C A N T O XXXI

 

 Cobra (1) Felisandro su cavallo matando a quien le traýa, que era Palmacio, amado de Pigmenia, la qual cuenta a los príncipes sus amores y sucessos. Llevan el cuerpo muerto a la cueva de Brisalda (2), que estava ardiendo, y allí quedan.

 

  

NO ay tygre hircana ni onça despojada
de sus amados hijos a deshora,
que pueda en el furor ser comparada
con una falsa dama engañadora:
veréysla conversar dissimulada,
mostrando que al galán quiere y adora,
y anda contra él mil cosas maquinando
con doble pecho y coraçón nefando.
 
¡Quántas y quántas mil han concluydo
sus míseros amantes, con ponellos
en ocasión y punto en que han perdido
ellas su fama, fama y vidas ellos!
Otros, al hado injusto se han rendido,
sin ver que no rehúsan de ofendellos
las pérfidas mugeres por librarsse
de su poder, y a su plazer holgarsse.
 
Lo qual vemos al vivo figurado
en este valeroso cavallero, 
que no le aprovechó el aver amado
con firme coraçón y pecho entero:
veréyslo de aquí a un poco declarado.
Agora, proseguir el cuento quiero;
escuchad al galán que refería
lo que a no dar la prenda le movía:
 
"-Tuviera -dixo-, yo por gran ventura
serviros llanamente en qualquier cosa,
mas en tan importante coyuntura
seráme el pelear treta forçosa,
porque la reyna y diosa de hermosura
en cuya perfeción mi bien reposa,
me mandó que el cavallo defendiesse (3)
a quien contra mi honor le pretendiesse;
 
y que, si por un mes justo llevasse
adelante mi intento y buen partido,
y el fuerte escudo y yelmo yo alcançasse
de el que el veloz cavallo avía perdido,
que, quando vitorioso a ella tornasse,
dize me aceptará por su marido,
por convenir se cumpla assí primero
cierta importante ley y justo fuero.
 
Y pues mi bien consiste, y mi contento,
en salir desta empresa vitorioso,
no podéys condenar mi atrevimiento,
pues venir a las manos me es forçoso."
El del Fénix, piadoso al ciego intento,
viéndole ser del ímpetu amoroso
forçado a combatir el fiel guerrero,
puso aparte el corage y rigor fiero,
 
y dixo: "-Si tu alteza (4) y dulce gloria
 consiste en defender esse cavallo,
desde aquí te concedo la vitoria
y doy mi fe jamás de recobrallo;
el ser mío es verdad clara y notoria,
que puedes fácilmente comprovallo
en que, aunque andes por una y otra parte,
nadie verná sobre ello a perturbarte.
 
Goza del dulce amor alegremente
y estima el beneficio recebido,
que, porque lo que oy sientes mi alma siente,
de tu fiera passión me he condolido."
A lo qual respondió el galán valiente:
"-Merced es singular, y don crecido (5),
assí le serviré mientras viviere
y le publicaré por donde fuere;
 
mas poco aquesta dádiva aprovecha
si el escudo no llevo, y yelmo hermoso,
con que quede mi dama satisfecha
y yo en estado próspero y gozoso.
Assí, la donación queda desecha,
la qual con pecho llano y generoso,
y como enamorado me heziste,
quando el cavallo sin questión me diste."
 
Felisandro le dixo: "-Es cosa dura
la petición que traes, y la demanda,
porque mal se averná (6) sin armadura
quien en tanto peligro vive y anda.
Y, pues quieres provar oy tu ventura,
demos con cumplimientos a la vanda,
y toma la mitad de aqueste llano,
que yo espero cobrar mi Palircano."
 
 Gustara la princesa ser primera
por quitar de trabajo a su querido,
si afrenta a Felisandro no le fuera
remitir a otras manos su partido;
mas huvo de apartarse la guerrera
hasta ver el combate concluydo,
aunque estava con cierta confiança
del sucesso del Fénix, y bonança.
 
Partiendo el sol (7) y el campo, se pusieron
frente a frente los ínclytos varones,
y todo lo importante previnieron
que sirve en semejantes ocasiones.
Hecho esto, a un mesmo punto arremetieron,
labrando sin cessar con los talones
a los sueltos cavallos los costados,
haziéndolos salir más halentados.
 
Vinieron a buscarse en la carrera,
dándose el duro encuentro riguroso,
pero no sucedió de una manera (8)
el efeto del golpe lastimoso;
que el del Fénix passó como si fuera
algún fixo peñasco o roble hojoso,
sin mostrar con el golpe sentimiento,
aunque perdió el cavallo el movimiento.
 
Viendo esto, más codicia le ha tomado
de cobrar el que tanto se estremava,
assí en el ser fornido y bien trazado
como en la ligereza que bolava.
Mas Fortuna a su gusto lo ha ordenado,
que el nuevo aventurero en tierra estava  
bolviendo (9) el cuerpo en la menuda yerva
como el herido corzo o tierna cierva.
 
Felisandro se apea pressuroso
por socorrer al mísero caýdo,
no entendiendo que el joven animoso
huviesse al duro término venido;
mas luego vio el arnés rico, vistoso,
en roxa, ardiente sangre estar teñido,
y, con presteza el yelmo le quitando,
vio al miserable amante agonizando.
 
Levantó de su yelmo la visera
penado del sucesso grandemente,
que si fuera possible él no quisiera
si no vencer al príncipe valiente.
La princesa también vino ligera
doliéndose del moço floreciente,
del dulce pensamiento ya privado
y a la enemiga parca sugetado.
 
Harto los dos amantes lo han sentido,
y más Roanisa, que en amargo llanto,
sin mirar lo que se haze, se ha metido,
que aun al mesmo del Fénix pone espanto.
Mas, buelta en sí, del príncipe se ha asido,
diziendo: "-No me duele el caso tanto,
quanto el ver los sucessos varïables (10)
de los enamorados miserables.
 
¿Qué sabemos, bien mío, la ventura
que nos tiene el gran Júpiter guardada?
¿O qué acontecimiento, ¡ay suerte dura!,
nos tiene para el fin de la jornada?
Bien pensava gozar la coyuntura
y la querida prenda desseada 
este infelice amante; mas, ¡ay hado!,
¡qué miserable paga le has oy dado!"
 
Con tanto sentimiento esto dezía
la enternecida dama, sospechosa
del disponer del cielo, que movía
a compassión la selva verde, umbrosa.
Felisandro, en mirarla (11), no podía
ni dexar de llorar ni dezir cosa;
tanto pueden las lágrimas de aquélla
que era su único sol y clara estrella.
 
Juntos los bellos rostros, celebravan
el amoroso y tierno sentimiento,
y las hermosas lágrimas juntavan,
testigos del oculto sentimiento.
Pero, quando embevidos más estavan,
vieron venir por el hermoso assiento
una dama a cavallo, con tal prisa,
que apenas la visera echó Roanisa (12).
 
El Fénix descubierto se ha quedado
y Roanisa también quedar pudiera,
si el temor de aquel acto desusado
y averla visto assí no la moviera.
Con movimiento y passo apressurado
viene por medio el valle la estrangera;
en fin, llegó donde los dos estavan
que conocer quién fuesse desseavan.
 
No bien la dama al triste puesto vino,
al lugar que el difunto en sí tenía,
quando un rostro descubre, peregrino,
dotado de una estraña gallardía, 
y, con arrebatado desatino,
del palafrén se arroja en que venía,
abraçando al herido que allí estava
embuelto en el rigor de la ansia brava.
 
"-Palmacio mío -dize, que llamado
era de aquesta suerte el cavallero-;
¿qué dios injusto o qué preciso hado
os truxo a tan estraño paradero?
¿Qué estrellas o qué cielo fiero, ayrado,
pudo ordenar un trance tan severo?
¡O muerte dura! ¡O vida triste, amarga,
para el bien corta y para males larga!
 
Profetizado aqueste mal tenía
la mísera que os llora y amó tanto;
aqueste duro mal siempre temía
y el punto acerbo del amargo llanto.
¡Quántas vezes, ay cielos, os dezía
en lo que agora estáys y todo quanto
con la enemiga infiel avéys passado,
desde que a su furor mi bien se ha dado!
 
Buelve, mi dulce amor, los bellos ojos
a Pigmenia, la mísera olvidada,
de quien llevaste por sin par despojos
la joya entre amadores más preciada.
Mira cómo le duelen tus enojos,
que, aunque ha sido de ti tan mal pagada,
nunca su grande amor se vio entibiado,
sino a su postrer punto levantado."
 
Esto diziendo, el ayre ensordezía
con el amargo llanto y fiel lamento
que sobre su Palmacio ella hazía
con nunca vista pena y sentimiento.
El sin ventura moço no podía
mostrar lo que estimara el pío intento,
mas, en fin, se esforçó quanto ha podido, 
que el amor nuevo esfuerço le ha infundido.
 
Alçó entrambos los braços y, añudando
el cristalino cuello de su diosa,
todo lo más que pudo la apretando,
besó la boca, en todo estremo hermosa.
Entre dientes parece que está hablando,
mas no se le percibe alguna cosa,
sino sólo llamarla gloria mía,
y aun apenas aquesto se entendía.
 
Llegado el miserable punto y hora
que estava por la parca estatuyda,
para, con la guadaña cortadora,
al amante segar la dulce vida,
él se bolvió animoso a su señora
y dixo: "-O mi Pigme...", pero impedida
fue la boz, y acabarla nunca pudo,
que la implacable muerte le hizo mudo.
 
Sepultado en sossiego y sueño eterno,
y los hermosos ojos ya eclipsados,
Pigmenia, con lamento y llanto tierno,
haze sonar los montes apartados;
penetra su gemido hasta el infierno,
enternece los tristes condenados,
y en el impíreo assiento y sacro cielo
suena la boz amarga de su duelo.
 
Los príncipes en esto la ayudavan,
de su mísera suerte enternecidos,
y con piadosa boz la consolavan,
trayéndola (13) mil casos sucedidos.
En fin, con el amor que la mostravan,
fueron de la impaciente dama oýdos,
poco a poco frenando la congoxa, 
que con consuelo todo mal se afloxa.
 
Puesta en razón, los dos la han suplicado
les cuente la infelice, amarga historia
de Palmacio, en amores desdichado,
que es justo que a las gentes sea notoria.
Pigmenia, en un suspiro ha començado,
diziendo: "-Refresquemos la memoria
de los passados trances y aventuras;
quizá me acabarán mis ansias duras.
 
¿Qué bien concede el cielo a los mortales
que sea siquiera un breve tiempo estable?
¿Qué gustos que mirados no sean males?
¿Qué contento que no sea lamentable?
Apenas toca el bien nuestros umbrales
quando le sigue el hado miserable,
y un breve instante y punto de contento
se paga con mil años de tormento.
 
Bien lo tengo ya en mí esperimentado,
pues por menos de un punto (y aun apenas)
que tuve de contento con mi amado,
pagaré eternamente las setenas;
quísolo assí ordenar mi injusto hado
para que en este abismo de mis penas
aprendan a sufrir varios baybenes
los que codician ciegos, torpes bienes.
 
Pues sabed, cavalleros venturosos,
que diez y siete millas deste assiento,
en unos campos fértiles, copiosos,
una villa ay de gran merecimiento;
assí en los edificios sumptuosos,
y en ser fértil, y en cosas de contento,
como porque en sí encierra gran nobleza,
y en las damas el centro de belleza.
 
Aquí nació Palmacio, mi querido 
(y yo también, en sólo esto dichosa),
de bienes de Fortuna enriquezido,
aunque pobre de suerte venturosa.
La edad de discreción (14) no huvo venido,
quando sintió la flecha cautelosa
y me començó a amar de tal manera,
que qualquier coraçón se le rindiera.
 
Y dado que en niñez ciega vivía
sin entender del fiero Amor las mañas,
con todo, del amante me dolía,
un no sé qué sintiendo en mis entrañas.
Creciendo fue el amor más cada un día,
y los dos dimos muestras tan estrañas,
que nuestros duros padres lo sintieron
y con bravo rigor nos devidieron (15).
 
Mas fue avivar el fuego con aquesto,
y encender nuestros pechos de tal suerte,
que cada qual echó en el juego el resto
sin que nos lo impidiesse pena o muerte,
y, aunque fue peligroso el presupuesto,
como el perfeto amante nada advierte,
salimos con la empresa desseada,
confirmando la llama enamorada.
 
¿Qué enredos mi Palmacio no hazía
para poder venir donde yo estava?
¿A qué trance, ¡ay dolor!, no se ponía?
¿Qué peligro o qué cosa le estorvava?
Todo el firme amador lo posponía,
con que de nuevo siempre me obligava
a que también mi fama yo arriscasse (16),
y nada que pidiesse le negasse.
 
Estas secretas vistas freqüentamos
hasta que los quinze años se cumplieron,
que, como a edad madura ya llegamos,
nuevos daños de aquí se recrecieron (17),
porque el número de hombres aumentamos
con uno que los dioses permitieron
de nosotros naciesse, que fue causa
que el començado amor hiziesse pausa;
 
porque de tal manera era tratada
por mis severos padres rigurosos (18),
que en una escura cueva fuy encerrada,
y en sótanos y sitios tenebrosos.
Nunca fue la persona declarada
que me puso en aprietos tan dudosos,
aunque mis fieros padres lo intentaron,
y mil vezes y mil me atormentaron.
 
Duró aquesta aflición y suerte dura
quatro años, poco más, hasta que un día,
por cierto acaecimiento (19) y desventura,
mi padre feneció que me afligía.
Después de esto, mi madre, con ternura
y con el grande amor que me tenía,
la libertad me dio, tan desseada
por esta miserable enamorada.
 
Nunca de mi Palmacio avía sabido (20)
en el discurso y tiempo trabajoso;
ora por ser mi padre tan temido
(como era tan ilustre y generoso),
ora porque el sucesso desmedido 
puso tibieza al joven amoroso,
o porque ya (21) de mí enfadado estava,
pues cosa por le dar no me quedava.
 
¡Desdichadas mugeres, que acabado
lo que podemos dar y se pretende,
el que más se mostrava enamorado
de nosotras le vemos que se ofende!
Y, quando más pensamos que está atado
y más por nuestro amante se nos vende,
en sólo un bolver de ojos nos reprueva
por otra golosina y fruta nueva.
 
Assí me sucedió, desventurada,
con el que aquí tenemos muerto agora,
que, quando de prisión fuy (22) libertada,
pensé tener el bien que mi alma adora;
mas halléme, señores, tan burlada,
que el que antes me adorava por señora
y por su único amor me respetava,
en otro nuevo puesto se empleava.
 
Dile aviso por una y otra vía,
desseando le ver en mi presencia;
que por pequeño mal, ¡triste!, tenía
los passados trabajos y sentencia.
Mas, como en otra parte entretenía
lo que yo avía perdido con la ausencia,
poco de mis recados se le dava,
y del ardiente amor con que le amava.
 
Determiné de velle y de hablalle,
y cumplióse en aquesto mi desseo;
mas no pude al antiguo amor tornalle,
que estava enhechizado, según creo. 
No por esso dexé yo de adoralle,
que tuviera por caso torpe y feo
perder un solo punto de firmeza,
aunque a mí me mostrara más dureza.
 
Dolíame de verle fatigado
tras Gubinda (que assí se llama aquélla
que ha puesto a mi querido y dulce amado
en el punto que veys, y a mí en querella).
Andava el triste moço desvelado,
imaginando en qué servirla a ella;
ella buscando traza de acaballe,
y, en fin, no le faltó para matalle.
 
Dio parte a una famosa embustidora,
en la mágica infame exercitada,
que en una montaña y selva fïera
tiene su habitación y cruel morada,
la qual, siendo feroz en gran manera,
gozosa, se encargó de la embaxada,
embiándola un cavallo que le diesse
y que por todo un mes le defendiesse.
 
Y si vencido (23) siempre en estacado
a su presencia el mísero tornasse,
y del aventurero más nombrado
el yelmo y el escudo le llevasse,
le aceptaría entonces por su amado
sin que alguna ocasión se lo estorvasse,
pero, si no, que más no le vería
ni su nombre escuchar jamás podría.
 
Segura la perversa maga estava
de que avía de topar con tal guerrero
que, por la triste empresa que llevava,
le pusiesse en el trance postrimero.
 Yo, que el bien de mi bien sólo buscava,
y por quien en mirarle muerto, muero,
sin saber lo ordenado ya y dispuesto,
quise de mi ventura echar el resto,
 
y, teniendo ya aviso cierto y llano
de que entre unos peñascos y espessura
vivía allí un entendido, sabio anciano,
secretario del hado y la ventura,
movida del amor ardiente, insano,
recelosa de aquesta desventura,
posponiendo el temor y otras mil cosas,
me embosqué en las montañas tenebrosas.
 
¿Qué no passé, ¡ay dolor!, en el viaje?
¿Qué temores, qué trances, qué agonías,
escudriñando el áspero boscaje
por dos noches y dos cumplidos días?
En fin, vine a encontrar el hospedaje
del que podía curar las ansias mías,
hallándole en aquel sitio apartado,
en sus mágicas artes ocupado.
 
Si descrivir quisiesse el aposento
y la vivienda y casa que tenía,
cien vezes daría buelta el firmamento (24)
y dezir una parte aun no podría.
Mas, pues importa poco a nuestro cuento,
proseguiré la triste historia mía,
y lo que con el viejo ha sucedido
luego que a su presencia huve venido.
 
 Salióme a recebir con rostro humano (25),
diziéndome: '-Pigmenia entristezida;
favorézcate el cielo soberano
 y consuele tu triste, amarga vida,
que lo que obrar pudiere mi arte y mano
en socorro de tu ánima afligida,
verás con quántas veras oy lo hago
y cómo a tus intentos satisfago. 
 
Mas, porque muchas vezes la tardança
suele impedir efetos milagrosos,
quiero ver lo que mi arte maga alcança
en essos tus discursos amorosos;
que, si viere que en ellos ay bonança,
remedios buscaré más que espantosos,
para assí prosperar tu triste estado,
que al postrer punto y término es llegado.'
 
Diziendo assí, se entró en el aposento
donde passa la escura noche y día.
Apenas dentro estuvo aun momento (26),
quando donde quedé, le vi venía.
'-Tu ventura -me dixo- y fiel contento,
con todo lo importante a tu alegría,
consiste en que, con passo presuroso,
en busca vayas de tu dulce esposo.'
 
Fueme por sus discursos refiriendo
lo que de la otra maga os he contado,
mandándome que luego me partiendo
procurasse buscar mi dulce amado;
porque, si vivo estava, en le poniendo
este papel sobre el siniestro lado,
me prometió que luego dexaría
la empresa y el amor que a otro (27) tenía;
 
mas que dudoso de mi bien estava
 por ser la otra enemiga poderosa,
que el mal de mi Palmacio procurava
y el bien de su Gubinda cautelosa;
aunque en los altos dioses confiava
remediarían mi pena dolorosa,
si, de mi parte, diligente fuesse
y al venidero daño me opusiesse.
 
No con tan presto passo y tal corrida
salió cierva por medio la cañada,
del diestro caçador yendo herida
y de ligeros perros acosada,
como yo, triste, la sentencia oýda
en contra de mi gloria declarada,
partí de aquel lugar y escuro assiento,
más veloz que saeta y más que el viento.
 
Su rastro esta mañana avía ya hallado,
concibiendo algún tanto de esperança
de poderle librar del triste estado
y reduzirle (28) a próspera bonança.
Pero mi desventura y corto hado
no quisieron mi mal tenga mudança,
sino que eternamente en pena esquiva,
viendo muerto a Palmacio, qual veys, viva.
 
Y, si los sacros dioses justos fueran,
usando de piedad y de clemencia
antes mi amarga vida concluyeran
que viera lo que he visto en mi presencia;
pero, pues en mi daño perseveran
y provar en mí quieren su potencia,
hagan lo que pudieren, que viviendo,
en mi primer amor estar pretendo.
 
Y quando, con la muerte, el cuerpo frío
del aliento vital fuere privado,  
aún no se acabará el intento mío,
porque en el alma yrá depositado.
En el bosque, y lugar fresco y sombrío
para firmes amantes señalado,
la alteza se verá y el nuevo punto
con que he amado y con que amo a este difunto.
 
Y pues lo ordenó assí mi desventura,
que viva yo quedasse y que él muriesse,
razón es procurarle sepultura
sin que mi amargo llanto un punto cesse.
Será toda la vida coyuntura
de llorar mi tesoro y mi interesse;
assí en el hilo (29) de ella he de hazer tanto,
que ponga a cielo y tierra nuevo espanto."
 
Puso fin a la historia lastimosa
dando principio al tierno sentimiento,
que la passión ardiente y rabia ansiosa
encendían su triste pensamiento;
maltrata el rostro y la madexa hermosa,
ensordece con lástimas el viento,
y, abraçada de aquel que muerto estava,
con él desta manera razonava:
 
"-¡O gloria de esta mísera afligida
y todo el bien de mi amoroso pecho,
que, aunque estava de vos aborrecida,
sin vos no tuvo en nada algún provecho!
¡Pudiérades en esta despedida
(si no estávades harto satisfecho),
romper mi coraçón con dura espada
y mi vida acabar con mano osada!
 
¿Quién, celestiales ojos, ha eclipsado
la luz que a los míos tristes era día 
con que el cielo quedava hermoseado
y la lóbrega noche se escondía?
Cielo era vuestro rostro, y más amado
de este coraçón vuestro y alma mía,
pues un sol en su esfera tiene sólo;
vos tenéys dos, más bellos que es Apolo.
 
¡Serena frente, agora denegrida!,
¡mexillas más que púrpura de Tyro (30)
donde está la beldad esclarecida!;
¿por quién rabiosa, ¡ay misera!, suspiro?,
¿cómo, sin acabar mi injusta vida,
en tal tristeza y confusión os miro?
¡O coraçón de piedra y de diamante!,
¿que esto para acabarte no es bastante?
 
¡Boca que alguna vez fuyste piadosa
acariciando aquesta desdichada,
y, con habla süave y amorosa,
me dexaste rendida y sugetada!;
¿cómo agora estás muda y sanguinosa,
y con silencio eterno ya sellada?
¡Orejas, ya no oyréys mis ansias tristes
de las quales sé yo que os ofendistes!
 
¡Cuerpo de la más alta compostura
que vio Naturaleza en este mundo,
cuya divina gracia y hermosura
le hizo sin igual y sin segundo!;
¿quál riguroso braço y mano dura
os embió a las tinieblas del profundo,
dexándome a mí puesta en tanto estrecho
como lo sabe bien mi triste pecho?
 
¿Qué coraçón, por más que duro fuera,
con ver vuestra beldad no se ablandara, 
y, si la triste historia y cuento oyera,
libremente la prenda no os dexara?
¿Quién ay de los nacidos que quisiera
privaros de la vida dulce y cara,
antes que recobrar tan baxa prenda,
con braço ayrado, en desigual contienda?
 
Nadie creer podrá que era nacido
de generosa estirpe o gente humana,
sino que en bosque escuro, entristecido,
los pechos enxugó de tygre hircana (31).
Y, si esto no es assí, nunca Cupido
le sugetó a su mano soberana,
sabiendo qué era amar y ser amado,
pues tan cruel en esto se ha mostrado.
 
Pero si fue, por dicha, el homicida
alguno de los siervos del dios ciego,
y por él la demanda siendo oýda
no se dolió del amoroso fuego,
nunca goze con bien la triste vida
ni tenga un solo instante de sossiego,
y al cabo, ruego a Júpiter, que muera
con rigurosa espada y mano fiera,
 
y en los braços de aquélla que más quiere
(qual vos, Palmacio mío, estáys oy puesto),
rendido a aquél que más aborreciere
quede por espectáculo funesto;
que, si el sagrado Júpiter me oyere,
por recompensa de mi mal pido esto,
y daré por vengada mi agonía
y la ansia que deshaze el alma mía."
 
Dio fin a las palabras doloridas  
impidiéndolo el triste, amargo llanto (32),
apretando las llagas denegridas
con amorosas manos entretanto.
Y, aunque avía amenazado las dos vidas
de los príncipes, sienten su quebranto,
ayudando a su pena en aquel punto,
llorando la desgracia de el difunto.
 
Después de aver un rato acompañado
a Pigmenia en llorar su dulce esposo,
y de aver su consuelo procurado
como era en tal sazón más provechoso,
Felisandro la dixo: "-El desdichado
joven hizo su curso pressuroso,
y, aunque por largos años le lloremos,
nunca a nuestro vivir le tornaremos.
 
Razón es tenga fin el sentimiento
y se trate de darle sepultura,
si quieres, en aqueste fresco assiento,
dentro de aquella roca y peña dura.
Y, si esto no te da gusto y contento,
y tienes otra parte más segura,
dímelo, que yo yré donde tú fueres
y le sepultaré como quisieres."
 
"-Págueos -dixo Pigmenia- el alto cielo
la voluntad piadosa en ayudarme,
que mientra hiziere el sol su presto buelo
no podré de estas obras olvidarme;
mas, para mayor lástima y más duelo,
quiso aquel sabio mágico mandarme
que, luego que a Palmacio yo tomasse,
con él a su presencia me tornasse.
 
Assí, avré de cumplir su mandamiento 
llevándole a la selva que he contado,
aunque me diera a mí mayor contento
dexarle en este bosque sepultado;
la vida aquí passaré en este assiento,
celebrando su entierro lastimado,
todo el restante tiempo que viviera,
hasta que al mortal golpe me rindiera.
 
Sólo os pido me deys, por cortesía,
en que pueda llevarle a donde os digo,
si de veras sentís la angustia mía
y el infelice caso de mi amigo."
"-Ambos hemos de hazerte compañía
-dixo el Fénix-, y el cielo es buen testigo
si siento en igual grado tu tormento
y la justa razón del sentimiento."
 
Agradeció Pigmenia al buen guerrero
la voluntad piadosa y pecho humano,
y, adereçando el muerto cavallero,
el Fénix recobró su Palircano.
En el cavallo que él traýa primero
pusieron a Palmacio y, mano a mano,
hizieron a Pigmenia compañía,
sirviendo por el bosque ella de guía.
 
Por toda aquella noche caminaron
con tanta ligereza, priessa y gana,
que al señalado puesto, en fin, llegaron
quando ya despuntava la mañana.
Mas luego al sabio mágico encontraron,
que, con alegre rostro y muestra humana,
los saludó diziendo: "-El alto cielo
os dé su sacra ayuda y su consuelo."
 
Pigmenia se arrojó de do venía;
ante los pies del mágico postrada,
sus doradas madexas deshazía
dexando su belleza deslustrada. 
"-No llores -dixo el sabio-, hija mía,
que en breve quedarás tan consolada
que des por bien qualquiera mal passado
y cobres lo que tanto has desseado."
 
Roanisa estava atónita, y mirava
una vez y otra vez el sabio viejo,
de quien abiertamente se acordava
por las hermosas armas y el espejo,
Assí, dudosa en lo que haría estava
y no sabía tomar algún consejo,
hasta que el sabio dixo: "-No hazéys cuenta (33)
de quien os dio favor en vuestra afrenta;
 
pues yo soy quien topastes en la cueva
de Brisalda, que en fuego está abrasada,
cuyo remedio y medicina nueva
a vos está y ha estado reservada.
Assí, es justo que luego hagáys la prueva
con que la triste quede libertada,
y vos tengáys lugar de yros a España
con la sabia que a entrambos acompaña."
 
Levantó la princesa la visera,
corrida de no averse anticipado,
agradeciendo el don que recibiera
quando yva en busca de su dulce amado.
De su cavallo se arrojó ligera
y al solitario mágico ha abraçado,
pidiéndole perdón de lo que ha hecho,
con lo qual quedó el viejo satisfecho.
 
El del Fénix también se le ha ofrecido
como deudor del mesmo beneficio;
el sabio le ha en su gracia recebido,
prometiendo de serle muy propicio. 
Al oculto lugar todos han ydo
donde, ocupado en mágico exercicio,
haze en los graves casos tales cosas
que se tienen por más que milagrosas.
 
Mandó que el cuerpo muerto le pusiessen
en un secreto y lóbrego aposento,
y que en ver su morada entretuviessen
el tiempo que él gastava en cierto intento.
Mas las cosas del mago agora cessen
hasta que dé lugar para ello el cuento,
que he de cumplir con otros que me llaman,
y mi descuydo, sin cessar, disfaman.
 
Pero, como estos príncipes persianos
son los que he de ensalçar principalmente,
la historia de sus hechos soberanos
tratar de otros apenas me consiente,
si no es de aquéllos cuyas altas manos
o fueron en favor de este valiente
o en disfavor de su virtud notoria,
que todos son materia de esta historia.
 
Assí, es lance forçoso el yr tratando
de los que en este tiempo intervinieron,
sus animosas obras levantando
al devido lugar que merecieron;
en especial de aquél que, navegando,
sus hados a la Grecia le traxeron,
para que su memoria se estendiesse
y por hijo de Achiles se tuviesse.
 
Diximos que a Gorgonio abominable,
con valeroso braço y fuerte pecho,
le privó de la vida miserable,
dexando al rey Arbistes satisfecho;
el qual, con trato y voluntad afable,
en remuneración del célebre hecho,
le ofreció su poder y su hazienda, 
ora en segura paz, ora en contienda.
 
También dixe que el joven animoso
al rey manifestó su decendencia,
que era de aquel Achiles valeroso
que puso a Troya en mísera dolencia,
y que, movido de un intento honroso,
hizo de su región tan larga ausencia,
ganoso de llegar do avía nacido
el que por tronco suyo era tenido.
 
Dixe también que Arbistes decendía
de la mesma prosapia y parentela,
aunque con Clarimante convenía (34)
por ser Thetis de entrambos visagüela.
También conté que, en buena compañía,
se fueron donde Arbistes se desvela
en le servir; y aquí los he dexado,
mas no puedo cantar de fatigado.

 

CANTO XXXII

 

NOTAS:

 

 

(1) cobrar: "vale también adquirir y, en cierta manera, recuperar y recobrar lo perdido" (Aut.).

 

(2) En el texto se lee 'Felisarda'. Se trata de un evidente error, por contaminación posible con 'Felisandro', pues la dama que arde en la Cueva del Amor se llama, como es sabido, 'Brisalda'. El mismo error se detecta en la "Tabla de los cantos que se contienen en este libro".

 

(3) defender: "vedar", vid. nota a VI, 110.

 

(4) alteza: "por translación significa elevación, soberanía, superioridad y grandeza digna de toda estimación por su calidad, ser y bondad" (Aut.).

 

(5) crecido: "lo aumentado" (Cov.).

 

(6) averná: futuro imperfecto de indicativo del verbo 'avenirse', aquí: "se toma por entenderse en el significado de tratar y hacer" (Aut.). Mal se entenderá o comprenderá el guerrero sin su armadura.

 

(7) partir el sol: "phrase que en los desafíos antiguos y públicos significaba colocar los combatientes o señalarles el campo, de modo que la luz del sol les sirviesse igualmente, sin que pudiesse ninguno tener ventaja en ella" (Aut.). Hay una clara relación con la frase de Felisandro a su oponente: 'toma la mitad de aqueste llano' (supra, v. 79). Vid. también, 'partir la carrera' (XXI, 213, y la nota correspondiente).

 

(8) de una manera: "de la misma manera". Uno: "idéntico, lo mismo" (DRAE).

 

(9) bolver: 'volver', "dar vuelta o vueltas a alguna cosa" (Aut.).

 

(10) variable: "vale también instable, inconstante y mudable" (Aut.).

 

(11) en mirarla: construcción absoluta de infinitivo, con el valor de 'mientras la miraba' o 'cuando la miraba'. Aut. señala que la preposición en "se usa también en los ablativos absolutos de los verbos, ahora terminen en infinitivo (...), ahora en oración de estando o haviendo".

 

(12) Apenas si le dio tiempo a Roanisa de cubrir su rostro con la visera.

 

(13) traer: 'traher', "metaphóricamente vale alegar o aplicar razones o autoridades, para comprobación de algún discurso o materia" (Aut.).

 

(14) Se refiere a la edad en la que uno empieza a tener juicio y cierta madurez. Sobre la discreción vid. la nota al título del poema, en la portada.

 

(15) devidir: "dividir, separar".

 

(16) arriscar: "ponerse a gran peligro" (Cov.).

 

(17) recrecerse: "ofrecerse de nuevo alguna cosa" (Cov.).

 

(18) En el ejemplar BPT2 se lee 'padres rig rosos'.

 

(19) acaecimiento: "sucesso impensado, caso inopinado" (Aut.).

 

(20) Hay aquí una ambigüedad un tanto difícil de resolver, pues lo mismo vale 'nunca de mi Palmacio avía sabido', que 'nunca de mí Palmacio avía sabido'. Si nos inclinamos por la primera solución es porque de esa forma la acabamos de encontrar, sin ninguna ambigüedad, en el verso 297, y nos parece que cuadra con el habla de Pigmenia.

 

(21) En el original se lee 'o por ya'. Corrijo siguiendo las advertencias de Murcia de la Llana.

 

(22) Transcribo 'fuy' en lugar de 'fue' (forma que figura en el original), por parecer más coherente con el sentido de la frase. He mantenido la forma terminada en y, que es la que habitualmente se emplea en el texto.

 

(23) El sentido de la frase hace pensar que lo correcto aquí sería 'venciendo'. Mantengo, no obstante, la forma que figura en el texto, por considerar que se trata de un cambio de mucha entidad semántica y no queda suficientemente claro que sea la opción que propongo la única posible, pues también valdría 'vencedor'.

 

(24) Pasarían cien años pues, según la teoría heliocéntrica, el sol (y todo el firmamento) da una vuelta a la tierra cada año.

 

(25) humano: "el que es apacible, compasible, acariciador, benigno y manso" (Cov.).

 

(26) Parece que hay una errata que no se detecta en ningún ejemplar. Lo mejor, sin duda, es 'un momento', pero de esta forma nos encontramos con un verso decasílabo.

 

(27) Este 'otro', usado como zeugma, hace referencia a 'otro lado', jugando con la palabra 'lado', expresada en el verso 454.

 

(28) reduzir: 'reducir', "volver alguna cosa al lugar donde antes estaba o al estado que tenía" (Aut.).

 

(29) hilo: "metaphóricamente vale continuación de alguna cosa que se está haciendo" (Aut.). En este caso se refiere a la continuidad de la vida.

 

(30) La ciudad fenicia de Tiro fue famosa en tiempo de los romanos por sus fábricas de púrpura, la más apreciada de la antigüedad.

 

(31) El cruel caballero que mató a Palmacio debió de ser criado, a juicio de Pigmenia, por animales salvajes, concretamente por los temidos y fieros tigres de Hircania.

 

(32) El triste llanto impide que siga expresando 'palabras doloridas'. Hay una elipsis del verbo 'seguir' u otro de significado equivalente.

 

(33) hazer cuenta: aquí ha de entenderse como 'tener cuenta', "tener advertencia" (Cov.). Es decir, el anciano mago recrimina a Roanisa que no le recuerda, no está 'advertida' de quién es.

 

(34) convenir: "ser de un mismo parecer y dictamen, conformarse con el de otros y sentir y seguir lo propio que ellos" (Aut.).