Mata Carbopía a Selisario, que llevava su lança, y cóbrala. Mató al monstruo de la laguna y libró a Lucino de la muerte, el qual refiere la historia de Sacridea y el Fénix. Escucha Roanisa a Brisalda en su fuego.
- JAmás aprovechó lo mal ganado
- ni con lo ageno alguno fue dichoso,
- que, quando está el ladrón más descuydado,
- no le falta un tropieço lastimoso.
- De oy más no viva el impío confiado
- (aunque en trono se vea y cetro honroso),
- pues, quando menos piense, en un momento,
- perderá con infamia el alto asiento.
- ¡Quántos vimos al lado de la luna,
- que ya se imaginavan inmortales,
- sin sobresalto de mudança alguna,
- fixa la veloz rueda en sus umbrales,
- que, de un solo revés, la cruel Fortuna
- los puso en el estremo de los males,
- pagándoles assí quanto avían hecho
- hollando la justicia y el derecho!
- Assí, que si a los fines los miramos
- y sus últimos trances atendemos,
- puestos en mil desmanes los hallamos
- y de la desventura en los estremos,
- de manera que a muchos adoramos
- que, después, en baxeza tal los vemos,
- que nos hazen que, en parte condolidos,
- sintamos de los ver tan afligidos.
- Y, si ver lo queréys en nuestro cuento,
- tan claro se descubre y tan patente
- que, aviendo el importante sentimiento,
- yrá de lengua en lengua, gente en gente.
- Prestadme ánimo pío y pecho atento
- para que yo discurra felizmente,
- hasta llegar al cabo con bonança
- el barquillo y batel de mi esperança.
- ¡O lança tan costosa, pues la vida
- perderá el que te trae, si no me engaño;
- que el encuentro causó tan brava herida,
- que término porná la muerte al daño!
- El de Angalia, la lança ya rompida,
- con furor y coraje buelve estraño,
- hasta los insensibles se temiendo
- de la saña que el joven va esparciendo.
- Y llegando a encontrar con su adversario,
- que a buscarle con ímpetu bolvía,
- se dieron otro encuentro temerario
- en que se descubrió su valentía.
- Allí mostró el valiente Selisario
- (que assí el aventurero se dezía),
- la cepa de do viene, y la braveza
- de su antigua progenie y real grandeza.
- El qual a Carbopía, de tal suerte
- en el yelmo le dio de fino azero,
- que vio en manos su vida de la muerte
- y anduvo vacilando el gran guerrero.
- Mas, como era animoso, osado y fuerte,
- de presto recobró el vigor primero,
- dándole una respuesta tan pesada,
- que la cabeça le dexó atronada.
- No estuvo en este punto perezoso
- el diestro Carbopía, porque luego,
- con aquel su corage poderoso,
- echando por la boca y ojos fuego,
- otro golpe le ha dado aun más furioso,
- con el qual le infundió mortal sossiego,
- pues, hecha dos pedaços la celada,
- decendió el alma a la infernal morada.
- Luego los elementos se alteraron,
- viose una escura niebla tenebrosa,
- los vientos todos con horror sonaron
- por entre la floresta y selva umbrosa.
- Los ojos del de Angalia se ofuscaron,
- no pudiendo en gran rato mirar cosa,
- quedando como atónito y sin seso,
- aguardando por puntos el sucesso.
- Mas, ya que bien media hora avía passado,
- començó a devisar (1) la fértil tierra,
- y, poco a poco, el ver le fue tornado,
- viendo el soto, la fuente, el valle y sierra.
- Mas el aventurero, que privado
- fue de la amada vida en justa guerra,
- ya no está en aquel puesto, ni ha sabido
- quién para le llevar aya venido.
- En el bello pradal (2) la lança estava,
- la qual cogió gozoso Carbopía,
- y, como otro negocio no buscava,
- diligente hazia el lago se bolvía.
- Mas, ya que al fin del prado se acercava
- y del fragoso bosque se salía,
- vio passar un jayán con tal braveza,
- que al más fuerte espantara su fiereza.
- Una dama llevava que, gritando,
- pide al cielo socorro con lamento,
- la qual, al parecer, va forcejando
- por soltarse, mas era fingimiento.
- En cólera el guerrero se abrasando,
- no entendiendo el astuto encantamento,
- quiso acudir al monstruo prestamente,
- por la dama librar del mal presente.
- Mas una boz oyó que le dezía:
- "-No sigas essa empresa y vil demanda,
- porque es cierta trayción y alevosía
- de una astuta hechizera cruel, nefanda (3)."
- Bolviendo la cabeça Carbopía
- vio estar una donzella hazia una vanda (4),
- la qual conoció luego, que aquélla era
- la que de la laguna le advirtiera.
- La dama no vio más, pero la que yva
- en manos de aquel monstruo no cesava
- de, con boz lamentable y priessa esquiva,
- llamar a quien de espacio la mirava.
- El cavallero, viéndola yr cautiva
- y que con tal dolor le suplicava,
- el precepto olvidó que le era dado
- y tras ella a gran priessa se ha arrojado.
- Ya que bien largo (5) trecho avía corrido
- labrando a su cavallo las hijadas,
- entre altíssimos montes se ha metido
- cercados de unas rocas levantadas.
- Luego se le ha el jayán desparecido (6),
- y, queriendo bolver por las pisadas
- que dexó su cavallo, ya no avía
- rastro alguno ni senda ni otra vía.
- Entonces conoció el aver errado
- no tomando el consejo de la dama,
- pero con nuevo esfuerço y pecho osado,
- como varón ilustre y de alta fama,
- al cavallo las riendas a soltado
- para que do su suerte, al fin, le llama,
- le guíe la ventura y su destino
- en lugar tan sin senda y sin camino.
- Y, con grande trabajo caminando
- por la selva y montaña tenebrosa,
- se le yva a cada passo más cerrando
- la esperança y salida temerosa.
- A los dioses continuo va invocando
- que le libren de empressa tan dudosa,
- donde no le aprovecha ya destreza
- ni el subido valor de fortaleza.
- Mas, como el justo cielo nunca quiere
- que mueran los valientes y esforçados
- con afrentosa traça, y si difiere
- su rigor contra algunos señalados,
- con menos crueldad los daña y hiere,
- no vengan a acabar desesperados,
- sino que, quando llegue en fin la muerte,
- cada qual como diestro muera, y fuerte;
- ordenó que este príncipe famoso,
- de admirable valor y pecho ufano,
- no muriesse en el monte y valle umbroso
- do huella no dexó jamás pie humano;
- assí, en medio de un cerro peñascoso,
- se le ofreció a la vista un hombre anciano,
- de venerable gesto y rostro grave,
- amoroso en su plática y süave.
- En un torcido junco sostenía
- el ya pesado cuerpo y largos años,
- y dixo: "-Bien parece, Carbopía,
- quán poco estás usado a estos engaños.
- Bastara si tuvieras cortesía,
- que te anunció mi ninfa aquestos daños,
- para que no siguieras la jornada
- tan a tu perdición encaminada.
- Mas, ya que en lo primero ayas faltado,
- no quieras dar de mano a lo segundo,
- que te verás de males mil cercado
- y puesto de miseria en el profundo.
- Y, pues eres prudente y reportado
- entre los que engrandece fama y mundo,
- sigue lo que oy ordena al bien presente
- la que en tus pretensiones no está ausente,
- que estos torpes enredos solicita (7)
- una maga contraria a tu grandeza,
- y al hado desta suerte necessita.
- A que mueras sin lustre y justa alteza,
- en obras semejantes se exercita,
- invidiosa cruel de fortaleza,
- codiciando de hundir en esta sierra
- el valor que la gran Bretaña (8) encierra.
- Toma pues este junco poderoso,
- y, quando cosa vieres que te espante,
- no uses de otro reparo, aunque famoso,
- porque la torpe maga no te encante.
- Hiere con él al monstruo prodigioso
- y no temas que el tal más se levante;
- mas, si usares de lança o fuerte espada,
- por ventura tu vida es acabada."
- Despareció con esto en un momento,
- y el galán, con el junco retorcido,
- començó a caminar, cobrando aliento,
- viéndose en tal sazón favorecido.
- Y, renovando su alto pensamiento,
- por el monte se entró espesso y texido (9),
- donde vino a encontrar con una fiera
- mucho más espantable que quimera (10):
- rostro de una muger bella y graciosa,
- la más que fabricó Naturaleza;
- pies y manos de tygre, cuerpo de ossa,
- cola de una espantable y gran largueza;
- por la boca arrojava la fogosa
- llama con abundancia y ligereza,
- de suerte que admirava su hermosura
- y quitava el sentido su figura.
- Arremetió al mancebo denodada,
- sin que estorvo le hiziesse cosa alguna;
- el guerrero aferró su fiel espada
- no advirtiendo el rigor de su fortuna (11).
- Con él cerró la fiera encarnizada
- y, empinando la cola hasta la luna,
- le sacudió tal golpe que, en un punto,
- al mísero dexó medio difunto.
- Con el dolor y daño fue advertido,
- y, dexando la espada peligrosa,
- con el bastón o junco retorcido
- sacudió a la serpiente ponçoñosa.
- Hase en ayre y polvo convertido,
- levantando una nuve tenebrosa
- que cegó al bello joven de tal arte,
- que le estorvó el moverse alguna parte (12).
- Mas, después que el estruendo fue acabado
- y se deshizo la tiniebla escura,
- apareció un guerrero denodado
- cubierto de una célebre (13) armadura,
- en un fuerte cavallo bien traçado,
- más blanco que el cristal y nieve pura,
- el qual, con una lança que tenía,
- arremetió al valiente Carbopía.
- Mas él, de su torcido junco afierra,
- saliéndole al encuentro presuroso,
- y, tocándole, dio en la dura tierra
- con un horrible golpe, y espantoso.
- Allí se feneció la injusta guerra,
- aunque vino un gran viento tenebroso
- y arrebató (14) al gallardo y fiero Marte,
- sin a se defender bastarle el arte.
- En un espesso y turbio remolino
- del confuso lugar fue remontado,
- que (15) por el ayre obscuro abrió camino
- entre el cielo y la tierra levantado;
- y, quando al fuerte joven más convino,
- en una fértil vega fue dexado,
- a la orilla del lago donde estava
- a la sazón una aventura brava.
- Buraco (que era el monstruo de aquel lago),
- con un diestro guerrero combatía
- haziendo en su persona crudo estrago,
- aunque con gran valor se defendía.
- De la muerte restava sólo el trago (16)
- quando llegó al palenque Carbopía,
- y, viendo al cavallero en apretura (17),
- determinó provar su lança dura.
- Arrimando el acero a los costados
- del ligero cavallo, partió luego
- hazia donde los dos encarnizados
- procuravan dar fin al bravo juego.
- Presto fueron los dos desbaratados (18),
- aunque el monstruo, con un corage ciego,
- dexando la contienda començada,
- al de Angalia bolvió su vista ayrada.
- Y, qual la mansa oveja o qual cordero
- que passa por la senda descuydado,
- que, si descubre el lobo carnicero
- que en el ramoso breço (19) está emboscado,
- al punto el passo buelve, más ligero
- que gamo de los perros acosado,
- y, con sobrada furia y desatiento,
- acude a la majada y dulce assiento;
- al monstruo desta suerte ha sucedido
- quando quiso cerrar con el valiente,
- pues, aviendo la lança conocido,
- en ella también vio su mal presente,
- y veloz a su lago se ha acogido,
- donde piensa escapar del mal urgente.
- Mas el príncipe, viendo lo que intenta,
- a su cavallo açeros acrecienta (20),
- y, por medio del lomo, ha traspasado
- la dura lança para el caso hecha,
- y el escamoso vientre penetrado,
- qual suele al pergamino aguda flecha.
- Y, aunque el monstruo escaparse ha procurado (21),
- poco su fuerça y brío le aprovecha,
- que clavado en la tierra estuvo el fiero
- hasta que le vio muerto el cavallero.
- Un súbito alboroto, un bravo estruendo,
- un horrible alarido, y espantoso,
- un movimiento y un temblor horrendo,
- un torvellino y viento tenebroso
- la laguna encantada fue cubriendo,
- el agradable valle, y espacioso,
- con tan gran confusión y tan terrible,
- que sólo referido aun es horrible.
- Esto perseveró (22) por largo trecho,
- en que el aventurero nada vía (23)
- del socorro que tuvo, y gran provecho,
- por mano del valiente Carbopía.
- Poco a poco, el vapor quedó deshecho
- y tornó a descubrirse el claro día,
- hallándose en un valle, el más ameno
- que jamás posseyó lugar terreno.
- Y, pues ha de faltar mi entendimiento
- si descrivir pretende su belleza,
- mejor será no hablar, sino a otro intento
- mi pluma endereçar, y su pobreza.
- Sólo sabré dezir que tal asiento
- jamás le fabricó Naturaleza,
- ni en la ancha redondez del vario mundo
- se podrá descubrir otro segundo.
- Digo, pues, que en el campo hermoseado,
- un castillo quedó, cuya figura
- era por todas partes bien quadrado (24),
- sin tener más en largo que en anchura;
- una milla (25) se estiende a cada lado,
- cuyo muro deslumbra con su altura,
- no pudiendo los ojos fácilmente
- discernir la materia transparente (26).
- Doze quartos se ven bien torreados (27),
- que ciudades parecen populosas,
- para los doze príncipes labrados
- cuyas famas serán más que famosas.
- Aquí han de ser los doze aposentados;
- para otros dos también ay dos hermosas
- torres que están en medio, donde mora
- la que destos enrredos es la autora.
- Pues, como al animoso Carbopía
- vio el que en la fiera lid y estrecho estava,
- a él se fue con humana cortesía,
- que en toda urbanidad se aventajava.
- Va notando el donayre y gallardía
- con que tanto el de Angalia se estremava,
- del trance se acordando y del partido
- en que fue tan con tiempo socorrido.
- El príncipe, que no era nada humoso (28)
- (como algunos indignos señorzillos
- que, a título de estilo y trato honroso,
- miran en mil baxezas y puntillos (29),
- y, con un no sé qué, que hablar aun no oso,
- no puede todo el mundo ya sufrillos,
- queriendo que los tengan y entronizen
- sin mirar que a lo honesto contradizen);
- digo que el valeroso angalïano
- para el aventurero al punto vino,
- y, con afable rostro y trato humano,
- partieron los guerreros el camino (30).
- El socorrido, a hablar tomó la mano
- con tanta cortesía qual convino;
- agradeciendo su piadoso hecho,
- desta suerte la boz sacó del pecho:
- "-Si todo beneficio se engrandece,
- nacido de piadoso, humano intento,
- lo que conmigo has hecho, ¿qué merece?,
- o ¿cómo pagaré lo que en mí siento?
- Mi pronta voluntad de oy más se ofrece
- y rinde a tu animoso pensamiento,
- de suerte que soy tuyo y tu cautivo,
- pues por ti me conozco (31) estar oy vivo;
- que, dado que hasta agora no me has visto
- ni jamás yo te vi (si no me engaño),
- de rendirme a tu diestra no resisto,
- pues ella me escapó (32) de tanto daño.
- Y, de la estrella antártica a Calisto (33),
- publicaré de oy más, con modo estraño,
- quanto de tu grandeza he recebido
- en ser, en tal aprieto, socorrido.
- Pero, por te obligar a que me digas
- quién eres, de qué tierra y de qué parte,
- te contaré los males y fatigas
- que he sufrido sin término y sin arte (34)."
- El de Angalia le dixo: "-Tú me obligas
- a no sólo servirte y agradarte,
- mas que me dé por tuyo de tal suerte,
- que no lo estorve la Fortuna y muerte."
- Luego le refirió de adónde él era,
- con el largo discurso enteramente,
- sin encubrirle hazaña dezidera (35),
- desde que se partió para Ocidente.
- Sus fortunas le dixo y vida entera,
- hasta el punto llegar, y día presente,
- contándole el sucesso de la lança
- ganada en justa guerra y buena andança.
- Esto dicho, advirtieron que salía
- una gallarda dama de aquel fuerte,
- la qual habló al valiente Carbopía,
- diziendo, en conclusión, de aquesta suerte:
- "-La dueña de esta fuerça a ti me embía
- a dezirte que quieras detenerte
- hasta sólo mañana, y te assegura
- que aquí terná su fin tu gran ventura."
- Él dixo que allí estava a su mandado,
- que todo lo ordenasse a su contento,
- que, pues en aguardar no se ha cansado,
- no le ha de fatigar más un momento.
- La ninfa al fuerte alcáçar se ha tornado,
- el joven se quedó en el bello asiento,
- aguardando a que el día se acabasse
- y la siguiente aurora despertasse.
- En esto, una gran tienda armada vieron,
- capaz36 de otros seys hombres y más gente,
- lo qual ser ordenado conocieron
- por la maga astutíssima y prudente.
- En ella, confiados, se metieron,
- hallando allí adereço suficiente
- de comida, y de camas y otras cosas,
- para tal ocasión menesterosa (37).
- De sus lasos (38) cavallos se apearon,
- que estavan fatigados y molidos,
- y ellos, sin más tardar, se desarmaron,
- siendo, sin saber cómo, allí servidos.
- A su gusto y espacio (39) ambos cenaron
- y, del cansancio y hambre socorridos,
- sobre mesa quedaron platicando,
- diferentes empresas recontando (40).
- Mas el príncipe, viendo coyuntura,
- suplicó al cavallero le dixesse
- su nombre y tierra y casos y ventura,
- si servido de hazerle merced fuesse.
- El joven, por pagarle la fe pura
- que libre le ofreció hasta que muriesse,
- respondió que de hazerlo era contento,
- pidiéndole estuviesse al caso atento.
- Por orden le contó su decendencia (41)
- y los varios sucessos de su tierra,
- tratando de la estraña diferencia
- que huvo en lo que Tolietro abarca y cierra,
- y cómo fue acordado por sentencia
- que un año mantuviesse en buena guerra
- su rebuelto partido y, si venciesse,
- el reyno tolietrano posseyesse.
- Mas, si la ciega diosa lo ordenasse
- (en contra de su honor él sea vencido),
- la insigne pretensión luego dexasse
- siendo el reyno a su prima restituýdo.
- Contóle cómo no huvo quien bastasse
- a contrastarle su ánimo engreýdo,
- hasta que el gran Sergesto, en Inglaterra,
- le venció mano a mano en campal guerra.
- Dixo luego: "-Y aun yo me contentara
- con verme en el estado en que me vía,
- si la varia Fortuna injusta, avara,
- no quisiera anublar (42) mi claro día;
- pero, como jamás su rueda para
- ni guarda (43) a viviente hombre cortesía,
- quanto importa a mi fama lo ha ordenado
- conforme a su discurso arrebatado.
- Mi prima Sacridea se gozava
- con verse de Sergesto bien querida,
- y sólo en todo estremo codiciava
- con él en matrimonio verse unida,
- pero la estrecha ley se lo vedava
- que fue en nuestra ciudad establecida,
- que mandava que un año la tuviesse
- donde ella más gustasse y do quisiesse.
- Allí, como guerrero aventajado,
- defendiesse la causa, de quien quiera
- que quisiesse dezir que el rico estado
- de mi gallarda prima proprio era;
- y, si después del tiempo señalado
- quedasse vencedor desta manera,
- que con mi hermosa prima se tornasse,
- con la qual en Tolietro se casasse.
- Sucedió que Sergesto avía vencido
- a todos los del reyno de Bretaña,
- sin que fuesse ninguno ya atrevido
- a provarse con él en la campaña.
- Era de la princesa entretenido (44),
- sin aver en su amor doble maraña,
- mas en fin, las mugeres son mudables,
- amigas de lo nuevo y poco estables.
- No tengo, aunque es mi prima, que amparalla
- en obra tan sin orden y concierto,
- pues avía de movella y ablandalla
- del guerrero el amor tan descubierto (45).
- El ceguezuelo dios (46) quiso provalla,
- para mostrar que no ay amor tan cierto
- que no pierda su punto en dos momentos,
- y más en mugeriles pensamientos.
- Aportó a aqueste reyno, del levante (47),
- un doncel cuya edad no era madura,
- aunque en obras magnánimas bastante
- y más que de hombre humano la ventura;
- que, mirado su rostro y su semblante,
- y de su hermoso cuerpo la ternura,
- todo el mundo dixera que burlava
- quien de fuerte guerrero le alabava.
- Hazañas concluyó maravillosas
- en que dio ilustre muestra de su pecho,
- saliendo con empresas milagrosas,
- vencidas en espacio y tiempo estrecho.
- Mas, luego que dio fin a aquestas cosas,
- rendidos los famosos, quedó hecho
- como absoluto rey, desde aquel día,
- del bélico exercicio y valentía.
- En Sacridea puso el pensamiento,
- començándola a amar, que no deviera,
- pues él pudiera estar con más contento
- y ella con más quietud estar pudiera.
- En fin, ambos los dos, con un intento
- se amaron, mas al joven forçoso era,
- si quiere proseguir su presupuesto,
- rendir primero en armas a Sergesto.
- Por obra el desafío puso luego,
- sin que humano respeto le estorvasse;
- saliendo vencedor del bravo juego,
- hizo que el tierno amor más se arraygasse:
- ývase acrecentando el dulce fuego,
- no aviendo quien sus obras limitasse,
- amándose los dos de un mesmo modo
- y siendo cada qual del otro todo.
- Mas, como no sosiega la ventura
- ni jamás sabe estar en un estado,
- trocóles en horrible noche escura
- el sol claro que Amor les ha mostrado.
- Fue el caso que a gozar de la frescura
- del abundante soto y fértil prado
- salió el Fénix (que este era el tierno amante),
- quando el sol más distava del levante.
- Con él se yva mi prima regalando (48),
- quando llegó un apuesto aventurero
- que al amante, a batalla provocando,
- le dixo ser traydor, malvado y fiero.
- Pero, al siguiente día dilatando
- el combate, el fenicio cavallero (49)
- vino al palenque qual furioso pardo,
- no menos indignado que gallardo.
- Los dos, en un compás siempre anduvieron
- como diestros, valientes y animosos,
- hasta que las estrellas descubrieron
- la luz de sus semblantes amorosos;
- que a un tiempo en las celadas se hirieron,
- y, saltando los yelmos poderosos,
- quedaron descubiertas las cabeças,
- mostrando dos altíssimas bellezas.
- Aquel aventurero era donzella
- (no sé de qué provincia o de qué parte),
- excede al sol en ser hermosa y bella,
- y atrás, en la braveza, dexa a Marte.
- Él, sin duda, devió de conocella,
- porque desde aquel punto no ha avido arte
- de descubrirle más, ni hemos hallado
- rastro, aunque con insistencia se ha buscado.
- Pues, viendo Sacridea el mal presente,
- quedando tan frustada (50) de su intento,
- me llamó, de sus males impaciente,
- y me ligó con sacro juramento
- de que yo, cuydadoso y diligente,
- buscase (51) al que llevava su contento,
- hasta que le topasse, vivo o muerto,
- en pueblo, en monte, en cueva o en desierto.
- Anduve algunos días inquiriendo
- por este cavallero, y nada hallava,
- hasta que en una peña, donde entiendo
- que alguna sabia o sabio se alvergava,
- una muger vi estar, a quien queriendo
- preguntar, advertí que me llamava
- diziéndome: 'Lucino: en la laguna
- sabrás dél y también de tu fortuna'.
- Luego despareció, y assí, buscando
- de qué lago me dixo aquella dama,
- le vine poco a poco rastreando,
- porque lexos su nombre se derrama.
- A la orilla del lago, pues, llegando,
- el monstruo me envistió abrasado en llama,
- llegándome hasta el punto en que me viste
- quando, con tu valor, me socorriste.
- Ves aquí, a breve suma reduzida,
- y con pocas palabras relatada,
- la historia enmarañada de mi vida,
- no aviéndote ocultado della nada.
- Y, pues haze la noche su corrida,
- y más de la mitad es ya passada,
- razón es que con esto concluyamos
- y un poco a descansar nos recojamos."
- Carbopía ha quedado desseoso
- de saber y de ver el gran guerrero
- que alcança tanto nombre de famoso
- y, siendo tan muchacho, era tan fiero;
- mas acudió a tomar algún reposo
- esperando que el día venidero
- no dexaría de verle allá en el fuerte,
- con quien (52) piensa provar su honrosa suerte.
- Mas, antes que de aquí nos alexemos
- por ser cosa importante a nuestra historia,
- es bien que a los guerreros los dexemos
- hasta que nos revoque su memoria,
- y de aquella princesa algo tratemos,
- cuyo esfuerço, valor, renombre y gloria
- es justo se engrandezca y se levante
- del Indo enriquezido al mar de Atlante (53).
- Que, pues ay tantas impías y atrevidas,
- deshonestas, indómitas, malvadas,
- embaydoras (54), crueles, homicidas,
- y a mil otros ensayos inclinadas;
- es bien, si algunas ay esclarecidas,
- que con eterna pluma sean honradas,
- y, sobre todas ellas, nuestra dama,
- para quien queda corta qualquier fama.
- Cerrada (55) la dexamos en la cueva,
- si memoria tenéys de nuestro cuento,
- donde en la dudosa, ardiente prueva
- del firme, enamorado pensamiento,
- referí cómo vio una empresa nueva;
- en cierta oculta sala o aposento
- estava una donzella en fuego ardiendo,
- que, copioso, hazia fuera yva saliendo.
- También os dixe aver profetizado
- que vería a su amante verdadero
- algo después de averle libertado
- de un paso peligroso y trance fiero;
- y que, con grande instancia, la ha rogado
- corresponda al amor del gran guerrero.
- "-Mas, porque entiendas -dixo- lo que paso (56),
- te suplico que adviertas todo el caso,
- que no podrá dañarte el escucharme,
- pues esto te ha de ser a ti escarmiento,
- viendo, como me ves, viva abrasarme
- por sólo tener duro el pensamiento.
- No te precies, Roanisa, de imitarme,
- si no quieres sentir el mal que siento,
- que, aunque soy puesta aquí por hombre humano,
- justicia es del consejo soberano (57),
- el qual castiga, aflige y aborrece,
- hiere, abrasa, atormenta y da fatiga,
- a quien del tierno amor no se enternece,
- pues la ley del amor a amar obliga;
- donde falta el contento, el dolor crece,
- el hado y la Fortuna es enemiga;
- assí, todos se oponen a las gentes
- que no sienten las lágrimas ardientes.
- Vesme aquí en dolorosa, triste llama,
- y en vivo, ardiente fuego, consumida,
- exemplo para el pecho que desama
- con fiera condición endurezida.
- Y, pues eres gallarda, hermosa dama,
- y del amor estás presa y rendida,
- da orejas a la historia miserable,
- que yo no la diré; la razón hable.
- Hija soy de Andalor, cuya grandeza
- no ay para qué contar parte por parte,
- pues sabes que, en ventura y fortaleza,
- le dieron su favor Fortuna y Marte.
- Yo me llamo Brisalda, que en belleza
- dizen que fuy estremada en qualquier parte;
- mas faltóme ventura..." Y a mí aliento,
- para la amarga historia y triste cuento.
CANTO XVI
NOTAS:
(1) devisar: "divisar".
(2) pradal: Aut. remite a 'pradería', "el campo u tierra en que hai muchos prados para el pasto del ganado".
(3) nefando: "indigno, torpe, de que no se puede hablar sin empacho" (Aut.).
(4) vanda: 'banda'. Vid. nota a XIII, 500.
(5) En el original se lee "un bien largo", pero el testimonio de las erratas rectifica en la forma que transcribimos.
(6) desparecer: "desparecer la cosa, quitarla de delante sin que se eche de ver" (Cov.).
(7) solicitar: "pretender o buscar alguna cosa con diligencia y cuidado" (Aut.).
(8) Respeto la minúscula inicial de 'gran' porque no parece formar parte del nombre ('Gran Bretaña'), sino que es, a todas luces, un adjetivo que pretende engrandecer a Bretaña, nombre con el que siempre es denominada la isla en nuestro poema.
(9) texido: 'tejido', en sentido metafórico, con el valor de intrincado, lleno de vegetación.
(10) quimera: "un monstruo que echa llamas de fuego por la boca, y tiene cabeza y cuello de león, el vientre de cabra y la cola de dragón" (Cov.).
(11) Carbopía había sido advertido de que no usase para su defensa ninguna arma que no fuese el junco que le fue entregado (supra, vv. 177-184). En la siguiente estrofa, el caballero cae en la cuenta de su error y rectifica.
(12) Parecería más correcto 'a alguna parte'. Posiblemente la preposición se haya asimilado al determinante por error.
(13) célebre: "notable y digno de ser celebrado" (Cov., s. v. 'celebrar').
(14) En el ejemplar que nos sirve de base se lee 'a[ ]rebato'. Corrijo la forma atendiendo a los ejemplares que la reproducen sin error. De todos los ejemplares cotejados, el único que lee como el nuestro es el de Boston.
(15) El antecedente de este relativo es 'remolino' (v. 233).
(16) trago: sin duda se refiere a que sólo le faltaba un paso más para caer en poder de la muerte, un último trago, pero también puede ser interesante asimilarlo a "adversidad, infortunio u desgracia, que con dificultad y sentimiento se sufre" (Aut.).
(17) apretura: "lo mismo que aprieto, opressión y estrechez" (Aut.).
(18) desbaratar: "vale también desconcertar, desordenar. En este sentido es voz propria de la milicia, quando se desordena un exército" (Aut.). Aquí el desorden afecta a dos contendientes, pero parece intacto el valor militar del término.
(19) breço: 'brezo', Cov. acude al doctor Laguna quien define el brezo ('erica' en lenguaje común), como "un árbol ramoso, así como el tamarisco, aunque menor; repruébase la miel engendrada de las abejas que pacieron su flor..."
(20) Pica espuelas con más intensidad.
(21) Un fallo de impresión deja incompleta esta última palabra en el ejemplar BNM1. Todos los demás ejemplares revisados contienen el participio completo.
(22) perseverar: "vale también durar permanentemente o por largo tiempo" (Aut.).
(23) vía: "veía".
(24) Martínez establece la concordancia con 'castillo' (verso anterior), tal vez porque tenía en la mente la imagen cuadrada del mismo o porque necesitaba el masculino para la rima.
(25) milla: "es un espacio de camino que contiene en sí mil pasos, y tres millas hacen una legua" (Cov.).
(26) El castillo era tan luminoso y el sol le hermoseaba tanto que a la vista parecía transparente, difícilmente distinguible desde lejos el tipo de material empleado en su construcción.
(27) quarto: "vale también lo mismo que aposento" (Aut.). Torreado: "guarnecido y fortalecido con torres" (ibídem).
(28) humoso: "vanidoso, altivo". Vid. nota a XII, 389.
(29) puntillos: 'mirar en puntillos', lo mismo que 'meterse en puntillos', "entrar en minucias" (Fontecha).
(30) partir el camino: "elegir un parage medio, donde puedan concurrir dos a tratar alguna cosa, con conveniencia de entrambos" (Aut., s. v. 'partir').
(31) conocer: "se toma también por advertir, entender y saber" (Aut.).
(32) escapar: "algunas veces se suele usar en activa y significa librar, libertar, sacar a uno de algún peligro u riesgo. Y en fuerza de esto se dice 'A Fulano le escaparon de ser cogido sus amigos y parientes', etc." (Aut.).
(33) De Sur a Norte. Para Calisto, vid. nota a VII, 375.
(34) sin arte: tal vez haya que entender aquí la expresión en el sentido coloquial de la frase 'sin arte ni parte', definida por Aut. como "que da a entender que no se entromete ni interesa en ella uno, sino que la mira de lejos y con total abstracción". El caballero cuenta los males que ha sufrido, que son innumerables ('sin término') y que le han venido como de refilón ('sin arte').
(35) dezidero: 'decidero', "modesto, razonable, como 'dicho decidero', 'voz o palabra decidera', porque ni es ofensiva ni indecente" (Aut.). Es decir, le contó todo lo que podía ser contado sin ofender al que escucha.
(36) capaz: "la cosa que tiene en sí lugar suficiente para recibir otra" (Cov.).
(37) menesteroso: "necesitado". La ocasión es menesterosa porque se encuentran necesitados de todo lo que hallan. La rima contiene aquí una pequeña irregularidad que hace imperfecto el consonante.
(38) laso: 'lasso', "floxo, blando y falto de vigor" (Aut.). Los caballos estaban cansados de tanto caminar.
(39) espacio: "se toma también por tardanza, flema, suspensión, lentitud y lo que es contrario a ir de prisa y con passo u movimiento natural" (Aut.).
(40) recontar: "volver a contar. Algunas veces se toma absolutamente por referir" (Aut.). Esta última acepción parece ser la que mejor cuadra a nuestro texto.
(41) decendencia: 'descendencia', "propagación, sucessión, línea continuada y derivada de un padre (...) de todos aquéllos que descienden de él, como de un común principio" (Aut.).
(42) anublar: lo mismo que 'nublar', aquí en sentido metafórico.
(43) En el original, 'ni guarde'. Por el sentido de la frase parece más correcta la forma que transcribo, y no la que figura en el texto que, a mi parecer, es una clara errata.
(44) entretenido: "el que está esperando ocasión de que se le haga alguna merced de oficio o cargo, y en el entretanto le dan alguna cosa con que sustentarse" (Cov., s. v. 'entretener'). Sergesto está esperando la ocasión de casarse con la princesa.
(45) descubierto: en este caso, a la vista, muy claro para todos.
(46) Cupido.
(47) En otro estado de este cuadernillo se lee 'de Levanete' (ejemplares BPT1, BPT2, BNM2, RAE, Zabálburu, Munich y Boston, entre otros). Curiosamente, el error fue detectado por Murcia de la Llana y anotado en su testimonio de erratas, del mismo modo que fue detectado por el encargado de corregir los pliegos en el proceso de impresión, tal y como atestigua el hecho de que varios ejemplares (entre ellos el nuestro, BNM1) lleven impreso el vocablo correctamente.
(48) regalar: "significa assimismo recrear u deleitar" (Aut.). Usado aquí con un valor pronominal de carácter claramente enfático.
(49) El Caballero del Fénix. Vid. nota a IX, 98.
(50) frustado: "frustrado" (Fontecha).
(51) En el original, 'buscare'. Corrijo la errata siguiendo el testimonio de Murcia de la Llana.
(52) Se produce un anacoluto al separar el antecedente ('el gran guerrero', v. 570) del pronombre relativo ('quien', v. 576).
(53) De Oriente a Occidente. Nótese la frecuencia de este tipo de construcciones que, entre otras cosas, delimitan el espacio del mundo a los confines de la antigüedad, antes del descubrimiento de América.
(54) embaydor: 'embaidor', "el que engaña y embeleca persuadiendo lo que no es, con mentiras y razones aparentes" (Aut.).
(55) cerrar: "encerrar" (Fontecha).
(56) paso: mantengo la forma que figura en el original, ajustada a la rima y, por lo tanto, sin tilde, con lo que equivaldría a 'padezco' o 'sufro'. No obstante, no sería descabellado acentuarla y convertirla así en 'sucedió'. En este caso se rompería la rima y, por ello, transcribo 'paso', lo que no obsta para que la construcción sea ambigua.
(57) consejo soberano: los dioses. Así en otras ocasiones.