Solino se casa con Labrisa y, por orden de Flavisa, se queda en el castillo con ella. Sarpe libra a Oroncia y la saca de Ronda con ayuda de Flavisa, llevándola al castillo. Declárase la trayción travada contra Oroncia y son castigados los traydores. Embía Theodoreto a buscar a Oroncia, su hija.
- UN desusado gozo y gran contento
- (y más quando del hombre no se espera),
- suele acabar la vida en un momento
- y cortar el vital hilo y carrera;
- que, con el alboroço y movimiento,
- el que el gusto recibe assí se altera,
- que da lugar a que se acabe todo
- por no guardarse el justo punto y modo.
- Chylo, Dionisio, Sóphocles, Luciano (1),
- Philípides, Diágoras (2), murieron
- por al mucho contento dar la mano
- en cosas de honra y fama que tuvieron.
- Marco Juvencio, Talna (3), gran romano,
- y Sótades (4), el mesmo fin hizieron.
- Philistio y Policrates (5) acabaron,
- porque al gozo excesivo se entregaron.
- A muchos de otra suerte ha sucedido:
- quién hasta el fin atónito ha quedado,
- quién manco, quién sin seso, quién tullido,
- y quién, mientras vivió, no ha más hablado.
- Assí, que muy por tassa y muy medido
- ha de ser el contento, y limitado,
- porque más acabaron de contento (6),
- que de algún doloroso sentimiento.
- Dígolo por los dos de nuestra historia,
- que luego que en la sala se encontraron,
- agenos ya de toda su memoria
- por un espacio grande se quedaron.
- Del amor la igualdad se hizo notoria,
- porque los coraçones se hablaron,
- y el quilate de entrambos cotejado
- fue visto estar en un nivel y grado.
- Aunque estavan las lenguas de ambos mudas,
- los blandos ojos parlan largamente (7),
- mostrando descubiertas y desnudas
- las passïones que cada uno siente.
- Tan vivas eran todas y tan crudas,
- que, por más que se gozan al presente,
- no acaban de creer que satisfaga
- cada qual a la causa de su llaga.
- Porque él echa de ver al descubierto
- que puede no creerle su Labrisa,
- saliendo él de la corte, por concierto,
- en guardia y compañía de Laurisa.
- El dudar de su amor estava cierto
- (y en esto la esperiencia nos avisa),
- que la conversación, quando es freqüente,
- es la alcahueta (8) del amor ardiente.
- Ella duda también, por aver sido
- despegada en estremo y desdeñosa,
- con aquél que al amor fue tan rendido
- que jamás perdonó por ella a cosa.
- Assí, teme estará de ella sentido (9)
- y frío en la passión dulce amorosa,
- no entendiendo aver sido su jornada
- por orden del Amor hecha y guiada.
- Cada qual de los dos está aguardando
- a que el otro la plática empeçasse,
- entre estos pensamientos bacilando
- sin que en ellos escusa se hallasse. (10)
- Mas Solino, la baxa boz soltando,
- "-nadie, señora -dixo-, abrá que tasse
- la merced que los dioses oy me han hecho (11)
- en dexarme, con veros satisfecho;
- que, aunque nunca alcançé de vuestra mano
- favor que diesse alivio a mi fatiga,
- ni quiso permitir Amor tyrano
- que os mostrásedes menos mi enemiga,
- con todo, vuestro rostro más que humano
- y la razón y el proprio amor me obliga
- a que ame la muerte con presencia (12)
- que la vida mediante larga ausencia.
- Bien veo que aun miraros no merezco
- ni puede mereceros cosa humana,
- pero la grave pena que padezco
- os obliga me améys de pecho y gana.
- Con sólo aqueste pago me engrandezco
- y por merced la tengo soberana,
- sin más apetecer que deys por buena
- la (13) fatiga a que el cielo me condena."
- Esto dixo con tanto sentimiento
- y con muestra de pecho tan rendido,
- que Labrisa entregó su pensamiento
- y voluntad al arco de Cupido;
- y, con gran turbación y encendimiento
- de lo que al fuerte joven avía oýdo,
- con ojos baxos y con boz severa,
- le començó a dezir de esta manera:
- "-No podré, ¡o gran Solino!, yo negarte
- que no te devo más que se dezirte,
- quanto menos podré tanto pagarte
- como es querer a mi querer rendirte.
- Bien conozco también que erré en no amarte
- y en nunca a mis favores admitirte,
- más, como el niño dios (14) todo lo ordena,
- ni tuve culpa ni merezco pena:
- que bien sabes que fuerça los sentidos
- a que obedezcan todo lo que él quiere,
- usando de rigor con los rendidos
- y de clemencia con quien dél huyere.
- Mas también engrandece a los caýdos,
- aunque dilata a vezes y difiere
- el remedio del mal y pena dura,
- acudiendo en divina coyuntura.
- No entiendas que no soy agradecida
- a lo que por mi causa se padece,
- que bien veo te devo la honra y vida,
- lo qual te pagaré como merece.
- He sido por ti agora defendida
- y por ti mi grandeza se engrandeçe;
- assí, no será mucho, en este trago,
- ofrecerte mi amor por justo pago."
- Diziendo aquesto, la sin par donzella
- matizó de un color más que de grana
- el bello rostro, qual la diosa bella
- que aparece en Oriente a la mañana.
- Solino, arrodillado y puesto ante ella,
- adora el claro sol que de ella mana,
- la qual le echó, con sus nevados braços,
- al fuerte cuello deleytosos laços.
- Ambos, humedeciendo el duro suelo
- con el licor divino, aljofarado,
- contentos ya y agenos de recelo,
- se entraron al palacio adereçado,
- y, ordenándolo assí el impíreo (15) cielo,
- el dulce desposorio han celebrado,
- concurriendo las cosas importantes
- para firmeza de actos semejantes.
- No bien la blanca diosa en el Oriente
- sus doradas madexas descogía,
- retirando a las partes de Occidente
- la tiniebla que el mundo entristecía,
- quando al fuerte castillo, y excelente,
- una bella muger llegado avía,
- la qual se entró a la sala y aposento
- sabedor del noturno casamiento.
- Durmiendo están los nuevos desposados,
- vencidos del trabajo y gran fatiga,
- de todas sus passiones ya vengados
- y de Fortuna, su áspera enemiga.
- La dama entró con passos concertados,
- no aviendo quien lo estorve y contradiga,
- y, estando cerca, hizo algún ruÿdo
- que el joven despertó despavorido.
- También oyó Labrisa el movimiento,
- mas, antes que ellos (16) cosa preguntassen,
- con blanda boz y gran comedimiento
- les avisó la dama se quietassen (17).
- "-He venido -les dixo- a aqueste asiento
- porque vuestros contentos no se tassen,
- que el príncipe por fuerça está obligado
- a bolver al lugar que (18) fue aplaçado.
- Pero la singular maga Flavisa,
- mirando a los negocios de adelante,
- quiere quedéys agora con Labrisa
- gozando de su gracia y bel semblante,
- porque, como es tan grande profetisa,
- conoce que ha de ser más importante
- el quedaros aquí que yr la jornada
- que estava para España declarada (19).
- Assí, podréys quedaros hasta quando
- Flavisa os avisare de su intento,
- que será menester siempre yr mirando
- lo que más importare a vuestro aumento (20);
- que ya sabéys cómo el contrario vando
- nuestro daño procura y detrimento,
- y, si no ay quien resista en esta tierra,
- toda verná a asolarse a pura guerra."
- Dicho aquesto, cessó de hablar la dama,
- y Solino la dixo que él haría
- quanto importasse al nombre y clara fama
- que alcançar por las armas pretendía,
- y, por lo que a Flavisa quiere y ama,
- yrla a ver de presente gustaría
- y seguir juntamente la jornada,
- pues no era justo no yr acompañada.
- No convenir le dixo la donzella,
- sino que se quedasse en su reposo,
- que algún tiempo vernía a socorrella
- quando fuesse el favor menesteroso;
- que aún no podría por entonces vella,
- por un encanto grande y poderoso
- que invisible (21) a todo hombre la hazía,
- que assí estar algún tiempo convenía.
- Despidióse con esto la criada
- de Flavisa, dexando a los amantes
- con gusto y alegría no pensada,
- qual suele aver en casos semejantes.
- Su historia ha de quedar aquí cortada,
- hasta que nuevos casos importantes
- me fuercen a buscarlos. Entre tanto,
- de Sarpe es justo trate nuestro canto,
- del qual, estrañamente, me he olvidado,
- como si no quedara en punto estrecho
- quando, con los leones abraçado,
- con ellos batallava pecho a pecho.
- Ya os dixe cómo el pueblo, alborotado,
- gritava se mirasse allí el derecho
- y justicia de Oroncia, que ligada
- aguardava la muerte desastrada.
- Mas, puesto en medio el fuerte aventurero,
- la justicia de Oroncia defendía,
- aunque el ímpetu bravo del león fiero,
- en harta contingencia le ponía.
- Por otra parte, el otro compañero
- al primero león favorecía.
- Assí, abraçados de él, hazen de suerte
- que le llegan al hilo de la muerte.
- Pero, mirando el frigio dónde estava
- y advirtiendo de dónde era nacido,
- con yra que los huessos le abrassava,
- del un fiero león se ha desasido,
- y con el otro luego se abraçava
- de tal suerte, que el pecho le avía hundido,
- en el ancho tablado le arroxando,
- la vida entre la sangre vomitando.
- Mas el otro león, sin embaraço,
- al singular guerrero arremetiendo,
- le rompió la mitad del guardabraço,
- aunque lo yva la malla defendiendo;
- y las uñas entraron en el braço,
- gran parte de los músculos rompiendo,
- por do luego salió una roxa fuente
- que alborotó la apassionada gente.
- Mas no le desmayó la gran herida
- ni la caliente sangre le acobarda;
- antes crece la fuerça desmedida,
- en ver que tanto el fiero león tarda.
- Muestra bien su grandeza conocida
- en que, con fuerça célebre y gallarda,
- en la boca de aquella bestia fiera
- metió la dura mano carniçera,
- y, arrancando la lengua con gran saña
- al que en tan duro tranze le tenía,
- dio con él muerto en medio la campaña,
- donde tantas mil ánimas (22) avía.
- Mas, viendo Arcendo la inmortal hazaña,
- mueve contra él la armada compañía,
- dando bozes que luego le matassen
- y el grande atrevimiento castigassen.
- Sarpe, con aquel ánimo y grandeza
- que en qualquier aventura le guardava (23),
- con gran facilidad y con presteza
- a todos sus contrarios retirava.
- Pero fuera, sin duda, aquí simpleza,
- aunque entre mil millones se estremava,
- pensar hazer con todos de tal suerte
- que pudiesse escaparse de la muerte.
- Andava por mil partes desarmado
- y aumentávasse el número de gente,
- por donde, en aquel trance, era escusado,
- de condición salvarse tan urgente.
- Mas, andando el de Frigia encarniçado (24),
- vio al malvado de Arcendo estar de frente,
- y arremetió con él, con tal braveça,
- que le partió por medio la cabeça.
- Cayó Arcendo en la tierra amortecido
- y la gente se opuso al gran troyano;
- que, si no, él le dexara concluydo,
- según sintió al herir dulce la mano (25).
- La gente levantó gran alarido
- y, con furor diabólico e insano,
- en confuso montón arremetieron,
- pero llegar al joven no pudieron,
- porque Flavisa, que esto disponía,
- acudió a dar favor al frigio fuerte
- con una espesa nube que cubría
- a la dama y a Sarpe desta suerte.
- La gente alrededor se deshazía
- por dar a los dos juntos dura muerte,
- doliéndose de ver la desventura
- de Arcendo en semejante coyuntura.
- En tanto que la nube condensada
- estava opuesta a todo inconveniente,
- una ninfa, de Sarpe apassionada,
- se vio dentro el nublado de repente,
- diziéndole que Oroncia desatada,
- la sacasse en Corvato prestamente,
- y la rienda, en saliendo, le soltasse,
- y a su alvedrío en todo le dexasse.
- Puso en execución, sin más tardança,
- lo que la ninfa avía encomendado,
- y, abraçado de Oroncia, se abalança
- por medio de aquel pueblo alborotado.
- No huvo quien le estorvasse en tal andança,
- sino que, del peligro ya escapado,
- suelta la rienda, dexa yr libremente
- a su presto cavallo diligente.
- Qual águila caudal que cala de alto
- a la sabrosa presa desseada,
- que, asiéndola con presto sobresalto,
- la lleva entre sus garras levantada;
- el cervatillo, ya de esfuerço falto,
- llamando va su madre que, apartada,
- mira con tristes ojos su hijo amado
- entre las duras uñas yr colgado;
- no de otra suerte Oroncia parecía
- en los braços de Sarpe esclarecido,
- aunque dar la relación nadie podía
- del cómo huviesse aquesto sucedido,
- porque la escura niebla defendía
- poderse ver el caso nunca oýdo;
- y, en tanto que en el pueblo esto passava,
- a más andar el frigio se alexava.
- Después de un largo espacio se deshizo
- la tenebrosa nube de aquel llano,
- por un encantamento y gran hechizo
- que Flavisa ordenó con sabia mano.
- La ninfa a todo el pueblo satisfizo
- en lo tocante al singular troyano,
- porque allí se quedó para dar cuenta
- de Oroncia, ya escapada de la afrenta,
- y dixo: "-No te espantes Theodoreto
- de las cosas que has visto en este día,
- obradas por milagro y gran secreto
- de quien a tu presencia real me embía;
- que, aunque puesta veamos en su aprieto
- la verdad, por trayción y alevosía,
- no permiten los dioses que perezca,
- sino que siempre el bueno permanezca.
- Assí, tu bella hija fue librada
- por orden de los dioses justicieros,
- que verla no quisieron sujetada
- contra verdad a tales desafueros.
- No fue en ella jamás culpa hallada,
- por donde aquestos hombres carniceros
- la pudiessen poner en alto estrecho,
- como es su cuerpo aver de ser deshecho.
- Y, pues su justo pago tiene Arcendo,
- él dirá la verdad de lo que passa,
- por sus puntos el caso refiriendo
- urdido para el daño de tu casa.
- Essa mala muger que me está oyendo
- (que nunca en sus maldades tuvo tassa),
- confessará la trama y embaymiento
- del lastimoso sucedido cuento."
- Dicho aquesto, quedó desvanecida
- qual viento delicado, o qual figura
- que fue entre sueños de alguien conocida,
- mas luego a deshazerse se apressura:
- assí quedó la ninfa esclarecida
- en aquesta ocasión y coyuntura,
- de los humanos ojos se encubriendo
- y a su sabia señora se bolviendo.
- En medio el cadahalso está tendido
- Arcendo, con las vascas de la muerte,
- aunque no está privado de sentido,
- que todo lo que passa ve y advierte.
- Pero con un suspiro desmedido,
- ante todos habló de aquesta suerte:
- "-¡O dioses sacros, de lo bueno autores,
- enemigos perpetuos de traydores!
- ¡Por qué puntos avéys oy ordenado
- que se conozca la maldad presente,
- y que todo el negocio revelado
- quede para el exemplo de esta gente!
- Yo conozco mi error y gran pecado,
- que ya el trance mortal no me consiente
- que la maldad encubra cometida
- en a Oroncia querer quitar la vida.
- Dos cosas a este caso me han movido:
- la primera, el amor que tuve a Ystrea
- (que assí se llama aquélla que ha podido
- urdir una maldad tan torpe y fea);
- la segunda es aver yo pretendido
- heredar lo que el hondo mar rodea,
- que es todo aqueste rico señorío
- governado y regido por mi tío.
- Mas no podré dezir enteramente
- lo que passa en aquesta coyuntura,
- porque la última vasca y acidente
- me llega a la postrera desventura.
- Ystrea lo dirá, que está presente,
- como autora de toda esta locura,
- que fue quien a tal hecho a mí me induxo,
- y a Oroncia a lo que vistes ella truxo."
- Con esto despidió con furia brava
- el espíritu pérfido, engañoso,
- que a la inocente dama procurava
- poner en punto y trance doloroso.
- El pueblo, absorto y transportado estava
- viendo tan raro caso prodigioso
- y casi no creyendo lo que vía,
- porque cosa de sueño parecía.
- Theodoreto, indignado y condolido
- del negocio y enredo exorbitante (26),
- mandó el cuerpo que estava allí tendido,
- luego se le quitassen de delante,
- y el castigo que avía él pretendido
- dar a Oroncia, padezca él al instante;
- que era a fieros leones ser echado
- para ser de sus dientes desmembrado.
- Y a la pérfida Ystrea allí sacando,
- que sin color la miserable estava,
- sus perversos embustes tanteando (27),
- que su propria conciencia la aquexava,
- la fue con grande industria preguntando
- qué fuesse lo que en tal caso passava;
- la qual, desanimada y sin haliento,
- con boz tímida, dio principio al cuento.
- "-Conozco (28) -dixo-, averme abalançado
- a la mayor maldad y más provada
- que en el humano ingenio se ha forjado
- ni jamás por persona ha sido obrada:
- la invidia me ha movido a tal pecado,
- por verme de aquel joven desamada
- que por Oroncia, sin cansar, moría,
- y a mí, por esta causa, aborrecía.
- Arcendo estava de mi amor perdido,
- mas yo con libertad suma tratava,
- y, viendo no aver medio ni partido
- con el otro, que assí me atormentava,
- al miserable Arcendo he persuadido
- (prometiendo de serle siempre esclava),
- que al desdichado moço concluyesse
- y a su padre también lo mesmo hiziesse.
- Con gran facilidad en todo vino
- por gozar lo que tanto apetecía,
- y puso por efeto el desatino,
- matando al que morir no merecía.
- Al padre del mancebo nos convino
- concluyr, por lo mucho que hazía
- en la pesquisa y pleyto del amante,
- llevando siempre el rastro muy delante.
- Temiendo que no fuesse descubierto,
- un grande mal con otro mal soldamos,
- pero, aunque vimos ser el padre muerto,
- no por esto en maldades sossegamos;
- antes, entre los dos huvo concierto,
- que con solemne voto confirmamos,
- de nos favorecer para una cosa
- no menos temeraria que espantosa.
- Y fue que él desseava aqueste estado
- y por vía ordinaria no podía,
- pues todo el mayorazgo deseado
- a Oroncia por herencia convenía.
- Yo, por causa del ciego enamorado,
- vengarme de la dama pretendía,
- y assí fue cosa fácil, ambos a una,
- dar un toque (29) dudoso a la Fortuna.
- Sus secretos Oroncia me fiava,
- haziendo confiança en qualquier cosa,
- que no poco este punto me animava
- para la trama infame y alevosa.
- La bevida del padre ella guardava,
- temiendo la ponçoña peligrosa,
- por cierto oculto aviso que ha soñado
- de que con un veneno avía espirado.
- Como yo entrava en todo tiempo y hora
- a la sala de Oroncia y aposento,
- saliendo una mañana la señora,
- pude bien concluyr mi loco intento.
- Y assí, echando ponçoña matadora,
- y tal que no durara ni un momento,
- di cuenta de lo hecho al torpe Arcendo,
- para que él concluyesse el caso horrendo.
- A ti, sin más tardar, el traydor vino
- y te avisó de cómo tu hija amada
- era autora del loco desatino
- de aver muerto a los dos con mano ayrada,
- y que también en tu bevida y vino
- una estraña ponçoña tenía echada,
- por quedarse señora libremente,
- sin respeto de padres o pariente.
- Assí, señor, al punto lo provaste,
- atestiguando yo como homicida,
- por lo qual, sin tardar la condenaste
- a perder la sabrosa y dulce vida.
- Mas Júpiter no quiso en tal contraste
- Oroncia fuesse muerta y concluyda,
- sino que embió algún dios del alto cielo
- que la escapasse del peligro y duelo."
- Aquí acabó la historia enmarañada
- Ystrea, cautelosa y detestable,
- mostrándose contrita y humillada,
- ganosa de la muerte irrevocable.
- Theodoreto mandó que degollada
- luego fuesse la triste miserable,
- lo qual se secutó sin resistencia,
- visto ser ordenado con clemencia.
- Muertos ya los traydores alevosos
- que intentaron matar a la inocente,
- se vieron sentimientos lastimosos
- en el confuso pueblo y triste gente:
- muévelos ver los casos prodigiosos
- en favor de la virgen inocente,
- y ver que la han de allí desparecido,
- sin saber por qué medio aquello ha sido.
- Dan bozes que se busque donde quiera,
- alaban su inocencia y gran pureza,
- su honestidad, su peso, su manera (30),
- su afable trato y singular belleza.
- Y aquélla que en sus ojos antes era
- abominable y llena de torpeza,
- agora la celebran como a diosa
- todos en unidad dulce y sabrosa.
- Theodoreto entre sí se deshazía,
- con dos grandes contrarios peleando:
- el uno era el contento y alegría,
- la inocencia de Oroncia ponderando;
- lo otro le acabava y consumía,
- el no saber a dónde, cómo o quándo
- parecerá su hija, pues no vieron
- los que de aquel lugar la traspusieron.
- Pero con gran cuydado ha proveydo
- gente mucha que a todas partes fuesse,
- aviendo un rico premio prometido
- a quien nuevas de Oroncia le truxesse;
- mas nunca cosa cierta se ha sabido
- ni bastaron promessas de interesse.
- Assí, de Theodoreto callaremos
- hasta cierta sazón que dél diremos.
- Sigamos tras el frigio que, gozoso,
- con la divina joya caminava
- por un bosque y camino tenebroso,
- que era por do Corvato le guiava.
- La maltratada Oroncia, con medroso
- semblante, al buen troyano contemplava,
- no pudiendo entender quién le ha guiado
- a librarlo del trance desusado.
- Fixos lleva los ojos el guerrero
- en el divino sol y clara estrella,
- su coraçón rindiendo todo entero
- a la disposición y al querer de ella.
- Aborrece el Amor al cavallero
- que lleva su contento y dama bella,
- y llorando tras él yva el tyrano,
- viendo todo su bien ya en otra mano.
- Pero poco aprovecha agora el ruego
- ni las lágrimas tristes que derrama,
- que el frigio ya no teme el arco y fuego
- ni le puede abrasar su ardiente llama (31).
- Assí va, sin poder tomar sossiego,
- hasta verse en seguro con su dama,
- lo qual se le cumplió al tercero día,
- llegando do Flavisa residía.
- Allí la sabia maga le ha guiado,
- la qual salió con toda la otra gente
- a recebir al joven namorado,
- con gran razón tenido por valiente.
- Un vestido sobervio y estremado
- a Oroncia hizo traer primeramente,
- con todo el adereço y la riqueça
- para adornar la angélica cabeça.
- Después les encargó que se guardassen
- para, con más contento y alegría,
- las bodas celebrar quando llegassen
- al lugar que ella tanto apetecía:
- que como los demás sobrellevassen
- el tiempo, porque assí les convenía;
- para lo qual le dio un medicamento
- que refrenava al torpe encendimiento.
- Después de esto, en concordia caminaron
- por do la astuta maga los guiava,
- hasta que al ancho mar se avezinaron
- donde la inglesa tierra se acabava.
- Todos en esta parte se alojaron,
- mientras que el tiempo y la sazón llegava
- en que partir de aquel lugar pudiessen,
- quando juntos los fuertes estuviessen.
- Mas, ¡ay de mí!, que assí me he descuydado
- de aquella única diosa y sacra dama,
- yendo en otras empresas ocupado
- de no tanto valor ni ilustre fama;
- con razón me terná por mal mirado,
- a bozes me parece me disfama,
- pues dexándola sola en su jornada
- he tenido la pluma trasportada.
- Pero, con la humildad que se requiere,
- ante sus pies hermosos puesto en tierra,
- la prometo de hazer quanto pudiere,
- diziendo lo que en su ánimo se encierra;
- que bien verá el que llanamente quiere
- considerar de Sarpe la gran guerra
- y de Solino el raro acaecimiento,
- aver sido forçoso el largo cuento.
- Agora, sin estorvo ni embaraço,
- seguiré su jornada y su camino,
- y contaré el esfuerço de su braço,
- su heroyco pecho y su ánimo divino.
- Diré también de aquél que, en dulce laço,
- sigue de amor tras ella su destino,
- y no los dexaré, si no es que venga
- quien el hilo y la pluma me detenga.
- Salió (como atrás dixe en nuestro cuento),
- la singular Roanisa lastimada
- del doloroso y triste apartamiento
- de aquél en quien estava transformada (32);
- mas huvo de romper con su contento,
- por dar gusto a Flavisa aventajada (33);
- y assí, se despidió de Felisandro,
- como la hermosa Hero de Leandro (34).
- La rienda floxa al gran cavallo lleva,
- dexándole guiar a su alvedrío,
- ganosa de encontrar alguna prueva
- donde emplear su rabia y loco brío;
- mas, quando ya Diana (35) con luz nueva
- se mostrava, ha llegado a un ancho río,
- en cuya orilla un hombre vio estar muerto,
- por mil partes el bello pecho abierto.
- Confusa estuvo en si se deternía
- a le dar la devida sepultura
- o si más adelante passaría,
- siguiendo el disponer de su ventura.
- Mas, a deshora vio cómo salía
- de entre las espadañas (36) y verdura
- una ninfa tan triste como hermosa,
- con adereços de divina diosa.
- Lleva suelto el cabello y descogido,
- como madexas de oro quilatado,
- sirviéndole de ornato y de vestido
- por ser espesso, largo y apiñado.
- Un rostro más que el Sol bello encendido,
- un cuerpo que parece estar nevado,
- un resplandor que sale de toda ella,
- qual vemos en la más ardiente estrella.
- Atónita se muestra, y espantada,
- la princesa oriental viendo la diosa,
- de su grande beldad tan admirada
- quanto de verla triste y dolorosa.
- Pero luego, la ninfa, anticipada (37),
- la dixo: "-A vos, princesa valerosa,
- es dado remediar mi triste pena,
- que assí el sagrado Júpiter lo ordena.
- Dad, os ruego, devida sepultura
- al joven más gallardo y más gracioso
- de quantos ha formado hasta oy Natura
- en el mundano círculo espacioso:
- que, si le fue contraria su ventura,
- no es justo se le niegue el fin honroso;
- y, pues no puedo yo, tomad la mano
- en acto tan piadoso y tan humano."
- La dama respondió que era contenta
- de cumplir lo que tanto desseava,
- mas que le diesse entera y larga cuenta
- de todo aquel sucesso la rogava.
- "-Aunque mucho contar el caso sienta,
- la buena cortesía me obligava"
- -la ninfa ha respondido-. Mas yo quiero,
- para cantarlo, descansar primero.
CANTO XXVIII
NOTAS:
(1) Chylo podría ser Cilo, Lucio Fabio Septimiano, cónsul y prefecto de Roma en el siglo III, y posteriormente preceptor de Caracalla y Geta. Dionisio tal vez sea Dionisio de Halicarnaso, historiador y retórico griego del siglo I a. C. Sófocles es el célebre poeta trágico griego del siglo V a. C., autor de importantes tragedias como Edipo, rey, Antígona o Electra entre otras. Luciano de Samósata (125-191), conocido escritor griego, autor de obras de corte satírico, entre las que destacan sus diálogos.
(2) Philípides (Filípides) fue un poeta cómico ateniense del siglo IV a. C., autor de obras cómicas de carácter crítico, en las que censura el lujo y corrupción de su tiempo. Según Aulo Gelio, murió (a avanzada edad) de la alegría que le produjo el éxito de una de sus obras. Con el nombre de Diágoras hemos encontrado tres personajes: un atleta del siglo V a. C., un médico del III a. C. y un filósofo, Diágoras de Melos (s. V a. C.), generalmente asociado a los sofistas.
(3) No hemos hallado a ninguno de estos dos personajes.
(4) Sótades fue un poeta griego del siglo III a. C., autor de epigramas y poemas eróticos y licenciosos que, por sus ataques a personajes públicos, fue arrojado al mar dentro de un saco.
(5) Philistio (Filistión) fue un mimógrafo griego del siglo I d. C., célebre en los reinados de Augusto y Tiberio. Sus obras son de tipo burlesco. Martínez podría referirse también a Filisto, historiador y político siracusano de los siglos V y IV a. C., que contribuyó a fortalecer el poder de Dionisio el Viejo y se suicidó para evitar caer en manos de los rebeldes que atacaron Siracusa. Para Polícrates, vid. nota a XXV, v. 23.
(6) Continúan las variantes del cuadernillo Oo. En nuestro ejemplar leemos 'acabaron de codtento'. Hemos corregido con los ejemplares que pertenecen al otro estado. Vid. nota 44 del canto XXVI.
(7) En nuestro ejemplar, 'los blandos ojos parlavan largamente'. Corregimos de nuevo con los ejemplares del segundo estado, según se señala en la nota anterior.
(8) Los ejemplares del otro estado leen 'la alcagueta'. Vid. nota 44 del canto XXVI.
(9) sentido: "dícese de la persona que se siente u ofende con facilidad" (DRAE).
(10) El texto que transcribimos contiene aquí una errata no recogida en el testimonio de los preliminares, que nos hace leer este verso de la siguiente manera: "sin que en ellos escusa se llasse". Parece evidente que el componedor saltó una sílaba en este caso. Con la construcción que ofrezco habría que aspirar la h- del verbo para lograr el endecasílabo.
(11) En nuestro ejemplar y los que se ciñen al primer estado, se lee 'la merced que los dioses a mí me han hecho', lo que convierte el verso en dodecasílabo. Reemplazamos el verso por el que hemos transcrito, presente en los ejemplares del segundo estado. Vid. nota 44 del canto XXVI.
(12) Los ejemplares del segundo estado leen 'a que ame antes la muerte con presencia'. Una vez más remitimos a la nota 44 del canto XXVI.
(13) El ejemplar que manejamos contiene aquí una errata, ya que lee 'Lr'. Repongo la forma 'la' con los ejemplares que forman el segundo estado al que nos venimos refiriendo.
(14) Cupido.
(15) impíreo: "lo mismo que empíreo" (Aut.).
(16) En el texto que manejamos se lee 'mas antes que a ellos'. Se trata de una nueva variante que hemos rectificado con los ejemplares que se atienen al segundo estado del cuadernillo signado Oo. Vid. nota 44 del canto XXVI.
(17) quietarse: "sosegarse" (Cov.).
(18) En el original, 'bolver al lugar qne'. Rectificamos siguiendo la lectura de los ejemplares del segundo estado.
(19) declarar: "en lo forense se usa por determinar, decidir el juez o la persona que tiene jurisdición para ello" (Aut.). Aquí, la decisión es tomada, como ya se sabe, por la maga Flavisa.
(20) En BNM1, 'lo que más importare a vuestro intento'. Modificamos el verso atendiendo a los ejemplares del segundo estado, que evitan, de esta forma, la repetición del mismo vocablo para la rima de dos versos. Vid. nota 44 del canto XXVI.
(21) En todos los ejemplares se lee 'invencible', pero parece más correcto, en este contexto, el adjetivo que proponemos.
(22) Hemos de entender aquí 'ánima' como metonimia, en lugar de persona.
(23) guardar: "se toma también por preservar alguna cosa del daño que le puede sobrevenir" (Aut.).
(24) encarniçado: 'encarnizado', "el que en algún negocio se muestra cruel y no quiere aflojar en perseguir y acosar al que quiere mal" (Cov., s. v. 'encarnizarse').
(25) Tiene aquí 'dulce' un valor metafórico, que podríamos asociar a suave, con lo que entenderíamos que la mano sintió cómo el arma entraba suavemente en el cuerpo del enemigo.
(26) exorbitante: "fuera de razón y camino, soberbio, singular, extraordinario" (Cov.).
(27) tantear: "vale también considerar y reconocer con prudencia y reflexión las cosas antes de executarlas" (Aut.). En este contexto, hemos de entender sólo reconocer y considerar, pues Ystrea no ha meditado sus actos antes de llevarlos a cabo, sino después.
(28) conocer: "se toma también por confessar el pecado o el delito, en juicio y fuera dél" (Aut.).
(29) dar un toque a uno: "es darle un tiento en algún negocio" (Cov.). Sobre 'dudoso', vid. nota a I, 610.
(30) Para 'peso', vid. 'hombre de peso', nota a XVI, 258. Manera: 'gente de manera', "de calidad" (Fontecha).
(31) En los ocho últimos versos observamos cómo Oroncia es tan hermosa y sublime que el mismo Amor se lamenta de que haya caído en manos de Sarpe, porque, de esta forma, él la pierde. El guerrero, por su parte, no teme nada del dios ciego, pues sus flechas ya le han herido y no le queda otra arma con que oponérsele.
(32) transformar: "por extensión metaphórica, vale insinuarse en el afecto o cariño con tanta actividad, que parece que se convierte o se muda en la cosa amada" (Aut.). Aquí se refiere, por supuesto, al Caballero del Fénix, en quien Roanisa está 'transformada'.
(33) aventajado: "cosa que se adelanta y excede a otra en estimación, precio, valor y otra qualquier materia" (Aut.). Flavisa excede a todos en discreción y buen trato.
(34) Leandro cruzaba a nado todas las noches el estrecho del Helesponto para reunirse con su amada Hero, guiándose por una antorcha que ésta dejaba encendida en las almenas. Una noche se desató una tempestad que apagó la antorcha y Leandro murió ahogado. Cuando, a la mañana, Hero ve el cadáver a los pies de su torre se arroja, desesperada, al mar. Esta fábula ovidiana sirve de base al soneto XXIX de Garcilaso. En nuestro texto, la despedida de Roanisa y Felisandro estaba llena de la incertidumbre y del dolor que debía de presidir todas las despedidas de Hero y Leandro.
(35) Para Diana, vid. nota a XII, 123.
(36) espadaña: "yerba conocida, que nace abundantemente por las lagunas y orillas de arroyos empantanados; su talle no tiene ñudo ninguno y parécese mucho al del junco" (Cov.).
(37) La ninfa habla antes de que Roanisa pueda decir nada, se anticipa así a la reacción de la princesa.