados
- a sólo los regalos (40) y ternezas!
- ¡De phrygias damas cómo days la muestra
- de pecho acobardado y débil diestra!
- ¿No deciendo yo de Héctor valeroso
- y de la heroyca Harpálice afamada,
- el uno en sus hazañas milagroso
- contra la griega gente maltratada?
- Y mi madre, con ímpetu animoso
- no de mortal, sino de diosa ayrada,
- ¿al rebelde esquadrón no perseguía?
- Pues, ¿cómo se halla en mí tal cobardía,
- que me aya Clarimante deshonrado?
- ¡O sucesso cruel! ¡O suerte dura!
- ¡Quién se huviera en el hondo mar quedado
- antes que padecer tal desventura!
- ¡Bien pudiera gozar de mi ancho estado (41)
- en seguro descanso y paz segura,
- sin llegar al estremo en que me veo,
- lexos del pundonor de mi desseo!"
- Tomó luego sus armas el famoso,
- haziendo voto y juramento estrecho (42)
- de no aceptar descanso ni reposo
- hasta dexar su honor bien satisfecho.
- De la ciudad se sale presuroso
- con triste coraçón y ansiado (43) pecho,
- del cielo blasfemando y de la tierra,
- por averle faltado en dicha guerra.
- Y tanto caminó, que al cabo vino
- a emboscarse en un monte y selva espessa,
- mas, con la furia honrosa y desatino (44),
- de maldezir sus hados nunca cessa.
- Dexa a la diestra mano el buen camino
- y entra por el obscuro bosque apriessa,
- viniendo a dar a un deleytoso prado
- por orden de natura hermoseado,
- tan largo que la vista no alcançava
- a divisar el fin abiertamente,
- y el ancho en ygualdad se desviava
- con proporción devida y conveniente.
- Por todas quatro partes se regava
- de una dulce, abundosa (45) y clara fuente,
- que en lo alto deste prado tiene assiento,
- dando a las verdes plantas su sustento.
- Por los lados, mil árboles hermosos,
- hasta las pardas nuves levantados,
- que de flores y frutos olorosos
- el más tiempo del año están cargados,
- de mansos ventezillos amorosos
- siendo a una y a otra parte meneados,
- están sus tiernos ramos ondeando
- con mil visos (46) los ojos deleytando.
- Entre ellos, las calandrias, ruyseñores
- y otros pájaros tienen sus moradas,
- donde juntos celebran sus amores
- con canciones y lenguas delicadas.
- Juegan entre las frutas y las flores,
- andan de árbol en árbol a manadas
- esta diversidad de pajarillos,
- trepando por las hojas y ramillos.
- De menudica yerva está poblado
- y de flores süaves y olorosas
- el suelo deste bello y fresco prado,
- lugar para quimeras (47) amorosas.
- Aquí el lirio y clavel se ve mezclado
- con la blanca azucena y tiernas rosas,
- llora el jacinto su temprana muerte (48)
- y el disponer de su enemiga suerte.
- Aquí la solitaria tortolilla
- con triste lamentar mezcla sus quexas,
- sigue la Philomena (49) a la abubilla,
- para en ella vengar passiones viejas,
- andan entre las flores en quadrilla,
- con un ronco zumbido, las avejas,
- robando de las flores y frescura
- la provechosa cera y la miel pura.
- Aquí corços, gamuzas y venados,
- leones, onças, pardos, tygres, ossos,
- de su sangriento trato ya olvidados,
- domésticos se muestran y amorosos (50);
- de todo mal sucesso descuydados,
- gozan sotos y bosques deleytosos,
- donde pierden la furia y estrañeza (51)
- que les comunicó naturaleza.
- Aquí llegó el valiente cavallero
- del triste acaecimiento congoxado,
- y temiendo el ardiente resistero,
- del ligero Corvato se ha apeado.
- El yelmo desenlaza el gran guerrero
- y, junto a la ancha fuente recostado,
- estuvo lamentando su destino.
- Contaremos después lo que le avino.
- Bolvamos al famoso Clarimante,
- que del triste palenque y estacada
- (mostrando su dolor en el semblante),
- le ha llevado su gente lastimada.
- Menala, al puesto acude al mesmo instante
- y, como en tal empressa exercitada,
- puso en obra el estremo (52) de su ciencia,
- por hazer a los hados resistencia.
- Que, quando en la contienda más no pudo,
- en su favor hazer ha procurado
- que en tanto que el dolor le tenía mudo,
- de la corte del rey fuesse sacado.
- Assí, con el rigor de encanto agudo (53),
- las diosas infernales ha invocado,
- que sin que él lo sintiesse le cogieron
- y en la Encantada Selva le pusieron.
- En medio desta selva, una gran cueva
- (digo cueva, que serlo parecía);
- en ella, un edificio de gran prueva
- y de rara belleza dentro avía.
- No le era a Clarimante cosa nueva,
- que sus ocultos senos bien sabía,
- aunque jamás pisó lo de más dentro
- ni a tentar se atrevió su obscuro centro.
- Aquí fue puesto el animoso Marte
- mientras privado estava de sentido,
- donde, con diligencia y mágica arte,
- del cansancio y dolor fue socorrido.
- En su acuerdo tornó y, a qualquier parte
- que buelve el pensamiento embravecido,
- halla pena, congoxa, descontento,
- disgusto, ansia, tristeza y corrimiento (54).
- Acuérdasele bien de averse armado
- y salido a la plaça al desafío,
- sin de ella se acordar aver tornado
- con el acostumbrado aplauso y brío;
- mas, por sus conjeturas, ha hallado
- que sin fama, y del alto honor vazío,
- del palenque los suyos le sacaron
- y al lugar donde estava le llevaron.
- Acuérdasele más; que Sarpe vino
- con él al bravo riesgo de batalla,
- el qual a su deshonra abrió camino,
- y que él perdió, por sus discursos halla.
- Mudo quedó de rabia y desatino,
- y por un tiempo largo, absorto calla,
- hasta que dio licencia la ansia fría
- para que desfogasse su agonía.
- "-¡O baxo -dize-, infame cavallero,
- indigno del honor que has usurpado
- ni del nombre famoso de guerrero,
- sino de más que vil y acobardado!
- No ay para qué vivir, la muerte quiero,
- pues vale más morir, que deshonrado
- andar siempre en las bocas de la gente,
- que a cada paso con razón me afrente.
- ¿Dó está el antiguo esfuerço y valentía,
- aquella estimación de fortaleza
- con que llevar (55) la infanta pretendía
- y gozar de sus reynos y belleza?
- No es razón que sustente el alma mía
- un cuerpo do se encierra la baxeza,
- sino acabar con honra y golpe honesto (56)
- el rabioso dolor y el mal molesto."
- De la cama se arroja presuroso,
- y las armas buscó furiosamente,
- determinado ya del pecho ansioso
- el alma desatar violentamente.
- Rebuelve el aposento tenebroso,
- mas ni topa sus armas ni oye gente
- y, atónito de ver silencio tanto,
- una ventana abrió lleno de espanto.
- Sobre el vergel más bello que ay criado
- sale el rico balcón del aposento,
- donde soplava, manso y sossegado,
- por entre rama y rama, el fresco viento,
- aviendo de las flores levantado
- un olor que consuela el blando aliento (57),
- por los rostros y olfatos lo llevando,
- el agradable don comunicando.
- Cosa alguna no avía que no hiziesse
- labor y concordancia y hermosura,
- ni se vio que una flor de otra saliesse (58)
- o que turbasse aquella compostura,
- ni que un árbol del otro desdixesse (59),
- sino que, descubriendo su verdura,
- en todos ay tal orden y concierto
- qual no se vio jamás en selva o huerto.
- Por aquí van cruzando claras fuentes
- qual sierpes de cristal, que a yerva y flores
- dan vida con sus censos (60) y corrientes:
- proprio lugar para tratar de amores.
- Aquí mil pajarillos diferentes
- como ciertos y firmes amadores,
- con harpadoras (61) lenguas resonavan
- y sus ocultos males publicavan.
- Clarimante quedó como asombrado
- de se ver en el puesto que se vía,
- tan fuera de ciudad y de poblado
- y de la singular (62) cavallería;
- no alcança adónde está, y assí alterado,
- sin sossiego entre sí se deshazía
- mirando a todas partes por si viesse
- quien el lugar do estava le dixesse.
- Era el vergel, mirado en su largura,
- bien de seyscientos passos estendidos (63);
- otros tantos o más tiene en la anchura,
- por donde árboles van entretexidos.
- Causan no poco ornato y hermosura
- ver las calles con mirtos mil floridos,
- con cypreses, con plátanos, laureles,
- madreselvas, naranjos, miraveles (64).
- Por una estrecha puerta vio que entrava
- una vieja arrugada y carcomida (65),
- y que entre aquellas flores se assentava
- haziendo una guirnalda bien texida,
- con la qual la vejez se coronava
- quedando muy más (66) fea y consumida;
- que lo hermoso la gala lo hermosea
- y con ella lo feo más se afea.
- No bien esto la vieja huvo acabado,
- quando acudió a una fuente cristalina,
- y en ella el torpe (67) rostro deslustrado
- (sirviéndola de claro espejo), inclina.
- Después que un breve espacio allí avía estado,
- dixo: "-No tienes poco de divina.
- Huélgate (68) pues que alcança tu figura
- tanta gracia, donayre y hermosura.
- ¿Quién no se moverá viendo tu gesto
- con tan vistosa, amable gentileza,
- donde su ardiente flecha Amor ha puesto
- para quien contemplare tal belleza?
- Echó Naturaleza en mí su resto,
- pintándome con toda su destreza;
- assí, sacó un dibuxo tan subido (69),
- en que ha todas las gracias recogido."
- No pudo retener la risa en tanto,
- el galán, viendo el término (70) de aquélla,
- y assí, dixo: "-Señora, yo me espanto (71)
- que siendo vos, qual veys, tan clara estrella,
- estéys cubierta al mundo y hombres tanto;
- cuya luz (72) admirable y muestra bella
- hará, a despecho nuestro, que os queramos
- quantos deste vital ayre gozamos.
- Dezidme, bella diosa, si os agrada,
- qué tierra es ésta, qué lugar, qué assiento,
- y cómo de los hombres soys llamada,
- que es justo os tenga el mundo miramiento."
- La vieja se mostró qual sierpe ayrada
- y assí, con ciega saña y sentimiento,
- le respondió: "-¿No veys, el mal criado,
- qué gusto mis desgayres (73) le han causado?
- Pues vos padeceréys por mis amores
- antes que de mi casa yo os despida."
- Él la dixo: "-Bien mío, essos favores
- bastan a darme entero gusto y vida."
- Ella le replicó: "-Soys habladores
- y de necia altivez descomedida,
- los que entre los guerreros y otras gentes
- procuráys los renombres de valientes.
- ¿Qué avéys vos visto en mí que no sea bueno?"
- Él dixo: "-Toda vos soys una rosa
- si lo compráys del parecer ageno
- de alguna esclarecida por hermosa.
- Para sacar de vos mortal veneno,
- propria soys, a mi ver, más que graciosa;
- y porque vays (74) de aquí con mayor queja,
- os prometo que soys gran puta vieja."
- Qual áspide (75) colérica indignada,
- que del incauto caminante ha sido,
- por descuydo, entre el heno o mies pisada,
- el qual afuera salta amortecido,
- ella, la boca abierta, apostemada (76),
- sale con vivo silvo y cuello erguido,
- moviendo a todas partes con presteza
- la aguda lengua y la mortal cabeça;
- assí se le mostró la vieja luego
- al joven animoso, y tan sañuda,
- que echando por los ojos vivo fuego,
- un poco, con la rabia, estuvo muda.
- Después, con infernal dessasossiego,
- començó a menear la lengua aguda,
- tratándole con tanta furia y brío
- que se enturbió la fuente y paró el río (77).
- "-¿No veys al atrevido deslenguado,
- con qué se viene -dixo- a despreciarme?
- Pues yo espero de veros tan penado,
- que humilmente (78) vengáys a suplicarme.
- En mi mano está el suelo y mar salado,
- y de ser reyna dél puedo preciarme,
- supuesto que a mi gusto quanto ay hago
- y en todo a mis discursos satisfago.
- Yo enfreno las corrientes de los ríos
- y cubro de tiniebla el claro cielo,
- y, con la potestad de encantos míos,
- hago temblar hasta su centro el suelo.
- Doy victorias y amparo en desafíos,
- las aves mato en medio de su buelo,
- derribo las estrellas fácilmente
- y al Sol hago no ser resplandeciente.
- Yo sugeto (79) las damas generosas
- y las más engreýdas y ufanadas,
- rindiendo a las passiones amorosas
- sus duras voluntades obstinadas.
- Hago, en medio el invierno, broten rosas
- las carrascas y robles, y a manadas
- fuerço venir los tiernos pajarillos
- saltando por los troncos y ramillos.
- Pues mira a quién desdeñas, Clarimante,
- con atrevida lengua y baxo (80) pecho,
- que desde el Ocidente hasta levante
- nadie seguro está de mi pertrecho."
- Atónito quedó en el mismo instante
- y, pesándole mucho de lo hecho,
- la suplicó humilmente le dixesse
- quién era y en qué tierras estuviesse.
- Ella se fue allegando a la ventana
- mitigando la saña que tenía,
- y con sossiego y muestra más humana
- a todas sus preguntas atendía.
- Viéndola en su favor estar más llana
- y que a darle contento se ofrecía,
- la suplicó dixesse dónde estava,
- que era lo que más su alma codiciava.
- "-Yo -dixo Clarimante- estoy corrido
- y de la injusta diosa (81) maltratado,
- mi antiguo, ilustre nombre esclarecido,
- en vil infamia y deshonor trocado.
- Fuérame muy mejor no aver nacido
- que verme tan rendido al cielo ayrado,
- por quien el claro (82) nombre y fama mía
- dexó de ser lo que antes ser solía.
- No sé quién fue mi padre o de dó vino;
- sólo sé que Martelio se llamava
- y que, por de un esfuerço peregrino,
- la pregonera fama le nombrava.
- Nunca a mi madre vi ni sé camino
- por donde yr a quien tanto desseava,
- que en un áspero bosque me criaron
- los que por hijo suyo me nombraron.
- Supe (83), en fin, que era falso y mentiroso
- quanto entonces contavan de mi vida,
- que yo a Martelio conocí, famoso,
- pero nunca a mi madre vi, querida.
- Acepté un desafío peligroso
- en que perdí mi fama esclarecida;
- agora véome solo en tierra agena,
- sin quien sienta congoxa de mi pena.
- Ved si tengo razón de deshazerme (84)
- y de mostrarme, ¡ay triste!, congoxado,
- por en tan riguroso trance verme
- como estar de mi heroyco honor privado.
- Podéys vos fácilmente socorrerme,
- aunque he sido atrevido y mal mirado,
- descubriendo la horrible niebla escura
- de mis queridos padres y ventura,
- que puesto (85) no merezca yo se me haga
- tanto bien, por mi término atrevido,
- ni pueda dar descuento (86) y justa paga
- que yguale a beneficio tan subido,
- y dado que al ygual no satisfaga,
- por tener el poder corto y medido,
- sin duda quedaré siempre obligado
- a rendir mi valor a tu mandado."
- Ella dixo, con boz algo amorosa:
- "Oy sabrás, Clarimante, a qué veniste
- a esta lóbrega estancia cavernosa,
- a tus ojos alegre y a otros triste;
- que sin mi voluntad no se haze cosa
- de las en quien mi gusto y bien consiste,
- ni ay obra que perturbe en este suelo
- el dulce disponer de mi consuelo.
- Trúxete a este lugar y rico assiento,
- y fuyste del combate cruel librado,
- porque los altos humos de tu intento
- al fin lleguen al término esperado.
- Y pues sólo pretendo tu contento,
- te diré lo que tanto has desseado."
- Pero será razón, pues dicho he tanto,
- dilatar este cuento al otro canto.
- CANTO V
NOTAS
(2) rienda: "metaphóricamente se toma por sujeción, moderación o enfreno en acciones o palabras" (Aut.). La pluma 'enamorada', porque siente mucho (vv. 13 y 14), es decir, se duele de los desmanes de la pérfida Medarda, tal vez desatada pueda ofender a las mujeres.
(4) Se produce aquí una variante en algunos ejemplares que se configura como otro estado del cuadernillo en el que se inserta. Así, BPT2 y Zabálburu leen: 'como al rey (ella) vio que'.
(5) hacer la salva: "pedir la venia, permisso y licencia para hablar, contradecir o representar alguna cosa" (Aut.).
(23) duelo: "vale también dolor, lástima, aflicción o sentimiento" (Aut.).