El Fénix combate con un cavallero y le mata, y luego, tras él, una dama se quita la vida. Nace allí una mysteriosa fuente. Camina el Fénix a un castillo, donde fue alojado. Roanisa, caminando en compañía de unos pastores, tiene cierta plática gustosa con ellos, y, en fin, se aposenta en la fortaleza, aviéndosele enconado (1) la herida.
- LA importante llaneza y cortesía
- fue entre todos los hombres ensalçada,
- pero en la militar cavallería
- como divina diosa siempre honrada (2),
- la qual el ser quilata y la valía,
- haziendo a la persona ser amada;
- mas lo que vemos a esta alteza opuesto,
- a todos los vivientes es molesto.
- Que cada qual pretende ser honrado
- según la calidad de su talento,
- y, quando el hombre ve ser despreciado,
- pierde, con gran razón, el sufrimiento,
- y cómo el pecho ilustre y señalado
- no quiere ver a nadie descontento;
- por lo qual los que tienen más nobleza
- usan de más crianza y más llaneza.
- Y quanto son más promptos a estas cosas,
- honrando a todos siempre y donde quiera,
- assí les son más graves y enojosas
- las personas que ven de otra manera.
- Hanse visto venganças lastimosas,
- tomadas con espada cruel, severa,
- de gentes descorteses, mal criadas,
- con gran razón por esto castigadas.
- Agora Felisandro valeroso
- confirmará con el agudo azero
- ser justo hazer, con braço valeroso,
- guardar criança a todo aventurero.
- Diximos que en un prado deleytoso
- una dama halló y un cavallero,
- el qual junto a una fuente clara estava,
- mientras el carro ardiente declinava (3).
- El del Fénix, con mucha cortesía,
- dixo antes que llegasse: "-Si os agrada,
- cavalleros, aquí passar quería
- la siesta que, qual veys, es muy pesada.
- Y, si gusto no os da mi compañía
- y queréys que prosiga mi jornada,
- a trueco de no os dar enfado o pena,
- la enojosa calor terné por buena.
- Mas confío daréys franca licencia
- a mí, que de los dioses maltratado
- con el rigor de dura y grave ausencia,
- me tienen en mil males anegado,
- para que goze aquí vuestra presencia
- y descanse por tiempo limitado,
- que, aunque yo quiera estar gran rato ocioso,
- no lo consentirá mi mal rabioso."
- El guerrero que está junto a la fuente
- le dixo: "-Conque viene el majadero
- haziéndose retórico eloqüente
- y echando culpa al grave resistero;
- ¿no sabe que es de necio impertinente
- a la conversación venir primero
- que le llamen? Pues vaya su camino
- y entienda que en estremo me amohino (4)."
- Áspide no se vio siendo hollada
- del rústico villano inadvertido,
- quando sobre los huevos enroscada
- fomenta (5) y da calor al dulce nido;
- ni tygre de sus hijos despojada
- ni león de venablos mil herido
- muestran de su furor la saña ardiente,
- como nuestro guerrero aquí al presente.
- El qual dixo: "-Algún baxo azemilero
- deves de ser sin duda, o mal criado,
- y no de ilustre y cortés aventurero
- ni de sangre famosa derivado;
- quien guarda el pundonor de cavallero
- siempre es afable, manso y recatado,
- a nadie agravia y antes honra a todos
- con mil suertes y géneros de modos."
- El otro respondió: "-No es justa cosa
- sufrir agravio tal y villanía.
- Aunque mi aguda espada valerosa
- emplearse en tal hombre no devía,
- la plática de aquéste, licenciosa,
- y su mala criança y cortesía,
- hará que ensuzie en él mis limpias manos
- para exemplo y castigo de villanos.
- Ladrón deves de ser facinoroso
- que robaste de alguno essa armadura,
- porque arnés tan lucido y tan vistoso
- no quadra con tan torpe desmesura.
- Pero entiendo que el Jove poderoso
- me ha querido poner en coyuntura
- en que tan bellas armas yo cobrasse
- y tal atrevimiento castigasse."
- Levantóse con esto de a do estava
- y el yelmo se enlaçó con gran presteza.
- Felisandro, que en ira se abrasava,
- al encuentro le sale sin pereza.
- La dama a su guerrero se abraçava
- rogándole aplacasse su braveza
- y dexasse el combate peligroso;
- mas nada escucha el joven animoso,
- antes, con gran desdén la desasiendo
- y su azerado escudo arrebatando,
- con la desnuda espada fue corriendo
- a do le está el del Fénix aguardando:
- de dos pesados golpes se hiriendo,
- en ellos su destreza declarando,
- porque ambos las cabeças inclinaron
- y atónitos un poco se pararon.
- Buelven en sí y, ardiendo de corridos,
- segundan (6) de tal suerte los guerreros
- que, si ambos no estuvieran advertidos,
- no llegara el combate a los terceros (7).
- Mas en su ardor y fuerça recogidos
- esgrimen los finíssimos azeros,
- sobre escudos y arneses encantados
- dando tajos y golpes señalados.
- Pero era desigual la valentía
- entre los dos guerreros, y la suerte,
- porque otro como el nuestro no le avía
- en lo tocante a cavallero fuerte;
- assí, durar gran tiempo no podía
- el combate, porque a una que le acierte
- nadie podrá estorvar que no halle entrada
- la dura parca con su aguda espada.
- Sucedió que el del Fénix, descuydado,
- descubriesse al contrario cauteloso
- un pedaço de hijada desarmado,
- suelto un laço a tal tiempo peligroso;
- con su fornido escudo rodelado (8)
- arremetió ligero y animoso;
- entrando el pie derecho con la espada
- la encaminó a la parte desarmada.
- Entró el agudo hierro, y si no fuera
- al soslayo la herida, llanamente
- el reñido combate feneciera
- y quedara allí el príncipe valiente.
- Pero fue la herida tan ligera,
- que Felisandro el mal apenas siente,
- aunque viendo salir la sangre roxa,
- puso al contrario en la última congoxa,
- porque le dio tan brava cuchillada,
- que el fino yelmo abrió, y en la cabeça
- entró la rigurosa y fina espada,
- sin resistencia alguna, larga pieça (9).
- A tierra vino, la color mudada
- y perdido el donayre y gentileza,
- y en la furiosa sangre revolcado,
- se sujetó, muriendo, al duro hado.
- La dama acude al cuerpo muerto luego,
- agena de juÿzio y de sentido,
- incitada del blando y dulce fuego
- que estampó en sus entrañas su querido.
- El yelmo desenlaça sin sossiego
- y mira el bello rostro denegrido (10)
- con la sangre, que en vena caudalosa
- sale de la herida rigurosa.
- Llámale sin cesar, buélvele y mira,
- con dolorosa boz que pone espanto,
- no cessa de llorar, gime y suspira,
- afloxando la rienda al triste llanto.
- Del cuerpo muerto un poco se retira
- viéndole ya en las sombras del quebranto,
- y de la espada asiendo de su amado,
- desta suerte al del Fénix ha hablado:
- "-Traydor perverso, al cielo y tierra odioso,
- de mi gloria enemigo, y mi contento,
- ¿cómo con braço duro y riguroso
- pudiste obrar tan grande desatiento?
- Miraras que en el trance sanguinoso
- mi bien estava puesto o mi tormento,
- y que, siendo homicida de mi amado,
- que el poder más vivir me era vedado.
- Mas, pues ya como bárbaro enemigo
- la lumbre de mis ojos me quitaste
- (y, siendo el alto cielo buen testigo,
- de toda mi alegría me privaste),
- usando el Jove de piedad comigo,
- siempre tengas desgracias y contraste,
- y, si tienes alguna que te quiera,
- ante tus ojos ruego a Dios (11) que muera.
- Pero, aunque a tal estremo me has traýdo
- que estoy sin alma y bien desengañada
- de no poder vivir sin mi querido,
- pues estava mi gloria en él fixada,
- una cosa por última te pido,
- la qual por ti no deve ser negada:
- que nos pongas en una sepultura (12)
- haziéndonos yguales en ventura."
- Apenas esto dixo quando, puesto
- el pomo de la espada hazia la tierra,
- sobre la punta se arrojó de presto,
- rasgando quanto el blanco pecho encierra.
- Bolviendo Felisandro el bello gesto
- y viendo el fin de la sangrienta guerra,
- arremetió a estorvalla el desatino;
- pero fue sin provecho su camino,
- que ya, de parte a parte atravesada,
- la media espada fuera parecía,
- teñida con la sangre enamorada
- que en abundancia grande despedía.
- La verde yerva en torno rociada,
- pierde el fino matiz que antes tenía,
- y, con el nuevo baño, el color muda,
- en memoria de aquella dama cruda.
- La qual, a todas partes se bolviendo
- con vascoso (13) meneo y rabia estraña,
- unas vezes la tierra está mordiendo,
- otras su bello rostro y pecho araña.
- Y, qual culebra herida, retorciendo
- el cuerpo se rebuelve en la campaña,
- procurando llegar a donde estava
- aquél que a tan mal hecho la incitava.
- Movido a compasión nuestro guerrero
- y de su gran descuydo arrepentido,
- quiso sacar el riguroso azero
- que en el hermoso cuerpo estava asido,
- mas vio que en el suspiro postrimero
- yva embuelto el espíritu afligido,
- diziendo: "-Aguarda, Orisbo, a tu Lirtea,
- para que goze assí lo que dessea."
- Dicho aquesto, la boz se fue cerrando,
- y la espumosa sangre denegrida
- de todo el blanco cuerpo yva faltando,
- y con ella también la dulce vida.
- En fin, los ojos bellos se cerrando
- con la mortal tiniebla entristezida,
- quedó el cuerpo sujeto a sueño eterno,
- baxando el alma al tenebroso infierno (14).
- Sintióse en todo el valle, de repente,
- un espantoso estruendo y movimiento,
- como si el verde prado y clara fuente
- perdieran la firmeza de su aliento;
- un torvellino y niebla vehemente (15),
- movida por algún encantamento,
- cubrió el hermoso cielo de tristura
- en señal de la amarga desventura.
- Cayó atónito en tierra el valeroso
- Felisandro, sin saber quién le impelía,
- más (16) de sentir que un ayre impetuoso
- al un lado y al otro se movía.
- Estuvo en medio el suelo temeroso,
- aguardando el sucesso que ternía
- el terremoto, el ayre y movimiento
- que andava en el florido y bello asiento.
- Lo qual duró por tiempo limitado
- y cessó la tiniebla y noche escura,
- aclarándose el soto, el monte, el prado,
- recobrando su antigua hermosura.
- Pero en aquel lugar do han acabado
- los dos amantes pobres de ventura,
- se ha visto una admirable y rara cosa,
- dina de ser contada por famosa.
- Y fue que donde Orisbo muerto estava,
- un árbol pareció de fruta lleno,
- que los ojos y vista deleytava,
- según era el mirar grato y ameno.
- Una braça distante se mirava,
- en el florido y célebre terreno,
- de blanco mármol una ninfa hecha
- que agua clara por ambos pechos echa.
- El licor cristalino que salía
- de la marmórea ninfa que he contado,
- al tronco de aquel árbol acudía,
- dándole siempre el censo desseado.
- Él, con sus verdes ramos la cubría,
- estorvando que el sol desmesurado,
- con sus ardientes rayos no llegasse
- ni sus eladas aguas entibiasse.
- Felisandro, suspenso y embevido,
- una vez y otra mira el prodigioso
- sucesso, y le parece estar dormido,
- según que es admirable y espantoso;
- mas, por dar esperiencia a su sentido
- y sacarle de error tan vergonçoso,
- quiso provar del fruto y de la fuente,
- pero una oculta boz no lo consiente;
- que luego fue avisado que huyesse
- del engañoso fruto y fuente amena,
- y, haziendo lo contrario, que entendiesse
- no poderse escapar de eterna pena;
- y que de aquel lugar luego saliesse,
- porque su gran tardança le condena,
- si más se detuviere, a que en mil años
- no podrá remediar honrosos daños (17).
- Viendo el bravo guerrero que importava
- la brevedad, subió con ligereza
- en un suelto cavallo que allí andava,
- con el qual se metió por la maleza;
- y, ya que el gran planeta (18) procurava
- llegar al dulce alvergue con presteza,
- descubierto ha un castillo torreado
- sobre una fuerte roca edificado.
- Dudoso estuvo un poco, no sabiendo
- cúya la fortaleza hermosa sea,
- mas a llegar allá se disponiendo,
- todo de un lado y otro la rodea,
- y a un llano que a la puerta está viniendo,
- de su cavallo sin dudar se apea,
- pero luego la hermosa y ancha puerta
- se vio de par en par quedar abierta.
- Por la qual, de otros muchos rodeado,
- un bien dispuesto joven ha salido,
- que con alegre rostro ha combidado
- al persiano guerrero esclarecido,
- el qual al hospedaje desseado
- con prompta voluntad fue recebido,
- y assí, luego se entraron mano a mano
- con término amigable y trato llano.
- Y sabiendo que el príncipe animoso
- llevava una herida, le curaron,
- y para que tomasse algún reposo,
- en cómodo lugar le aposentaron.
- Después de esto, al caer del sol lumbroso,
- con estraña afición (19) le regalaron,
- dexándole con menos sentimiento
- de la sensible llaga y del tormento.
- Reposse agora, en tanto que yo trato
- de nuestra aventajada y gran princesa,
- que, si no me he olvidado, ya ha gran rato
- que la dexamos en la selva espesa.
- Herida fue en el áspero rebato (20),
- aunque más la atormenta y más la pesa
- de la ausencia cruel de su alma y vida,
- y assí va presurosa en la corrida.
- De monte en monte va, de prado en prado,
- sin saber a qué parte va guiada;
- sólo ve que el cavallo apressurado
- hace con mucho haliento su jornada.
- Mas, ya que huvo gran rato caminado
- y que el sol decendía a su morada,
- encontró dos pastores bien apuestos,
- de gracioso meneo y gratos gestos:
- al ombro sus çurrones, y en las manos
- sendos ganchos torcidos y nudosos,
- y, aunque no eran en trage cortesanos,
- éranlo en ser discretos y graciosos.
- Viendo venir por los floridos llanos
- a Roanisa con passos presurosos,
- su plática los dos interrompieron,
- y, suspensos, a un lado se pusieron.
- Conténtales el ayre que traýa
- la princesa gallarda, y su meneo,
- que alguna de las diosas parecía
- según que era bizarro el contoneo.
- Hiziéronla los dos gran cortesía
- no sin algún temor, según yo creo,
- viéndola tan apuesta y tan armada,
- y para qualquier cosa aparejada.
- Pero ella, descubriendo su llaneça,
- les hizo la mesura (21) conveniente
- abaxando gran trecho la cabeça,
- con que quitó el temor de aquella gente.
- Y, frenando su furia y ligereza,
- les preguntó a dónde yvan al presente,
- en qué provincia de Bretaña estavan
- y su vida en qué cosas ocupavan.
- El uno de ellos luego ha respondido,
- diziendo: "-A un gran castillo caminamos
- donde un príncipe vive, esclarecido,
- que ambos en le servir nos ocupamos.
- Es hombre manso, afable y comedido,
- a quien, por donde quiera que hervajamos (22),
- alaban quantos tratan su llaneza
- y experimentar quieren su nobleza.
- Y si acaso no llevas otro intento
- y quieres con nosotros agora yrte,
- verás que en lo que he dicho no te miento
- y que procurará mi amo servirte."
- Ella dixo: "-Daráme gran contento,
- y assí, he determinado de seguirte."
- "-Vamos -dixo el pastor-, porque ya es tarde,
- y no es razón que mi amo nos aguarde;
- que en el camino haré lo que supiere
- por dexarte del todo satisfecho,
- y, si todo alcançarlo no pudiere,
- a lo menos recibe el sano pecho,
- el qual te servirá mientras viviere
- sin respeto (23) de algún nuevo provecho,
- sino por tu llaneza y cortesía,
- y por tu gentileza y gallardía.
- La provincia en que estamos es llamada
- Helenia (24), de un famoso promontorio
- que está en aquesta costa levantada,
- como entiendo que a todos es notorio.
- Poco del Norte elado desviada,
- si no he mirado mal mi reportorio (25),
- tiénenla dividida mil señores,
- que todos, o los más, son guerreadores.
- Y entre ellos, el que rige aquesta tierra
- (que Anolino se llama), es más famoso
- por ser afable en paz, diestro en la guerra,
- modesto en todo estremo y virtuoso.
- Es suyo quanto abarca y quanto encierra
- el mar y aqueste río caudaloso,
- donde tiene castillos cuya fama
- por la espaciosa tierra se derrama.
- Tiene uno, el más vistoso, donde él vive,
- por estar en lugar más passajero,
- en el qual, sin desdén, siempre recibe
- qualquiera valeroso aventurero.
- El regalo que él haze no se escrive,
- ni yo comprehenderlo (26) agora quiero,
- pues ternéys brevemente en su presencia
- gustosa y deleytable la experiencia.
- Nuestro oficio, señor, es ser pastores (27),
- guardando en estos montes el ganado
- de nuestros buenos amos y señores,
- procurando tenerle mejorado;
- libres de trabajosos sinsabores
- que acompañan al alto y rico estado,
- esentos de Fortuna y su mudança,
- con una moderada buena andança.
- Que sus mercedes andan desvalidos
- por ganar fama eterna y claro nombre,
- procurando de todos ser temidos
- y no sufriendo agravio de humano hombre;
- de fino azero y de metal vestidos,
- mudando su apellido y su renombre (28)
- con qualquiera ocasión de algún sucesso,
- unas vezes dichoso, otras aviesso.
- Siempre la dura lança y fina espada
- en el contrario pecho ensangrentando,
- y siempre a la Fortuna desmandada
- haziendo resistencia y contrastando;
- tenéys la dulce vida ya jugada,
- a cada no sé qué la aventurando,
- a trueco de ganar entre la gente
- una vana familia (29) de valiente.
- Pues, ¿qué es veros en corte andar perdidos
- tras el favor del rey o de privados,
- a mil befas y afrentas sometidos,
- por ser a nuevas cosas levantados?
- Lástima es de miraros tan rendidos,
- pudiendo sin aquesto estar honrados
- y vivir con descanso y más contento,
- y sin por esto andar beviendo el viento (30).
- Otra cosa también me acuerdo agora
- (que vosotros llamáys el mal de amores),
- que no os dexa holgar ni sola una hora,
- multiplicando siempre sus dolores;
- que, como la muger siempre es traydora,
- amiga de dar siempre sinsabores,
- hallando esta ocasión carga la mano (31)
- y el juÿzio enloquece que es más sano.
- ¡Con quánto más descanso aquí vivimos
- tras nuestro ganadillo por la sierra,
- donde jamás ni vemos ni sentimos
- el bullicioso estruendo de la guerra!
- No codiciamos cargos ni servimos
- a nadie por ganar estado o tierra;
- solamente buscamos la comida
- que baste a sustentar la dulce vida.
- Gozamos de la fruta sazonada
- que los robustos árboles ofrecen,
- del agua dulce, más que nieve elada,
- de las uvas que en torno de ella crecen;
- que la silvestre vid, yendo enlaçada
- por los olmos, que parras apetecen,
- el roxo fruto dan graciosamente (32)
- sin recebir labor de alguna gente.
- No nos ofende amor, ni acá entendemos
- a qué saben sus tiros y marañas,
- que con gran libertad entretenemos
- la vida por las choças y cabañas;
- y, quando edad madura ya tenemos
- y mueve un no sé qué nuestras entrañas,
- sin tantos alborotos nos casamos,
- con que essos devaneos evitamos.
- Nunca nos quita el sueño amor ayrado
- ni nos estraga el gusto en la comida,
- ni el coraçón tenemos abrasado
- ni nos enfada el curso de la vida,
- porque nuestro apetito limitado
- a sólo lo decente nos combida,
- y con lo que ay en casa se contenta,
- sin hazer de lo ageno alguna cuenta.
- Que, según me parece, es gran locura
- apetecer quanto a la vista agrada,
- pues no es possible en toda coyuntura
- gozar de la belleza desseada.
- Assí que, (33) cavallero, no ay ventura
- que pueda ser con esta comparada
- en que más alcançamos que queremos,
- sin querer más de aquello que devemos."
- "-Bien me parece -dixo la princesa-,
- que alabes el lugar do te has criado
- y entiendas que en el monte y selva espessa
- la vida es más quitada de cuydado;
- que cierto está que aquello que professa
- y en lo que está cada uno exercitado,
- le parece más fácil y hazedero,
- y lo demás, difícil y severo.
- Mas, si huvieras estado algunos días
- en la corte del rey, o en otra parte,
- donde vieras las altas vizarrías
- y las obras también del fiero Marte,
- asseguro que nunca más dirías
- no aver cosa que venga a contentarte
- si no sólo el aldea, el soto, el prado,
- y andar alrededor de tu ganado.
- Allí vieras las damas estremadas
- en el don de belleza y gallardía,
- de mil hermosos jóvenes amadas
- en quien se ve perfeta valentía.
- Allí están las passiones namoradas (34)
- en todo su quilate y su valía,
- por ser bien empleado en damas tales
- con quien competen diosas celestiales."
- "-A fe que su merced que está picado (35)
- -dixo el pastor-, si yo no desatino,
- pues las damas de corte ha comparado
- a las diosas del cielo cristalino.
- Pues aquí do me ve, en la corte he estado,
- que fuy a llamar entonces a Anolino
- (que es mi señor), y vi bien claramente
- la traça y la manera de la gente.
- Y estuve en el lugar do peleavan
- muchos hombres, de fino azero armados,
- y vi que unos a otros se matavan
- y que no eran por ello castigados.
- Las jóvenas (36) también de frente estavan,
- puestas en corredores (37) y tablados,
- con tanto oro y plumages (38) y ornamentos,
- como las que se ven en paramentos."
- "-Pues, ¿qué te pareció de su hermosura
- -dixo Roanisa-, y de su gran belleza?,
- ¿de aquel donayre, gracia y apostura,
- del meneo, del garbo y gentileza?
- ¿No entendistes ser diosa (39) de la altura,
- según la magestad y la grandeza
- que cada una mostrava en su semblante,
- rindiendo el coraçón más de diamante?"
- El pastor, con gran risa, ha respondido:
- "-No nos concertaremos, cavallero,
- porque, aunque quanto has dicho y has subido (40)
- lo vi y noté en la corte por entero,
- todo muy al revés me ha parecido;
- porque el hombre más rústico y grosero,
- en tantas inorancias no daría
- como las que en la corte vi aquel día.
- ¡Por diez (41) que si a un madero se pusiesse
- el oro y plata, sedas y brocados,
- que tan bello y hermoso pareciesse
- como ellas con sus rizos y tocados!
- Y si el blanco color se les rayesse (42),
- que tienen unos gestos endiablados,
- y, digo, si desnudas las dexassen,
- que a sus mesmos amantes asombrassen;
- que con tantos vestidos y haldamentos (43)
- están, si no me engaño, intolerables,
- porque la entrada impiden a los vientos,
- necessarios sin duda y saludables.
- Siempre se andan en salas y aposentos,
- y assí, entiendo que son incomportables (44),
- pues sabemos que el agua detenida
- con gran facilidad es corrompida.
- Pero nuestras zagalas no hazen caso
- del encendido sol de mediodía,
- ni advierten si el calor es algo escaso
- ni si el elado cierço las refría (45);
- que, con apresurado y presto passo,
- acuden al ganado y grangería (46),
- y nunca en casa cessan de hazer cosas,
- y por esto no son menos hermosas:
- que os juro vale más una aldeana
- quando con la agua fría se ha lavado,
- y el día de la fiesta, de mañana,
- con su rústico traxe se ha aliñado,
- que la más bella dama cortesana
- que sale con el rostro jalvegado (47),
- y sabe Dios (48), quitada la corteza,
- dónde llega su gracia y su belleza."
- Roanisa yva admirada estrañamente
- de ver que un vil pastor y ganadero
- huviesse penetrado llanamente
- lo que passa en la corte por entero.
- No quiso replicarle, porque siente
- lo uno, ser aquello verdadero,
- y también, porque más no la dixesse
- con que su gran vergüença se ofendiesse.
- Y assí, mudó la plática, tratando
- del ventezillo fresco que corría,
- el monte espesso y flores alabando,
- y las continuas fuentes que allí avía.
- Mas, quando ya el sol se yva trastornando
- donde otras vezes descansar solía,
- sobre una roca al cielo levantada
- vieron la fortaleza desseada.
- El passo apresuró nuestra guerrera,
- por el grave dolor que la aquexava
- del golpe que dexó la flecha fiera,
- la qual profundamente penetrava.
- Assí, levantó un poco la visera,
- por donde aquella luz se divisava
- que a la hermana de Febo (49) escurecía
- y al ardiente planeta confundía.
- Con gran trabajo y gran dolor y daño
- arribó a lo más alto de la roca,
- donde encontró con un galán que, sin engaño,
- la combida a descanso y la provoca.
- Pero Amor, que en sus obras es estraño,
- el noble coraçón del noble toca,
- rompiendo las entrañas duramente
- con el valor de la beldad presente.
- Mas, refrenando el torpe movimiento
- admirado de ver la dama armada,
- con rostro alegre y sano cumplimiento
- la entró en la fortaleza torreada.
- Roanisa, con el grave sentimiento
- de la herida cruel, que yva enconada,
- apenas levantar el braço puede,
- ni aun poderse apear se le concede.
- Luego, de los criados de Anolino,
- a la ayudar algunos acudieron,
- y con la reverencia que convino
- a un hermoso aposento la subieron.
- (¡Necia, que no advirtiendo a su destino
- ni a lo que tantas vezes la dixeron,
- se pone en un estrecho y apretura
- merecido muy bien por su locura!)
- Pidió que algunas damas, si allí avía,
- fuessen a la curar la llaga ardiente,
- pues a su honestidad no convenía
- ser tratada ni vista de otra gente.
- Anolino dos damas luego embía,
- para que, con regalo competente,
- la angélica princesa sea tratada
- mientras allí estuviesse aposentada.
- Los pajes de la sala se salieron
- y las damas con ella se quedaron,
- y, con el mejor orden que pudieron,
- las encantadas armas la quitaron.
- Después de esto, en la cama la pusieron
- y la sensible llaga la apretaron,
- aunque poco aprovecha este remedio,
- porque el dolor y pena era sin medio.
- Mas Anolino, ardiendo en amor puro,
- traxo un medicamento soberano,
- no tanto por curar el dolor duro
- quanto movido de un furor insano.
- Fuérale, según pienso, más seguro,
- al infame apetito dar de mano,
- que no yr a visitar a su ofensora (50);
- mas, de cansado, hablar no puedo agora.
- CANTO XXX
NOTAS:
(1) enconarse: "es propio de la herida cuando se encrudelece" (Cov.).
(2) Así lo encontramos en Llull: "cortesía y caballería convienen entre sí, pues villanía y feas palabras están en contra de caballería" (Ramón Llull, Libro de la orden de caballería, introducción y traducción de Luis Alberto de Cuenca, Madrid, Alianza Editorial / Enciclopèdia Catalana, 1986, p. 85).
(3) Se refiere al Sol que, como es sabido, se representa sobre un carro.
(4) amohinarse: "enojarse, tomar cólera y hinchársele las narizes" (Cov.).
(5) fomentar: "dar calor" (Cov.).
(6) segundar: 'assegundar', "hacer lo mismo que se hizo antes o se acababa de hacer" (Aut.).
(7) Si los caballeros no andan con cautela, el combate no llegará a los terceros golpes. Acabamos de asistir a los segundos.
(8) El escudo que llevaba el del Fénix era una rodela, tenía esa forma redonda. Vid. nota a III, 460.
(9) pieça: 'pieza', "significa assimismo cantidad o porción. En este sentido es voz antiquada" (Aut.). La espada entró, pues, en gran parte del cuerpo del contrario.
(10) denegrido: "lo que tira a la color negra" (Cov.).
(11) De nuevo se desliza en el texto la presencia de Dios, más rara en esta ocasión por estar en boca de uno de los personajes que, además, acaba de mencionar a Jove, Júpiter (v. 173). Tal vez debamos asimilar este Dios, por antonomasia, con el propio Júpiter, padre de los dioses.
(12) Quiere decir que ponga a los dos en la misma sepultura. Aut. dice que uno es "también indistinto o mismo".
(13) Propiciado por las vascas ('bascas'). Vid. nota a IX, 224.
(14) No cabe descartar que se refiera aquí, sin más, al reino de los muertos. Cov. recoge la siguiente acepción, que tampoco debe ser desdeñable: "algunas veces, en la Sagrada Escritura, significa la sepultura, como parte inferior de la superficie de la tierra". Sin embargo, perfectamente puede aludir al infierno en el sentido cristiano, pues Lirtea se acaba de suicidar, con lo que su alma, desde la perspectiva del autor, estaría condenada.
(15) vehemente: "lo que mueve o se mueve con ímpetu y violencia, u obra con demasiada fuerza y eficacia" (Aut.).
(16) más: "demás, además" (Fontecha).
(17) honrosos daños: daños que afectarán a la honra.
(18) El Sol.
(19) afición: "amor y voluntad" (Cov., s. v. 'aficionar').
(20) rebato: "la defensa que se hace al fraudulento y súbito acometimiento del enemigo, porque él viene a batir, que es herir, y salimos a rebatirle" (Cov., s. v. 'rebatir').
(21) mesura: "es un género de reverencia que se hace a la persona venerable" (Cov.).
(22) hervajar: 'herbajar', "acotar o assegurar hierbas para que paste el ganado de alguno" (Aut.).
(23) sin respeto: tal vez sea más adecuado 'sin respecto', dando a entender que el servicio que le ofrece no depende de recibir 'algún nuevo provecho', no se realiza 'con respecto a la actitud del otro', sino, como dice el verso siguiente, 'por tu llaneza y cortesía', sin esperar nada a cambio.
(24) Este topónimo parece ser una invención de Martínez.
(25) reportorio: "libro abreviado donde sucintamente se hace mención de cosas notables, remitiéndolo a escritura más larga" (Cov.).
(26) comprehender: "abrazar, incluir o cerrar con los brazos o las manos alguna cosa" (Aut.). Aquí, en sentido figurado: el pastor no quiere incluir en su discurso el agasajo que Anolino hace a sus huéspedes.
(27) Se inicia en este verso una especie de 'menosprecio de corte y alabanza de aldea', en el que se ensalzan las ventajas que la vida campestre y no afectada tiene sobre la vida de apariencias y lujos de los caballeros.
(28) Es sabido que los caballeros cambian a menudo de nombre, desde los tiempos más remotos de la literatura caballeresca: Lanzarote es conocido como el Caballero de la Carreta, Amadís como Beltenebros, Rosicler como el Caballero de Cupido y, en nuestro poema, Felisandro se oculta casi todo el tiempo bajo el sobrenombre de Caballero del Fénix. El mismo don Quijote cambia de nombre, mudando el suyo en el de Caballero de la Triste Figura o Caballero de los Leones.
(29) Todos los ejemplares recogen 'familia', pero sin duda el autor quiso escribir 'familla'
(30) Corrijo este verso según el testimonio de las erratas, añadiendo la conjunción y, no presente en el original.
(31) cargar la mano: "insistir hasta la crueldad" (Francisco Rico, director, ed. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Instituto Cervantes / Crítica, 1998, p. 344, n. 69. Cfr.: "Habíales contado Sancho al cura y al barbero la aventura de los galeotes, que acabó su amo con tanta gloria suya, y por esto cargaba la mano el cura refiriéndola, por ver lo que hacía o decía don Quijote...", ibídem).
(32) Los olmos están deseosos de la presencia de las parras, las cuales producen las uvas ('el roxo fruto'). Tal vez habría que transcribir 'da' y no 'dan', para mantener la concordancia.
(33) De nuevo una errata recogida por Murcia de la Llana, que rectifica el original, donde se lee: 'assí cavallero...' Sin embargo, el corrector ubica este error en un verso posterior a éste, confundiéndose a su vez al intentar solventar una deficiencia del texto.
(34) namorado: "enamorado" (Fontecha).
(35) picarse: "significa assimismo ofenderse, enfadarse o enojarse, provocado de alguna palabra o acción ofensiva o indecorosa" (Aut.).
(36) jóvenas: la forma no aparece recogida en los lexicógrafos antiguos, y no sería excesivo pensar que se trata de un uso popular que Martínez pone en boca de los rústicos pastores para imitar el habla coloquial. No hemos de descartar tampoco que pueda ser un error por 'las jóvenes'.
(37) corredores: "el ámbito que está sobre el patio" o "el paseo descubierto en la casa" (Cov.). Anotamos las dos acepciones por ser casi equivalentes y ajustarse ambas al contexto de estos versos.
(38) plumage: "se llama también el penacho de plumas que se pone por adorno en los sombreros" (Aut.).
(39) El singular de esta palabra obedece a una de dos posibles causas: o bien concuerda por el sentido con 'cada una' de las doncellas (v. 527) o, por el contrario, es una errata por 'diosas'.
(40) subir: "metaphóricamente vale crecer en dignidad, lograr mayor empleo, aumentar el caudal o la hacienda" (Aut.). Aquí nos ajustamos más a la primera de las acepciones citadas.
(41) por diez: interjección eufemística equivalente a 'pardiez', que viene a sustituir a 'por Dios'.
(42) rayesse: de raer, "ajar, estropear".
(43) haldamento: conjunto de faldas, de halda, "falda" (Cov.).
(44) incomportable: "lo que no se puede tolerar o llevar, phýsica o moralmente" (Aut.). En todos estos versos (543-552), Martínez se burla jocosamente de lo engorroso de los vestidos femeninos, con una alusión clara a los malos olores que tienen que encerrar tantas ropas, que 'impiden a los vientos / necessarios sin duda y saludables'.
(45) refriar: "enfriarse o acatarrarse" (DRAE, que lo considera anticuado). Pienso que se trata de nuevo de una forma coloquial que Martínez atribuye al habla rústica de los pastores. Con esta forma lo hallamos, en un contexto pastoril, en la Farsa o quasi comedia de una donzella y un pastor y un cavallero, de Lucas Fernández, en boca del pastor: "la ygaja se me desmuele; / refríaseme la sangre..." (Lucas Fernández, Farsas y églogas, edición de María Josefa Canellada, Madrid, Castalia, 1976, p. 119).
(46) grangería: "el modo de aumentar el caudal criando ganado y vendiéndole o comerciando con otras cosas" (Aut).
(47) jalvegar: 'enjalbegar', "translaticiamente vale afeitar y componer el rostro, lo que se dice de las mugeres que se componen indiscretamente, usando de mucho albayalde, aguas y otras cosas de que se valen para su compostura y aderezo" (Aut.).
(48) De nuevo se desliza la presencia de Dios en el contexto pagano del poema, dejando ver al autor tras las opiniones del pastor. Precisamente, el largo parlamento del rústico (que termina en el verso 568) no sólo pretende desmitificar la grandeza de los nobles y sus fiestas y diversiones, sino también recoger el parecer de Martínez, según podemos deducir de los versos 573-576, donde hay un reconocimiento de la verdad de estas afirmaciones del pastor, en un epifonema que deja hablar al poeta.
(49) La hermana de Febo puede ser tanto Eos (la Aurora), como Selene (la Luna). En cualquier caso, la belleza de Roanisa supera a ambas.
(50) ofensor: "el que ofende, hace daño, hiere o injuria a otro" (Aut.). Hemos de entender, en este caso, que Roanisa ha herido a Anolino con el amor doloroso que le ha supuesto a éste la visión de aquélla.