Llegó Sebarcio, mauritano, a la corte, por orden de Clarimante, y habló al rey y a Rosania. Haze grandes hechos Clarimante en el Peloponeso en favor de Arbistes, en una batalla contra un tyrano. Sale Flavisa del valle y castillo, y pártese para España; embía a Sarpe, Solino, al Fénix y Roanisa a diversas empresas. Combaten los de Hibernia sobre la causa de Montisa.
- JAmás el bien hazer a nadie daña,
- el mal obrar se paga con setenas
- y al que con falso rostro al otro engaña,
- le verná su castigo a manos llenas.
- Aun en muerte la buena obra acompaña,
- a la mala se siguen cien mil penas;
- fama y renombre da la heroyca obra
- y con la mala, infamia y mal se cobra.
- Siempre se ha de hazer bien a donde quiera,
- porque, aunque sea a un pérfido enemigo,
- levantará la boz hasta la esfera
- y quedará por nuestro fiel testigo.
- Los de mayor valor, de esta manera,
- inmortales se han hecho, como digo,
- y nadie ay que no alabe lo bien hecho,
- pues siempre sale de ello algún provecho.
- Lo qual oy se ve bien en Clarimante,
- que, si al mauro la vida le quitara
- sin mirar a las cosas de adelante,
- su nombre y fama ilustre sepultara;
- y por aver librado al firme amante,
- oy queda su memoria al mundo clara,
- y más que yrá volando eternamente
- de nación en nación y gente en gente.
- Demos al mauritano atento oýdo
- que merece de todos sea escuchado (1),
- pues de sitio tan lexos ha venido
- a cumplir quanto allí le fue mandado,
- y llegando ante el rey esclarecido,
- licencia para hablar ha demandado,
- la qual sin dilación le concediendo,
- al viento encomendó la boz, diziendo:
- "-Tengo por venturoso el cautiverio,
- sagrado rey, aunque es infame y fuerte;
- que adversidad no viene sin mysterio
- al guerrero esforçado y varón fuerte:
- por ella he merecido ver tu imperio,
- y sin ella jamás viniera a verte;
- de manera que, siendo yo vencido,
- tan gran bien y provecho me ha venido.
- Es mi nombre Sebarcio el mauritano,
- nacido en Mauritania (2) populosa,
- venido a aqueste reyno y mar britano
- con una pretensión no poco honrosa;
- que, sugeto al perverso amor tyrano
- y rendido a su diestra poderosa,
- me puse al disponer de la ventura
- defendiendo una alteza de hermosura;
- porque al rey que aquel sitio governava
- una sola heredera le dio el cielo,
- en quien tanta belleza se mostrava
- que pareció ser cielo deste suelo.
- Quando la dura muerte se acercava
- para el rey despojar del mortal velo,
- los príncipes llamó a su real presencia
- de mayor suerte, estado y más prudencia.
- Y a ocho nos tomando juramento
- de guardar su mandato y ordenança,
- dixo que cada qual en un asiento
- un año defendiesse con su lança
- que en ninguna muger ay más talento,
- de gracia, de hermosura y buena andança,
- que en la reyna y princesa mauritana,
- la qual desprecia a la natura humana (3).
- Dos venimos con un mesmo desseo
- a sustentar aquí nuestro partido;
- el otro se llamava Barsimeo,
- de quien mucho ha noticia no he tenido.
- Tenía ochenta escudos por trofeo
- (aunque ciento era el número sabido (4)),
- y sin duda ninguna ya entendía
- que la dama y el reyno alcançaría.
- Mas, quando más estava confiado
- y menos de Fortuna sospechoso,
- al lugar donde estava yo alojado
- llegó a deshora un joven valeroso.
- Dixo que Clarimante era llamado,
- y viniendo al combate riguroso,
- en breve espacio dio comigo en tierra
- y remató la peligrosa guerra.
- Pero, como cortés aventurero,
- sólo quiso por premio la victoria
- y que ante ti viniesse, ¡o rey Antero!,
- a darte relación de aquesta historia,
- la qual juró el divino cavallero
- que concluyó con sola la memoria
- de Rosania, princesa y hija tuya,
- y si miento, el gran Jove me destruya.
- Mostróseme por ella tan cautivo
- y tan sujeto al don de su hermosura,
- que dixo estar más muerto estando vivo
- que los que ya acabó la muerte dura;
- y con razón su mal es excesivo
- si es por esta beldad y gracia pura
- -señalando a Rosania-, donde veo
- más que pudo alcançar qualquier desseo.
- ¡O belleza inmortal recopilada
- en tal sugeto qual mis ojos miran!
- ¡Dichosa la passión enamorada
- de los que por ti mueren y suspiran!
- ¡Dichoso el que a tu vista hermosa agrada!
- Pues los rayos que aquesos ojos tiran,
- puestos con los de el sol los escurecen,
- y los del alto Júpiter descrecen (5).
- Mas para el valeroso Clarimante
- bien era necessaria tanta alteza,
- pues como él no se ha visto semejante
- en discreción, en armas y en grandeza;
- estando su valor tan adelante,
- no se avía de atrasar Naturaleza
- en le dar un sujeto (6) en que tuviesse
- quanto el Marte gallardo mereciesse."
- Desta suerte razona el mauritano,
- alabando al guerrero valeroso
- y poniendo en el rostro soberano
- de Rosania un matiz fino y hermoso.
- Mas, como no la toca amor insano
- con Clarimante, aunque era tan famoso,
- antes se muestra grave y desgustada (7)
- por el nuevo recado y embaxada.
- A Bendalio bolvió los bellos ojos,
- bastantes a vencer a el más esento;
- mas el príncipe tiene sus despojos
- en otro lugar puestos, y aposento;
- que Clarina le causa mil enojos
- con su libre tratar y pecho esento;
- assí andan trastocados los amores,
- sin bien se concertar los amadores.
- Antero a responder tomó la mano,
- con la estraña prudencia que tenía,
- diziéndole: "Famoso mauritano:
- muy bien se echa de ver vuestra valía;
- un pecho tan afable, y trato humano,
- justamente merece cortesía;
- mayormente que al hombre ya rendido
- se deve conceder qualquier partido.
- Agradezco al famoso Clarimante
- el presente contento que me ha dado
- en hazeros venir aquí delante,
- para que entre los míos seays honrado;
- que, aunque soys en el reyno viandante (8),
- muy como natural seréys tratado,
- ofreciéndoos aquello que pudiera
- hazer por Clarimante si él viniera."
- Agradeció Sebarcio lo ofrecido
- con gran comedimiento y gran nobleza,
- porque el que más se muestra agradecido
- descubre mayor parte de grandeza.
- Los guerreros en medio le han cogido,
- agradándoles mucho su llaneza,
- que de los muy contrarios haze amigos
- y fieles servidores de enemigos.
- Las cartas dio a Aridano que traýa
- según se lo encargó el sin par guerrero,
- las quales repartió en la compañía
- como amigo perfeto y verdadero.
- Cada qual a sus solas acudía
- a preguntar al nuevo aventurero
- por Clarimante, y dónde encaminava
- los disignios (9) honrosos que llevava.
- Enciéndelos la sangre y pensamiento
- ver al rey tan ageno de su nombre,
- sin mirar al sin par merecimiento
- de aquel heroyco pecho y divino hombre.
- Cada uno de los doze tiene intento
- alentar el valor y gran renombre
- del joven valeroso, aunque Fortuna
- se muestre a sus discursos importuna.
- Y con este propósito han quedado,
- el qual hasta la muerte retuvieron;
- y luego, para el día señalado,
- Melante y Marpo el orden justo dieron,
- que bien sabéys cómo quedó aplaçado
- con los dos que de Hibernia allí vinieron,
- el combate en defensa de Montisa,
- cuya causa y razón está indecisa.
- Pero no me da un punto de sossiego
- Clarimante, que allá en Achaya clama,
- porque no miro al reboltoso juego (10)
- donde se le apareja inmortal fama.
- Díxeos ya que, encendido en vivo fuego,
- estimulado de una honrosa llama,
- arremetió a gran prisa hazia la parte
- donde andava furioso el bravo Marte.
- No bien el diestro joven ha llegado,
- quando, mirando a quién ayudaría,
- vio en medio un estandarte dibuxado
- el fénix que por armas él traýa.
- Animando al exército cansado
- (que, no pudiendo más, se retraýa),
- se arrojó entre la armada, opuesta gente,
- con fuerte pecho y ánimo valiente.
- Barajó (11) el mal decreto de Fortuna,
- la qual tenía ordenado que venciesse
- la gente infame, pérfida, importuna,
- y que la bien regida (12) pereciesse;
- mas necessario le es, sin duda alguna,
- que su injusta intención agora cesse,
- dándose a los más justos la victoria,
- pues siempre a la virtud se siguió gloria.
- No era justo Gorgonio tropellasse (13)
- con su injusto tratar los comarcanos,
- ni que mayor licencia (14) le quedasse
- después de sueltas ya sus libres manos;
- aquí es bien que el valor se señalasse
- y subiesse a los dioses soberanos,
- de todo lo bien hecho premiadores
- y de qualquier maldad castigadores.
- Con aquella braveza que ha mostrado
- y con el nuevo esfuerço que les puso,
- el pueblo, que ya estava acobardado
- y que yva embuelto en un tropel confusso,
- viendo el nuevo guerrero señalado,
- con ánimo y coraje se dispuso
- a morir antes en honrosa guerra
- que perder una mínima de tierra.
- Qual copiosa avenida y gran creciente
- de caudaloso río, que arrebata
- las azeñas (15), molinos y la puente,
- y las más firmes presas desbarata,
- lleva ganados, árboles y gente,
- despedaça la pesca y la maltrata,
- los álamos derriba, y altos pinos,
- y braman sus furiosos remolinos;
- Clarimante llegó no de otra suerte,
- del lugar los contrarios arrancando,
- la dura parca y la insaciable muerte
- por compañeras del furor llevando,
- con su tajante espada y braço fuerte
- a su honroso furor lo (16) va allanando,
- qual rayo impetuoso que deciende
- y los hojosos árboles enciende.
- Aviendo la hasta dura ya empleado
- en dos fuertes soldados, que quisieron
- impedir el valor arrebatado
- que en el nuevo guerrero conocieron,
- sacando el fino azero azicalado
- que los braços del sucio dios (17) hizieron,
- se metió en el lugar donde se vía
- la más fuerte, animosa infantería.
- Aportillando el esquadrón fornido,
- aunque un muro de lanças se le opuso,
- con esfuerço gallardo y nunca oýdo,
- las concertadas vandas descompuso.
- Al cielo se levanta un alarido,
- una grita espantosa y son confuso
- de aquellos que, a la muerte obedeciendo,
- a su horrible furor se están rindiendo.
- Vivos sobre los muertos amontona
- y muertos caen también sobre los vivos,
- sin en el esquadrón aver persona
- que aguardase los golpes excesivos;
- que, qual el fiero Marte y gran Belona
- suelen mover sus braços vengativos,
- assí el bravo, encendido Clarimante,
- muestra su esfuerço y su valor pujante.
- Arbistes con su gente le seguía
- dando aliento al destroço y gran matança,
- aunque en el esquadrón ninguno avía
- que en contra levantasse espada o lança;
- cada qual escaparse pretendía
- poniendo en la huÿda su esperança,
- porque era estraña muestra de locura
- oponerse a tan próspera ventura.
- Assí, el un esquadrón salió huyendo
- por el áspero monte y selva espessa;
- Arbistes, con su gente los siguiendo,
- en los despedaçar ni un punto cessa;
- el otro, el miserable estrago viendo
- y el disponer del hado en tal empresa,
- con passo concertado se ha movido
- y por lo más espesso se ha metido.
- Resistiendo al altivo opuesto vando,
- hazia el fuerte castillo caminava,
- unas vezes perdiendo, otras ganando,
- según que la Fortuna lo ordenava.
- Clarimante, a los otros ya dexando,
- porque cosa que hazer no les quedava,
- bolvió el atento oýdo hazia la parte
- donde andava más vivo el claro Marte.
- Y, aunque estava Frisel más que cansado,
- con todo el buen guerrero no lo dexa,
- sino con el galope apressurado
- por el bosque le da priessa y le aquexa,
- y acercándose al sitio desseado,
- del que rompió primero más se alexa,
- hasta que ya le truxo su ventura
- al punto y rigurosa coyuntura.
- Hanse a un duro peñasco recogido
- los que sirven a Argonio (18) y le defienden,
- y en esquadrón formado y bien texido,
- a los de Arbistes sin cesar ofenden;
- cada hora se empeorava su partido,
- que a no ser maltratados sólo atienden
- y van su poco a poco desmayando,
- y en los golpes y heridas (19) afloxando.
- Al ruÿdo bolvieron que traýa
- el valeroso joven por el llano,
- lo qual les puso esfuerço y valentía
- como si fuera el Jove soberano.
- "-¡A ellos! -les dixo-. ¡A ellos! ¡Que este día
- la victoria tenemos en la mano!
- Procurad que ninguno os quede vivo,
- con ánimo y coraje vengativo."
- Dicho esto, y tomando allí una lança
- de las muchas que estavan por el suelo,
- al enemigo campo se abalança
- con ligera carrera y presto buelo;
- y con sed insaciable de vengança,
- teniendo de los dioses justo zelo,
- rompió el muro de puntas enhastadas,
- al valeroso pecho encaminadas.
- Tropella, enviste, hiere, rompe, mata,
- derriba, corta, hunde, oprime, ofende,
- desfigura, desmiembra, desbarata,
- bruma, cercena, desquartiza y tiende (20);
- en él el duro trance se remata,
- que cada qual salvarse allí pretende,
- derramándose todos, ya vencidos,
- por ásperos lugares, y escondidos.
- Qual vanda de palomas, que en verano
- suelen en el rastrojo descuydadas
- estarse entresacando el dulce grano
- de las gruessas espigas bien granadas,
- si asoma algún neblí o alcón loçano
- levantarse en un punto alborotadas,
- y por diversas partes derramarse
- para poder de muerte assí salvarse;
- no de otra suerte todos se esparcieron
- llegando el nuevo Achiles al rebato,
- y por lo más oculto se metieron,
- escogiendo el huyr por más barato.
- Con prestos pies los otros los siguieron,
- yendo en el duro alcance largo rato,
- hasta que a un ancho llano, y espacioso,
- ha llegado el exército medroso,
- en el qual con rigor se combatía,
- porque los que primero avían huýdo,
- viendo ausente el que tanto mal hazía,
- el ánimo cobraron ya perdido;
- y más que, del castillo que allí avía,
- grandes nuevos socorros han salido,
- llegando de refresco de tal suerte,
- que a los más entregaron a la muerte.
- Luego que los de Argonio (21) aquí llegaron
- (digo los que aora vienen más medrosos),
- con los de su castillo se juntaron
- mostrándose atrevidos y briosos.
- Mas poco aquellas muestras les duraron,
- cessando orgullos vanos, jactanciosos,
- porque, llegando el fuerte Clarimante,
- todos se le han quitado de delante.
- Argonio, que el exército mirava,
- como le vio dexar el fresco llano
- y que con gran temor se retirava
- viendo el joven llegar bravo y loçano,
- en colérica saña se abrasava
- dando muestras del ímpetu inhumano,
- gritando que bolviessen a su puesto,
- que en su ayuda y socorro saldrá presto.
- Sus armas el jayán pide bramando
- y, armado, sale en un cavallo hermoso,
- de los divinos dioses blasfemando
- por verse en un peligro tan dudoso.
- Los suyos con su ayuda reparando,
- se començó un combate riguroso,
- porque eran los de Argonio más valientes
- y para batallar más suficientes.
- Clarimante encontrarse procurava
- con el bravo jayán, mas no podía,
- por la gente que allí se atravesava,
- quando passar a le ofender quería.
- Argonio a Clarimante desseava,
- por tentar su animosa valentía;
- mas nunca se le ofrece coyuntura,
- y para él no toparle era ventura.
- Goze de ella entre tanto que yo cuento
- lo que la sabia ha hecho en la partida
- del bello alcáçar y hermoso asiento,
- con aquella quadrilla esclarecida;
- que ya os acordaréys del nacimiento
- que contó y la prosapia tan subida,
- y cómo los mandó se apercibiessen
- para que el día siguiente se partiessen.
- Todos a reposar se retiraron:
- unos con gran contento y alegría,
- que fueron los que el dulce fin hallaron
- de lo que su apetito les pedía;
- mas a sólo afligirse se apartaron
- los que el ciego tyrano (22) perseguía,
- no entendiendo el remedio y justa cura
- que avía de aver a enfernedad tan dura.
- El uno fue Risambo, otro Solino,
- para quien ya consuelo no ha quedado,
- y aun Sarpe dio en el mesmo desatino
- por la que en su presencia le han robado;
- no pueden alcançar por qué camino
- su mal aya de serles remediado,
- supuesto que otro día tienen de yrse
- y a la fértil España han de partirse.
- Fueron juntas Roanisa y Sacridea,
- bueltas ya de mortales enemigas
- (cosa que no ay de veras quien lo crea),
- perpetuas, fidelíssimas amigas;
- de su emulación (23) tratan, torpe y fea,
- de los passados trances y fatigas;
- mas ya gozan del dulce, alegre puerto,
- donde el mal es dudoso y el bien cierto.
- En Sergesto revive la centella
- que en su pecho encendió la toledana,
- quando por la defensa y honra de ella
- tuvo contra Lucino guerra insana.
- Ciégale el resplandor que se ve en ella,
- de quien su pena y dulce gloria mana;
- entre el dudoso gusto y el tormento
- trae confuso el turbado pensamiento.
- Las madexas del oro amarañadas (24)
- echava ya hazia tras la blanca diosa,
- y las manos del viejo desmandadas
- apartava con ira desdeñosa;
- a las puertas de Oriente, hermoseadas,
- assomava su gracia poderosa,
- mirando si era tiempo que saliesse
- y la noturna diosa (25) persiguiesse,
- quando a todos los cuartos va Flavisa
- a despertar la heroyca compañía;
- a cada qual le incita y le da prisa,
- porque luego el partir les convenía.
- A Felisandro, a Sarpe y a Roanisa,
- y al gallardo Solino prevenía
- que saliessen cubiertos de armadura
- para seguir cada uno su ventura.
- Al patio armados vienen los guerreros,
- a quien la sabia dueña assí ha hablado:
- "-Conviene, aventajados cavalleros,
- que cada qual dé fin a su cuydado:
- vayan Solino y Sarpe los primeros,
- aunque cada uno va a diverso estado,
- y dexen el cavallo por do fuere,
- que él los aportará do conviniere."
- Unas letras y partes encantadas
- puso a los animales la hechizera
- en lo alto de las bellas cabeçadas (26),
- para que nunca errassen la carrera.
- Salen de las murallas torreadas
- para no verlas más; de la manera
- y a la diestra tomó Sarpe el camino,
- mas por el lado yzquierdo fue Solino (27).
- En el patio estuvieron largo rato
- Felisandro parlando con Roanisa,
- gozando la ocasión del buen barato (28)
- con gran gusto de entrambos y gran risa.
- "-Perdonad si la plática desato,
- y la conversación -dixo Flavisa-,
- porque ya se ha llegado, hermosa dama,
- el punto de ganar renombre y fama.
- Ya sabéys que Brisalda está aguardando
- en el rabioso incendio padeciendo,
- y no es justo dexarla assí penando
- pudiendo apagar vos su fuego horrendo."
- La princesa, el color bello mudando
- y los ojos al Fénix rebolviendo, (29)
- dixo a la vieja maga: "-¿Por ventura
- no yrá conmigo en esta coyuntura?"
- "-No -respondió Flavisa-, mas bien presto
- os pagará la deuda conocida,
- que, ya que estando en tal estrecho puesto
- le distes vos a él la dulce vida,
- él en vuestro favor echará el resto
- y la paga ha de ser aun más crecida,
- como os lo mostrará bien la esperiencia
- mejor que dezir puedo yo en presencia."
- En abundante vena han rebentado
- a Roanisa las lágrimas ardientes,
- sin ser parte a estorvarlas ver su amado
- ni el recato devido a los presentes;
- antes, aquel licor aljofarado
- de los dos bellos soles relucientes,
- en tan copiosa lluvia decendía,
- que el encantado peto enternecía.
- No la pudo mirar el gran guerrero
- sin serle en el disgusto y triste llanto,
- como amador perfeto, compañero,
- sintiendo en las entrañas su quebranto;
- no huviera pedernal ni duro azero,
- ni las hijas del reyno del espanto (30),
- que, si en esta sazón aquí estuvieran,
- compañía, llorando, no la hizieran.
- Pero era lançe y treta (31) tan forçosa,
- que no pudo escusarse en modo alguno,
- y assí, dixo la maga poderosa
- que se passava el término oportuno.
- La princesa, valiente y animosa,
- reprimiendo el dolor, aunque importuno,
- a Felisandro dixo: "-No os dé pena
- mi bien. ¡Quedaos, quedaos en hora buena!"
- No pudo dezir más, sino abraçando
- al sabroso consuelo de su vida,
- y la amorosa paz los dos se dando (32),
- hizieron la llorosa despedida;
- a todos los guerreros saludando,
- prometiendo ser presta en su venida,
- las riendas buelve a la floresta bella,
- dexándose llevar por medio de ella.
- Partiendo la princesa a su jornada
- todos del alto alcáçar se han salido,
- y luego aquella vega hermoseada
- se movió con horrísono ruÿdo:
- una escura tiniebla condensada
- se levantó del sitio conocido,
- y passó por sobre ellos tan ligera
- como si un torvellino y viento fuera.
- Y aviendo ya un gran rato caminado
- (casi hasta el encumbrar de mediodía),
- descubrieron un soto bien plantado,
- bastante a poder dar toda alegría.
- En medio está el alcáçar torreado
- donde la gran Flavisa estar solía,
- y donde los guerreros señalados
- fueron por orden suyo convocados.
- Ella lo avía dispuesto de tal arte
- que delante de todos siempre fuesse,
- porque, en qualquier región y en toda parte,
- de conveniente alvergue le (33) sirviesse.
- Buelta la sabia vieja al nuevo Marte,
- le dixo que en comiendo se partiesse
- y dexasse el cavallo a rienda suelta,
- que en breve avía de ser la alegre buelta.
- No pudo Felisandro comer cosa
- aunque disimulava el accidente,
- pero era la passión tan trabajosa
- que poder hazer menos no consiente.
- La comida acabada, no reposa
- hasta que, despedido de la gente,
- partió con presuroso movimiento
- del encantado alcáçar y aposento.
- Flavisa caminava a la marina,
- donde aguardar pretende a los guerreros;
- que, como era tan sabia y adivina,
- sabe que han de yr allí los cavalleros.
- Camine aquesta esquadra peregrina
- por las tierras y reynos estrangeros;
- en tanto, os contaré lo de Montisa,
- que la razón que tiene me da prisa.
- Ya dixe que quedó determinado
- que los de Hibernia, en el siguiente día,
- con Melante y con Marpo, en estacado
- provassen su destreza y valentía.
- Apenas el luzero (34) hermoseado,
- mensagero del sol, se descubría,
- quando la plaça estava ya ocupada
- de la gente a Montisa aficionada.
- Carpesio se llamava el un guerrero
- de los dos que de Hibernia avían venido,
- y Laurelio el segundo aventurero,
- por valiente y magnánimo tenido.
- Salen cubiertos de metal y azero
- lo más gallardamente que han podido,
- con ricas sobrevistas y señales (35),
- entendiendo no aver otros yguales.
- Luego Melante y Marpo aparecieron
- con no menor donayre que braveza,
- y en la anchurosa plaça se metieron,
- mostrando su alabada gentileza.
- Los guerreros y el rey vinieron
- a juzgar su valor y su destreza;
- vinieron cortesanas y donzellas,
- pues no se podía hazer nada sin ellas.
- Todo lo necessario ya dispuesto
- como cosa tan justa e importante,
- Carpesio se ha venido hazia su puesto,
- contra quien ha salido el gran Melante;
- Laurelio hizo lo mesmo viendo aquesto,
- y Marpo, con gallardo y bel semblante,
- se le opuso con ánimo y denuedo
- que causó a más de dos no poco miedo.
- Oyóse la trompeta desseada
- que al riguroso encuentro desafía;
- mas luego, a la carrera apresurada,
- el volador cavallo arremetía (36);
- arrimándole espuelas a la hijada
- de tal suerte en la plaça se movía
- que por torpe tuviéramos el viento
- comparado con este movimiento.
- Calando las viseras, envistieron
- los unos a los otros crudamente,
- y, aunque las duras hastas se rompieron,
- fue el sucesso del golpe diferente;
- porque Carpesio y Marpo en tierra dieron
- (aunque era cada qual diestro y valiente),
- y Laurelio y Melante allí cayeran
- si a las crines y arçones no se asieran.
- Fueron tan descompuestos y aturdidos
- que tuvieron lugar los de la tierra
- para bolver en sí y, apercebidos,
- proseguir la dudosa y justa guerra;
- pero los de a cavallo, recogidos
- con el valor que dentro en sí se encierra,
- bolvieron sus cavallos con gran brío
- a proseguir el bravo desafío.
- Mas viendo a sus contrarios como estavan,
- de los sueltos (37) cavallos se baxaron,
- y a los que a pie briosos aguardavan
- con impaciente furia se arrojaron.
- Los dos, que su llegada desseavan,
- también a los herir se apresuraron,
- descargando sus braços poderosos
- sobre los enemigos animosos.
- Començóse un combate tan reñido
- que atronava el herir de las espadas
- en el rincón más lexos y escondido
- y en los cóncavos montes y quebradas,
- porque el eco retiene el gran ruÿdo
- que embiavan los arneses y celadas,
- heridas con gallarda y diestra mano,
- aunque tenían el temple de Vulcano.
- No le aprovecha a Marpo ser valiente
- ni mostrarse animoso en la batalla,
- que Laurelio, con cólera impaciente,
- la bien forjada cota (38) le desmalla;
- destroça la armadura (aunque excelente),
- dado que resistencia en Marpo halla;
- mas su robusto y animoso braço
- desprecia todo estorvo y embaraço.
- Al contrario a los otros sucedía,
- porque Melante, experto y recatado,
- a Carpesio herido ya tenía
- y por dos o tres partes desangrado.
- Mas el de Hibernia al hado resistía,
- andando en la batalla reportado,
- viendo que su remedio estava puesto
- en hacer algún hecho bueno y presto.
- Mas no desmaye Marpo en el partido
- ni Laurelio se muestre tan loçano,
- ni Melante ande bravo y engreýdo,
- arrogante, fantástico y ufano;
- que presto se recobra lo perdido
- y se cae lo ganado de la mano,
- como se verá claro en nuestro cuento
- si me dexáys tomar primero aliento.
CANTO XXV
NOTAS:
(1) En el texto se lee: 'que merece de todos ser escuchado'. La errata es recogida en los preliminares.
(2) Mauritania, en la antigüedad, se situaba en el noroeste de África, ocupando una amplia franja de terreno.
(3) Porque su belleza es casi divina.
(4) Recuérdese que el rey mauritano que estableció en su lecho de muerte la instalación de los pasos de armas con los que se podría lograr la mano de su única hija y heredera, fijó el número de escudos a conquistar por los defensores de los pasos en cien, ganados en singular combate a otros tantos caballeros (vid. IX, vv. 609-616).
(5) descrecer: "vale menguar, como descrecer el río" (Cov.).
(6) sujeto: 'sugeto', "vale assimismo la materia, assunto o tema de lo que se habla o escribe" (Aut.).
(7) desgustado: "el mal contento" (Cov.).
(8) viandante: "el que pasa de camino" (Cov., s. v. 'viaje').
(9) disignios: "designios" (Fontecha).
(10) reboltoso juego: la revuelta guerra en la que se halla metido Clarimante.
(11) barajar: "se suele tomar también por desechar y refutar alguna cosa" (Aut.).
(12) Se refiere a la gente que actúa con coherencia, conforme a las leyes y al bien común.
(13) tropellar: "lo mismo que atropellar, pero tiene poco uso" (Aut.).
(14) licencia: "algunas veces licencia significa libertad" (Cov.).
(15) azeña: 'aceña', "el molino de agua" (Cov.).
(16) Este pronombre parece sustituir a 'lugar' (v. 226).
(17) El 'sucio dios' es Vulcano (Hefestos), que trabaja de herrero, como es sabido, y forja las armas de los dioses y de los grandes héroes de la antigüedad.
(18) Se trata de Gorgonio que, en este caso, cambia de nombre, sin duda para facilitar el endecasílabo.
(19) herida: "el golpe que se da con la espada o con otra arma o cualquiera cosa que pueda lastimar y sacar sangre" (Cov.).
(20) brumar: "quebrantar a golpes sin hacer rotura ni herida en el cuerpo" (Cov.). Tender: "vale también echar por el suelo alguna cosa, extendiéndola o esparciéndola" (Aut.).
(21) Vid. nota 18, en el verso 290 de este mismo canto.
(22) Cupido.
(23) emulación: "en los que, envidiosos, todo lo murmuran y echan a mala parte es, en rigor, una maligna envidia" (Aut.).
(24) amarañar: "enmarañar" (DRAE). Lo considera anticuado.
(25) La Luna, Selene.
(26) cabeçadas: 'cabezadas', "las guarniciones que ponen al caballo o a la mula en la cabeza" (Cov., s. v. 'cabeza').
(27) En el texto se lee: 'mas el por lado yzquierdo fue Solino'. Aunque no se reseña en la fe de erratas de Murcia de la Llana, parece evidente que el orden de las palabras se ha alterado por error.
(28) barato: tal vez haya que entenderlo aquí como algo que se obtiene como por gracia, a partir de la expresión 'dar de barato', "conceder u dar demás alguna cosa de gracia y sin precisión" (Aut.). Felisandro y Roanisa se encuentran con un tiempo, que parece regalado, en el que pueden hablar durante un rato.
(29) Corrijo el texto según los preliminares, añadiendo la conjunción copulativa, ausente en el original.
(30) Se refiere a las Erinias (vid. nota a XVI, 460).
(31) lançe y treta: parece aludir metafóricamente a los términos de esgrima que se basan en la estrategia. 'Treta' es definido por Aut. como "el concepto o pensamiento que forma cada uno de los batalladores para la defensa propia u ofensa de su contrario, sin que éste pueda fácilmente comprehenderle en qualquiera de los lances y tiempos que se ofrecen". Es decir, las aventuras que les esperan requieren preparación y tiempo, y no admiten dilación.
(32) dar paz a uno: "saludarle besándole en el rostro en señal de amistad" (DRAE, s. v. 'paz').
(33) Quizá sería más correcto 'les'.
(34) El planeta Venus, estrella matutina.
(35) sobrevista: "plancha de acero que se une al borde que hacen los morriones en el hueco que está hacia la cara, en un imperfecto medio círculo más ancho en el medio. Llamóse assí por ponerse sobre los ojos o vista, con tal distancia que los defienda y se pueda al mismo tiempo ver" (Aut.). Vid., no obstante, nota a II, 253. Señales, aquí, parece significar signos o símbolos.
(36) Parece que el sujeto de este verbo es Marpo (v. 574).
(37) suelto: "vale también ligero y veloz" (Aut.).
(38) cota: "una cierta armadura del cuerpo, que resiste a los golpes y punta de espada" (Cov.).