Cuenta Draconcio la historia de sus amores a Solino y a Labrisa. Llega el correo del rey Antero, que embía por Solino, y él y Draconio se parten a la corte.
- LOS ojos son la entrada y franca puerta
- por donde Amor, con mano rigurosa,
- nuestra alma descompone y desconcierta
- rindiéndola a su fuero y ley sabrosa.
- El que a mirar con advertencia acierta
- su libertad conserva, más preciosa
- que el oro amado y rica pedrería,
- y más que quanto el sol alumbra y cría.
- Pero de pocos hallo que han sabido
- sus ojos emplear sin sugetarse,
- por ser tan peligroso este partido
- que con dificultad puede escusarse.
- Tiene un no sé qué oculto este sentido,
- que viene, sin pensarlo, a emponçoñarse,
- de do resulta el alma quedar luego
- participante del oculto fuego;
- que puso la maestra de las cosas (1)
- tanta fuerça y virtud tan atractiva,
- en el blando mirar de las hermosas,
- que todo lo sugeta y lo cautiva;
- mil gracias que a rendir son poderosas
- la libertad más libre y más altiva,
- y a convertir en cera, en un instante,
- el pecho de metal o de diamante.
- Los vivos resplandores y centellas
- que arrojan de sus claros, bellos ojos,
- causan en quien las ve dulces querellas,
- alma y vida les dando por despojos.
- Y no es mal empleado quando en ellas
- ay compassión de ver nuestros enojos,
- que, si falta el retorno y pecho tierno,
- el mal de amor imagen es de infierno.
- Del qual cierto peligro y manifiesto
- se libra el que, con vista recatada,
- del límite no passa que es honesto
- ni quiere ver su libertad prendada (2);
- mas el que, como he dicho, no mira esto,
- sino que corre por do más le agrada,
- no se espante si da en despeñadero,
- donde viva muriendo en dolor fiero.
- Buen testigo en Draconcio aquí tenemos
- (dexando aparte a muchos que han provado
- a qué sabe el batir los duros remos
- en las galeras del Amor ayrado).
- Al paflagonio príncipe escuchemos
- (ya que hemos algún tanto descansado),
- que bien es advertir los daños de otros,
- para mejor huyr de ellos nosotros.
- "-Con tardo passo -dize- me acercava
- a la fresca ribera y sitio hermoso,
- y por entre los ramos azechava,
- de ser visto y sentido receloso.
- Mas el ayrado Amor, que lo ordenava,
- me encaminó hazia el sitio deleytoso
- de donde aquella música salía,
- del bien principio, y fin de mi alegría.
- En la mitad del caudaloso río
- una isleta mediana estava hecha,
- deleytoso lugar fresco y sombrío
- que de estancia a las ninfas aprovecha.
- El más ardiente sol pierde su brío
- y, por más que porfía, no aprovecha
- ni puede penetrar el fértil suelo,
- que florido parece un bello cielo.
- Y, aunque en torno Partenio la rodea
- y con sus claras aguas la enriqueze
- para que más amena y fértil sea,
- en medio una gran fuente se parece.
- Apenas avrá alguno que lo crea,
- pero helo de dezir, que en ella crece
- tanto coral y tan vistosas perlas,
- que suspende y admira el sólo verlas.
- Mas tiene una virtud la clara fuente,
- que, dado que al bever qual nieve es fría,
- sacar cosa de dentro no consiente
- aunque aya más instancia y más porfía,
- y, si la mano se entra, es tan ardiente
- que abrasa al atrevido que quería
- robarla el bel tesoro y gran riqueza
- que allí depositó Naturaleza.
- Ay vistosa arboleda por los lados,
- floridos arrayanes y laureles,
- con la yedra y rosales enredados
- y con los verdes y altos mirabeles.
- Mil flores con matizes acendrados,
- olorosos junquillos y claveles;
- en fin, todo parece un paraýso
- donde Natura echar su saber quiso.
- Aquí puse la vista licenciosa (3)
- sin temor de quedar vencido y preso,
- pero fuera impossible o rara cosa
- no me rendir en un tan grande exceso (4).
- Vi tres ninfas de gracia milagrosa
- sentadas en un mirto verde, espesso,
- tocando sus acordes instrumentos
- con que amansavan los ayrados vientos.
- Las madexas del oro descogidas,
- por el nevado y cristalino cuello,
- y mil almas colgadas y rendidas
- de la hermosura de qualquier cabello.
- Girnaldas (5) de las flores traen texidas
- que produze el lugar ameno y bello,
- cubiertas de un cendal que descubría
- la proporción de aquello que encubría.
- Mas, aunque la hermosura y gentileza
- de las tres, era tal como he contado,
- y su donayre y gracia y estrañeza
- bastava a dar entrada al ciego ayrado,
- con todo era fealdad si a la belleza
- fuesse todo lo dicho comparado
- de una dama sin par que en la isla estava,
- a quien la dulce música se dava.
- Nunca la reyna asiria tan hermosa
- de su trono salió como esta dama, (6)
- ni la rosada Aurora vergonçosa
- tal se mostró en su alvergue y dulce cama,
- ni la que en el primer cielo reposa
- quando su resplandor y luz derrama (7)
- se puede comparar con la que ha hecho
- ablandar la dureza de mi pecho.
- No os la quiero pintar parte por parte
- por no agraviar su gracia y hermosura,
- y porque, aunque quisiesse, falta el arte
- con que explicar tan celestial pintura.
- Sólo os digo que quanto acá reparte,
- con larga mano, entre otras mil Natura,
- se cifra en ella sola de tal modo,
- que la demás belleza es polvo y lodo.
- Enfrente de mí estava, embevecida
- en el dulce sonido y son sabroso,
- descuydada del pérfido homicida
- que ya aprestava el arco ponçoñoso (8).
- La poderosa vista, inadvertida,
- endereçó al lugar donde, gozoso,
- escuchando la música yo estava,
- mirando el claro sol que me abrasava.
- Mas, quando ya sus rayos encendidos
- se bolvieron a mí de lleno en lleno,
- todas mis tres potencias y sentidos
- fueron enhechizados del veneno,
- y el dulce coraçón, con mil latidos
- hiriendo una vez y otra el hueco seno,
- dava claro a entender el sentimiento
- del nuevo y no pensado acaecimiento.
- Un fresco ventezillo y aura (9) blanda
- bullendo entre los árboles venía,
- la qual, sin yo quererlo, dio a una vanda
- con la verde y hojosa zelosía,
- y de tal suerte entre los ramos anda,
- y entre las otras yervas que allí avía,
- que, aunque lo procuré, no fue possible
- hazerme entre sus hojas invissible.
- Fuy visto de las quatro que allí estavan,
- y las tres (10) de dar música cessaron;
- atentamente todas me miravan,
- aunque luego las tres se me ocultaron
- y por entre las ramas me azechavan
- atónitas, que nunca imaginaron
- que a lugar tan desierto nadie yría
- que pudiesse gozar su melodía.
- Mas la gallarda diosa de hermosura
- inmóvil en su assiento se ha quedado,
- matizando su rostro y beldad pura
- de color perfetíssimo y cendrado.
- Amor, que vio sazón y coyuntura
- qual avía muchas vezes procurado,
- con venenosa flecha abrió la entrada
- a la nueva passión enamorada.
- Sentíme enagenar en aquel punto
- y convertir en otro de lo que era,
- quedando como atónito y difunto,
- hecho mi coraçón de blanda cera.
- El lastimado cuerpo y alma junto
- rindieron su alvedrío a la vandera
- del tyrano rapaz que a nadie acata
- y a todos los mortales hiere o mata.
- No quedó Olibria entonces sin castigo
- (que assí se llama el bien de mi alma y vida),
- no teniendo respeto el enemigo
- a su gracia y beldad esclarecida;
- que todo quanto usado avía comigo,
- mi libertad dexando ya rendida,
- lo mismo el crudo Amor hizo con ella,
- siendo común a entrambos la querella.
- Mas éramos tan poco exercitados
- en la guerra de Amor y ciego enredo,
- que callar nos forçava los cuydados
- la natural vergüença y justo miedo.
- Solamente los ojos, desmandados
- (estándonos nosotros a pie quedo),
- usavan el oficio de terceros (11),
- con muestra dulce y passos lisonjeros.
- Pero, viendo que el yrme era forçoso
- y que mi vida y gloria consistía
- en aclarar si el golpe lastimoso
- en ella, como en mí, su efeto hazía,
- desechando el silencio vergonçoso
- y fiado en la gracia y cortesía
- de la que es mi tesoro y mi riqueza,
- descubrí de esta suerte mi rudeza:
- '-Perdona, te suplico, inmortal diosa,
- mi gran temeridad y atrevimiento,
- que tu vista, a vencerme poderosa,
- me fuerça a que no calle mi tormento.
- Y, pues fuyste en rendirme rigurosa,
- escucha con piedad el mal que siento,
- que, aunque ayas de oprimirme con tu imperio,
- dezírtelo terné por refrigerio (12).
- Si eres diosa inmortal (que assí lo creo),
- pido para adorarte des licencia;
- satisfaré con esto mi desseo
- y siempre haré a tu nombre reverencia.
- Mas, si aquessa beldad que miro y veo
- puesta en tan alto punto y excelencia,
- es de humana persona, te suplico
- quede con tu favor próspero y rico.
- Príncipe soy de aquesta fértil tierra
- que Paflagonia sabes es nombrada,
- y quanto en esta parte el mar encierra
- sugeto está a mi imperio y fuerte espada;
- y en la frigia ciudad que con tal guerra
- por todo el universo es afamada (13),
- estuvo el primer tronco de mi gente,
- siendo de Héctor, qual dizen, decendiente.
- Mas por ser de estos reynos heredero
- y decendiente de Héctor el troyano,
- pedirte me socorras yo no quiero
- ni a tu valor conviene y pecho ufano;
- pero el amor que tengo verdadero
- me da nueva osadía y passo llano
- para rogarte en este trance duro
- y estar de tu favor cierto y seguro.'
- Aquí cessé, quedando avergonçado,
- viendo que a tal me huviesse yo atrevido
- y mirando aquel rostro matizado
- con un valor más vivo y más subido.
- Nunca de mi vista se ha apartado
- ni del lugar do estava se ha movido,
- ni con palabra o seña dio respuesta,
- por gran rato, a la plática propuesta.
- Estúvela con lágrimas rogando
- que con tanto callar no me ofendiesse,
- sino que, a mi baxeza no mirando,
- con qualquiera favor me enriqueziesse;
- la qual, como de un sueño despertando,
- sin que encubrir su ardiente amor pudiesse,
- un profundo suspiro despidiendo
- la soberana boz soltó, diziendo:
- '-No tengo entre los dioses mi morada
- ni huello con mis pies el sacro cielo,
- antes, de humanos padres engendrada,
- participo del ayre y ancho suelo,
- dado que (14) mi prosapia es consagrada
- por ser el alto Júpiter mi agüelo,
- avida en una hija de este río,
- por donde él también es agüelo mío.
- El dolerme del mal que me hazes cargo
- y pedirme socorro y medicina,
- aunque entiendo ser passo y trance amargo
- el arroxarme en esto, Amor me inclina.
- Mas primero pretendo en tiempo largo
- descubrir si es ficción torpe y malina,
- creyendo solamente a la esperiencia
- y no al hinchado estilo de eloqüencia.
- Y quando conociere que de veras
- Amor rompió tu endurezido pecho,
- y viere que en amarme perseveras
- sin bolver passo atrás de lo que has hecho,
- no tengo las entrañas yo tan fieras
- que no huelgue dexarte satisfecho;
- pues sé que a la amorosa, dulce llaga,
- se le deve otro amor por justa paga.
- Pero, con gran razón, todas tememos
- el doble trato y condición mudable
- que en los más de los hombres conocemos
- con la que se les muestra más afable;
- nosotras, a su amor, con mil estremos,
- la voluntad rendimos miserable,
- y haziendo esto de hazerles más amantes (15),
- los buelve en duras rocas y en diamantes.
- En saber que tu origen es troyano
- recelo más dar puerta a tu desseo,
- temiendo que mi amor no salga en vano
- ni me ofenda creer como te creo.
- Mas, con todo, con pecho y trato humano,
- en lo que yo entendiere no ser feo
- te daré dulce paga y premio justo,
- satisfaciendo a tu ordenado gusto.'
- Ya podéys entender quál (16) quedaría
- con respuesta tan dulce y regalada,
- conociendo también que ella sentía
- lo que yo, en la passión enamorada.
- Pero, por declinar apriessa el día
- y tener algo larga mi jornada,
- me mandó que al momento me partiesse
- y a otro día al lugar mesmo viniesse.
- Olibria y las tres ninfas se metieron
- por lo manso y más sesgo de aquel vado,
- al tovoso (17) palacio decendieron
- donde estava su agüelo aposentado.
- Mas, apenas los pies dentro pusieron
- ni sola una palabra avían hablado,
- quando el prudente viejo, con sossiego
- y tarda boz, a Olibria dixo luego:
- '-No sin la voluntad y providencia
- de los sagrados dioses, nieta mía,
- al ciego Amor rendiste la obediencia
- y has querido provar su tyranía;
- que una generación y decendencia
- de suma potestad y gran valía,
- devida al alto Júpiter, tu agüelo,
- te promete y anuncia el sacro cielo.
- ¡O edad más que dichosa la futura
- que gozará de tantos valerosos,
- cuyas ilustres obras y ventura
- hará que sean sus tiempos venturosos!
- ¡Pornán sus claros nombres en la altura
- que se deve a los ánimos famosos,
- sin que el tiempo veloz ni olvido pueda
- baxarlos de la cumbre de la rueda!
- Al príncipe que has visto es concedido
- que contigo se ayunte (18) en casamiento,
- mas ha de ser después de aver vencido
- cierta cosa que importa a nuestro aumento (19).
- Assí, quando mañana aya venido,
- embiarás quien me avise a mi aposento,
- para que salga y trate llanamente
- lo que fuere a los dos más conveniente.'
- Oyendo Olibria al viejo venerable
- la narración gustosa y profecía,
- a quien (20) tan alta fama y tan notable
- por sus heroycos hechos se devía,
- con un amor profundo y entrañable
- ver hecho el casamiento apetecía
- desde aquel punto, amándome de suerte,
- que entiendo no avrá término aun en muerte.
- Acudí al fresco sitio el día siguiente
- (como quedó entre entrambos concertado),
- al tiempo que el Aurora en el Oriente
- su rostro descubría aljofarado;
- mas, como no vi el sol resplandeciente
- en el ameno puesto y fresco prado,
- con extraña agonía y sentimiento
- dexé floxas las riendas al lamento.
- '-¡Aguas -dixe-; echad fuera mi consuelo
- y no ocultéys la luz de su hermosura,
- pues quedaréys vosotras hechas cielo
- luego que descubriere su figura!
- ¡Romped vuestro profundo y gruesso velo,
- no detengáys mi bien y gloria pura,
- sino hazed por mi amor lo que aora os pido,
- y avisad a mi diosa que he venido!'
- Las parténicas (21) ninfas entendieron
- la dolorosa boz y angustia mía,
- y las profundas aguas dividieron
- llenando la ribera de alegría.
- '-¡O venturoso príncipe -dixeron-;
- dexa el triste lamento y agonía,
- que si amas, tiernamente eres amado,
- quedando con amor tu amor pagado!'
- Una dellas el cuerpo ha zabullido (22)
- entre las claras aguas y corriente,
- y a Olibria le contó lo sucedido,
- rogándola saliesse brevemente.
- No tan presto el neblí o halcón pulido
- con la garça embistió que vio presente,
- como la humana diosa y bella dama
- se arroxó de la dulce y blanda cama.
- Y, con la brevedad que convenía,
- adereçó su cuerpo y real cabeça,
- no con trajes de loca bizarría
- ni con postizo adorno y gentileça (23),
- sino con sólo aquello que devía
- para no deslustrar su gran belleza,
- peynando en un momento su cabello,
- enlazando con él su blanco cuello.
- En tocando las aguas, los pescados
- comiençan a mostrar su gran contento,
- cercándola a manadas por los lados
- con alegre y vistoso movimiento;
- y los músicos pájaros, tocados
- del aura que ella embiava y tierno viento,
- rompiendo sus gargantas festejavan
- la venida de aquélla que adoravan.
- Hazia la fresca isleta mostró luego
- el sol de su hermosura mi señora,
- eclipsando la luz y ardiente fuego
- del encendido sol y clara Aurora.
- Atónito he quedado, absorto y ciego,
- estando desta suerte aun más de un hora;
- que el repentino gusto y nueva gloria
- ofuscó mis sentidos y memoria.
- Viéndome assí, las aguas dividieron,
- y todas, con un passo presuroso,
- a la arenosa playa se salieron
- temiendo aquel expasmo (24) peligroso.
- En sus hermosos ombros me pusieron
- y al lugar me llevaron deleytoso
- donde la tarde de antes han estado,
- quando fuy de su vista salteado (25).
- Dieron al sabio viejo luego cuenta,
- el qual, con tardo passo, al puesto vino,
- donde curar mi basca y cruda afrenta
- con versos y unas yervas le convino.
- Mas todo sale en vano quanto intenta,
- lo qual viendo, ha provado otro camino,
- ordenando que Olibria se escondiesse
- y hasta que él la avisasse no saliesse.
- Mandó a las otras ninfas que gritassen
- diziendo que mi Olibria se ahogava,
- y sus madexas de oro desgreñassen
- para dar a entender que assí passava.
- Como las vivas bozes penetrassen
- al triste coraçón que absorto estava,
- y yo viesse las muestras y tristura,
- deseché de mí el caos y niebla escura.
- Y como el que de un sueño se despierta
- después de la enfadosa pesadilla,
- que, aunque los ojos tiene y vista abierta,
- no puede totalmente despedilla,
- mas si dan grandes golpes a la puerta
- viene de todo en todo a sacudilla
- de sus molidos miembros, y cansado,
- atiende al gran ruÿdo que ha soñado;
- no me aconteció a mí de otra manera
- quando de aquel lethargo fuy despierto,
- pues olvidado el caso y passión fiera
- a sólo el bien de mi señora advierto.
- Mirava a todas partes la ribera,
- por ver sobre las ondas descubierto
- el cuerpo de mi Olibria, que pensava
- que entre las claras aguas çoçobrava.
- Mas, quando el viejo vio que totalmente
- a mi acuerdo y sentido avía tornado,
- y que de aquella basca y accidente
- ningún rastro en mi pecho avía quedado,
- '-no te inquiete -dixo- el mal presente,
- aunque tu claro sol se te ha eclipsado,
- que tiempo avrá, Dranconcio, que le veas,
- y a que con libertad no le posseas.'
- Finalmente llamó a la gloria mía
- que entre los verdes ramos se ocultava,
- dándome tanto gusto lo que vía
- como tormento el mal que antes pensava.
- Viendo el sabio Partenio que ya el día
- con presurosos passos caminava,
- determinó dezirme brevemente
- lo que era a mi renombre conveniente.
- Assentándonos todos en el llano
- en torno de la fuente clara, hermosa,
- me dixo: '-Advierte joven bello, ufano,
- mi plática importante y provechosa,
- y por un breve espacio da de mano
- al blando amor y a su passión dudosa,
- que larga edad y tiempo te da el cielo
- para gozar la prenda sin recelo.
- Pero como no aya gusto tan cendrado
- que no trayga de pena mezcla alguna,
- ni trono aya tan alto y levantado
- donde no alcançe el golpe de Fortuna,
- los dioses, por tu bien, han ordenado
- una cosa a tu gusto algo importuna,
- mas hase de cumplir antes que veas
- en tu libre poder lo que desseas.
- No contentos con ver la fortaleza
- con que tantas mil fieras has rendido,
- ni el gallardo denuedo y la braveza
- que tu nombre a los cielos ha subido,
- quieren que te dispongas con presteza
- a descubrir un reyno que, escondido,
- está en el ancho mar que es dicho Atlante,
- no mucho del Norte Ártico distante (26).
- Y en él has de vencer una aventura
- importante, aunque grave y peligrosa,
- que es batallar con una sierpe dura
- de grande fuerça y vista prodigiosa.
- En la mesma sazón y coyuntura
- ayudará a la fiera ponçoñosa
- un robusto león, cuyo denuedo
- aun al más fuerte pecho porná miedo.
- Con la sierpe y león, el fénix anda,
- dando aliento a la amada compañía,
- resistiendo a qualquier que en la demanda
- quiere mostrar su esfuerço y valentía (27).
- Esto el sacro senado ordena y manda,
- ofreciéndote en todo ayuda y guía
- con que llegues al reyno desseado
- en que quede tu nombre eternizado.'
- Callando el viejo, repliqué de esta arte:
- '-Rehusar la aventura yo no quiero,
- que, aunque les ayudasse el fiero Marte,
- a salir con victoria me profiero (28);
- mas no sé dónde esté ni hazia qué parte
- cayga el reyno que dizes estrangero,
- ni puedo imaginar quién me encamine,
- si no es que cien mil vezes desatine.
- Y lo que más me admira en este cuento
- es dezirme que el bello Fénix mora
- en aquella región y grato assiento,
- sabiendo que en la Arabia vive agora (29).
- Si acaso, ¡o sabio padre!, es embaymiento
- para encubrirme el sol que mi alma adora,
- más vale sin tardança darme muerte
- que dilatarme el bien de estotra suerte.'
- '-Presento -dixo el viejo- por testigo
- el sacro Jove y cielo soberano,
- si engañosa trayción uso contigo
- o es máquina travada (30) por mi mano.
- Y, si de quanto he dicho y aora digo,
- es principio y autor algún humano,
- a los dioses suplico me concluyan
- y mis riberas fértiles destruyan.
- Mi lengua el sacro espíritu ha movido
- y, de ciencia enigmática inflamado,
- quanto toca a tu esfuerço conocido,
- sin rodeos, qual ves, lo he declarado.
- Y a la duda que agora se ha ofrecido
- en qué reynos el Fénix se ha hallado,
- sólo sé responder que ni lo entiendo
- ni las divinas cosas comprehendo.
- Si quieres acertar, Draconcio mío,
- sigue la voluntad del alto cielo
- y rinde tu cabeça y tu alvedrío
- a la disposición de su gran zelo;
- que qualquier monarchía y señorío,
- y quanto en sí contiene el baxo suelo,
- sugeto está a la sacra mano eterna
- que todo lo dispone y lo govierna.
- Nunca a los que sus obras resistieron
- mil varios infortunios les faltaron;
- que unos infamemente perecieron
- y otros al reyno lóbrego baxaron.
- Mas aquéllos que siempre obedecieron
- a lo que sus deydades ordenaron,
- dieron fin a negocios peregrinos,
- y en muerte merecieron ser divinos.
- Y aquello que parece disparate
- al corto imaginar del seso humano,
- suele en el postrer término y remate
- descubrir un efeto soberano.
- Y pues la gran jornada y el combate
- se dispone y ordena por su mano,
- no ay si cerrar los ojos y ofrecerte (31)
- a la disposición del hado y suerte.'
- Huve de obedecer (aunque forçado),
- al orden de la eterna monarchía,
- pues casar con mi Olibria era vedado
- faltando en lo que allí se proponía.
- Por el sabio Parthenio fue ordenado
- quanto para el viaje convenía,
- y con ansia excesiva y sentimiento
- me encomendé a la mar y al fresco viento.
- Mil inauditos piélagos sulcando (32)
- y nunca vistas islas descubriendo,
- en sólo el sacro Jove confiando
- con presto curso el agua yva midiendo;
- otros vientos y estrellas contemplando
- y por nuevas provincias discurriendo,
- al fin de un mes entero tomé tierra
- en aquesta región de Ingalaterra.
- Doze vezes solamente el dios de Delo
- (después que yo acabé mi gran jornada),
- su rostro ha descubierto al baxo suelo (33)
- siguiendo tras su dulce enamorada (34),
- y la espantosa Thetis, con su buelo,
- ha dexado la tierra deslustrada (35),
- sembrando la tiniebla y noche escura
- sobre las bellas flores y verdura;
- mas no se me ha ofrecido en parte alguna
- el difícil encuentro que rastreo,
- si no es que el disponer de mi fortuna
- me quiera entretener con vil rodeo.
- Sola me es enfadosa e importuna
- la ausencia de mi bien y mi desseo,
- que quanto más el fin se me dilata,
- tanto más la memoria me maltrata.
- Después que a aquestos reynos he venido,
- en mi escudo hallé una nueva cosa,
- que trayendo un dragón fiero esculpido
- tiene un águila agora caudalosa (36);
- y no puedo alcançar lo que avía sido,
- aunque entiendo ser traça milagrosa:
- assí, discurro atónito y confuso,
- sin saber a qué fin esto se puso."
- Alegre escucha el príncipe Solino
- la narración gustosa y dulce cuento,
- cotejando el discurso peregrino
- desde que se partió del fresco assiento
- hasta que al fértil reyno y tierras vino
- donde está el peligroso movimiento
- de los contrarios vandos, cuya saña
- ha de bañar con sangre la campaña.
- Declaróle el secreto de la guerra
- que con aquellas fieras desseava,
- diziendo ser un vando que, en la tierra
- inglesa, contra Troya començava,
- en cuyo escudo cada qual encierra
- el león y la sierpe que él buscava,
- y el fénix sobre todo estava puesto,
- por divisa del vando infiel, molesto.
- Pero que los troyanos defendían
- su capa (37) de tal suerte, y su partido,
- que no sólo a los otros ofendían,
- mas que su capitán tenían huýdo.
- En el águila caudal se conocían,
- por averla antes siempre Héctor traýdo,
- y que para esta empresa peregrina
- le encaminó la voluntad divina.
- Dio crédito Draconcio a lo que oýa
- protestando (38) seguir a los troyanos,
- assí porque él de Troya decendía,
- como por complazer los soberanos.
- Mas, quando ya los dos, passado el día,
- se yvan a descansar con tratos llanos,
- se dieron grandes golpes a la puerta,
- la qual mandó Solino fuesse abierta.
- Veys aquí el fiel correo que fue embiado
- a la corte del rey (39) a darle cuenta
- (como arriba lo avemos declarado)
- del próspero sucesso y lo que intenta.
- Refirió quanto en corte avía passado
- del enemigo vando y de la afrenta
- que al rey hizo Aridano el atrevido,
- y todo quanto más avía entendido.
- Colérico está el príncipe, y furioso,
- oyendo aquestas cosas al correo,
- y más quando vio el pliego lastimoso
- en que el rey declarava su desseo.
- Sin más tardar, con ánimo brioso,
- los dos príncipes parten al torneo,
- sin que la bella dama fuesse oýda
- de Solino en la triste despedida.
- Mas agora no puedo yrlos siguiendo
- por bolver a Flavisa, que me llama
- para que advierta bien el bravo estruendo
- que en su mágica casa se derrama.
- Pero, por aver ydo tan corriendo,
- el pecho se me abrasa en viva llama,
- y no podré, sin nueva boz y aliento,
- contaros un sabroso y dulce cuento.
- CANTO XXXIV
NOTAS:
(1) La Naturaleza.
(2) prendar: "vale obligar con buenas obras" (Cov.).
(3) licencioso: "libre, desordenado, dissoluto y que usa de demasiada licencia" (Aut.). Empleado aquí como sinécdoque.
(4) Se dan en esta frase dos estados: uno de ellos afecta al ejemplar BPT2 y lee 'grande escefo', en una clara confusión de la s alta que se lee en los demás ejemplares. Vid. nota 26 del canto XXXII.
(5) girnalda: "guirnalda" (Cov.).
(6) Junto a estos versos, en el original se lee, al margen, "Semíramis". Se trata de la reina de Asiria y Babilonia que vivió en el siglo IX a. C. Fundó Babilonia y conquistó Egito y Etiopía.
(7) Sin duda se refiere a Venus, representada en la imagen del lucero matutino, la primera luz que ilumina el día.
(8) Se refiere a Cupido.
(9) aura: "aire leve, suave, lo más blando y sutil del viento, que sin ímpetu se dexa sentir" (Aut.).
(10) Es decir, tres de las cuatro ninfas dejaron de tocar música.
(11) tercero: "algunas veces tercero y tercera significan el alcahuete y alcahueta" (Cov.).
(12) refrigerio: "se toma assimismo por alivio u consuelo que se tiene en qualquier línea" (Aut.).
(13) Hace referencia a Troya y a la guerra que en ella se desarrolla y que sirve de base, como es sabido, a Homero para componer la Ilíada.
(14) dado que: "concediendo que". Vid. nota a III, 535.
(15) Creo que sería más razonable 'aviendo esto de hazerles más amantes'. Sin duda el componedor se confundió por la cercanía del verbo 'hazer', en el mismo verso, pues el sentido de la frase requiere la construcción que hemos anotado aquí.
(16) quál: tiene aquí el valor de cómo, recogido por Aut. para el uso adverbial.
(17) tovoso: 'toboso', "formado de piedra toba" (DRAE). Toba: "una piedra esponjosa, blanda y de poco peso; engéndrase en las cavernas" (Cov.). Las ninfas habitan en un palacio de tobas, propiciado por las aguas del río que es su morada.
(18) ayuntar: "lo mismo que juntar (...). Es voz poco usada" (Aut.).
(19) aumento: "se llaman las conveniencias, medras y adelantamientos de alguna persona, ya sea en bienes temporales, ya en empleos y cargos honoríficos" (Aut., s. v. 'aumentos').
(20) El antecedente es el 'viejo venerable' (v. 329).
(21) Las ninfas del río Partenio.
(22) zabullir: vid. nota a XXVIII, 260.
(23) gentileça: 'gentileza', "se toma assimismo por ostentación, bizarría, adorno y gala" (Aut.).
(24) expasmo: espasmo. Los diccionarios no recogen esta forma.
(25) saltear: "por alusión significa sorprehender los sentidos, potencias o afectos con poderoso y eficaz impulso" (Aut.).
(26) Se trata de Inglaterra.
(27) Alude el viejo río a las armas de la escuadra de Aquiles, capitaneada por Clarimante, a la que se tienen que oponer los descendientes de Héctor. La descripción del escudo al que se refieren los animales citados aquí, se encuentra en VI, vv. 553-560. El fénix del que se habla no es ahora Felisandro, sino uno de los elementos de las armas de sus enemigos.
(28) proferirse: "ofrecerse a hacer alguna cosa voluntariamente" (Cov.).
(29) En estos versos sí que se refiere al Caballero del Fénix, Felisandro, creando una confusión, por un lado en el lector, y por otro en el mismo personaje, que no sabe muy bien a qué fénix se refiere Partenio.
(30) travar: 'trabar', "metaphóricamente vale enlazar, concordar o conformar" (Aut.).
(31) Lo más coherente sería: 'no ay sino cerrar los ojos y ofrecerte'. Posiblemente se haya deslizado aquí otro error más, de los que no detectaron ni Murcia de la Llana ni el celo discontinuo de los correctores de la imprenta que fue de Juan Gracián.
(32) sulcar: "lo mismo que surcar, que es como más comúnmente se dice" (Aut.). No obstante es forma común en los Siglos de Oro; cfr.: "Después, sulcando el mar de Iberia fueron / dejando a un lado el bárbaro terreno" (Luis Barahona de Soto, Las lágrimas de Angélica, ed. cit., p. 158).
(33) Han pasado doce días, tantos como Apolo (Febo, el Sol), dios de Delo, ha mostrado a la tierra su rostro.
(34) Son numerosos los amores de Apolo, por lo que se hace difícil determinar a cuál de ellos se refiere aquí Martínez.
(35) No hemos encontrado ningún atributo de Tetis que la asimile con el tránsito del día a la noche. Como es sabido, Tetis es una nereida que se casó con el mortal Peleo y fue madre de Aquiles.
(36) Se refiere a un águila caudal o real, vid. nota a VI, 579.
(37) defender uno su capa: "phrase que significa impedir que nadie le ofenda en la vida, hacienda, honra u derecho que tiene a alguna cosa, sino mantenerlo con tesón, esfuerzo y habilidad" (Aut., s. v. 'capa').
(38) protestar: "declarar el ánimo que uno tiene en orden a executar alguna cosa" (Aut.).
(39) Sería más correcto 'de la corte del rey', pues es Antero quien envía a un correo para solicitar la ayuda de Solino en el asunto promovido por los partidarios de Clarimante, como se vio en el canto XXXII.