- NO ay tygre hircana ni onça despojada
- de sus amados hijos a deshora,
- que pueda en el furor ser comparada
- con una falsa dama engañadora:
- veréysla conversar dissimulada,
- mostrando que al galán quiere y adora,
- y anda contra él mil cosas maquinando
- con doble pecho y coraçón nefando.
- ¡Quántas y quántas mil han concluydo
- sus míseros amantes, con ponellos
- en ocasión y punto en que han perdido
- ellas su fama, fama y vidas ellos!
- Otros, al hado injusto se han rendido,
- sin ver que no rehúsan de ofendellos
- las pérfidas mugeres por librarsse
- de su poder, y a su plazer holgarsse.
- Lo qual vemos al vivo figurado
- en este valeroso cavallero,
- que no le aprovechó el aver amado
- con firme coraçón y pecho entero:
- veréyslo de aquí a un poco declarado.
- Agora, proseguir el cuento quiero;
- escuchad al galán que refería
- lo que a no dar la prenda le movía:
- "-Tuviera -dixo-, yo por gran ventura
- serviros llanamente en qualquier cosa,
- mas en tan importante coyuntura
- seráme el pelear treta forçosa,
- porque la reyna y diosa de hermosura
- en cuya perfeción mi bien reposa,
- me mandó que el cavallo defendiesse (3)
- a quien contra mi honor le pretendiesse;
- y que, si por un mes justo llevasse
- adelante mi intento y buen partido,
- y el fuerte escudo y yelmo yo alcançasse
- de el que el veloz cavallo avía perdido,
- que, quando vitorioso a ella tornasse,
- dize me aceptará por su marido,
- por convenir se cumpla assí primero
- cierta importante ley y justo fuero.
- Y pues mi bien consiste, y mi contento,
- en salir desta empresa vitorioso,
- no podéys condenar mi atrevimiento,
- pues venir a las manos me es forçoso."
- El del Fénix, piadoso al ciego intento,
- viéndole ser del ímpetu amoroso
- forçado a combatir el fiel guerrero,
- puso aparte el corage y rigor fiero,
- y dixo: "-Si tu alteza (4) y dulce gloria
- consiste en defender esse cavallo,
- desde aquí te concedo la vitoria
- y doy mi fe jamás de recobrallo;
- el ser mío es verdad clara y notoria,
- que puedes fácilmente comprovallo
- en que, aunque andes por una y otra parte,
- nadie verná sobre ello a perturbarte.
- Goza del dulce amor alegremente
- y estima el beneficio recebido,
- que, porque lo que oy sientes mi alma siente,
- de tu fiera passión me he condolido."
- A lo qual respondió el galán valiente:
- "-Merced es singular, y don crecido (5),
- assí le serviré mientras viviere
- y le publicaré por donde fuere;
- mas poco aquesta dádiva aprovecha
- si el escudo no llevo, y yelmo hermoso,
- con que quede mi dama satisfecha
- y yo en estado próspero y gozoso.
- Assí, la donación queda desecha,
- la qual con pecho llano y generoso,
- y como enamorado me heziste,
- quando el cavallo sin questión me diste."
- Felisandro le dixo: "-Es cosa dura
- la petición que traes, y la demanda,
- porque mal se averná (6) sin armadura
- quien en tanto peligro vive y anda.
- Y, pues quieres provar oy tu ventura,
- demos con cumplimientos a la vanda,
- y toma la mitad de aqueste llano,
- que yo espero cobrar mi Palircano."
- Gustara la princesa ser primera
- por quitar de trabajo a su querido,
- si afrenta a Felisandro no le fuera
- remitir a otras manos su partido;
- mas huvo de apartarse la guerrera
- hasta ver el combate concluydo,
- aunque estava con cierta confiança
- del sucesso del Fénix, y bonança.
- Partiendo el sol (7) y el campo, se pusieron
- frente a frente los ínclytos varones,
- y todo lo importante previnieron
- que sirve en semejantes ocasiones.
- Hecho esto, a un mesmo punto arremetieron,
- labrando sin cessar con los talones
- a los sueltos cavallos los costados,
- haziéndolos salir más halentados.
- Vinieron a buscarse en la carrera,
- dándose el duro encuentro riguroso,
- pero no sucedió de una manera (8)
- el efeto del golpe lastimoso;
- que el del Fénix passó como si fuera
- algún fixo peñasco o roble hojoso,
- sin mostrar con el golpe sentimiento,
- aunque perdió el cavallo el movimiento.
- Viendo esto, más codicia le ha tomado
- de cobrar el que tanto se estremava,
- assí en el ser fornido y bien trazado
- como en la ligereza que bolava.
- Mas Fortuna a su gusto lo ha ordenado,
- que el nuevo aventurero en tierra estava
- bolviendo (9) el cuerpo en la menuda yerva
- como el herido corzo o tierna cierva.
- Felisandro se apea pressuroso
- por socorrer al mísero caýdo,
- no entendiendo que el joven animoso
- huviesse al duro término venido;
- mas luego vio el arnés rico, vistoso,
- en roxa, ardiente sangre estar teñido,
- y, con presteza el yelmo le quitando,
- vio al miserable amante agonizando.
- Levantó de su yelmo la visera
- penado del sucesso grandemente,
- que si fuera possible él no quisiera
- si no vencer al príncipe valiente.
- La princesa también vino ligera
- doliéndose del moço floreciente,
- del dulce pensamiento ya privado
- y a la enemiga parca sugetado.
- Harto los dos amantes lo han sentido,
- y más Roanisa, que en amargo llanto,
- sin mirar lo que se haze, se ha metido,
- que aun al mesmo del Fénix pone espanto.
- Mas, buelta en sí, del príncipe se ha asido,
- diziendo: "-No me duele el caso tanto,
- quanto el ver los sucessos varïables (10)
- de los enamorados miserables.
- ¿Qué sabemos, bien mío, la ventura
- que nos tiene el gran Júpiter guardada?
- ¿O qué acontecimiento, ¡ay suerte dura!,
- nos tiene para el fin de la jornada?
- Bien pensava gozar la coyuntura
- y la querida prenda desseada
- este infelice amante; mas, ¡ay hado!,
- ¡qué miserable paga le has oy dado!"
- Con tanto sentimiento esto dezía
- la enternecida dama, sospechosa
- del disponer del cielo, que movía
- a compassión la selva verde, umbrosa.
- Felisandro, en mirarla (11), no podía
- ni dexar de llorar ni dezir cosa;
- tanto pueden las lágrimas de aquélla
- que era su único sol y clara estrella.
- Juntos los bellos rostros, celebravan
- el amoroso y tierno sentimiento,
- y las hermosas lágrimas juntavan,
- testigos del oculto sentimiento.
- Pero, quando embevidos más estavan,
- vieron venir por el hermoso assiento
- una dama a cavallo, con tal prisa,
- que apenas la visera echó Roanisa (12).
- El Fénix descubierto se ha quedado
- y Roanisa también quedar pudiera,
- si el temor de aquel acto desusado
- y averla visto assí no la moviera.
- Con movimiento y passo apressurado
- viene por medio el valle la estrangera;
- en fin, llegó donde los dos estavan
- que conocer quién fuesse desseavan.
- No bien la dama al triste puesto vino,
- al lugar que el difunto en sí tenía,
- quando un rostro descubre, peregrino,
- dotado de una estraña gallardía,
- y, con arrebatado desatino,
- del palafrén se arroja en que venía,
- abraçando al herido que allí estava
- embuelto en el rigor de la ansia brava.
- "-Palmacio mío -dize, que llamado
- era de aquesta suerte el cavallero-;
- ¿qué dios injusto o qué preciso hado
- os truxo a tan estraño paradero?
- ¿Qué estrellas o qué cielo fiero, ayrado,
- pudo ordenar un trance tan severo?
- ¡O muerte dura! ¡O vida triste, amarga,
- para el bien corta y para males larga!
- Profetizado aqueste mal tenía
- la mísera que os llora y amó tanto;
- aqueste duro mal siempre temía
- y el punto acerbo del amargo llanto.
- ¡Quántas vezes, ay cielos, os dezía
- en lo que agora estáys y todo quanto
- con la enemiga infiel avéys passado,
- desde que a su furor mi bien se ha dado!
- Buelve, mi dulce amor, los bellos ojos
- a Pigmenia, la mísera olvidada,
- de quien llevaste por sin par despojos
- la joya entre amadores más preciada.
- Mira cómo le duelen tus enojos,
- que, aunque ha sido de ti tan mal pagada,
- nunca su grande amor se vio entibiado,
- sino a su postrer punto levantado."
- Esto diziendo, el ayre ensordezía
- con el amargo llanto y fiel lamento
- que sobre su Palmacio ella hazía
- con nunca vista pena y sentimiento.
- El sin ventura moço no podía
- mostrar lo que estimara el pío intento,
- mas, en fin, se esforçó quanto ha podido,
- que el amor nuevo esfuerço le ha infundido.
- Alçó entrambos los braços y, añudando
- el cristalino cuello de su diosa,
- todo lo más que pudo la apretando,
- besó la boca, en todo estremo hermosa.
- Entre dientes parece que está hablando,
- mas no se le percibe alguna cosa,
- sino sólo llamarla gloria mía,
- y aun apenas aquesto se entendía.
- Llegado el miserable punto y hora
- que estava por la parca estatuyda,
- para, con la guadaña cortadora,
- al amante segar la dulce vida,
- él se bolvió animoso a su señora
- y dixo: "-O mi Pigme...", pero impedida
- fue la boz, y acabarla nunca pudo,
- que la implacable muerte le hizo mudo.
- Sepultado en sossiego y sueño eterno,
- y los hermosos ojos ya eclipsados,
- Pigmenia, con lamento y llanto tierno,
- haze sonar los montes apartados;
- penetra su gemido hasta el infierno,
- enternece los tristes condenados,
- y en el impíreo assiento y sacro cielo
- suena la boz amarga de su duelo.
- Los príncipes en esto la ayudavan,
- de su mísera suerte enternecidos,
- y con piadosa boz la consolavan,
- trayéndola (13) mil casos sucedidos.
- En fin, con el amor que la mostravan,
- fueron de la impaciente dama oýdos,
- poco a poco frenando la congoxa,
- que con consuelo todo mal se afloxa.
- Puesta en razón, los dos la han suplicado
- les cuente la infelice, amarga historia
- de Palmacio, en amores desdichado,
- que es justo que a las gentes sea notoria.
- Pigmenia, en un suspiro ha començado,
- diziendo: "-Refresquemos la memoria
- de los passados trances y aventuras;
- quizá me acabarán mis ansias duras.
- ¿Qué bien concede el cielo a los mortales
- que sea siquiera un breve tiempo estable?
- ¿Qué gustos que mirados no sean males?
- ¿Qué contento que no sea lamentable?
- Apenas toca el bien nuestros umbrales
- quando le sigue el hado miserable,
- y un breve instante y punto de contento
- se paga con mil años de tormento.
- Bien lo tengo ya en mí esperimentado,
- pues por menos de un punto (y aun apenas)
- que tuve de contento con mi amado,
- pagaré eternamente las setenas;
- quísolo assí ordenar mi injusto hado
- para que en este abismo de mis penas
- aprendan a sufrir varios baybenes
- los que codician ciegos, torpes bienes.
- Pues sabed, cavalleros venturosos,
- que diez y siete millas deste assiento,
- en unos campos fértiles, copiosos,
- una villa ay de gran merecimiento;
- assí en los edificios sumptuosos,
- y en ser fértil, y en cosas de contento,
- como porque en sí encierra gran nobleza,
- y en las damas el centro de belleza.
- Aquí nació Palmacio, mi querido
- (y yo también, en sólo esto dichosa),
- de bienes de Fortuna enriquezido,
- aunque pobre de suerte venturosa.
- La edad de discreción (14) no huvo venido,
- quando sintió la flecha cautelosa
- y me començó a amar de tal manera,
- que qualquier coraçón se le rindiera.
- Y dado que en niñez ciega vivía
- sin entender del fiero Amor las mañas,
- con todo, del amante me dolía,
- un no sé qué sintiendo en mis entrañas.
- Creciendo fue el amor más cada un día,
- y los dos dimos muestras tan estrañas,
- que nuestros duros padres lo sintieron
- y con bravo rigor nos devidieron (15).
- Mas fue avivar el fuego con aquesto,
- y encender nuestros pechos de tal suerte,
- que cada qual echó en el juego el resto
- sin que nos lo impidiesse pena o muerte,
- y, aunque fue peligroso el presupuesto,
- como el perfeto amante nada advierte,
- salimos con la empresa desseada,
- confirmando la llama enamorada.
- ¿Qué enredos mi Palmacio no hazía
- para poder venir donde yo estava?
- ¿A qué trance, ¡ay dolor!, no se ponía?
- ¿Qué peligro o qué cosa le estorvava?
- Todo el firme amador lo posponía,
- con que de nuevo siempre me obligava
- a que también mi fama yo arriscasse (16),
- y nada que pidiesse le negasse.
- Estas secretas vistas freqüentamos
- hasta que los quinze años se cumplieron,
- que, como a edad madura ya llegamos,
- nuevos daños de aquí se recrecieron (17),
- porque el número de hombres aumentamos
- con uno que los dioses permitieron
- de nosotros naciesse, que fue causa
- que el començado amor hiziesse pausa;
- porque de tal manera era tratada
- por mis severos padres rigurosos (18),
- que en una escura cueva fuy encerrada,
- y en sótanos y sitios tenebrosos.
- Nunca fue la persona declarada
- que me puso en aprietos tan dudosos,
- aunque mis fieros padres lo intentaron,
- y mil vezes y mil me atormentaron.
- Duró aquesta aflición y suerte dura
- quatro años, poco más, hasta que un día,
- por cierto acaecimiento (19) y desventura,
- mi padre feneció que me afligía.
- Después de esto, mi madre, con ternura
- y con el grande amor que me tenía,
- la libertad me dio, tan desseada
- por esta miserable enamorada.
- Nunca de mi Palmacio avía sabido (20)
- en el discurso y tiempo trabajoso;
- ora por ser mi padre tan temido
- (como era tan ilustre y generoso),
- ora porque el sucesso desmedido
- puso tibieza al joven amoroso,
- o porque ya (21) de mí enfadado estava,
- pues cosa por le dar no me quedava.
- ¡Desdichadas mugeres, que acabado
- lo que podemos dar y se pretende,
- el que más se mostrava enamorado
- de nosotras le vemos que se ofende!
- Y, quando más pensamos que está atado
- y más por nuestro amante se nos vende,
- en sólo un bolver de ojos nos reprueva
- por otra golosina y fruta nueva.
- Assí me sucedió, desventurada,
- con el que aquí tenemos muerto agora,
- que, quando de prisión fuy (22) libertada,
- pensé tener el bien que mi alma adora;
- mas halléme, señores, tan burlada,
- que el que antes me adorava por señora
- y por su único amor me respetava,
- en otro nuevo puesto se empleava.
- Dile aviso por una y otra vía,
- desseando le ver en mi presencia;
- que por pequeño mal, ¡triste!, tenía
- los passados trabajos y sentencia.
- Mas, como en otra parte entretenía
- lo que yo avía perdido con la ausencia,
- poco de mis recados se le dava,
- y del ardiente amor con que le amava.
- Determiné de velle y de hablalle,
- y cumplióse en aquesto mi desseo;
- mas no pude al antiguo amor tornalle,
- que estava enhechizado, según creo.
- No por esso dexé yo de adoralle,
- que tuviera por caso torpe y feo
- perder un solo punto de firmeza,
- aunque a mí me mostrara más dureza.
- Dolíame de verle fatigado
- tras Gubinda (que assí se llama aquélla
- que ha puesto a mi querido y dulce amado
- en el punto que veys, y a mí en querella).
- Andava el triste moço desvelado,
- imaginando en qué servirla a ella;
- ella buscando traza de acaballe,
- y, en fin, no le faltó para matalle.
- Dio parte a una famosa embustidora,
- en la mágica infame exercitada,
- que en una montaña y selva fïera
- tiene su habitación y cruel morada,
- la qual, siendo feroz en gran manera,
- gozosa, se encargó de la embaxada,
- embiándola un cavallo que le diesse
- y que por todo un mes le defendiesse.
- Y si vencido (23) siempre en estacado
- a su presencia el mísero tornasse,
- y del aventurero más nombrado
- el yelmo y el escudo le llevasse,
- le aceptaría entonces por su amado
- sin que alguna ocasión se lo estorvasse,
- pero, si no, que más no le vería
- ni su nombre escuchar jamás podría.
- Segura la perversa maga estava
- de que avía de topar con tal guerrero
- que, por la triste empresa que llevava,
- le pusiesse en el trance postrimero.
- Yo, que el bien de mi bien sólo buscava,
- y por quien en mirarle muerto, muero,
- sin saber lo ordenado ya y dispuesto,
- quise de mi ventura echar el resto,
- y, teniendo ya aviso cierto y llano
- de que entre unos peñascos y espessura
- vivía allí un entendido, sabio anciano,
- secretario del hado y la ventura,
- movida del amor ardiente, insano,
- recelosa de aquesta desventura,
- posponiendo el temor y otras mil cosas,
- me embosqué en las montañas tenebrosas.
- ¿Qué no passé, ¡ay dolor!, en el viaje?
- ¿Qué temores, qué trances, qué agonías,
- escudriñando el áspero boscaje
- por dos noches y dos cumplidos días?
- En fin, vine a encontrar el hospedaje
- del que podía curar las ansias mías,
- hallándole en aquel sitio apartado,
- en sus mágicas artes ocupado.
- Si descrivir quisiesse el aposento
- y la vivienda y casa que tenía,
- cien vezes daría buelta el firmamento (24)
- y dezir una parte aun no podría.
- Mas, pues importa poco a nuestro cuento,
- proseguiré la triste historia mía,
- y lo que con el viejo ha sucedido
- luego que a su presencia huve venido.
- Salióme a recebir con rostro humano (25),
- diziéndome: '-Pigmenia entristezida;
- favorézcate el cielo soberano
- y consuele tu triste, amarga vida,
- que lo que obrar pudiere mi arte y mano
- en socorro de tu ánima afligida,
- verás con quántas veras oy lo hago
- y cómo a tus intentos satisfago.
- Mas, porque muchas vezes la tardança
- suele impedir efetos milagrosos,
- quiero ver lo que mi arte maga alcança
- en essos tus discursos amorosos;
- que, si viere que en ellos ay bonança,
- remedios buscaré más que espantosos,
- para assí prosperar tu triste estado,
- que al postrer punto y término es llegado.'
- Diziendo assí, se entró en el aposento
- donde passa la escura noche y día.
- Apenas dentro estuvo aun momento (26),
- quando donde quedé, le vi venía.
- '-Tu ventura -me dixo- y fiel contento,
- con todo lo importante a tu alegría,
- consiste en que, con passo presuroso,
- en busca vayas de tu dulce esposo.'
- Fueme por sus discursos refiriendo
- lo que de la otra maga os he contado,
- mandándome que luego me partiendo
- procurasse buscar mi dulce amado;
- porque, si vivo estava, en le poniendo
- este papel sobre el siniestro lado,
- me prometió que luego dexaría
- la empresa y el amor que a otro (27) tenía;
- mas que dudoso de mi bien estava
- por ser la otra enemiga poderosa,
- que el mal de mi Palmacio procurava
- y el bien de su Gubinda cautelosa;
- aunque en los altos dioses confiava
- remediarían mi pena dolorosa,
- si, de mi parte, diligente fuesse
- y al venidero daño me opusiesse.
- No con tan presto passo y tal corrida
- salió cierva por medio la cañada,
- del diestro caçador yendo herida
- y de ligeros perros acosada,
- como yo, triste, la sentencia oýda
- en contra de mi gloria declarada,
- partí de aquel lugar y escuro assiento,
- más veloz que saeta y más que el viento.
- Su rastro esta mañana avía ya hallado,
- concibiendo algún tanto de esperança
- de poderle librar del triste estado
- y reduzirle (28) a próspera bonança.
- Pero mi desventura y corto hado
- no quisieron mi mal tenga mudança,
- sino que eternamente en pena esquiva,
- viendo muerto a Palmacio, qual veys, viva.
- Y, si los sacros dioses justos fueran,
- usando de piedad y de clemencia
- antes mi amarga vida concluyeran
- que viera lo que he visto en mi presencia;
- pero, pues en mi daño perseveran
- y provar en mí quieren su potencia,
- hagan lo que pudieren, que viviendo,
- en mi primer amor estar pretendo.
- Y quando, con la muerte, el cuerpo frío
- del aliento vital fuere privado,
- aún no se acabará el intento mío,
- porque en el alma yrá depositado.
- En el bosque, y lugar fresco y sombrío
- para firmes amantes señalado,
- la alteza se verá y el nuevo punto
- con que he amado y con que amo a este difunto.
- Y pues lo ordenó assí mi desventura,
- que viva yo quedasse y que él muriesse,
- razón es procurarle sepultura
- sin que mi amargo llanto un punto cesse.
- Será toda la vida coyuntura
- de llorar mi tesoro y mi interesse;
- assí en el hilo (29) de ella he de hazer tanto,
- que ponga a cielo y tierra nuevo espanto."
- Puso fin a la historia lastimosa
- dando principio al tierno sentimiento,
- que la passión ardiente y rabia ansiosa
- encendían su triste pensamiento;
- maltrata el rostro y la madexa hermosa,
- ensordece con lástimas el viento,
- y, abraçada de aquel que muerto estava,
- con él desta manera razonava:
- "-¡O gloria de esta mísera afligida
- y todo el bien de mi amoroso pecho,
- que, aunque estava de vos aborrecida,
- sin vos no tuvo en nada algún provecho!
- ¡Pudiérades en esta despedida
- (si no estávades harto satisfecho),
- romper mi coraçón con dura espada
- y mi vida acabar con mano osada!
- ¿Quién, celestiales ojos, ha eclipsado
- la luz que a los míos tristes era día
- con que el cielo quedava hermoseado
- y la lóbrega noche se escondía?
- Cielo era vuestro rostro, y más amado
- de este coraçón vuestro y alma mía,
- pues un sol en su esfera tiene sólo;
- vos tenéys dos, más bellos que es Apolo.
- ¡Serena frente, agora denegrida!,
- ¡mexillas más que púrpura de Tyro (30)
- donde está la beldad esclarecida!;
- ¿por quién rabiosa, ¡ay misera!, suspiro?,
- ¿cómo, sin acabar mi injusta vida,
- en tal tristeza y confusión os miro?
- ¡O coraçón de piedra y de diamante!,
- ¿que esto para acabarte no es bastante?
- ¡Boca que alguna vez fuyste piadosa
- acariciando aquesta desdichada,
- y, con habla süave y amorosa,
- me dexaste rendida y sugetada!;
- ¿cómo agora estás muda y sanguinosa,
- y con silencio eterno ya sellada?
- ¡Orejas, ya no oyréys mis ansias tristes
- de las quales sé yo que os ofendistes!
- ¡Cuerpo de la más alta compostura
- que vio Naturaleza en este mundo,
- cuya divina gracia y hermosura
- le hizo sin igual y sin segundo!;
- ¿quál riguroso braço y mano dura
- os embió a las tinieblas del profundo,
- dexándome a mí puesta en tanto estrecho
- como lo sabe bien mi triste pecho?
- ¿Qué coraçón, por más que duro fuera,
- con ver vuestra beldad no se ablandara,
- y, si la triste historia y cuento oyera,
- libremente la prenda no os dexara?
- ¿Quién ay de los nacidos que quisiera
- privaros de la vida dulce y cara,
- antes que recobrar tan baxa prenda,
- con braço ayrado, en desigual contienda?
- Nadie creer podrá que era nacido
- de generosa estirpe o gente humana,
- sino que en bosque escuro, entristecido,
- los pechos enxugó de tygre hircana (31).
- Y, si esto no es assí, nunca Cupido
- le sugetó a su mano soberana,
- sabiendo qué era amar y ser amado,
- pues tan cruel en esto se ha mostrado.
- Pero si fue, por dicha, el homicida
- alguno de los siervos del dios ciego,
- y por él la demanda siendo oýda
- no se dolió del amoroso fuego,
- nunca goze con bien la triste vida
- ni tenga un solo instante de sossiego,
- y al cabo, ruego a Júpiter, que muera
- con rigurosa espada y mano fiera,
- y en los braços de aquélla que más quiere
- (qual vos, Palmacio mío, estáys oy puesto),
- rendido a aquél que más aborreciere
- quede por espectáculo funesto;
- que, si el sagrado Júpiter me oyere,
- por recompensa de mi mal pido esto,
- y daré por vengada mi agonía
- y la ansia que deshaze el alma mía."
- Dio fin a las palabras doloridas
- impidiéndolo el triste, amargo llanto (32),
- apretando las llagas denegridas
- con amorosas manos entretanto.
- Y, aunque avía amenazado las dos vidas
- de los príncipes, sienten su quebranto,
- ayudando a su pena en aquel punto,
- llorando la desgracia de el difunto.
- Después de aver un rato acompañado
- a Pigmenia en llorar su dulce esposo,
- y de aver su consuelo procurado
- como era en tal sazón más provechoso,
- Felisandro la dixo: "-El desdichado
- joven hizo su curso pressuroso,
- y, aunque por largos años le lloremos,
- nunca a nuestro vivir le tornaremos.
- Razón es tenga fin el sentimiento
- y se trate de darle sepultura,
- si quieres, en aqueste fresco assiento,
- dentro de aquella roca y peña dura.
- Y, si esto no te da gusto y contento,
- y tienes otra parte más segura,
- dímelo, que yo yré donde tú fueres
- y le sepultaré como quisieres."
- "-Págueos -dixo Pigmenia- el alto cielo
- la voluntad piadosa en ayudarme,
- que mientra hiziere el sol su presto buelo
- no podré de estas obras olvidarme;
- mas, para mayor lástima y más duelo,
- quiso aquel sabio mágico mandarme
- que, luego que a Palmacio yo tomasse,
- con él a su presencia me tornasse.
- Assí, avré de cumplir su mandamiento
- llevándole a la selva que he contado,
- aunque me diera a mí mayor contento
- dexarle en este bosque sepultado;
- la vida aquí passaré en este assiento,
- celebrando su entierro lastimado,
- todo el restante tiempo que viviera,
- hasta que al mortal golpe me rindiera.
- Sólo os pido me deys, por cortesía,
- en que pueda llevarle a donde os digo,
- si de veras sentís la angustia mía
- y el infelice caso de mi amigo."
- "-Ambos hemos de hazerte compañía
- -dixo el Fénix-, y el cielo es buen testigo
- si siento en igual grado tu tormento
- y la justa razón del sentimiento."
- Agradeció Pigmenia al buen guerrero
- la voluntad piadosa y pecho humano,
- y, adereçando el muerto cavallero,
- el Fénix recobró su Palircano.
- En el cavallo que él traýa primero
- pusieron a Palmacio y, mano a mano,
- hizieron a Pigmenia compañía,
- sirviendo por el bosque ella de guía.
- Por toda aquella noche caminaron
- con tanta ligereza, priessa y gana,
- que al señalado puesto, en fin, llegaron
- quando ya despuntava la mañana.
- Mas luego al sabio mágico encontraron,
- que, con alegre rostro y muestra humana,
- los saludó diziendo: "-El alto cielo
- os dé su sacra ayuda y su consuelo."
- Pigmenia se arrojó de do venía;
- ante los pies del mágico postrada,
- sus doradas madexas deshazía
- dexando su belleza deslustrada.
- "-No llores -dixo el sabio-, hija mía,
- que en breve quedarás tan consolada
- que des por bien qualquiera mal passado
- y cobres lo que tanto has desseado."
- Roanisa estava atónita, y mirava
- una vez y otra vez el sabio viejo,
- de quien abiertamente se acordava
- por las hermosas armas y el espejo,
- Assí, dudosa en lo que haría estava
- y no sabía tomar algún consejo,
- hasta que el sabio dixo: "-No hazéys cuenta (33)
- de quien os dio favor en vuestra afrenta;
- pues yo soy quien topastes en la cueva
- de Brisalda, que en fuego está abrasada,
- cuyo remedio y medicina nueva
- a vos está y ha estado reservada.
- Assí, es justo que luego hagáys la prueva
- con que la triste quede libertada,
- y vos tengáys lugar de yros a España
- con la sabia que a entrambos acompaña."
- Levantó la princesa la visera,
- corrida de no averse anticipado,
- agradeciendo el don que recibiera
- quando yva en busca de su dulce amado.
- De su cavallo se arrojó ligera
- y al solitario mágico ha abraçado,
- pidiéndole perdón de lo que ha hecho,
- con lo qual quedó el viejo satisfecho.
- El del Fénix también se le ha ofrecido
- como deudor del mesmo beneficio;
- el sabio le ha en su gracia recebido,
- prometiendo de serle muy propicio.
- Al oculto lugar todos han ydo
- donde, ocupado en mágico exercicio,
- haze en los graves casos tales cosas
- que se tienen por más que milagrosas.
- Mandó que el cuerpo muerto le pusiessen
- en un secreto y lóbrego aposento,
- y que en ver su morada entretuviessen
- el tiempo que él gastava en cierto intento.
- Mas las cosas del mago agora cessen
- hasta que dé lugar para ello el cuento,
- que he de cumplir con otros que me llaman,
- y mi descuydo, sin cessar, disfaman.
- Pero, como estos príncipes persianos
- son los que he de ensalçar principalmente,
- la historia de sus hechos soberanos
- tratar de otros apenas me consiente,
- si no es de aquéllos cuyas altas manos
- o fueron en favor de este valiente
- o en disfavor de su virtud notoria,
- que todos son materia de esta historia.
- Assí, es lance forçoso el yr tratando
- de los que en este tiempo intervinieron,
- sus animosas obras levantando
- al devido lugar que merecieron;
- en especial de aquél que, navegando,
- sus hados a la Grecia le traxeron,
- para que su memoria se estendiesse
- y por hijo de Achiles se tuviesse.
- Diximos que a Gorgonio abominable,
- con valeroso braço y fuerte pecho,
- le privó de la vida miserable,
- dexando al rey Arbistes satisfecho;
- el qual, con trato y voluntad afable,
- en remuneración del célebre hecho,
- le ofreció su poder y su hazienda,
- ora en segura paz, ora en contienda.
- También dixe que el joven animoso
- al rey manifestó su decendencia,
- que era de aquel Achiles valeroso
- que puso a Troya en mísera dolencia,
- y que, movido de un intento honroso,
- hizo de su región tan larga ausencia,
- ganoso de llegar do avía nacido
- el que por tronco suyo era tenido.
- Dixe también que Arbistes decendía
- de la mesma prosapia y parentela,
- aunque con Clarimante convenía (34)
- por ser Thetis de entrambos visagüela.
- También conté que, en buena compañía,
- se fueron donde Arbistes se desvela
- en le servir; y aquí los he dexado,
- mas no puedo cantar de fatigado.
CANTO XXXII
NOTAS:
(1) cobrar: "vale también adquirir y, en cierta manera, recuperar y recobrar lo perdido" (Aut.).
(2) En el texto se lee 'Felisarda'. Se trata de un evidente error, por contaminación posible con 'Felisandro', pues la dama que arde en la Cueva del Amor se llama, como es sabido, 'Brisalda'. El mismo error se detecta en la "Tabla de los cantos que se contienen en este libro".
(3) defender: "vedar", vid. nota a VI, 110.
(4) alteza: "por translación significa elevación, soberanía, superioridad y grandeza digna de toda estimación por su calidad, ser y bondad" (Aut.).
(5) crecido: "lo aumentado" (Cov.).
(6) averná: futuro imperfecto de indicativo del verbo 'avenirse', aquí: "se toma por entenderse en el significado de tratar y hacer" (Aut.). Mal se entenderá o comprenderá el guerrero sin su armadura.
(7) partir el sol: "phrase que en los desafíos antiguos y públicos significaba colocar los combatientes o señalarles el campo, de modo que la luz del sol les sirviesse igualmente, sin que pudiesse ninguno tener ventaja en ella" (Aut.). Hay una clara relación con la frase de Felisandro a su oponente: 'toma la mitad de aqueste llano' (supra, v. 79). Vid. también, 'partir la carrera' (XXI, 213, y la nota correspondiente).
(8) de una manera: "de la misma manera". Uno: "idéntico, lo mismo" (DRAE).
(9) bolver: 'volver', "dar vuelta o vueltas a alguna cosa" (Aut.).
(10) variable: "vale también instable, inconstante y mudable" (Aut.).
(11) en mirarla: construcción absoluta de infinitivo, con el valor de 'mientras la miraba' o 'cuando la miraba'. Aut. señala que la preposición en "se usa también en los ablativos absolutos de los verbos, ahora terminen en infinitivo (...), ahora en oración de estando o haviendo".
(12) Apenas si le dio tiempo a Roanisa de cubrir su rostro con la visera.
(13) traer: 'traher', "metaphóricamente vale alegar o aplicar razones o autoridades, para comprobación de algún discurso o materia" (Aut.).
(14) Se refiere a la edad en la que uno empieza a tener juicio y cierta madurez. Sobre la discreción vid. la nota al título del poema, en la portada.
(15) devidir: "dividir, separar".
(16) arriscar: "ponerse a gran peligro" (Cov.).
(17) recrecerse: "ofrecerse de nuevo alguna cosa" (Cov.).
(18) En el ejemplar BPT2 se lee 'padres rig rosos'.
(19) acaecimiento: "sucesso impensado, caso inopinado" (Aut.).
(20) Hay aquí una ambigüedad un tanto difícil de resolver, pues lo mismo vale 'nunca de mi Palmacio avía sabido', que 'nunca de mí Palmacio avía sabido'. Si nos inclinamos por la primera solución es porque de esa forma la acabamos de encontrar, sin ninguna ambigüedad, en el verso 297, y nos parece que cuadra con el habla de Pigmenia.
(21) En el original se lee 'o por ya'. Corrijo siguiendo las advertencias de Murcia de la Llana.
(22) Transcribo 'fuy' en lugar de 'fue' (forma que figura en el original), por parecer más coherente con el sentido de la frase. He mantenido la forma terminada en y, que es la que habitualmente se emplea en el texto.
(23) El sentido de la frase hace pensar que lo correcto aquí sería 'venciendo'. Mantengo, no obstante, la forma que figura en el texto, por considerar que se trata de un cambio de mucha entidad semántica y no queda suficientemente claro que sea la opción que propongo la única posible, pues también valdría 'vencedor'.
(24) Pasarían cien años pues, según la teoría heliocéntrica, el sol (y todo el firmamento) da una vuelta a la tierra cada año.
(25) humano: "el que es apacible, compasible, acariciador, benigno y manso" (Cov.).
(26) Parece que hay una errata que no se detecta en ningún ejemplar. Lo mejor, sin duda, es 'un momento', pero de esta forma nos encontramos con un verso decasílabo.
(27) Este 'otro', usado como zeugma, hace referencia a 'otro lado', jugando con la palabra 'lado', expresada en el verso 454.
(28) reduzir: 'reducir', "volver alguna cosa al lugar donde antes estaba o al estado que tenía" (Aut.).
(29) hilo: "metaphóricamente vale continuación de alguna cosa que se está haciendo" (Aut.). En este caso se refiere a la continuidad de la vida.
(30) La ciudad fenicia de Tiro fue famosa en tiempo de los romanos por sus fábricas de púrpura, la más apreciada de la antigüedad.
(31) El cruel caballero que mató a Palmacio debió de ser criado, a juicio de Pigmenia, por animales salvajes, concretamente por los temidos y fieros tigres de Hircania.
(32) El triste llanto impide que siga expresando 'palabras doloridas'. Hay una elipsis del verbo 'seguir' u otro de significado equivalente.
(33) hazer cuenta: aquí ha de entenderse como 'tener cuenta', "tener advertencia" (Cov.). Es decir, el anciano mago recrimina a Roanisa que no le recuerda, no está 'advertida' de quién es.
(34) convenir: "ser de un mismo parecer y dictamen, conformarse con el de otros y sentir y seguir lo propio que ellos" (Aut.).