Sucede al Fénix una desgracia en que llega a gran peligro y punto de ser muerto; líbrale Roanisa, sin conocerse el uno al otro; dala el Fénix una joya rica. Sugétase la ciudad a Laurisa y a Solino. Buélvese el Fénix al Castillo Encantado, y llévase de camino una dama, muger de Adrasto, que encontró en el camino; fue recebido de la maga con mucha alegría.
- ¡DUlce amor de la patria, que assí llevas
- el alma y coraçón por mil fatigas!
- ¡En nunca vistos trances y obras nuevas,
- a morir por su amparo nos obligas!
- ¿Quién ha hecho arrojarse a bravas pruevas
- en medio de las armas enemigas,
- sino aquel foguezuelo (1) que tenemos
- por los secos terrones do nacemos?
- Su patria Ulises griego anteponía
- a la inmortalidad y gloria pura,
- porque de verla aun mucho más dezía
- que a los dioses y estrellas de la altura (2).
- ¿Quién a Casio infundió tal osadía
- que diesse al hijo propio muerte dura,
- porque intentó entregar la patria amada
- al gran furor de la latina espada? (3)
- Este amor a los decios (4) ha movido,
- a Régulo, a Lisandro y a Teseo (5),
- a Dión, a Rutilio esclarecido (6).
- Los Philenos por éste muertos veo (7),
- a Temístocles éste ha compelido
- a cometer un caso torpe y feo (8).
- Movió a Codro también , y al uticense (9),
- y a las hijas del príncipe ateniense (10).
- Y no sólo en los hombres racionales
- se conoce este amor y bien querencia,
- mas en los mesmos brutos animales
- lo muestra a cada passo la experiencia.
- Assí, no ay que espantar que en trances tales,
- los de Brama dilaten la sentencia
- que la inconstante diosa tiene dada
- en contra suya y de su patria amada,
- que ni les mueva el ver los esquadrones
- por toda la ciudad ya derramados,
- ni ver muertos los más fuertes varones
- ni las puertas y muros derribados;
- antes, con más aliento y coraçones,
- a reynar o morir determinados,
- con fuerte pecho y ánimo invencible
- hazen por su defensa aun lo impossible.
- Y lo que más causava maravilla
- era ver las mugeres emperradas
- por una y otra parte yr en quadrilla,
- de su regalo y término olvidadas;
- que, las que en su labor y almohadilla (11)
- tenían las tiernas diestras ocupadas,
- mudando el trato ayudan a su gente
- con armas y socorro conveniente.
- Los niños, las donzellas, las ancianas,
- los viejos y tullidos y contrechos (12),
- las impotentias (13) olvidando humanas,
- muestran en el combate osados pechos,
- y desde los tejados y ventanas
- hazen obras heroycas y altos hechos,
- tan sólo de su patria el bien mirando,
- las vidas por su honor sacrificando.
- Pero los de Solino, no olvidados
- de su antiguo valor y fortaleza,
- van entrando por todos quatro lados
- con singular esfuerço y gran destreza.
- Mas, ¡ay Dios cómo estamos descuydados
- del invencible pecho y real grandeza
- del Fénix, cuyo cielo (14) y suerte dura
- le han puesto en todo el punto de apretura!
- Bien os acordaréys que en (15) los primeros
- entró quando la puente fue quebrada,
- y que dentro quedó con los guerreros,
- aunque después la puerta fue cerrada.
- Mas quedándose atrás sus cavalleros,
- él siguió tras la gente alborotada,
- que, con tropel y en esquadrón confuso,
- a estorvarle la calle se le opuso.
- Fuelos, como diximos, retrayendo,
- hasta llegar al sitio y ancha plaça
- donde estava Agatonio repartiendo
- la gente con acuerdo y útil traça.
- A las confusas bozes y al estruendo
- acudieron qual perros a la caça,
- descargando mil armas enhastadas
- sobre el escudo y armas encantadas.
- Mas nunca segador en mies copiosa
- se vio con tal denuedo yr allanando
- el rastrojo y la espiga provechosa,
- manojos y gavillas (16) aumentando,
- ni en selva seca llama impetuosa
- los pinos fue más presto derribando,
- que nuestro gran guerrero y bravo Marte
- sus contrarios allana en toda parte.
- Desmiembra a quantos topa, y desquartiza,
- llevado de aquel ímpetu gallardo,
- haziendo en todos lastimosa riza,
- qual entre mansas reses fiero pardo.
- Donde alcança, sus golpes eterniza,
- sin se mostrar en sus efetos tardo,
- obrando con su espada tales cosas,
- que eran, aunque devidas, lastimosas.
- A diestro y a siniestro combatía,
- adelante y atrás, como valiente,
- y todo a su pujança lo rendía,
- que su esfuerço hazer menos no consiente.
- Montones de hombres muertos allí avía
- por donde puede andar difícilmente,
- por ser altos los cerros y ribaços
- de cabeças, de cuerpos, piernas, braços.
- Yva por todas partes discurriendo
- con lastimosas muertes que va dando,
- y todo con valor lo deshaziendo,
- las enemigas armas apocando (17).
- Mas una vez, tras Agatonio yendo,
- el peligro evidente no mirando,
- se metió entre unas casas donde avía
- en lo alto dellas gente de valía.
- No se vio tempestad ni muchedumbre
- de piedra que despide algún nublado,
- como la que cayó de la techumbre
- sobre nuestro guerrero señalado,
- el qual, con la excesiva pesadumbre,
- cayó tan sin acuerdo y atronado (18),
- que los de la ciudad creyeron cierto
- estar el animoso joven muerto.
- Y como los lebreles y sabuesos (19)
- envisten a la caça desangrada,
- los colmillos metiendo hasta los huesos
- con rabia cruda y furia enca[r]nizada;
- los enemigos todos, assí espesos,
- a la presa se arrojan desseada,
- viendo desacordado (20) y puesto en tierra
- al que les dava mate y mortal guerra.
- Quién le ase de la pierna y quién del braço,
- quién le priva de espada, quién de escudo,
- quién desprende la hevilla y quién el laço,
- en tanto que le tiene su hado mudo;
- sobre él ay tanta gente y embaraço
- que poder escapárseles yo dudo,
- porque, aunque era verdad que estava armado,
- de mil hombres le vemos ya cercado.
- Demás (21) desto, en el suelo está caýdo,
- y desarmarle cada qual procura,
- aunque el poder hazerse es prohïbido
- por la gran trabazón de la armadura.
- Quando andava más vivo aquel ruÿdo
- y mayor el peligro y la apretura,
- al lado de la plaça opuesto, avía
- un estraño alboroto y bozería.
- Era que en esta parte, la princesa,
- de la ventura en tal sazón llevada,
- rompiendo la canalla y turba espessa
- arribó con feliz, valiente espada.
- Hiriendo a todos lados nunca cessa,
- como ossa de sus hijos despojada,
- sino que, con su término galano,
- el impedido passo buelve llano.
- Todos confusamente se retiran
- los unos a los otros impeliendo,
- aunque mil enhastadas armas tiran,
- el fino escudo y el arnés batiendo.
- De su esfuerço y valor todos se admiran,
- los golpes lastimosos conociendo,
- porque nunca dexó con sus heridas
- de, qual parca, segar las dulces vidas.
- Mas, como vio que todos la dexavan,
- de su tajante espada se guardando,
- y en las cerradas casas se amparavan
- aun la seguridad de allí dudando;
- el cavallo bolvió hazia donde estavan
- los de Agatonio al Fénix maltratando,
- y mirando (22) la chusma y bozería,
- a ver se apresuró lo que sería.
- Mas hallando al guerrero puesto en tierra
- a quien todos procuran muerte y daño,
- a rienda suelta con la gente cierra,
- haziendo un bravo encuentro y hecho estraño,
- que a Agatonio, el autor de aquella guerra,
- como si fuera armado con estaño (23),
- la cabeça le abrió hasta el fuerte pecho,
- a la muerte pagando su derecho.
- Unos parte por medio, otros barrena (24),
- otros tullidos para siempre dexa;
- a quién, piernas y braços le cercena,
- quién gime, quién da bozes, quién se quexa;
- quién va dando de manos por la arena,
- quién huye, quién se esconde, quién se alexa:
- ¡dichoso el que en tal riesgo y tal batalla
- lexos desta famosa Palas se halla!
- En fin, libró al guerrero valeroso
- de la cercana irrevocable muerte,
- supuesto que del trance peligroso
- no pudiera escaparse aunque más fuerte.
- Púsole en pie con ánimo brioso
- y díxole: "-Guerrero de alta suerte:
- perdona la tardança que he tenido
- en no averte con tiempo socorrido."
- El del Fénix mirava atentamente
- al que la dulce vida le avía dado,
- teniéndole en estremo por valiente,
- pues tal en su presencia se ha mostrado.
- No quiso con palabras de presente (25)
- quebrantar el precepto encomendado
- por la sabia señora que le embiava,
- pues era en tal sazón lo que importava.
- Mas, sacando el joyel, se le dio luego,
- el qual la gran princesa ha recebido.
- El cavallero, ardiendo en vivo fuego,
- su escudo recobró que avía perdido;
- la espada busca para el crudo juego (26)
- y en Agatonio la ha reconocido;
- y puesto en su cavallo se apresura
- hazia do le encamina su ventura.
- La guerrera salió en su seguimiento;
- el coraçón latiendo el bello pecho,
- con un descompasado sentimiento,
- parece que está ya roto y deshecho:
- pássale por el vago pensamiento
- si fuesse el duro punto y trance estrecho
- de que avía de librar a su querido,
- según que al sabio allá en la cueva ha oýdo;
- mas no puede creer de su destreza
- que aquella poca gente y vil canalla
- pudiessen contrastar su fortaleza,
- cuyo ygual en el mundo no se halla.
- Con este imaginar y esta tibieza (27),
- a su lado se mete en la batalla
- en favor de Ledalio que, animoso,
- a Capistrán retira valeroso;
- y como dos leones africanos,
- destroçan, descomponen, desbaratan;
- con temerosos golpes inhumanos,
- a quantos ven delante al punto matan.
- Viendo su perdición los ciudadanos,
- los yelmos desenlaçan y desatan,
- y, arrodillados todos y por tierra,
- piden cesse el coraje de la guerra.
- Las rigurosas armas suspendieron
- usando de piedad y de clemencia,
- juntos de calle en calle discurrieron
- por ver si alguno hiziesse resistencia:
- todos, sin faltar uno, se rindieron,
- prometiendo a Laurisa la obediencia,
- y con esto cessó la guerra odiosa
- y la horrible matança lastimosa.
- El del Fénix que vio ser concluýda
- la causa que le truxo a la batalla,
- brevemente a la dama esclarecida
- agradeció el estado en que se halla,
- y que, por serle cosa prohïbida
- el detenerse más, es corto (28) y calla,
- pero que él va bien cierto (29) y confiado
- que presto se verán en otro estado.
- La princesa le dixo: "-Cavallero:
- no es justo yo resista a tus intentos
- ni preguntar tu patria y nombre quiero,
- pues que deve de aver impedimentos;
- mas, para conocer tan gran guerrero
- en quien vi tan divinos pensamientos,
- recibe esta cadena de mi mano
- en señal de amistad y pecho llano.
- Aunque lo que te ofrezco es don tan pobre
- comparado al valor de tu grandeza,
- en tu poder, ¿quién duda que no cobre
- nuevo ser por tu heroyca, real alteza?"
- "-No avrá -dixo el guerrero-, a quien no sobre
- lo menos de essa inmensa gran largueza (30);
- assí, lo estimo mucho y lo agradezco,
- y, avassallado, ante tus pies me ofrezco."
- Con esto se han al punto dividido:
- el del Fénix, al sitio señalado,
- mas, con el libro mágico sabido,
- pecho y frente al cavallo avía tocado,
- el qual de un furor súpito (31) movido,
- no siguiendo camino acostumbrado,
- por un espesso monte se entró luego,
- estimulado de un oculto fuego.
- La persiana Belona, lastimada
- en ver partir aquel donzel divino,
- en su congoxa y ansia trasportada
- se fue a buscar al príncipe Solino.
- Hallóle con Laurisa y, reportada,
- encubrió su amoroso desatino,
- y juntos dieron orden en las cosas
- tan sangrientas, estrañas y dudosas.
- Los tristes ciudadanos, con la gente
- que era de guarnición (32), se sometieron
- al honesto partido, y conveniente,
- que Laurisa y Solino dispusieron.
- Por reyna la juraron llanamente
- y las llaves y alcáçar la rindieron,
- quedando por señora del estado
- que por nuestro fenicio le fue dado.
- Llegó también el sabio y tolietrana,
- con su gente, al palacio de Laurisa,
- la qual, con cortesía afable y llana,
- los salió a recebir a toda prisa.
- Deshaziéndose estava en ira insana
- el pecho esclarecido de Roanisa
- mirando a Sacridea, por ser causa
- que huviesse en sus amores tanta pausa.
- Aun no se avía la dama desarmado
- ni Laurisa ser dama presumía (33),
- aunque el rostro de diosa hermoseado
- con tal belleza y tal donayre vía.
- Mas siendo por el sabio declarado,
- de contento Laurisa no cabía,
- viendo que entre mugeres una huviesse
- que con los fuertes hombres compitiesse.
- Hízola desarmar con mucho ruego
- y vestirse de ropas competentes,
- quedando el dios de amor de amores ciego
- y padeciendo amargos accidentes.
- La princesa a Laurisa contó luego
- (estando el sabio y Sacridea presentes),
- cómo ella a Barsimeo avía vencido
- estando el gran Solino malherido.
- El qual (34), la nueva puente defendiendo
- sobre la hermosura de su dama,
- dexarla el passo franco no queriendo,
- la vida le quitó con la honra y fama.
- También la dio a entender que yva muriendo
- en la amorosa red y viva llama
- por el del Fénix, príncipe valiente,
- cuyo amor començó en el bello Oriente.
- Fuela también por orden relatando
- lo que le avía en la corte sucedido,
- después que, junto al río la dexando,
- ha con el bravo Fénix combatido,
- hasta que, con el sabio se encontrando,
- a su opresa (35) donzella ha socorrido,
- por cumplir la palabra que la diera
- quando se apartó de ella en la ribera.
- El sabio, consolándola, ha hablado,
- y dixo: "-No es valiente ni esforçada
- la que sufrir no sabe el duro hado
- y a quien trae la Fortuna acobardada;
- el generoso pecho, y alentado,
- en la ocasión más grave y desusada
- quilata su valor y se mejora,
- y nada le enflaquece ni desdora.
- Son crisol los trabajos do se afina
- la grandeza del ánimo invencible,
- el qual, en la ocasión más peregrina,
- desprecia por su honor lo más terrible;
- la alteza, el trono y magestad divina,
- aquel lugar de gloria inacesible,
- los inmortales dioses lo alcançaron
- porque nunca en trabajos desmayaron.
- Assí, que si queréys, hermosa dama,
- al término llegar y al bello assiento
- donde quedan eternos con la fama
- los que aspiran a sólo el vencimiento,
- es menester sufrir la ardiente llama,
- refrenando el furioso pensamiento
- y fiando en los dioses, de quien viene
- lo que a todo mortal más le conviene.
- Quanto más que no es cosa exorbitante,
- ni para hazer tal caso agora de ella,
- que os huviesse olvidado vuestro amante
- ofreciendo su amor a otra donzella,
- mayormente no estando vos delante
- para avivar en su alma la centella;
- que bien sabemos que la ausencia cura
- los trabajos de amor y de ventura.
- Pero, porque alegréys el lastimado
- y triste coraçón, de amor vencido,
- presto, os juro, veréys a vuestro amado
- a quien imaginávades perdido:
- antes que el sol lumbroso aya passado
- mañana su camino conocido,
- le ternéys en lugar acomodado,
- para emendar el sinsabor passado."
- Quedó alegre Roanisa con la nueva,
- dando fe a la sabrosa profecía,
- mas el alma el contento y vida lleva
- a Sacridea, que su ofensa oýa.
- "-¿Cómo es possible -dixo- que esta prueva
- salga bien sin la cierta muerte mía?
- Y, ¿cómo a entrambas puede dar contento,
- pues a la una ha de dar su pensamiento?"
- "-Bien a entrambas verná, yo os lo prometo
- -dixo el sabio-. El enigma no entendido
- allí veréys, el caso más secreto
- que en toda vuestra vida ayáys oýdo:
- a entrambas, con amor firme y perfecto,
- servirá el cavallero esclarecido
- y no os agraviaréys; antes qualquiera
- gustará que a su amiga sirva y quiera.
- Y pues tan cerca está la prueva de ello,
- no os congoxéys, sino ensanchad el pecho,
- que bien sé no podréys comprehendello
- hasta que llegue a efecto todo el hecho."
- Sosiéganse las dos sin entendello,
- con la alegre esperança del provecho,
- y con algún amor ambas tratavan,
- que los passados celos desechavan (36).
- Vamos tras el del Fénix, que ligero
- su cavallo le lleva, y sin camino,
- por do jamás anduvo aventurero,
- movido de aquel libro peregrino.
- Por un espesso monte el gran guerrero,
- en breve espacio a un fértil valle vino,
- por donde un fresco arroyo en curso blando
- va el ameno lugar fertilizando.
- Al pie de unos laureles olorosos,
- una hermosa muger vio estar sentada,
- que con sospiros tristes, dolorosos,
- tiene la verde selva lastimada;
- la qual, con sueltos pies, y pressurosos,
- se metió por la parte más cerrada
- en viendo el cavallero, que guiava
- hazia el lugar oculto do ella estava.
- Mas, mirando el del Fénix lo que hazía,
- partió con nunca vista ligereza,
- y, aunque el espesso bosque lo impedía,
- la vino a dar alcance con presteza.
- Viendo ella que escaparse no podía,
- a levantar la boz, llorosa, empieza,
- con tal dolor y tanto sentimiento,
- que tigres ablandara su lamento.
- "-¡O desdichada -dize- y sin ventura,
- de tantos infortunios perseguida,
- siempre de desventura en desventura
- y de una ansia en otra ansia más crecida!
- ¿A qué aguardas, ¡o parca y muerte dura!,
- para acabar tan desastrada vida?
- Ábrete, ¡o tierra!, y ciérrame en tu centro,
- mas creo el mal me buscará allá dentro."
- Movido el cavallero con su llanto,
- francamente la ofrece su valía,
- rogándola suspenda su quebranto,
- pues tan buen valedor se le ofrecía.
- Mas, porque no passase el tiempo, en tanto
- que con ella en parlar (37) se detenía,
- la ruega con él vaya, prometiendo
- de yrla, mientras viviesse, defendiendo.
- Acabólo con ella fácilmente,
- como quien tal socorro no esperava,
- y, puesta en el cavallo, el pecho ardiente,
- desta forma al del Fénix declarava:
- "-La merced recibida no consiente
- que mi desdicha encubra, y suerte brava,
- porque entiendas no ser de cobardía
- mi doloroso llanto y pena mía.
- Vime, seys horas ha, reyna y señora
- de quanto en estos límites se encierra
- (pacífica y quïeta possessora),
- ganado por Adrasto en buena guerra;
- mas la Fortuna ciega, engañadora,
- del alto trono dio conmigo en tierra,
- y de un solo revés me ha despojado
- de quanto en tantos años me avía dado.
- Y la que era de tantos mil servida
- ha hecho que ande en soledad amarga,
- aborreciendo el curso de la vida,
- para el bien corta y para males larga.
- Mas cosa entre discretos es sabida
- que nunca la Fortuna el mal descarga,
- si no sobre los que ella ha levantado
- a la alteza de algún felice estado.
- Dos vezes ya ha jugado con mi fama
- y mil me ha puesto en condiciones duras;
- assí, con justa causa se disfama
- de aquellos que se han visto en apreturas.
- Mi nombre ya en mil partes se derrama,
- y el cuento (38) de mis graves desventuras;
- no sé qué quiere el hado o lo que aguarda
- ni sé la dura muerte por qué tarda.
- Huyendo por el mar de unos nefarios (39)
- que quitarme la vida han procurado,
- contrastando los vientos temerarios
- arribé a aqueste reyno señalado;
- y, alcançándome a ver ciertos cosarios,
- en el puerto el navío fue assaltado,
- donde a mis compañeros maltrataron
- y a dura esclavitud los sujetaron.
- Mas yo, tenida en vano por hermosa,
- a su señor al punto fuy llevada,
- el qual, con gracia afable y amorosa,
- me tuvo en su palacio y real morada,
- hasta que a un primo suyo por esposa
- y por muger legítima fuy dada,
- de quien tuve el alteza y señorío
- que caber pudo en el sujeto mío.
- Mas, ¡o desdicha! ¡Y cómo con setenas (40)
- me ha hecho la Fortuna desmedida
- pagar los buenos ratos y horas buenas
- que me dio en este estado y dulce vida!
- Por un gusto me ha dado cien mil penas,
- es su gloria pintada y es fingida,
- pues me ha puesto en amarga vida, y triste,
- y en miserable estado como viste."
- El del Fénix, con pecho enternecido,
- del sucesso fatal la consolava,
- contándola de muchos que han caýdo
- quando la suerte más favor les dava.
- En esto se han los dos entretenido
- hasta que el sol hermoso ya passava
- gran parte del zenit de mediodía
- y de los orientales se desvía.
- De unos espessos árboles salieron
- dos sátyras (41) hermosas y admirables;
- a los dos largamente proveyeron
- de frutas y conservas (42) saludables.
- Con ellos en parlar se entretuvieron,
- discretas se mostrando y conversables (43),
- hasta que fue el banquete concluýdo,
- que se han, con gran criança, despedido.
- Adelante ha passado el cavallero,
- de llegar al palacio desseoso,
- por yr cansado del trabajo fiero
- del combate cruel y sanguinoso (44).
- En fin, como el cavallo era ligero,
- tocado con el libro poderoso,
- después de la pessada y grave siesta
- vinieron a salir a una floresta
- donde no avía sino cidros (45) y laureles,
- cynamomos, naranjos y mosquetas (46),
- camuesos (47), limoneros, mirabeles,
- plátanos, arrayanes y violetas,
- junquillos (48), madreselvas y claveles,
- lirios, rosas qual púrpura perfetas
- y mil diversidad de florecillas
- rojas, blancas, azules y amarillas.
- Aquí nace el amomo (49) en abundancia,
- el fino nardo en este sitio avía,
- y de la balsamina (50) la fragancia
- por el ancho contorno se estendía.
- Entre unas flores y otras no ay distancia,
- porque ocioso (51) lugar no se veýa,
- si no eran los caminos, cuyos lados
- de toda esta arboleda están poblados.
- Los olorosos cedros y subidos
- cypreses van las calles adornando.
- Entre ellos arbolicos mil floridos
- lo que ay de tronco a tronco van poblando.
- En los rolliços árboles crecidos,
- con ambicioso enrredo va trepando
- la verde yedra todo lo cubriendo
- y los solares rayos prohïviendo.
- Y por entre las hojas y ramillos,
- las harpadoras lenguas avivavan
- grandes vandas (52) de hermosos pajarillos
- que el vergel deleytoso acompañavan.
- También se ven entre estos los cuquillos (53),
- que el baxón (54) de la música llevavan,
- porque a la perfección nada faltasse
- y una entera armonía aquí se hallasse.
- Junto con esta música se oýa
- el zéfiro süave y deleytoso,
- que entre los verdes árboles corría
- con un verde bullicio y son gustoso.
- Los tiernos ramos y hojas removía
- no les dando ni un punto de reposo,
- haziendo en ellos ondas y reflexos
- que suspenden la vista desde lexos.
- Pues no poco ayudavan al contento
- las abejas con un ronco zumbido,
- cogiendo con cortés comedimiento
- lo que dentro la flor está escondido.
- Dava lustre también al bello asiento
- de las sonoras aguas el ruÿdo,
- que por el fresco sitio yvan cruzando
- entre las blancas guijas murmurando.
- En medio del lugar que os he pintado,
- sobre un ancho peñasco y piedra dura,
- se descubre un castillo torreado,
- con suma perfeción de architectura.
- Por una y otra parte era quadrado,
- cuyo muro llegava con su altura
- adonde humana vista no alcançava
- y donde sosegado el ayre estava.
- Admiróse el del Fénix, no sabiendo
- qué casa fuesse o cúya fortaleza,
- porque, su gran valor y adorno viendo,
- a quién convenga, ignora, tal grandeza.
- Mas un poco adelante procediendo (55),
- un prado descubrió de gran belleza;
- en medio, una abundosa y clara fuente,
- alrededor sentada mucha gente.
- Alegres danças hazen en las flores
- ninfas bellas y sátiros ligeros (56),
- a quien la sugeción del mal de amores
- los haze ser afables de muy fieros;
- otros tocan çampoñas y atambores (57),
- sonajas y rabeles (58) y panderos,
- haziendo el son a los que están baylando,
- el hermoso pradal regozijando.
- A otra parte, con dulces instrumentos,
- estavan hermosíssimas donzellas,
- que (59) frenava su música los vientos,
- el eco respondiendo en las estrellas.
- Galanes ay también de altos intentos;
- unos, presos de amor de damas bellas,
- otros, y estos son más, sólo rendidos
- a obrar famosos hechos nunca oýdos.
- De lexos al del Fénix descubrieron,
- y, viéndole venir tan bien armado,
- los cantares y danças suspendieron,
- poniéndoles el caso algún cuydado.
- Quedos adonde estavan se estuvieron,
- y nadie de su puesto se ha mudado,
- mirando cada qual atentamente
- la postura (60) del pérsico valiente.
- En pie la sabia dueña puesta luego,
- les dixo: "-Cavalleros: juntos vamos
- al encuentro, con fiesta alegre y juego,
- al guerrero que véys todos salgamos."
- Sin aver más demandas ni más ruego,
- los sátyros partieron como gamos,
- haziendo con las ninfas mil mudanças (61),
- ligeras bueltas y sabrosas danças.
- De dos en dos, de tres en tres parlando,
- yvan los cavalleros con la dueña,
- conocer el guerrero desseando
- en quien ven gallardía no pequeña.
- De todos los demás se adelantando,
- la vieja maga y sabia alagüeña,
- con alegría y sobras de contento
- le hizo un singular recibimiento.
- Apeado que fue, luego ha mandado
- la dueña que le quiten la çelada,
- descubriendo aquel rostro aljofarado,
- más bello que la luna no menguada.
- Al momento, Sergesto le ha abraçado
- con plazer y alegría no pensada;
- también Lucino, Cario y Palmireno,
- Brinaldo, Cauro, Trulo y Macrideno.
- Las ninfas y donzellas, con presteza,
- a la encubierta dama han acudido,
- rogándola descubra la belleza
- que hasta entonçes cubierta avía tenido.
- Bolvieron los galanes la cabeça
- a lo que aquellas damas han pedido,
- y tanta perfección en ella vieron,
- que más de dos la voluntad rindieron.
- Pero, reconociéndola Lucino,
- estando en ser quien era ya enterado,
- con furor y coraje repentino
- dexó su coraçón ser occupado.
- Sacó la espada y fue qual torvellino
- que de la escura cárcel se ha soltado,
- y sin impedimento a hecho quanto
- diré, si me escucháys, en otro canto.
- CANTO XX
NOTAS:
(1) foguezuelo: diminutivo de 'fuego', "metaphóricamente se toma por el ardor que excitan algunas passiones del ánimo" (Aut.).
(2) El regreso de Ulises (Odiseo entre los griegos) a Ítaca, relatado por Homero en la Odisea, refleja el ardiente deseo del héroe de volver a su patria.
(3) El personaje que más parece acercarse a lo que aquí se nos dice es Espurio Casio Vitelino (m. 485 a. C.), que fue acusado de aspirar al título de rey y arrojado desde la roca Tarpeya, según Livio, por su propio padre. No hemos encontrado ningún otro Casio que se ajuste a la historia comentada por Martínez.
(4) Sin duda se refiere a los dacios, naturales de Dacia, en Centroeuropa, que pugnaron por defender su territorio ante el poder de Roma.
(5) Marco Atilio Régulo, general romano del siglo III a. C., convenció a sus compatriotas de que no debían firmar una paz onerosa en las guerras contra los cartagineses, demostrando así su amor a la patria. Murió en Cartago, sometido a atroces tormentos. Lisandro fue un político y general espartano (m. en 395 a. C.), que se caracterizó por su crueldad y por el carácter dictatorial de su gobierno. Teseo es el personaje mitológico al que se atribuyen, entre otras, las leyendas del Minotauro de Creta (al que venció en el laberinto gracias al hilo de Ariadna) y de la conquista del vellocino de oro.
(6) Dión Casio, historiador griego (170-235), autor de una extensa Historia de Roma en ochenta libros. Fue también cónsul. Cayo Marcio Rutilio fue un tribuno plebeyo romano del siglo IV a. C., que llegó a ser cónsul y censor, siendo el primer plebeyo que logró tales dignidades.
(7) Los Filenos fueron dos hermanos cartagineses que dieron su vida por la patria. En un conflicto de límites entre Cirene y Cartago se acuerda que, saliendo de un punto de su territorio, dos individuos de cada lugar vayan andando desde una parte a la otra y que el punto en el que se crucen pase a considerarse el límite fronterizo. Los Filenos son acusados de haber salido antes, y ellos, para demostrar lo contrario, se dejan enterrar vivos.
(8) Temístocles fue un general y político ateniense (525-460 a. C.). Participó en la batalla de Maratón y, tras desterrar de Atenas a su rival Arístides, se dedicó a realzar las glorias y grandezas de su patria. Las intrigas de sus enemigos le llevaron a sufrir el ostracismo y, tras ser instado por Artajerjes (con quien se había refugiado), a invadir Grecia, prefirió envenenarse antes que atacar a su patria.
(9) Codro fue el último rey de Atenas y vivió en los siglos XII y XI a. C. El uticense podría ser Catón que, tras la batalla de Farsalia, se refugió en Útica, al Norte de Cartago, y posteriormente se suicidó después del triunfo de César en Thapsus.
(10) No hemos podido identificar a estas 'hijas del príncipe ateniense'.
(11) almohadilla: "significa en rigor una almohada pequeña, pero universalmente se entiende la que sólo sirve para la labor blanca de las mugeres y costureras, que prenden sobre ella el lienzo de la ropa que cosen y labran" (Aut.).
(12) contrecho: "el lisiado de su cuerpo" (Cov.).
(13) impotentia: cultismo poco habitual que transcribimos respetuosamente. No sería descabellado pensar que se trata de un error de impresión.
(14) Habría que entender aquí 'cielo' con un valor metafórico que, tal vez, haga referencia al destino establecido por los dioses.
(15) en: "ant. con" (DRAE). Podemos entender que 'entró con los primeros'.
(16) manojo: "el hacecito que se puede ceñir con la mano" (Cov.). Gavilla: "significa el hacecillo de sarmientos o de otra leña menuda" (ibídem).
(17) apocar: "hacer vil alguna cosa, disminuirla de valor" (Cov.).
(18) atronado: "aturdido".
(19) sabueso: "perro de montería. Díjose así por haber traído esta casta de perros de Saboya" (Cov.).
(20) desacordarse: "olvidarse o perder la memoria y acuerdo de las cosas" (Aut.). En este contexto, sin sentido.
(21) demás: "lo que es por exceso" (Cov.).
(22) En el original, 'mirando'. Añado la conjunción siguiendo el testimonio de las erratas de Murcia de la Llana.
(23) A causa de la blandura del estaño con respecto al acero de las armas.
(24) barrenar: "hacer agujeros en alguna cosa, aunque no sea con la barrena" (Aut.).
(25) de presente: "ahora" (Aut.). El caballero no quiso romper el juramento en ese momento concreto del encuentro con su salvador desconocido.
(26) Metáfora para referirse a la guerra.
(27) tibieza: "metaphóricamente vale poco fervor o actividad, descuido u negligencia" (Aut.). Roanisa, enfrascada en sus pensamientos, actúa de esta forma poco común en ella.
(28) corto: "por alusión vale assimismo escaso y breve en la expressión y explicación de las cosas, y lo mismo que detenido y contenido" (Aut.).
(29) cierto: "sabedor, seguro de la verdad de algún hecho" (DRAE).
(30) largueza: "se toma también por liberalidad, franqueza y bizarría" (Aut.).
(31) súpito: "lo mismo que súbito. Es voz antiquada que sólo tiene uso en el estilo familiar" (Aut.).
(32) guarnición: "guarnición de soldados, porque guardan y aseguran la fuerza o plaza donde están" (Cov.).
(33) Laurisa no imaginaba que el caballero fuese una dama.
(34) El antecedente es Barsimeo (v. 311).
(35) opreso: 'opresso', participio pasado del verbo 'oprimir', según Aut.
(36) Roanisa y Sacridea se trataban ahora 'con algún amor', dejando de lado los rencores y celos que antes sentían la una de la otra.
(37) parlar: "es hablar" (Cov.).
(38) cuento: "es también la relación o noticia de alguna cosa sucedida" (Aut.).
(39) nefario: "sumamente malvado, impío e indigno del trato humano" (Aut.).
(40) setenas: "pena en que uno era condenado en el siete tanto" (Cov.). 'Pagarlo con las setenas', "phrase alusiva con que se explica el daño u castigo que alguno ha padecido, desigual o excesivo a la culpa que cometió en qualquier línea" (Aut.).
(41) sátyras: Martínez utiliza en femenino este nombre, sólo aplicado al masculino en la tradición mitológica para referirse a unas divinidades de los bosques, de carácter lascivo. Cabe pensar que el autor quería, sin más, aludir a la presencia de semidiosas de la naturaleza, como las Alseides y las Napeas, moradoras de los bosques.
(42) conserva: "cualquier fruta que se adereza con azúcar y miel" (Cov.).
(43) conversable: "el apacible y tratable" (Cov.).
(44) sanguinoso: "se toma también por lo mismo que sangriento y cruel" (Aut.).
(45) cidro: "árbol que se conserva siempre verde. Tiene las varas blandas y correosas, con unas púas sutiles, las hojas semejantes a las del limón, pero más anchas; la flor (que también se llama azahar) es como la del limón, aunque mayor y no tan olorosa. Su fruta es la cidra" (Aut.).
(46) cynamomo: 'cinamomo', "especie de árbol preciosísimo, que algunos piensan ser el de la canela" (Cov.). Mosqueta: "especie de zarza cultivada, cuyas flores dan suavísimo olor" (ibídem).
(47) camueso: "árbol que lleva las camuesas, que es parecido al manzano, más delicado y de menos hojas" (Aut.).
(48) junquillo: "una especie de narciso olorosa, dicho así por tener el tallo sin ñudos; críanle en los jardines y en tiestos por regalo" (Cov.).
(49) amomo: "planta pequeña que produce en sus extremidades muchos granillos menudos en forma de racimos. Es mui semejante al apio y da una simiente negra y picante al gusto" (Aut.).
(50) balsamina: "género de hierba que produce las hojas y los ramos como vid, sus flores como las del pepino, el fruto al modo de una calabaza pequeña áspera" (Aut.).
(51) ocioso: "se toma también por lo que es sin fruto, provecho ni substancia" (Aut.).
(52) vanda, 'banda', "vale también número de gente o tropa de ella junta para algún efecto (...), y también se extiende a significar lo mismo, aunque no sea de gente, como banda de páxaros, perdices..." (Aut.).
(53) cuquillo: "lo mismo que cuclillo" (Aut.).
(54) baxón: "instrumento músico de boca, redondo y cóncavo, largo como de una vara y gruesso como un brazo, con poca diferencia, en el que hai diferentes agujeros por donde respira el aire, y con los dedos se forman las diferencias de la composición música y sus tañidos (...) Díxose baxón porque imita el punto baxo u octava baxa de la música" (Aut.).
(55) proceder: "significa assimismo continuar en la execución de algunas cosas que piden tracto sucessivo" (Aut.). Aquí, sin más, continuar.
(56) Las ninfas y los sátiros son moradores de la naturaleza, según la mitología clásica. Sobre los sátiros, vid. supra, nota al v. 498.
(57) çampoña: 'zampoña', "instrumento rústico pastoril a modo de flauta o compuesto de muchas flautas" (Aut.). Atambor: "tambor".
(58) sonajas: "un cerco de madera, que a trechos tiene unas rodajas de metal que se hieren unas con otras y hacen un gran ruido" (Cov.). Rabel: "instrumento músico de cuerdas y arquillo; es pequeño y todo de una pieza, de tres cuerdas y de voces muy subidas. Usan dél los pastores, con que se entretienen" (ibídem).
(59) El antecedente es 'dulces instrumentos' (v. 585).
(60) postura: "el talle, aire y modo en que alguno se pone" (Cov.). Aquí tiene un sentido de admiración, por la figura gallarda del Caballero del Fénix.
(61) mudança: 'mudanza', "algunas veces significa, en los bailes, las diferencias dellos" (Cov.).