C A N T O XVIII
Comiénzase el asalto, en que ay varios y maravillosos sucessos, aventajándose Roanisa grandemente. Llega aquí el Fénix a la conquista, y haze obras famosas.
- Puede tanto el exemplo en qualquier cosa,
- que siempre, entre prudentes, fue tenido
- por la invención más alta y provechosa
- de quantas mover pueden el sentido.
- No ay obra tan difícil y dudosa
- ni caso tan atroz y desmedido,
- que fácil no parezca, comparado
- con otros que antes dél se ayan obrado.
- Assí, usaron en todas las naciones,
- en los lugares públicos y essentos,
- los retratos poner de los varones
- que al cielo levantaron sus intentos;
- y también en las guerras, con razones
- y con vivos, discretos parlamentos,
- davan fuego a los pechos temerosos
- confirmando los fuertes y animosos,
- porque todos emprenden con buen pecho
- lo que claro (1) conocen hazedero,
- viendo aver, de otros muchos, sido hecho,
- y que otros han provado esto primero.
- De donde, conociendo el gran provecho
- nuestro traciano príncipe guerrero,
- que se saca de tales parlamentos,
- la dulce boz encomendó a los vientos,
- diziendo: "-Con razón podéys quexaros,
- amigos verdaderos, este día,
- de aver querido en tal sazón hablaros
- conociendo essa rara valentía;
- mas pídoos dilatéys el agraviaros,
- hasta saber la sana intención mía,
- porque en tal coyuntura no me muevo
- sin nueva causa y sin intento nuevo.
- Bien veréys que el combate he dilatado
- aunque con tanto ardor le avéys pedido,
- no porque de vosotros he dudado,
- sino porque al contrario he conocido,
- hele visto que está fortificado
- y de lo necessario prevenido,
- con gente esperta, mucho bastimento,
- y en cosas de la guerra gran talento.
- Todo lo qual me ha hecho estar dudoso,
- sin atreverme al riesgo de ventura;
- mas ella, con semblante oy amoroso,
- ha querido acabar la guerra dura.
- Y assí, de oy más, el pecho generoso
- no se ha de quebrantar con desventura,
- que lo que nos parece cosa horrenda
- se mejora en dos días y se enmienda.
- ¿Quién, queridos amigos, nos dixera
- que Adrasto, que ayer vistes bueno y sano,
- la dura parca y muerte carnicera
- le avía de derribar con fiera mano?
- Pues sabed que acabó ya su carrera,
- el término vital y el curso humano,
- junto con los dos fuertes y admirables
- que nos eran a todos espantables.
- Lo qual todo, sabed que ha sido hecho
- por un aventurero peregrino
- que ha abierto con osado y diestro pecho,
- para nuestra honra y fama, este camino.
- Y, no estando con esto satisfecho,
- manda se dé un assalto repentino,
- queriendo hazer en él tan altas cosas,
- que todos las tengáys por milagrosas.
- Es cierta la victoria si miramos
- a lo que a nuestro crédito devemos,
- pues de un linage tal nos derivamos
- donde tantos famosos conocemos.
- Y, pues a aquella alteza caminamos
- donde nuestros mayores puestos vemos,
- creedme que este es tiempo de ganalla
- y también ocasión de deslustralla.
- Advertid que la gente está dormida
- y poco deste assalto recelosa,
- por tener la ciudad fortalezida
- y dentro mucha gente belicosa.
- Quando vieren la fuerte arremetida
- por todas quatro partes tan furiosa,
- acudirán al rey, mas no le hallando,
- se yrán a nuestra fuerça sugetando.
- Conviene, antes que el sol llegue al Oriente,
- con gran silencio y sin hazer ruÿdo,
- cada qual vaya al sitio competente,
- según que ya ordenado por mí ha sido:
- a un mesmo tiempo todos, de repente,
- levantando hasta el cielo el alarido,
- al descuydado muro arremetamos
- y la empeçada dicha prosigamos.
- Ya he dicho que hazia Oriente estará puesto
- Crisancio con sus pláticos soldados,
- y Medotrites llevará su resto
- hazia los ponentinos descuydados;
- pero el septentrional asiento y puesto,
- con todos sus guerreros señalados,
- Ledalio assalte y dé la batería,
- y la puerta a Leoncio se confía.
- Pero nadie comience el juego duro
- hasta que la señal por mí sea dada,
- que, si assí lo hazéys, yo os asseguro
- que toda nuestra empresa es acabada."
- La gente parte luego para el muro
- animosa, engreýda y confiada,
- y Solino, en un cerro más enhiesto,
- a la mira se puso con el resto.
- La princesa oriental no está durmiendo,
- antes, con muestra célebre y gallarda,
- poco a poco hazia el muro se viniendo,
- la licencia del sabio sólo aguarda,
- el qual la va con maña entreteniendo
- hasta que el crudo assalto y furor arda,
- porque no era razón que peleasse
- donde el crédito y vida aventurasse.
- Quiso el sabio dexar la arremetida
- a la gente vulgar, hasta que fuesse
- la feliz coyuntura ya cumplida
- en que su gran valor mostrar pudiesse;
- y por esta sazón fue detenida,
- donde quiero dexarla hasta que cesse
- el bullicioso assalto en la muralla,
- que presto avré por fuerça de buscalla.
- Llegan los animosos esquadrones
- al puesto que les era señalado,
- que las guardas, en torno los tizones (2),
- se avían en sueño y vino sepultado.
- Latiendo están los fuertes corazones
- aguardando el sonido desseado,
- el qual fue hecho a tiempo competente
- quando asoma la Aurora en el Oriente.
- Mueven todos a un tiempo, impetuosos,
- qual torvellino al muro arremetiendo,
- y, con pruevas y saltos peligrosos,
- subir a lo más alto pretendiendo,
- los ayres y los campos espaciosos
- con espantoso son ensordeciendo,
- de suerte que sin duda parecía
- que el cielo hecho pedaços se caýa.
- Unos, largos maderos arrimando,
- procuran arribar a lo más alto;
- otros, por las escalas gateando,
- aumentan el terrible y duro assalto;
- otros, de más ligeros se preciando,
- se ponen sobre el muro en sólo un salto;
- y otros, con vigas entre sí travadas,
- baten muros y torres levantadas.
- Y fueles la Fortuna tan amiga
- en este primer passo, que pudieron,
- sin sentirlo la gente su enemiga,
- aun hazer mucho más que presumieron.
- No ay quien estorve el passo o contradiga;
- assí, por todas partes se pusieron
- en el tendido muro las vanderas,
- derribando las otras estrangeras.
- Mas nunca con tan gran dessasossiego
- saltaron de la cama alborotados
- los que durmiendo estavan con sossiego,
- si se vieron quemar por todos lados,
- como agora lo han hecho en este juego
- los diestros capitanes y soldados,
- y los de la ciudad, sin que hombre huviesse
- que a puerta o mirador no se pusiesse.
- Tienden a todas partes el oýdo,
- y los atentos ojos van guiando
- a la parte do suena más ruÿdo
- y do el rumor se va desentonando (3);
- mas luego que han el riesgo conocido,
- de todo vil temor se despojando:
- las armas arrebatan y, ligeros,
- van a favorecer sus compañeros.
- Unos, medio desnudos, medio armados,
- acuden al peligro más urgente;
- otros por las ventanas y tejados
- se arrojan con un ánimo valiente.
- De sólo coraçón acompañados,
- siguen otros el hilo de la gente,
- viéndose en todos ellos este día
- una voluntad mesma (4) y valentía.
- ¡A quántos sucedió ver desgreñadas
- sus mugeres, rogando no saliessen,
- pidiéndoles que de ellas, desdichadas,
- y de sus dulces hijos se doliessen!
- ¡Y quántas dellas huvo arrodilladas,
- suplicando sus casas defendiessen,
- y las hermosas hijas persuadiendo,
- su honestidad delante les poniendo!
- Mas poco aprovechava el vano ruego
- de las mugeres tímidas, llorosas,
- porque ardiendo en honroso y justo fuego,
- llevavan las entrañas valerosas.
- Assí, con toda furia salen luego,
- sin escuchar las quexas lastimosas,
- qualquiera inconveniente despreciando
- y sólo el mal presente ponderando.
- De seys en seys, de diez en diez saliendo,
- aquí dos y allí quatro se juntavan,
- y de una parte a la otra discurriendo,
- a toda gran fortuna se arrojavan.
- Mas Agatonio, capitán, sintiendo
- que muchos, desta suerte, peligravan,
- hizo que en una plaça se juntassen
- y que del enemigo no curassen.
- Y desde aquel lugar los repartía
- por la ciudad, con orden y manera,
- dándoles capitanes por su guía
- para seguir su alférez y vandera (5).
- Él, con la más gallarda infantería,
- en aquel puesto al enemigo espera,
- y si allí, por ventura, no acudiesse,
- dar socorro y favor donde cumpliesse.
- A Bilivencio embió con gente esperta
- contra el bravo Leoncio valeroso,
- por defensa del muro y ancha puerta
- donde anda ya el combate peligroso.
- Hazia la parte al cierço descubierta
- a Capistrán despacha, moço honroso,
- que con el gran Ledalio se encontrasse
- y el próspero camino le estorvasse.
- A Toyndro encamina hazia el Oriente
- con valerosa y diestra compañía,
- que a Crisancio animoso y muy valiente
- impidiesse el estrago que hazía.
- A los muros que miran al poniente
- al belicoso Nucerino embía,
- porque ya Medotrites yva entrando,
- las enemigas armas contrastando.
- Reparte desta suerte sus guerreros
- el valiente Agatonio, y sus soldados,
- para que más alertos y ligeros
- pudiessen socorrer a todos lados;
- pero los del de Tracia, bravos, fieros,
- los peligros y trances despreciados,
- desde el muro allá dentro se arrojaron
- y el enemigo saco començaron.
- Los primeros que a tanto se atrevieron
- fueron los de Crisancio, hazia el Oriente,
- que más de quatrocientos hombres fueron
- los que a lo alto llegaron felizmente.
- Por una calle en orden se metieron,
- allanando qualquiera inconveniente,
- no reservando (6) edad, persona, estado,
- del doloroso punto y triste hado.
- Mas Toyndro llegó por esta parte,
- y en la anchurosa calle començaron
- el sangriento exercicio del dios Marte
- y las armas y fuerças se provaron.
- La gente a todas partes se reparte
- y todos de tal suerte se mezclaron
- que fue objeto a la vista tan sabroso
- quanto para passarle riguroso.
- Leoncio con su gente fue a la puerta
- conforme a lo que le era encomendado,
- y sin mucho combate y gran reyerta,
- la puente y el castillo avía allanado.
- Pero, como la gente fue despierta,
- acudió a socorrer por aquel lado,
- como a lugar más flaco y peligroso
- y de todo favor menesteroso.
- Vieron por un florido y verde llano
- asomar un gallardo aventurero
- con una gruessa lança en una mano,
- en un cavallo hermoso y muy ligero.
- En su donayre y contoneo galano
- muestra ser famosíssimo (7) guerrero,
- y bien puede dezir que es sin segundo,
- pues es la flor de quantos tiene el mundo.
- Los que lleva Leoncio, valerosos,
- entrar dentro los muros procuravan,
- mas los de la ciudad, que eran famosos,
- la entrada a fuerça pura les vedavan.
- Pero al cabo no fueron poderosos,
- aunque como valientes peleavan,
- para impedir las puertas no quebrassen
- y más de ciento a su despecho (8) entrassen.
- Al tiempo del romper la dura puerta,
- llegó aquel sacro Fénix repitiendo:
- "-¡Afuera, afuera! ¡Que esta gran reyerta
- guardada es para mí según que entiendo!"
- El passo le han dexado, y calle abierta,
- aunque a entrar fueron tantos acudiendo,
- que las vigas y puentes se han quebrado,
- con que la abierta entrada se ha cerrado.
- Quedó dentro el persiano y poca gente,
- mas es tal que lo estima todo en nada,
- que luego a Bilivencio, aunque valiente,
- el pecho le passó de una lançada,
- el qual, bravo, furioso e impaciente,
- se metió por la lança ensangrentada,
- y, queriendo dar muerte a su homicida,
- antes de efeto remató su vida.
- Rota en el pecho fuerte ya la lança,
- de la encantada espada luego afierra,
- haziendo mortal riza (9) y gran matança,
- cubriendo de hombres muertos la ancha tierra.
- Al montón más espesso (10) se abalança;
- ¡triste del que con él procura guerra,
- que todo lo atropella y desbarata,
- a diestro y a siniestro hiere y mata!
- Lleva delante sí la ayrada gente,
- haziendo lastimosa notomía (11)
- en aquel que se estima por valiente
- y detenerse un poco más porfía.
- Assí, en grande tropel, confusamente,
- a do Agatonio está llegado avía,
- y aunque ay muchos guerreros en la plaça,
- nadie el passo le estorva ni embaraça;
- antes, en medio de ellos arribando (12),
- se començó a mover de tal manera
- que cada qual procura yrse alejando
- de la espada feroz y carnicera.
- Mas ývanle de lexos arrojando
- mil armas enhastadas (13), como a fiera,
- dándole a entender con tal braveza,
- que bien ha menester su fortaleza.
- Los que entraron tras él se han recogido
- a un lado de la cerca, y gran muralla,
- mantiniendo con honra su partido
- y siempre procurando mejoralla.
- Acuden muchas gentes al ruÿdo
- y confuso rumor de la batalla;
- assí, con animoso y fuerte pecho,
- los van llevando a punto y passo estrecho.
- Vamos a ver la gente señalada
- que Ledalio hazia el Norte va guiando,
- la qual, como animosa y esforçada,
- por sogas y maromas gateando,
- suben a la muralla mal guardada,
- y dentro muchos dellos se arrojando,
- con Capistrán envisten, que procura
- la ciudad por su parte esté segura.
- Los unos que no saben ser vencidos
- y los que oy quieren ser los vencedores,
- hazen golpes y encuentros nunca oýdos
- ni ensalçados por pluma de escritores.
- Todos, en viva cólera encendidos,
- procuran que sus obras sean mayores,
- mirando solamente a la victoria
- y dexar más eterna su memoria.
- Pues hazia do se esconde el sol lumbroso (14)
- no andava menos grita y herrería (15),
- porque aquí Nucerino valeroso
- al fuerte Medotrites resistía,
- el qual, más que los otros animoso,
- en el muro un portillo abierto avía,
- por do con su esquadrón seguro entrava
- y las calles y plaças ocupava.
- Los soldados que a Oriente avían quedado
- sin seguir a Crisancio por el muro,
- tanto en le combatir han porfiado
- que en fin le abrieron, aunque fuerte y duro,
- y más de nueve braças (16) derribado,
- llano el passo dexaron, y seguro,
- y en polvorosa nuve arremetieron.
- Mas muchos de Toyndro se opusieron,
- los quales defendiéndoles la entrada
- y los otros queriendo yr más adentro,
- travaron una riña ensangrentada
- y se vio estraña riza en el encuentro.
- De tantos pies la tierra golpeada,
- confussa se apretó contra su centro,
- viendo con tal rigor y tanto brío
- averse (17) en el reñido desafío.
- Qual suelen los lebreles irlandeses
- batallar entre sí bravos y fieros,
- y como en la partija (18) de las reses
- suelen reñir los lobos carniceros,
- no de otra suerte abollan los arneses
- estos señaladíssimos guerreros,
- sin dar golpe que vida no quitasse
- o los fornidos huessos quebrantasse.
- Mas por el roto muro y batería
- entran nuevos soldados a montones,
- la guerra acrecentando y la porfía,
- y provando sus fuertes coraçones.
- Ya por aquesta parte se acogía
- la gente hazia el castillo y torreones,
- para, en lugar que fuesse más estrecho,
- aver de sus contrarios más provecho.
- Lo mesmo sucedió por todos lados,
- que los de la ciudad se recogieron
- al amparo de casas y tejados,
- donde poder valerse mejor vieron;
- y las calles y barrios ocupados,
- con singular valor se defendieron,
- hasta que sucedió lo que diremos
- quando con otras cosas acabemos,
- porque la reyna triste me revoca
- de las armas y guerra con su llanto,
- cuyo lamento en el empíreo toca
- y haze parar las aguas del quebranto (19);
- los del escuro reyno y cielo invoca
- a que escuchen sus quexas, entretanto
- que movida de amores se deshaze
- y a la notoria deuda satisfaze (20).
- Y como el ruyseñor que halla robado
- (mientras por cevo fue) su dulze nido,
- el árbol cerca de uno y de otro lado
- su congoxa mostrando en el chillido,
- y buelve a ver, con buelo apresurado,
- otra vez el nidillo conocido,
- escucha y chilla y anda y busca y llama,
- entre el árbol hojoso y fresca rama;
- no de otra suerte avino en este punto
- a la muger de Adrasto, reyna bella,
- la qual, con lastimoso contrapunto (21),
- derrama por los vientos su querella,
- repite el dulce nombre del difunto
- maldiziendo el influxo de su estrella,
- a los divinos dioses llama infieles
- y las diosas infama de crueles.
- Mas no pudiendo, en fin, vengarse en ellos
- ni en la enemiga parca y muerte dura,
- secuta su rigor en los cabellos,
- retrato de una angélica hermosura;
- en las bellas mexillas y ojos bellos
- imprime la señal de su amargura,
- y, con las uñas, en el pecho hermoso
- estampa el sentimiento lastimoso.
- Retuerce con desdén las blancas manos,
- los dedos de marfil enclavijando,
- y, con obras y efetos inhumanos,
- su lastimoso pecho desfogando;
- sin duda que a los tygres africanos
- y los fieros caymanes (escuchando
- sus justas quexas), a piedad moviera,
- y la inhumana Aleto (22) enterneciera.
- Mas rompieron el hilo en sus dolores
- sus damas: que se salve, la avisaron,
- si no quiere otros daños ver mayores;
- y assí, por un postigo la escaparon.
- Bolvamos a mirar los guerreadores
- que dentro en la ciudad fuerte quedaron;
- los unos la victoria pretendiendo,
- los otros honra y patria defendiendo.
- Pero muestren agora sus azeros,
- apúrense la fuerça y valentía;
- entretanto diré de dos guerreros
- que ha mucho los dexó la historia mía.
- Digo de aquellos dos aventureros;
- Lucino el uno, el otro Carbopía,
- el qual, como sabéys, con su fortuna
- el monstruo concluyó de la laguna.
- Diximos que a dormir ambos se han ydo,
- después del uno al otro aver contado
- sus hechos y linage esclarecido
- hasta el presente y venturoso estado,
- y que los han de todo proveýdo
- de un alcáçar hermoso y torreado
- que quedó en medio un llano descubierto,
- luego que fue Buraco horrendo muerto.
- Al reposo avían dado sus sentidos,
- en gran descanso a sueño suelto estavan,
- quando del sol los rayos estendidos
- las nuves de un color bello bordavan,
- y por entre los árboles y exidos (23)
- las pintadas calandrias se alegravan,
- en los llanos los tímidos conejos
- al claro sol saludan desde lejos.
- Mas una concertada melodía
- de instrumentos y cantos acordados,
- el sueño ahüyentó, que los tenía
- en imagen de muerte sepultados.
- Y, con un sobresalto de alegría,
- en las costosas camas assentados,
- aguardaron llegasse el vando amigo,
- que cantando yvan todos, como digo.
- Eran quatro donzellas agraciadas,
- y con razón tenidas por hermosas.
- Llevavan el cabello en mil laçadas
- y guirnaldas de flores y de rosas,
- vestidas de telillas encarnadas,
- con recamos y perlas, y otras cosas,
- que davan nuevo lustre a la belleza
- que en ellas abrevió (24) Naturaleza.
- Al son todas de acordes instrumentos
- cantavan mil motetes y letrillas (25),
- calmando el mar y los furiosos vientos
- que ocupados estavan en oýllas (26);
- vieron sobre la tienda y aposentos
- mil suertes de parleras avezillas,
- sus harpadoras lenguas redoblando
- y la acordada música aumentando.
- Tras estas quatro damas, entró luego
- una grave señora y dueña anciana,
- con mesurado passo y gran sosiego,
- donayre alegre y gracia soberana,
- y dixo: "-Cavalleros: yo no os niego
- que para os despertar es de mañana,
- aunque Febo ya dora la alta cumbre,
- pero perdonaréys la pesadumbre.
- Y sabed que os importa sin tardanza
- entrar en este alcáçar torreado,
- porque, según lo que mi ciencia alcança,
- el tiempo es concluýdo y acabado;
- y, para vuestra gloria y bien andança,
- assí quedó dispuesto y ordenado
- de aquéllos que este sitio aquí hizieron,
- según el fin que en ello pretendieron."
- Mostráronse los dos agradecidos,
- y, sin dilatar más el mandamiento,
- salieron luego armados y vestidos
- del regalado (27) alvergue y aposento.
- Apenas del lugar fueron salidos,
- quando no pareció en el rico asiento
- tienda, camas, cavallos ni otra cosa,
- más del florido suelo y vega hermosa.
- La dueña y las donzellas allí estavan,
- llenando el ayre fresco de dulçura,
- aunque a los dos guerreros aguardavan
- en las flores sentadas, y verdura.
- Mas, quando ya vestidos se mostravan,
- ellas fueron midiendo la llanura,
- y ellos (la sabia maga en medio puesta),
- huellan con tardo passo la floresta.
- Con plática sabrosa y agradable
- yvan passando el tiempo y fértil suelo,
- llegándose al alcáçar admirable,
- retrato de la máquina del cielo;
- en le alabar la mesma fama hable,
- porque tiene mi ingenio corto el buelo,
- mi lengua en el dezir la siento muda
- y qualquiera agudeza será ruda.
- Miran los dos gallardos cavalleros
- las torres hasta el cielo levantadas,
- con mil bellas pinturas y letreros
- en que ay grandes historias encerradas.
- Aquí están otros doze aventureros
- cuyas obras serán de oy más nombradas,
- desde el elado mar al otro polo
- y en quanto se descubre al roxo Apolo.
- En el quarto do aquella dueña estava
- pusieron al valiente Carbopía,
- como para el que aquello se guardava
- y por quien tantas cosas ella hazía.
- La donzella sin par aquí morava
- (aunque aquesto el de Angalia no sabía),
- guardada para ser su dulce esposa,
- con orden singular y prodigiosa.
- Pusieron a Lucino en otra parte,
- sirviéndoles a entrambos largamente;
- mas el sonido y furia del dios Marte
- no da lugar a que otras cosas cuente,
- y, pues ha de cumplir con todo el arte,
- acudiré al sucesso más urgente,
- que es a Brama, a do tantos han quedado
- mostrando hasta do llega un pecho ayrado.
- Los espaciosos vientos ensordece
- el confuso rumor y batería,
- que tanto con mayor coraje crece
- quanto es más el tesón y gran porfía;
- a la guerra titánica (28) parece
- o a la vulcánea cueva y herrería (29),
- según la confusión y bravo estruendo,
- la grita en el combate y son horrendo.
- Porque viendo el gran príncipe Solino
- que la importante puente era quebrada,
- y que assí no quedava algún camino
- para ayudar la gente allá encerrada,
- en polvorosa nuve y remolino,
- con la esquadra que estava reservada,
- arremetió a la puerta, y hizo tanto,
- que puso admiración y causó espanto.
- Con maderos, con vigas y tablones,
- armaron una nueva y ancha puente,
- por la qual los coléricos varones
- a la puerta arribaron felizmente,
- y, dándola furiosos encontrones,
- a pesar de la mucha y diestra gente,
- con ella por el quicio en tierra dieron
- y a los suyos camino (30) franco abrieron.
- Fue más que venturosa su llegada
- para los que primero avían entrado,
- porque estava su fuerça ya apurada
- y el pueblo está en su sangre encarniçado.
- Pero viendo la puerta derribada
- y su amigo esquadrón por aquel lado,
- cobrando fuerça nueva y nuevo brío,
- renuevan el combate y desafío.
- Poco a poco a los suyos se juntaron
- y a la atrevida gente acometieron,
- mas presto a la ciudad los retiraron,
- que sufrir tanta furia no pudieron;
- en una estrecha calle repararon
- y a la enemiga gente resistieron,
- cobrando en tal lugar gran confiança
- de hazer en los contrarios cruel vengança.
- Estavan al poniente detenidos
- Medotrites y todos sus soldados,
- que Nucerino y muchos escogidos
- los tenían los passos ya ocupados.
- Al norte (aunque valientes y atrevidos),
- Capistrán, con varones señalados,
- a Ledalio y su gente maltratava,
- porque la cuesta y piedra les llevava.
- No menos es de ver hazia el Oriente,
- por do está aportillada (31) la muralla,
- el singular esfuerço de la gente
- en tan sangrienta y desigual batalla,
- que Toyndro, gallardo y floreciente,
- y el luzido esquadrón con que se halla,
- mostravan en las armas ser maestros
- y en las bravas, ferozes guerras, diestros.
- A este tiempo, el gran sabio, que aguardando
- estava la importante coyuntura,
- a la princesa dixo: "-Mira el vando
- de los nuestros ya puesto en apretura.
- A tu antiguo valor sólo mirando,
- eternizar tu nombre aquí procura,
- que, aunque agora no entiendas muchas cosas,
- tiempo avrá en que las tengas por dichosas."
- No salió fino sacre, y generoso,
- viendo la blanca garça en la ribera,
- de la mano del amo tan furioso,
- como luego partió nuestra guerr[e]ra;
- con un gallardo brío y passo ayroso,
- arremetió, calando (32) la visera,
- y a la parte de Oriente se encamina,
- que el bélico furor la desatina.
- Pudiera más presto yrse hazia la puerta,
- mas no miró al atajo ni al rodeo,
- sino donde más suena la reyerta,
- allí la fue guiando su desseo.
- El rumor de las armas la despierta,
- aunque otra cosa más, según yo creo,
- lo qual se verá presto claramente,
- entrando por la parte del Oriente.
- Ya dixe que Toyndro resistía
- a Crisancio en un sitio y puesto estrecho,
- assí, passar la gente no podía
- ni del fiero enemigo aver provecho.
- Mas luego que llegó a la batería
- aquel divino esfuerço y raro pecho (33),
- y vio la amiga gente amontonada,
- assí dixo, con furia no pensada:
- "-¿Qué covardía es ésta, y torpe miedo,
- que mostráys en el justo desafío,
- estando aquí apiñados y a pie quedo
- por faltaros esfuerço heroyco y brío?
- ¡Bolved los ojos al sin par denuedo
- con que oy se hará inmortal el braço mío,
- y seguidme, que yo haré franca entrada
- con los agudos filos de mi espada!"
- Hiziéronla lugar los combatientes;
- ella entró con gran furia peleando,
- su hermosa boca y cristalinos dientes
- con ira y saña bélica apretando.
- Mas en aqueste punto los valientes
- capitanes estavan batallando,
- dando exemplo a los suyos de tal arte
- que cada qual parece al mesmo Marte.
- ¡O desgracia! ¡O desdicha! ¡O dura suerte
- la de Crisancio en esta coyuntura!
- ¡Y cómo a ningún hombre, aunque más fuerte,
- un instante de vida se assegura!
- Toyndro abrió las puertas a la muerte
- con el filo cruel y espada dura,
- dando al diestro Crisancio una estocada
- por la parte derecha de la hijada.
- Pero, aunque mortalmente fue herido,
- dio tal golpe a Toyndro en descubierto
- que, privado y ageno de sentido,
- cayó en tierra del nuevo caso incierto (34).
- Crisancio allí también, descolorido,
- con lástima de todos cayó muerto,
- lo qual viendo de lexos la princesa,
- se metió por la esquadra y gente espesa.
- A Toyndro, que estava jactancioso
- por ver al fuerte joven ya sin vida,
- dixo: "-No gozarás del punto honroso
- si no ay quién se me oponga y me lo impida."
- Y levantando el braço valeroso
- bolvióle atrás con ira desmedida,
- y despidió la poderosa lança,
- embiándola a tomar justa vengança.
- Toyndro se metió en el hueco escudo
- por guardarse del rayo acelerado,
- mas resistir a tal valor no pudo,
- que fácilmente el hierro ha penetrado,
- y, no parando en él el filo agudo,
- también el fuerte peto ha traspassado,
- y, rompiendo aquel pecho no rendido,
- una braça a la espalda le ha salido.
- Con esto, la princesa encarniçada
- el muro rompe de soldados fuertes,
- esgrimiendo la aguda, fina espada,
- secutora que fue de tantas muertes.
- El passo dexa llano, y franca entrada,
- matando aquí y allí de todas suertes,
- a muchos asombrando de manera,
- que dexan sin estorvo la carrera.
- Mas, aunque ya en la calle no ay alguno,
- con todo la hazen guerra peligrosa
- de (35) las casas, con término importuno,
- arrojando sobre ella qualquier cosa.
- Del remedio usa aquí más oportuno,
- que es arrimar la espuela rigurosa,
- oponiendo el escudo y fuerte braço
- a la lluvia de tiros y embaraço.
- Lo mesmo haze la gente de Solino,
- aunque la tempestad es tan estraña,
- que ni aprovecha esfuerço y ser divino
- ni valentía, astucia, ni arte o maña;
- que desde alto, con loco desatino,
- su cólera esecutan (36) y gran saña,
- defendiendo su patria con tal brío
- como os dirá el siguiente canto mío.
CANTO XIX
NOTAS:
(1) claro: "adv. lo mismo que claramente, con toda distinción y claridad" (Aut.).
(2) tizón: "el leño de la chimenea que se va quemando" (Cov.).
(3) desentonarse: "vale también levantar la voz, descomponerse desatentamente" (Aut.).
(4) Todos demostraban la misma voluntad.
(5) alférez y vandera: "llamamos alférez comúnmente al que encomienda el capitán la bandera, la cual instituyeron de muchos siglos atrás los hombres para que las compañías se adunasen y acudiesen todos los della a un lugar" (Cov.).
(6) reservar: "significa también exceptuar o privilegiar de alguna ley común" (Aut.).
(7) famosíssimo: lo mismo que 'famoso', digno de fama o notable. Vid. nota a II, 369.
(8) a despecho: "vale lo mismo que a pesar de uno, contra su gusto y voluntad" (Aut.).
(9) riza: "vale también el destrozo y estrago que se hace en alguna cosa" (Aut.).
(10) espesso: "significa también lo que está mui junto y cerrado" (Aut.). Aquí está usado figuradamente para aludir al lugar donde más hombres había peleando.
(11) notomía: "esqueleto humano" (DRAE), que lo considera antiguo. Aquí en el sentido de disección: los golpes que va dando el Caballero del Fénix descomponen la anatomía (el esqueleto) de sus contrarios.
(12) arribar: "llegar a algún lugar, principalmente al que va destinado" (Aut.).
(13) enhastar: "poner y fijar las hastas en el hierro" (Aut.). Las armas que le arrojaban debían de ser lanzas, partesanas u otras similares, dotadas de hasta.
(14) lumbroso: "lo que tiene u despide luz de sí" (Aut.).
(15) herrería: "metaphóricamente se toma por ruido y vocería desordenada, que causa confusión y no dexa entender lo que se habla, aludiendo al ruido que hai en una herrería quando se está trabajando" (Aut.).
(16) braça: 'braza', "medida de tanta longitud como la que pueden formar los dos brazos de una persona abiertos y extendidos, que comúnmente se regula como de seis pies de largo" (Aut.).
(17) averse: 'haberse', "vale tanto como portarse, proceder bien o mal" (Aut). La tierra se asustaba al ver cómo se portaban los guerreros 'con tal rigor y tanto brío'.
(18) partija: "lo mismo que partición" (Aut.).
(19) Imposible no recordar aquí el "hará parar las aguas del olvido" de la égloga III de Garcilaso (v. 16). La frase aquí es un tanto confusa, pues no queda claro a qué se refiere el autor. Podríamos aventurar que su llanto y su dolor son tan poderosos que superan y hacen por ello detenerse al fluir del propio dolor, siempre desde una perspectiva metafórica.
(20) La mujer, con su llanto y dolor, satisface lo que le debía a su difunto marido, cumple con la manifestación externa de su sufrimiento.
(21) contrapunto: en sentido metafórico, alude a la "concordancia harmoniosa" (Aut.), que producen los lamentos de la viuda en consonancia con los vientos.
(22) Aleto: Alecto, una de las tres Erinias, junto a sus hermanas Megera y Tisífone, habitantes del reino de los muertos. Sobre las Erinias, vid. nota a XVI, 460.
(23) exido: 'ejido', "es el campo que está a la salida del lugar, el cual no se planta ni se labra, porque es de común para adorno del lugar y desenfado de los vecinos dél y para descargar sus mieses y hacer sus parvas" (Cov.).
(24) abreviar: "compendiar, acortar, resumir y reducir a menos lo que está extendido y dilatado" (Aut.).
(25) motete: "compostura de voces, cuya letra es alguna sentencia de lugares de la Escritura" (Cov.). Parece evidente pensar que este significado no es el que quiso dar Martínez, pues al paganismo del poema hay que añadir aquí las características propias de la escena narrada. Tal vez lo debamos tomar como 'canción', sin más. Fontecha recoge el significado de "requiebro" en la voz 'motete', que tampoco nos parece el más adecuado. Letrilla: "tómase comúnmente por la composición poética de versos pequeños, que suele ponerse en música" (Aut.).
(26) Efectos parecidos a los que produce el cantar del marinero en el romance del Conde Arnaldos, "que la mar fazía en calma, / los vientos haze amainar" (El Romancero, edición de Giuseppe Di Stefano, Madrid, Narcea, 1978, p. 145).
(27) regalado: "vale también acomodado, suave u delicado" (Aut.).
(28) Alude a la Titanomaquia, lucha de los titanes contra los dioses en defensa de Crono (padre de la primera generación de titanes) contra quien se había rebelado Zeus. Los titanes fueron vencidos y sepultados en el Tártaro. El relato de esta guerra se encuentra en la Teogonía de Hesíodo.
(29) La 'vulcánea cueva y herrería' es el lugar donde fue criado Hefesto (Vulcano para los romanos y para Martínez), por las oceánides Eurínome y Tetis cuando su madre, Hera, lo arrojó desde el cielo al comprobar su deformidad y cojera. Aquéllas hicieron para él una fragua en la que el dios ejercía el oficio de herrero. Vulcano era el dios del fuego. En este contexto, el autor quiere describir así el gran ruido producido por el batir de las armas en la guerra.
(30) En el original, 'caminos'. La errata aparece corregida por Murcia de la Llana, pero con referencia al folio 196v, cuando en realidad se encuentra en el 202v, en idéntica posición. La causa de esta confusión se debe, sin duda, a que algunos ejemplares tienen un error de paginación que convierte el folio 203 en el 197. De ahí que el corrector, con el libro ante sí, numere la página anterior con el 196, pues el número real aparece oculto, ya que el libro está numerado por folios, no por páginas.
(31) aportillar: "romper o abrir una muralla, pared o cerca, haciendo en ella un agujero que sirva de entrada y salida" (Aut.).
(32) calar: "vale baxar alguna cosa para resguardarse y cubrirse, o para otros efectos, como calar la visera, el sombrero, etc." (Aut.).
(33) Metafóricamente se refierea Roanisa.
(34) Sin saber con certeza lo que le depararía la nueva situación en la que se hallaba.
(35) de: aquí con el valor de "desde" (Aut.). Cfr.: "También dezimos de la ventana por desde la ventana, y esto así en prosa como en verso, porque se dize bien" (Valdés, p. 133).
(36) esecutar: "ejecutar". Vid. también 'secutar', VII, 692 o supra, v. 684.