Otra canción de
nuestra Señora
¿Do venís, Reyna del cielo,
remedio de nuesstra vida?
Vengo del amor vencida.
¿Do venís, Virgen María,
más hermosa que las flores,
que days a los peccadores
con vuestro gesto alegría?
Venís con más galanía
que lyrio y rosa florida.
Vengo del amor vencida.
¿Do venís gentil donzella,
tan linda y sin arrebol,
muy más hermosa que el sol,
que la luna ni que estrella?
Venís más hermosa y bella
que ninguna d'esta vida.
Vengo del amor vencida.
¿Do venís, señora mía,
paloma limpia sin hiel,
más hermosa que Rachel,
Judit, Rebeca ni Lía?
Parecéys la clara vía
que al cielo nos da subida.
Vengo del amor vencida.
Tengo amor requestada
de parte del alto Dios,
para los primeros dos
tornallos a su morada.
De requesta no pensada,
he sido yo prevenida.
Vengo del amor vencida.
Un ángel del alto cielo
a mi cámara baxó,
y tales nuevas me dio
que al mundo darán consuelo.
Yo lo escuché con buen zelo,
y a palabras fuy asida.
Vengo del amor vencida.
Díxome que pariría,
al hijo de Dios eterno,
para sacar del infierno
a los presos que allí avía.
Accepté con alegría
por no ser descomedida.
Vengo del amor vencida.
Acepté la voluntad
del Señor que me crió,
y en aquel punto tocó
conmigo divinidad;
y llevo mi humanidad
la divinidad unida.
Vengo del amor vencida.
Por su muy grande poder
y por su misericordia
quiere poner en concordia
lo que turbó Lucifer.
Y obediente a su querer,
consentí ser requerida.
Vengo del amor vencida.
Otra canción al to-
no de: gran mal es, ser mal
casada.
¡O, quién con vos encontrara,
Virgen, bien de nuestro bien,
quando entrastes en Bethlem!
¡O, quién con vos estuviera
en el parto virginal,
para que en aquel portal
de escoba no más sirviera;
o quién la tierra barriera,
pisada de tanto bien,
quando entrastes en Bethlem!
¡O, quién pudiera servir,
Señora, al niño de cuna,
para que pena ninguna
no tuviera de morir;
o quién os viera parir
sin servir ningún desdén
quando entrastes en Bethlem!
¡Quién fuera, Reyna del cielo,
un poco de heno siquiera
para ser la cabecera
de todo nuestro consuelo;
o quién fuera duro suelo
do v[u]estros pies se ponién
quando entrastes en Bethlem!
¡Quién, Virgen, pudiera ser
de aquel portal las paredes
para recebir mercedes,
señora mía, en os ver;
o quién os viera embolver
a mi Dios, aquel a quien
vos, pristes en Bethlem!
¡Quién pudiera contemplar
vuestro gesto de virtud,
y aquella solicitud
de mi Señor empañar;
y quién os viera arrollar
aquél bien de nuestro bien
en el portal de Bethlem!
¡Quién oyera las canciones,
los loores y el solaz,
y aquel publicar de paz
de aquellas santas legiones;
quién gustara aquellos sones,
que en el cielo le hazién
quando entrastes en Bethlem!
¡O, quién viera la alegría
de aquellos pobres pastores,
los pañales, cobertores
que cada uno offrecía,
y aquella santa agonía
con que, Virgen, offrecíen,
a vos parida en Bethlem!
Fin.[1]