Verdadero govierno desta Monarchía

Tomás Cerdán de la Tallada

Editado por Belford Moré

 

/44v/ Capítulo tercero

 

Sumario de las causas por las

quales se conserva la paz

en la república, y qué

causas la impiden

 

 

Ntonces se tiene verdadera y perfecta intelligencia de las cosas, según el Philosopho {a. Arist. I Analy. posteri.}, quando estamos enterados de las causas que las produzen. Y, assí, para que la paz, que como lo havemos resuelto en precedente capítulo es el todo para el felice estado de la república christiana, se conserve, es necessario saber las /45r/ causas y los medios por los quales se pueda conservar esta paz en el mundo, tan necessaria para el buen govierno. Y, aunque hasta aquí se han dado por algunos muchas causas o medios para ello {Glo de  ad Apostolicae. Luc de Ien in I. quidqd. De publi lecti. lib 12. C.}, por más principal y por única causa y por un principio necessario y forçoso, del qual dependen las demás, tengo para mí por muy cierto, y que no puede faltar (aunque nadie ha hecho mención a este propósito) que es el amor de Dios.

Porque demás que la divina escriptura en diversos lugares {Vt per Paul. Ad Roma, 15 & 16. Et. Corin, 2, c. 13} le llama y le da por blasón y por divisa ser Dios de la paz, y en otro lugar dize {Isai. 9.} que Christo es Príncipe della, y según San Pablo, {Ad Ephe. 3} Chri- /45v/ -sto es la mesma paz, que unió los pueblos iudaico y gentil en una mesma fe, y que pues nos crió a su semenjança y nos honramos del nombre de christianos, tenemos obligación como buenos soldados de vestirnos de la librea  de nuestro Capitán, y de su unigénito hijo Christo, nuestro Señor, que como tan conformes y tan unidos en todo tuvieron tanta cuenta con ella. Está claro que, si amamos a Dios de todo coraçón, guardaremos sus divinos mandamientos, como lo dize el mesmo Christo {Ioan 14} por San Joan: “El que me amare a mí (dize) guardará mis mandamientos y mis palabras, y mi Padre le amará a él; y toda la /46r/ Sanctíssima    Trinidad, Padre, Hijo y Spíritu Sancto, vernemos a él, y haremos morada en él y guardaremos sus divinos mandamientos”. Guardarse ha el divino precepto de la dilectión y amor del próximo y, con éste, los demás. De manera que cada uno haría con su próximo lo que querría que su proximo hiziesse con él {ff. quod quisq. iur. in alium est.} . Y, apretando más el punto, no haríamos con nuestro próximo lo que no querríamos que se hiziesse con nosotros {74. dist. c. quorumdam}, y desta manera, biviendo como dize sant Pablo {Ad. Ephe. 4} en charidad y amor con su próximo, correspondiendose los unos a los otros, con una conformidad en el /46v/ alma atada con la paz del espíritu, unidos y hechos un cuerpo y una voluntad en el servicio de Dios terníamos paz, gozo y todo contento, que es el fruto que sacan los que biven debaxo del amor de Dios. Y demás desto, porque siendo como es el verdadero Dios de amor {2 Cor 13}, si le correspondiéssemos con las obras de la dilectión y amor que devemos a nuestro próximo, que son las que suelen conservar a los que bien se quieren en una voluntad, pues como dize el bienaventurado Santiago {Epist. C. 2}: “La fe sin las obras es cosa muerta”; es bien cierto que el eterno Padre, como a Dios de la paz, nos conservaría en ella sin que tuviéssemos necessidad de can /47r/ -sar el juyzio en buscar medios humanos para la conservación desta Monarchía, porque es bien cierto que con sólo el amor de Dios, debaxo del qual está comprehendido el amor del próximo, se conservaría sin tener necessidad de otros medios.

Empero como tengamos cuenta  con bivir  según la carne, aunque sea en offensa de Dios, satisfaziéndonos más de los deleytes del mundo, que los mundanos llamamos contentos, que del amor de Dios y de servirle con la verdadera dilectión y amor del próximo, y el fruto que se saca con bivir en los deleytes deste mundo, según doctrina de San Pablo {Ad Gala. [ile.]}:descuydados del servicio de Dios, es discordia, embi- /47v/ -dias, yras, rixas, dissensiones y homicidios”, los quales causan una perpetua inquietud en el alma que impiden la paz del espíritu; y como las operaciones de cada uno nazcan del coraçón y este tenga en sí tanta discordia, de aquí viene que no puede dar fruto de paz. Por donde para remedio que los que biven apartados del amor de Dios  no impidan la paz en la Republica, infiero por neccesaria causa o medio para el buen estado desta Monarchía, la buena administración de la justicia que, como dize el Sabio {Prover. 16}, es principio de todo bien, y el propheta Esaías {Esai. 32} que la paz es fruto de la justicia, y el real propheta David ha- /48r/ -blando del advenimiento de Jesú Christo, dize {Psal. 71} que nascería en sus tiempos de justicia, y con ella  abundancia de paz, señalando que como era la mesma justicia, traería consigo abundancia de paz, de donde parece que es como a  precursor y mensagero de la paz la buena administración de justicia, sin la qual es averiguado que no puede haver paz en la república, porque a la verdad, como se corresponden tanto, donde está el uno está el otro {Psal [ile.}.

Y, por tanto, dize Platón {2 de offic.} que para el felice y quieto estado de la república era necessario imprimir en los coraçones de los hombres un amor de jus- /48v/ -ticia, entendiendo que sin ella no se podía conservar no sólo una república, pero aun ni una sóla casa particular, por pocos  moradores que huviesse en ella. Y correspondiendo con esto, el bienaventurado San Agustín  dize {De civita Dei. lib 4. c.4} que quitada de por medio de las repúblicas la administración de justicia, no ay sino robos, adulterios, homicidios y tyranías, que son conocidas ocasiones para desterrar la paz de república; la qual administración de justicia, entiendo que está comprehendida debaxo del amor de Dios. Por lo que dize Lactancio[1] {Lactan. De iust} que la justicia no es otra cosa más de un exercicio y execución del amor de Dios. Y San Agustín {De moribus Eccles} lla- /49r/ ma a la justicia ser un amor firme sólo a Dios, el qual tiene en sí toda perfición de justicia, con todas sus partes de religión, piedad, verdad, concordia, equidad y observación. Aunque la queramos interpretar según la declaración de los Jurisconsultos {in l. iusticia ff. de iusti. & iur}, en quanto dizen que la justicia es una immutable y perpetua voluntad para dar a cada uno lo que fuere suyo, pues que referida al juez que fuere hombre justo, según doctrina de  Sancto Thomas {2.2. q. 58. arti. r.}, es cierto que endereçada su intención en el amor de Dios, ha de ser su immutable voluntad que a todos  se haga justicia ygualmente, y que se dé a cada uno lo que fuere suyo.

Y - /49v/- para que esto se vea mejor y tengamos menos dificultad, se ha de entender que la paz se toma de dos maneras: La una que tiene respecto a Dios, de la qual desciende el amor del próximo {Ioan 14}, y la qual sirve para la remissión de los peccados; y la otra que tiene respecto al mundo  y para la conservación d’él. Y aunque entrambas se conserven con el amor de Dios, pues debaxo d’él está también comprehendida la buena administración de justicia, y ésta sirva para la conservación de la paz en el mundo. Empero moralizando un poco la segunda parte, que tiene respecto a lo de acá del mundo, se haze presupuesto que hay dos mane- /50r/ -ras de pazes {Conrra. Erun. de sediciosi. lib. 3. c. 2}. La una es la paz intrínseca, que conserva la quietud del alma, de la qual gozan propriamente los buenos y verdaderos religiosos, y el sossiego que cada qual devría tener en su casa, obedeciendo siempre al señor della, de la qual desciende la que tiene respecto a la policía de la ciudad o reyno, que los doctores {Arist. In lib. Poli.}  la llaman política, por la qual dize S. Augustín {De civita Dei lib. 19. c. 13}  que se conserva la paz en los reynos y provincias por medio de la obediencia que las mugeres tienen a sus maridos, y los hijos a sus padres, y los esclavos a sus señores, y los ciudadanos a los officiales; y que tienen el cargo de la administración de la  justicia, y las ciudades y reynos a sus re- /50v/ -yes y príncipes. Y la otra es la paz extrínseca que tiene respecto a la conservación de la paz y concordia de los que entre  sí están apartados de lugares, biviendo debaxo de diferentes leyes, príncipes y reyes, como es la que tiene una ciudad con otra, un reyno con otro, una provincia con otra, y de la que entre sí guardan y conservan naciones diferentes.

La primera que llamamos paz intrínseca, está claro que se conserva con el amor de Dios y con la buena administración de justicia (como está dicho), y juntamente con ella se conserva la paz en la república quando los que tienen a cargo la administración della tratan con toda ygualdad a los ciu- /51r/ dadanos y moradores della {Tulli. I. de officci.}, según el estado y merecimientos de cada uno, dando a los buenos premio y a los malos el castigo que sus culpas merecen {neminen. de suscepto. lib. 10. C. }, tratando a los buenos con halago, con buenas palabras y con buen trato; y a los malos y delincuentes con rigor y aspereza {De mand. Prin. § deinde} repartiendo en sus casos las prelaturas, officios y cargos públicos y mercedes en las personas beneméritas {l. Eumqui. De decurio. Lib 10. C}, porque con el premio de los buenos, demás que ellos se satisfazen y quedan contentos, los malos toman nuevos alientos para ser buenos y se apartan de la mala vida, procurando en no dar de sí mal exemplo. Y por el contrario, los malos confiados más /51v/ de los medios que de sus méritos, quando veen que son premiados perseveran en su mal bivir, y los buenos pensando ser menospreciados con el olvido, y el descuydo que dello se tiene, se encienden en cólera, la qual les sirve de solicitación para la meditación de la vengança {Arist. Lib 2. Reth ad Theodo.}, y como no se hallan poderosos por sí mesmos para ella, por una parte incitan discordias y nuevos humores de enemistades {b. Arist. 2. Politi Aegid. I. part. lib 3. c. 13} y, por otra, dexan de hazer el beneficio que hizieran si fueran empleados. 

Y la segunda, que llamamos paz extrínseca, se conserva contentándose cada uno de lo que fuere suyo, y no apeteciendo los bienes y hacienda /51v/ agena. Porque la codicia, según el Philósopho {Arist lib 2. Polit. c. 2.}, sea de hazienda o sea de honras, es principio, rayz y fundamento de toda discordia  y de todos los males {Bonorum. 47 dist I Ad Timo 6} y más quando haze su assiento en el coraçon de los reyes y príncipes, y personas más principales de la república. Y assí el summo pontífice Gregorio nono[2], hablando del felice estado de los reyes pacíficos, dize {In Prohedecreta} que la desenfrenada codicia dellos, demás de ser pródiga de sí mesma por el mal nombre que se gana con ella, apeteciendo hazienda que de derecho no le pertenece, es embidiosa y contraria de la paz, y madre de toda discordia, ocassionada para disseensiones y guerras, en- /52v/ -gendra de cada día nuevas renzillas y pretensiones entre las personas más cercanas y entre las que no lo fueren, de manera que si no fuesse (dize) atajada con la propria virtud de la justicia, desterraría del todo la paz y concordia del mundo, que es el instrumento y causa principal que impide la paz en la república, como se dirá largamente en el discurso.

 

                                                                                                                                                              


 

[1] Lactancio: escritor cristiano de siglo IV. Nació en África, fue profesor de humanidades en Roma, donde se convirtió al cristianismo. Su obra es calificada como monumental. Fue el primero en sistematizar la “misión mundial del cristianismo y su inmensa superioridad sobre el gentilismo y la filosofía pagana”.

[2] El papa Gregorio IX es famoso por haber fundado la Inquisición. Su papado se extendió entre 1227 y 1242. Sostuvo conflictos con el emperador del Sacro Imperio romano, Federico II. A quien llegó incluso a excomulgar. Actuó diligentemente en la canonización de San Francisco de Asís y en la promoción de su culto.