Autor: Enrique Suárez Figaredo
Título Artículo: Suárez de Figueroa y el Quijote
de Avellaneda
Fecha de envío: 5/07/2006
Resumen:
En
este artículo ampliamos el análisis lexicográfico que nos condujo a proponer
que Cristóbal Suárez de Figueroa fue el verdadero autor del Quijote de Avellaneda. Al tiempo,
aportamos algún nuevo dato o comentario a nuestra proposición, en particular en
cuanto a la enemiga entre Figueroa y Cervantes.
Abstract:
In this article we further increase the lexicographic analises
that led us to suggest Cristóbal Suárez de Figueroa as the true author of
Avellaneda´s Quixote. At the meantime, we supply fresh data as
well as new commentes to back our proposition; being among those, a proof of
the mutual personal distaste between Figueroa and Cervantes.
Suárez de
Figueroa y el Quijote de Avellaneda
I - ANTECEDENTES
¿Cómo compones?
Leyendo,
y lo que leo imitando,
y lo que imito escribiendo.[1]
Miles de
páginas se han escrito sobre este asunto sin lograr convencer al conjunto de
No más conjeturas; ya hay sobradas, y ninguna verdadera.[2]
Así pensabamos nosotros en 2002, aceptando por irresoluble el enigma en que ‘ni por pensamiento’ soñábamos intervenir. Fue por entonces que tuvimos noticia de que Martín de Riquer, que creía autor del Quijote apócrifo[3] al soldado aragonés Gerónimo de Pasamonte, había desarrollado monográficamente[4] su propuesta.
Leídos dicho
trabajo y
Es por ello que nos decidimos a realizar por nuestra cuenta el análisis del léxico con las modernas herramientas ofimáticas. Quisimos, antes de nada, releer detenidamente aquel Quijote para determinar qué habríamos de buscar, después, en Pasamonte: no al revés. Huimos de detenernos en frases sospechosamente similares, seleccionando únicamente sintagmas y expresiones que se repitiesen con cierta frecuencia. El resultado fue desolador: los tics de Avellaneda no están en Pasamonte, y viceversa.
Entonces
decidimos hacer la misma comparación con otro autor del Siglo de Oro: Vicente
Espinel. No fue una elección aleatoria: antes de todo esto ya habíamos
detectado que ‘Vicente de
Ahí dimos por acabado nuestro efímero interés por el asunto de Avellaneda; pero quiso la casualidad que semanas después, buscando un pasaje concreto en el libro El pasajero (Madrid 1617, en ed. de F. Rodríguez Marín, 1913), leyésemos en un sólo párrafo, juntos, varios de los tics que habíamos advertido en el léxico de Avellaneda. Con ayuda de herramientas ofimáticas construímos el texto ‘electrónico’ de las primeras 100 págs., al que aplicamos el mismo análisis que a Pasamonte y Espinel. Los resultados fueron incomparablemente superiores.
Luego pasamos a buscar información sobre aquel Cristóbal Suárez de Figueroa autor de El pasajero, y nos encontramos con una de las personalidades más inquietantes del Siglo de Oro, ‘una monstruosidad moral’, según Menéndez Pelayo; ‘el perro Fisgarroa’, según Salas Barbadillo; ‘la peor lengua del siglo… el maldiciente y procaz enemigo de Cervantes… el alma tortuosa y malévola del despreciable doctor’, según Astrana Marín: el candidato perfecto a Avellaneda… todo y no ser aragonés ni clérigo (como algunos han pensado que fuese el autor del apócrifo), todo y no saber en qué pudo molestarle Cervantes para que se tomase tal revancha. Aunque supusimos que la inquina tuvo que ver con el Conde de Lemos[7], mecenas de su tiempo, no leíamos en el Quijote cervantino la ofensa de que protestaba Avellaneda.
Con todo eso, creímos que debíamos publicar nuestro trabajo[8], que ampliamos con más libros de otros autores. Fuese o no Figueroa el autor del Quijote de Avellaneda, por primera vez en tantos años parecía haber una ayuda (el léxico) para resolver el enigma.
Supimos entonces que ya había seguido esa pista Enrique Espín Rodrigo, que falleció (1982) sin publicar sus investigaciones[9]. Recogimos la noticia en un Post scriptum; pero no fue hasta más tarde que supimos del librito[10] que finalmente publicó la viuda (distribuido fuera del circuito habitual). Espín Rodrigo, que no llegó a Figueroa por el léxico, sino por las alusiones a Cervantes contenidas en El pasajero, observó menos singularidades en el léxico de Avellaneda, y las buscó en varios libros de Figueroa. Sus conclusiones, por lo reducido de la muestra, por no cuantificadas y por intervenir varios libros, parecen menos concluyentes que las nuestras, que sólo necesitaron de 100 págs. de El pasajero.
— o O o —
En estos años hemos examinado toda la producción de Suárez de Figueroa y conocido más apuntes de su compleja personalidad. Hoy nos planteamos, como dijimos, actualizar nuestro trabajo con nuevos datos y reflexiones. Para ello será conveniente que traigamos aquí algunos pasajes de nuestro libro, bien que resumidos, como plataforma a que superponer las nuevas aportaciones. Tal el Prólogo que Avellaneda puso a su Quijote. Leído como se debe quizá nos dé apuntes de su personalidad. Y más que leer rectamente, tendremos que extraer entre líneas.
II - AVELLANEDA DIXIT
Como casi es
comedia toda la historia de don Quijote de
No
le parecerán a él lo son las razones desta historia, que se prosigue con la
autoridad que él la comenzó y con la copia de fieles relaciones que a su mano
llegaron —y digo ‘mano’, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando
tanto de todos, hemos de decir dél que, como soldado tan viejo en años cuanto
mozo en bríos, tiene más lengua que manos—; pero quéjese de mi trabajo por la
ganancia que le quito de su segunda parte, pues no podrá, por lo menos, dejar
de confesar tenemos ambos un fin, que es desterrar la perniciosa lición de los
vanos libros de caballerías, tan ordinaria en gente rústica y ociosa; si bien
en los medios diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender, a mí y
particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más estranjeras y
la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos
años los teatros de España con estupendas e inumerables comedias con el rigor
del arte que pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministro del
Santo Oficio se debe esperar.
Yo[11]
sólo he tomado por medio entremesar la presente comedia con las simplicidades
de Sancho Panza, huyendo de ofender a nadie ni de hacer ostentación de sinónomos
voluntarios, si bien supiera hacer lo segundo y mal lo primero. Sólo
digo que nadie se espante de que salga de diferente autor esta segunda parte,
pues no es nuevo el proseguir una historia diferentes sujetos. ¿Cuántos han
hablado de los amores de Angélica y de sus sucesos? Las Arcadias, diferentes las han escrito;
Santo Tomás,
en la 2, 2, q. 36, enseña que la envidia es tristeza del bien y aumento ajeno,
dotrina que la tomó de san Juan Damasceno. A este vicio da por hijos san
Gregorio, en el libro 31, capítulo 31, de
En
algo diferencia esta parte de la primera suya, porque tengo opuesto humor
también al suyo; y en materia de opiniones en cosas de historia, y tan
auténtica como ésta, cada cual puede echar por donde le pareciere; y más dando
para ello tan dilatado campo la casilla[12]
de los papeles que para componerla he leído, que son tantos como los que he
dejado de leer.
No me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejantes libros, pues éste no enseña a ser deshonesto, sino a no ser loco; y permitiéndose tantas Celestinas —que ya andan madre y hija por las plazas—, bien se puede permitir por los campos un don Quijote y un Sancho Panza, a quienes jamás se les conoció vicio, antes bien, buenos deseos de desagraviar huérfanas y deshacer tuertos, etc.
III - EL QUIJOTE DE AVELLANEDA NO ES UN FRAUDE
¿Por qué no
incluye Avellaneda
Porque aquel Guzmán fue un fraude. Y no es este el
caso de su Quijote: en
Este detalle tiene su importancia, pues nos dice algo de la personalidad de Avellaneda y de su opinión respecto a imitación y plagio. Desde luego, era un tipo muy listo. Y esto no lo decimos a humo de pajas: es posible que cuando redactó esas líneas tuviese presente algo que leyó en las primeras líneas del Cap. I del Guzmán apócrifo:
la
caridad, en suma, tiene las cualidades que dice San Pablo: que no busca lo que
[no] es suyo, no se hincha, no tiene emulación, todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, y aunque no se huelga del mal, pero es paciente y benigna.
Y en el Cap. IV:
la
invidia y emulación es cosa sin fruto, y el que acarrea es muy dañoso a su
dueño: tristeza del bien ajeno, y pesar y carcoma de la prosperidad del
prójimo.
IV - AVELLANEDA ES UN LITERATO EN ACTIVO
Pues ha leído
toda la producción cervantina, y encuentra elementos positivos en
— Conténtese
con su Galatea…
— más
satíricas que ejemplares, si bien no poco ingeniosas.
— comedias
en prosa … son las más de sus novelas.
Es un lector ávido:
…en
materia de opiniones en cosas de historia… cada cual puede echar por donde le
pareciere; y más dando para ello tan dilatado campo… los papeles que para
componerla he leído, que son tantos como los que he dejado de leer.
Es arrogante, pero no deja de importarle el juicio de los demás:
— Nadie
se espante…, pues no es nuevo el proseguir una historia diferentes sujetos.
— En
algo diferencia esta parte de la primera suya [de Cervantes].
— No
me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejantes libros, pues éste
no enseña a ser deshonesto, sino a no ser loco.
En otro lugar (Cap. XXXI) alude despectivamente al Quijote cervantino:
…como
se cuenta en no sé qué anales que andan por ahí en humilde idioma[13]
escritos de mano por no sé qué Alquife.
Y otro detalle que puede escapársenos: con lo de se permitan… semejantes libros, Avellaneda se distancia de su criatura, y da a entender que no es ése su auténtico registro literario.
Avellaneda es un literato en activo, arrogante, de firmes convicciones literarias, que pretende dar un correctivo al viejo y patético Cervantes. Y no va a hacerlo en una torpe sátira de un par de pliegos. Va a competir con él en su propio terreno.
Luis Gómez Canseco opinó al respecto:[14]
Aunque
trabajaron con materiales similares e intercambiaran actos de imitación mutua,
los resultados narrativos de Cervantes y Avellaneda fueron, sin embargo,
opuestos. A ello contribuyó en no poca medida la visión distinta, y acaso
incompatible, que tuvieron del mundo que ambos compartían. Quien se escondiera
tras la máscara de … Avellaneda hubo de ser un hombre culto, asentado en la
sociedad de la época, de convicciones tan sólidas como simples, y poco
dispuesto a cuestionarlas. Estas creencias salieron a las claras en su obra y
dieron como resultado una novela por completo alejada del original cervantino.
Y Martín de Riquer:[15]
Aunque
no cabe la menor duda de que este Avellaneda fue un gran admirador del Quijote…,
es cierto también que profesaba un auténtico odio a Cervantes: curiosa actitud
que… no deja de ser un enigma más entre los muchos que plantea la apócrifa
continuación.
Cierto; pero quizá sea éste el más sencillo de resolver: la envidia, la soberbia, el gusto por la competencia le impulsan. No soporta que el decadente Cervantes haya dado con tan buen argumento y personajes; y lo que es peor, que sin sacarles todo el partido posible, con todos sus fallos y limitaciones, haya tenido éxito. Aparte de eso, algún conflicto (literario, por supuesto) debió haber entre ellos para que Avellaneda se tomase la revancha al presentársele la oportunidad. Es más: se toma no poco trabajo a sabiendas de que en cuanto Cervantes publique la anunciada Segunda Parte[16] la suya desaparecerá de las tiendas de los libreros: no le importa perder la guerra si puede ganar una batalla.
V - SINÓNOMOS VOLUNTARIOS
En 1626, en Lisboa, don Gónzalo de Céspedes y Meneses publicó su Varia fortuna del soldado Píndaro. En el Al letor, advierte que sigue el estilo de sus libros precedentes, pero:
…he
procurado en éste ceñir más el lenguaje, hurtando el cuerpo a toda afectación,
epíteto y sinónomo. Lacónico y
conciso verás hoy al Soldado.
Curiosamente, ‘hurtando el cuerpo a…’ es el ‘huyendo de…’ que empleó Avellaneda en su prólogo.
En 1602, en aquel Guzmán apócrifo, en un par de ocasiones se lee el vocablo ‘voluntario’ con valor de ‘superfluo’, ‘caprichoso’:
Los… grandes señores
que no miran por sus vasallos… haciéndoles venir en pobreza por sus faustos voluntarios. (Cap. III-II).
Los
negros amores de Isabela me traían tan loco… que me había de desvelar de noche
cómo podía suplir sus voluntarias
necesidades, antojos y devaneos (Cap. III-VIII).
Y pues ‘ostentación’ puede leerse como ‘alarde’, parece que Avellaneda se refirió a dos cosas distintas: distanciándose de Cervantes, renuncia al adorno con sinónimos (por desaprobar tal recurso estilístico, no por ignorancia) y evitará ofender a otros (porque no sabría cómo). No parece que del pasaje puede extraerse, como hace algún investigador:
En su Quijote, Cervantes ofendió a
Avellaneda con un alias intencionado.
¿Dónde dice
Avellaneda que Cervantes usó ‘sinónomos voluntarios’ para ofender? Los ‘sinónomos voluntarios’ que Avellaneda
reprocha a Cervantes no son necesariamente personajes del libro, como:
‘Ginés
de Pasamonte’ = Gerónimo
de Pasamonte
‘Vicente de
personajes que bien podrían ser caricaturas maliciosamente empleadas por
Cervantes.
Por otro lado, mirándolo bien, desconcierta
que en la misma frase se censuren dos cosas tan distintas, como son la
sinonimia y el ofender a otros. A lo que debe referirse Avellaneda es a
que Cervantes, en su Quijote, además
de atacar a otros, se valió de ‘sinónomos’ para ‘hacer ostentación’ de sí
mismo, para ensalzarse. Y lo hizo, efectivamente, en el Cap. XL, en la figura
del heroico cautivo ‘tal de Saavedra’. Este asunto de los ‘sinónomos
voluntarios’ lo hemos tratado monográficamente en Los ‘sinónomos voluntarios’: un reproche sin réplica posible.
VI - OFENDER A MÍ
Avellaneda se apresura a declarar que Cervantes le ofendió en su Quijote de 1605, pero no dice en qué consistió esa ofensa, ni, consecuentemente, se defiende de ella. Ni siquiera parece hacerlo por medios indirectos. Simplemente ataca a Cervantes presentándose como defensor de la fama de Lope de Vega.
Este punto nos parece inquietante: si Cervantes escribió intencionadamente algo en su Quijote que resultaba ofensivo para personas reales —Avellaneda entre ellos—, bien debía saber de dónde podrían venirle los tiros. Curiosamente, a Avellaneda no parece importarle dar tal pista, y Cervantes parece no reparar en ello. En el Prologo al Lector de su Segunda Parte se limita a defenderse de lo relativo a Lope:
No
he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera
sido en mi mano haber detenido el tiempo…, o si mi manquedad hubiera nacido en
alguna taberna… He sentido también que me llame invidioso… , no tengo yo de
perseguir a ningún sacerdote, y más… del Santo Oficio; y si él lo dijo por
quien parece que lo dijo, engañose de todo en todo; que del tal adoro el
ingenio, admiro las obras y la ocupación continua y virtuosa .
¿Qué explicación podemos dar a esto?
— Hay errata en ese pasaje; el manuscrito no decía ‘a mí y’, sino: ‘…ofender, y muy particularmente a…’.
— Avellaneda se sintió ofendido por algo que no iba dirigido personalmente a él; de ese modo, Cervantes no podía reconocerle.
— Avellaneda era tan gran enemigo para Cervantes (por su posición social, por informaciones sobre su vida), que, sin dejar de replicarle, renunció a desenmascararle.
— Cervantes conoce a Avellaneda, pero es consciente de que le está devolviendo alguna mala jugada: no puede dejar de acusar el golpe, pero no continúa la guerra.
— Avellaneda se justificó con un falso pretexto, logrando despistar a Cervantes (ya dijimos antes que nos parecía un tipo muy listo).
De estas posibilidades, creemos que puede descartarse la primera, no porque tal errata resulte inimaginable, sino por lo peregrino de tamaña coincidencia. De las otras, todas nos parecen plausibles; pero en su Segunda parte Cervantes da síntomas de estar efectivamente confundido (en el Cap. final y el Prólogo ya no alude a Avellaneda como ‘autor aragonés’), pero quizá eso se deba a que entretanto le llegaron otras informaciones:
Para mí… nació don
Quijote… a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se
atrevió… a escribir con pluma de avestruz grosera… las hazañas de mi valeroso
caballero, porque no es… asunto de su resfriado ingenio (Cap. II-LXXIV).
¡…con
cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector…, este prólogo, creyendo
hallar en él… vituperios del autor del segundo don Quijote, digo de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas
y nació en Tarragona! (II-Prólogo).
Antes de eso había publicado Cervantes sus Ocho comedias y ocho entremeses (libro que debió distribuirse a primeros de octubre de 1615, un año después de publicarse el Quijote de Avellaneda), y decía en el Prólogo:
Torné
a pasar los ojos por mis comedias, y… vi no ser tan malas… que no mereciesen
salir… a la luz de otros autores menos escrupulosos y más entendidos…; tú lo
verás, lector mío, y si hallares que tienen alguna cosa buena, en topando a
aquel mi maldiciente autor, dile que se emiende, pues yo
no ofendo a nadie, y que advierta que no tienen necedades patentes…,
y que el verso es el mismo que piden las comedias, que ha de ser, de los tres
estilos, el ínfimo, y que el lenguaje de los entremeses es proprio de las
figuras que en ellos se introducen, y que, para enmienda de todo esto, le
ofrezco una comedia que estoy componiendo, y la intitulo El engaño a los
ojos, que, si no me engaño, le ha de dar contento.
¡Curioso! Cervantes parece aludir a un crítico, situando a Avellaneda entre aquellos ‘preceptistas aristotélicos’[17] que censuraban las comedias al uso, incluidas las del ‘insigne Lope de Vega Carpio’.
En fin, despistado o no, lo lógico es que si Cervantes llegó a sospechar de alguien en concreto, le lanzase en su Segunda parte del Quijote alguna andanada más o menos disimulada, al menos para advertirle: ‘Sé quien eres’.
VII - AVELLANEDA Y EL ‘INSIGNE’ LOPE DE VEGA
De la recta lectura de su prólogo parece deducirse que Avellaneda era algún autor de la camarilla de Lope; pero sus palabras también podrían estar preñadas de ironía, tanta como la que empleó Cervantes en su réplica:
del
tal… admiro… la ocupación continua y virtuosa.
En el Cap. II, Avellaneda también parece emplear la ironía en boca de don Quijote, que dice escribir cartas a Dulcinea:
…con
más ternezas que el Petrarca escribió a su querida Laura, y con más agradables
episodios que Lucano ni Ariosto pudieron escribir en su tiempo, ni en el
nuestro ha hecho Lope de Vega a su Filis, Celia, Lucinda, ni a las demás que
tan divinamente ha celebrado.
Y en el Cap. XXVII, no se extiende en alabanzas:
comenzaron
a ensayar la grave comedia del Testimonio
vengado, del insigne Lope de Vega Carpio.
‘Insigne’ lo aplica Avellaneda a las ciudades de Zaragoza y Granada, a un castillo, a una lanza, a una joya, a un merecimiento y a la religión de los Predicadores. Compárese con lo que en situación similar dice Castillo Solórzano en Aventuras del Bachiller Trapaza (Cap. XI):
Representábase
la comedia de El guante de doña Blanca
escrita por aquel singular ingenio, padre de las Musas, protector del Parnaso,
privado de Apolo, prodigio así de la nuestra como de las demás naciones,
honrador de los teatros, aquel célebre sujeto, frey Lope Félix de Vega Carpio,
del hábito de San Juan, varón digno de eterna fama. Lo escrito y trazado della
no quiero alabar, pues lo han hecho los más floridos ingenios de nuestra
nación, a pesar de su envidia. Fue aplaudida… con grandes víctores, si bien
después algunos aristarcos presumidos quisieron morder en ella por hacerse
discretos con la plebe.
También parece haber ironía en el Cap. IV del Quijote apócrifo:
Por
tanto, Sancho, de aquí adelante no pienses asombrarme, aunque me pongas delante
más tigres que produce
Empieza aquel romance:
Ensíllenme el potro rucio
del Alcaide de
los Vélez
denme el
adarga de Fez
y la jacerina fuerte;
De este asunto dice Justo García Soriano:[18]
Este famosísimo romance, uno de los primeros del Fénix y de los más populares de aquel
tiempo, había sido parodiado por Góngora en otro que empieza:
Ensíllenme el asno rucio
del alcalde Antón Llorente,
denme el tapador de corcho
y el gabán de paño verde;
y comenta en su Cap. I-VII:
En ellos se hallan los elementos embrionarios de la
creación cervantina y el primer esbozo, en caricatura, de un Lope-Quijote. La
parodia de Góngora, harto chocarrera, rebosa pullas encubiertas y obscuras
alusiones.
Volviendo a Avellaneda, en el Cap. XXII, el soldado Bracamonte le recuerda a la prostituta y mondonguera Bárbara los buenos ratos pasados con ‘López’, estudiante en el Colegio Trilingüe de Alcalá, y añade:
Pues
sepa vuesa merced que López es ya licenciado y un grandísimo bellaco
enamoradizo.
Pasaje que parece remedar Cervantes en el Cap. II-LII, en la carta de Teresa a su marido Sancho Panza, jugando con la raíz latina de Lope y con su iniciación al sacerdocio:
El
hijo de Pedro de Lobo se ha ordenado de grados y corona, con intención de hacerse clérigo;
súpolo Minguilla, la nieta de Mingo Silbato, y hale puesto demanda de que la
tiene dada palabra de casamiento. Malas lenguas quieren decir que ha estado
encinta dél, pero él lo niega a pies juntillas.
Y algo más del prólogo de Avellaneda: ¿a qué se refiere con ‘permitir… vayan los suyos’? Se trate de nombres o de sonetos, ‘permitir… vayan’ no es lo mismo que ‘aportar’; más bien suena a ‘tolerar’, a ‘no protestar’.
Honesto, fecundo, atento a las exigencias del vulgo, acogido a sagrado, divino con las damas… ¡Qué gran amigo de Lope era este Avellaneda!
VIII -¿POR QUÉ EL SEUDÓNIMO?
Avellaneda no incurría en ilegalidad alguna al publicar su Segundo tomo del Quijote; podría, pues, haberlo efectuado con su propio nombre. Todo lo que tenía que hacer (si su carácter se lo consentía) era rebajar el insultante tono del prólogo. Otra cosa es la ética literaria: siendo conocido que Cervantes preparaba la continuación, adelantársele no dejaría de ser considerado una mala acción.
En este punto no podemos olvidarnos de las bandosidades entre literatos de nuestro Siglo de Oro. ¿En qué bando estaba Avellaneda? Desde luego, no en el de Cervantes (si lo hubo); pero, pese a las apariencias, es dudoso que militase entre los lopistas. Quizá en ello radique la necesidad del seudónimo: de dar su verdadero nombre no podría contar con la simpatía de ese nutrido e importante grupo. En otras palabras: no era lopista (ya vimos que Cervantes parece ubicarlo entre los preceptistas). Constantemente evidencia ser un tipo listo.
IX - AVELLANEDA Y LOS ARTÍCULOS
Aunque en
En
esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de
reprehensión: la primera es algunas palabras que he leído en el prologo; la
otra, que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos, y la
tercera, que más le confirma por ignorante, es que… se desvía de la verdad en
lo más principal… , porque aquí dice que la mujer de Sancho… se llama Mari
Gutiérrez, y no llama tal, sino Teresa Panza; y quien en esta parte tan
principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás.
Ni que decir tiene que los investigadores se ha detenido en este pasaje, y en concreto en lo relativo a los ‘artículos’, dato estilístico que podría conducirnos a Avellaneda.
Como era de temer, cada investigador entiende por ‘artículo’ lo que más conviene al estilo de su candidato, pero existe cierto consenso en cuanto a interpretar ‘artículo’ como ‘partícula indeclinable’; y no deja de ser curioso que varios de ellos citen a Cristóbal Suárez de Figueroa y su gusto por omitir la conjunción ‘que’, rasgo destacadísimo en la sintaxis de Avellaneda. Por ejemplo Justo García Soriano, defendiendo la candidatura de Castillo Solórzano (Cap. XVI):
Por lo que respecta a la omisión de la conjunción
‘que’ al unir los verbos determinantes o subordinantes con los subordinados…,
era modismo frecuente en Castilla
Y en la nota correspondiente (el subrayado es nuestro):
En… El Pasajero… se hallan a cada paso
omisiones del ‘que’ subordinante. Asimismo se encuentran a menudo en los
escritos de Castillo Solórzano.
X - AVELLANEDA Y EL LEÍSMO
El leísmo constituye otra de las características lingüísticas de Avellaneda. Sin alcanzar más allá del Cap. II hemos encontrado los siguientes casos:
—
le ha trabajado (el libro)
—
poniéndole en la plaza (el libro)
—
le hubiera perdido (el juicio)
—
me le hurtó (el libro)
—
se le tengo de hurtar (el libro)
—
traerle acá (el libro)
—
traérmele (el libro)
—
traérsele (el libro)
—
me le puede dar (el remedio)
—
arrojómele de boleo (el estiercol)
—
no le merecía (el porte)
—
tenerle consigo (el entretenimiento)
—
teníale a la postre (el ‘don’)
Ello supone una dificultad para aquellos investigadores que proponen que Avellaneda fuese aragonés. Así, Martín de Riquer:[19]
Podría
constituir un argumento lingüístico contra la creencia de que el autor del Quijote apócrifo fue un aragonés la
frecuencia con que en su texto aparecen casos de leísmo, fenómeno sobre el cual
escribe Rafael Lapesa: ‘El Norte y Centro peninsulares… divergen de Aragón y
Andalucía, que se mantienen fieles al criterio etimológico basado en la
distinción de casos. No obstante, el influjo de
No reparó Riquer en que Avellaneda emplea los finales ‘amastes’, ‘quisistes’, lo cual era frecuente en autores castellanos. De ello trataremos más adelante.
XI - AVELLANEDA MORALIZANTE Y PEDANTESCO
Aunque no se decanta por ningún candidato, Fernando García Salinero[20] no esconde sus preferencias por Castillo Solórzano (que se llamaba ‘Alonso’, era ‘natural de Tordesillas’, admirador de Lope de Vega y mucho más joven que Cervantes), si bien…
¿Cómo
compaginar la sal fina de Castillo Solórzano con el tono reprimendón y moralizante
de la prosa pedantesca de Avellaneda, amén de un léxico que no se encuentra en
Y en otro lugar apunta como singularidad de la prosa de Avellaneda lo que denomina…
enumeraciones
prolijas, como si un afán exhibicionista de erudición fuese idea obsesiva en
Avellaneda.
No faltan en el Quijote de Avellaneda pasajes del tipo apuntado. Por ejemplo, este del último capítulo:
¡Ah,
señor caballero, y si supieseis quién soy…! Sin duda os movería a grandísima
lástima, porque habéis de saber que en profesión soy teólogo; en órdenes,
sacerdote; en filosofía, Aristóteles; en medicina, Galeno; en cánones,
Ezpilcueta; en astrología, Ptolomeo; en leyes, Curcio; en retólica, Tulio; en
poesía, Homero; en música, Enfión. Finalmente, en sangre, noble; en valor,
único; en amores, raro; en armas, sin segundo, y en todo, el primero.
En tres
ocasiones Cervantes llama ‘moderno’ a Avellaneda[21].
Estos pasajes, en los que desautoriza a los personajes ideados por aquél,
constituyen la ‘información hecha’ a que se refería en
Creo
que llegará quejoso, porque en Tarragona le han… malparado; aunque… lleva
información hecha de que no es el contenido en aquella historia, sino otro
supuesto que quiso ser él y no acertó a serlo.
La ‘información’ o expediente se practica a dos capítulos del final:
A
vuesa merced suplico… sea servido de hacer una declaración ante el alcalde
deste lugar de que… yo no soy el don Quijote impreso en la segunda parte… Entró
acaso el alcalde… con un escribano, ante el cual alcalde pidió don Quijote, por
una petición, de que a su derecho convenía de que don Álvaro Tarfe… declarase…
como… don Quijote de
Los pasajes a que nos referíamos son:
Este autor
moderno… píntaos comedor y simple, y no nada gracioso, y muy otro
del Sancho que en la primera parte… se describe (II-LIX).
No pondré los pies en
Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira dese historiador
moderno, y echarán de ver… como yo no soy el don Quijote que él dice
(II-LIX).
Vuesa merced debe de ser aquel don Álvaro Tarfe que anda… en la segunda parte… recién impresa… por un autor moderno (II-LXXII).
Podría aludir Cervantes a alguna faceta de Avellaneda (edad, estilo, léxico…); pero quizá sólo quiera decir ‘distinto’, no de los ‘autorizados’ (al límite, ‘intruso’), según la definición del Tesoro: ‘El que ha pocos años que escribió, y no tiene tanta autoridad como los antiguos’. El asunto no parece revestir mayor importancia.
XIII - FIGUEROA: UN CANDIDATO PERFECTO
Nada de lo que hemos apuntado de Avellaneda, tanto en lo referente a su personalidad como en lo que afecta a aspectos llamativos de su estilo, excluye al vallisoletano Cristóbal Suárez de Figueroa (h. 1571- h. 1640) de la lista de posibles candidatos, al contrario; y hay aspectos que refuerzan la proposición[22].
Era muy capaz Figueroa, como tuviese el debido estímulo, de escribir una obra en breve espacio de tiempo, como parece haber sido escrito el Quijote de Avellaneda.
‘Su
Quijote es un libro escrito deprisa, sin revisiones y con pocos
esfuerzos. Los materiales con que trabaja son de acarreo…; [y los fallos] no son atribuibles sino a la mano de un escritor…
más atento a terminar la obra que a su perfección’.[23]
Así nos lo dice Figueroa mismo en el Al lector de La constante Amarilis, novela pastoril escrita por encargo de su protector, que le urgía a acabarla:
Y
pues la falta de tiempo sobrelleva muchas de entendimiento, hallen contigo
alguna escusa las desta obra por la brevedad con que fue compuesta, pues
apenas se tardó en ella espacio de dos meses.
Y también en el prólogo de su última obra conocida, Pusílipo, escrita con el objetivo de lograr la simpatía del nuevo Virrey de Nápoles:
Brevísimo
ha sido el tiempo en que se formó este parto; y tanto, que con recelo de corto
crédito, no se expresa.
Esta característica la resaltó el capitán don Gabriel Caravajal de Ulloa en el Al lector del libro Hechos de don García Hurtado de Mendoza, (Madrid, 1613), en que elogia al…
Doctor
Cristóbal Suárez de Figueroa, natural de Valladolid, cuya velocidad y
apresuramiento en escribir pudieran hacer sospechosas sus obras, cuando no
estuvieran ya conocidos sus quilates y no se hallaran ya recebidas con tanta
aceptación. En diez años ha compuesto ocho tomos…
Por cierto, hay en ese libro, en la parte que narra las victorias del biografiado en sus batallas contra los Araucanos, el siguiente pasaje:
Ya
preso Caupolicán, les salió al caminó una India… Ésta mirándole con rostro
sañudo, y grave, le comenzó a decir: ‘…¿Por qué no morías peleando?… No permita
el Cielo quede conmigo reliquia de hombre tan… pusilánime. A tus ojos he de
matar este hijo tuyo, porque creciendo… no herede tu desdicha’. Diciendo esto, dio con el muchacho en una peña, donde
se hizo pedazos.
que recuerda el terrible final de la novelita El rico desesperado que se incluye en el Quijote de Avellaneda:
Vio
cerca de sí a la ama que criaba su hijo… y, llegándose a ella con una furia
diabólica, se le arrebató y, asiéndole por la faja, dio con él cuatro o seis golpes sobre
la piedra del pozo, de suerte que le hizo la cabeza y brazos dos mil pedazos.
Es bien conocido que Figueroa y Cervantes pugnaron infructuosamente por sumarse al séquito de literatos que había de acompañar a Nápoles al Conde de Lemos, nuevo Virrey: quizá ahí nació o creció la enemiga entre ellos, bien manifiesta en varios lugares de El pasajero, aflorados por J. P. Wickersham Crawford, primer biógrafo de Figueroa[24]:
No falta quien ha historiado sucesos suyos, dando a su
corta calidad maravillosos realces…: que como estaba el paño en su poder, con
facilidad podía aplicar la tisera por donde la guiaba el gusto.
Muchos por falta de valedor, no hacen sino componer, y
echar comedias al suelo del arca, con el ansia que suele el avaro recoger y
acumular doblones. Por esta causa se hallan infinitos con muchas gruesas
represadas, esperando se representarán cuando menos en el teatro de Josafat,
donde por ningún caso les faltarán oyentes.
Ciertos niños de a setenta, con hábito largo,
supeditados de mujer, vencidos de ancianidad, dados toda la vida a coplear, y
lo que es peor, a coplear perversamente, no puede haber sufrimiento que detenga
su justa reprehension.
Si es [un autor] imaginativo y agudo en demasía,
pónese a peligro de apurar el seso concetuando, como le perdieron algunos que
aún viven. Si es algo material, bruma a todos abofeteando y ofendiendo con
impertinencias el blanco rostro de mucho papel. Dura en no pocos esta
flaqueza hasta la muerte, haciendo prólogos y dedicatorias al punto de espirar.
¡Dios os libre de tan gran desdicha!’ [25]
El Conde de Lemos, gran mecenas
de la época y que favoreció económicamente a Cervantes, dejó España por
Barcelona en 1610. Figueroa confiesa en El
pasajero (Alivio VIII) que se desplazó hasta allí en un último intento de
ser admitido. De este asunto dejó clarísimo rastro en
El escudero (inédito y ajeno al asunto), recibe sin rechistar la acusación de murmurar de todos, de fingir humildad, de frívolo de palabra y obra, del corto realce de sus palabras, de no ser lo heroico que pretende y por vulgar sólo admirado del vulgo. Orgulloso de su creación (‘esto que ves’), Figueroa manda al ‘curioso impertinente’ que informe de sus méritos a su ‘Señor’, y que él, sintiendo el correctivo, ya nunca prive de ‘laureles’ a los buenos autores. ‘No siendo de aquí palabras muchas’ (XIV-27), Figueroa descarga tal chaparrón sobre ‘Suero Hernando’, que le acaba ‘dejando … como turbión en campo a pasajero’ (XIV-32):
¡Oh Suero, cuán ligero,
vano y loco
es quien presume mucho y
sabe poco!
Con
fingida humildad … muerdes,
sin reparar, a diestro y a
siniestro,
pues ganas poco en ello y
mucho pierdes,
deja del arte a Momo el ser
maestro:
…y pues tiene tu hablar cortos
realces,
tus zuecos toma y no
coturnos calces.
¿Heroico
tú? Di cómo, si carecen
de gravedad en ti dichos y
acciones.
Hiel tus entrañas son…
como vulgar, entre vulgares
crecen
(aplauso material) tus
opiniones,
…la confianza de un secreto
cierto vigor y fuerzas me
infundía
…y apenas duda en
concederlo cuando
se opone al ‘sí’ propicio
Suero Hernando.
…bien sabías
curioso impertinente lo que
digo,
y como siempre al mal la
lengua guías,
…altas cañas estériles de
trigo
nombraste mis promesas y
palabras;
que das a los demás lo que
tú labras.
…siguiendo tu consejo
dejome… allá
…Ve, pues, a tu Señor… y
dile
esto que ves; y desde aquí
adelante
tu lengua a los valientes
no aniquile,
ni a impedir sus laureles
sea bastante.
Ese ‘curioso
impertinente’ que alardeaba de ‘heroico’[26],
causó el mayor perjucio a Figueroa: por
su formación académica, por su conocimiento de la lengua, por su experiencia
anterior en Italia, por su relativa juventud (39 años por entonces), estuvo
cerca de ser de los elegidos. Aquí
empezaría a formarse aquella ‘monstruosidad moral’: soberbio y rencoroso (‘no
me descuido ni descuidaré jamás en la puntual merecida correspondencia’, decía en 1621 el prólogo de sus Varias
noticias), no podía perdonar a quien le ocasionó tan grave perjuicio.
He aquí el móvil de Figueroa para intentar
perjudicar a Cervantes adelantándose a
Fue Figueroa hombre de personalidad
inquietante, de pocos amigos y celoso de sus secretos. Bien vale, como ejemplo,
sus dos traducciones de El pastor fido
de Battista Guarini: la de Nápoles 1602, por ‘Cristóbal Suárez, Dottor en ambos
derechos’ y la de Valencia 1609 por ‘Cristóbal Suárez de Figueroa’, que
aparenta desconocer la traducción anterior. ¿Por qué? Quizá por el asunto del
‘Figueroa’; quizá por las críticas que recibió la primera versión. Algo de eso
se lee también en
Tal
vez porque mi pena se aflojase,
quise
traer
con
que orilla de Tajo se quejase
hice
pastor nacido en Erimanto:
y
aunque su ser la envidia molestase,
con
vituperio suyo, pudo tanto,
que
siempre resonante, siempre entera,
mi lira compitió con la estranjera.
Tampoco aclara ese punto el capitán Caravajal en aquel Al lector de los Hechos de don García Hurtado de Mendoza:
Al
primero (en prosa) que escribió en Nápoles, intituló Espejo de juventud, donde juntó todas las buenas partes que deben
tener, y pueden hacer ilustres y excelentes a los caballeros mozos. A éste
sucedió la tradución del Pastor de Fido,
tan ingeniosa, como se sabe. Publicó luego La constante Amarilis, prosas y versos llenos de erudición.
Por otra
parte,
De Figueroa escribió su biógrafo Wickersham Crawford:
Que
fue un escritor de mérito no común, cosa es que no puede dudarse, si bien su
extensa labor literaria no obtuvo la estimación debida. Sus convicciones fueron
demasiado enérgicas para impulsarle a solicitar el favor popular, y su vida se
vio amargada por disputas con sus contemporáneos… Los más de sus libros fueron
escritos como medio de vivir, y sólo con su ayuda pudo prolongar una existencia
de escaseces. Casi sin excepción, yacen hoy cubiertos de polvo en las librerías
[¿bibliotecas?] de España.
Y Marcelino Menéndez Pelayo:[27]
…público
maldiciente, envidioso universal de los aplausos ajenos, tipo de misántropo y
excéntrico que se destaca vigorosamente del cuadro de la literatura del siglo
XVII, tan alegre, tan confiada y tan simpática. Tal hombre era una
monstruosidad moral, de aquellas que ni el ingenio redime. Le tuvo, y grande,
juntamente con una ciencia profunda de nuestra lengua, pero lo odioso de su
condición y el mismo deseo de mostrarse solapado y agudo, con mengua de la
claridad y del deleite, condenaron sus escritos al olvido, perdiendo él en
honra propia lo que a tantos buenos había quitado.
El Doctor
Figueroa, llevado de su singular carácter, sin lograr empleo adecuado en
Sucedía, pues,
acudir… parroquianos con… obra gruesa, deseosos de sacar miel de acíbar… Tachaba…
con fundamento, hiriendo tal vez la floja elocución y tal la humildad del
conceto… Notábanme de maldiciente universal, de oyente desabrido, de juez
apasionado, de crítico ignorante… de silvestre, de montaraz, de cimarrón. Tal
vez llegaron a mi noticia ajenos disgustos… Resolvime… de decir bien de todo,
de no cansarme en censuras… Con todo, no me faltaban quebraderos de cabeza, ya
con extravagantes comedias, ya con fragmentos varios. Convínome… hacer una
declaración juratoria como aborrecía con estremo todo género de poesía.
Vituperábala… procuraba escurecer su resplandor, y… quedé libre… de la culpa y
pena que me daba y merecía.
Perdonad
las acedías y asperezas que descubro por instantes contra la dignidad poética;
que no puedo disimular mi natural maldiciente, hasta en contradecir el
ejercicio de cosa tan buena.
En el mismo libro también nos
habla de sus problemas de relación, y nos da a entender que vivió sin
verdaderos amigos:
De nadie se puede
estar hoy menos seguro que de quien se da por más amigo, por ser el primero que
a espalda vuelta pretende adelantarse en picar y morder. No hay cosa tan
abominable como hacerse uno esclavo de su secreto, comunicándole a quien por
ningún caso le sabe guardar; antes como estraño le revela.
Es mi condición de manera, que por ningún caso comunicara lo interior a enemigo ni amigo. A ninguno quiero manifestar mis ocultas flaquezas; baste el escándalo que ocasionan las públicas. Lo contrario no sirve mas que de oír y guardar, y con ocasión de defender la culpa, aborrecer al dueño, con que me podrá acometer y oprimir siempre que quisiere. No sé en qué parte se dice: 'Guárdese cualquiera de su prójimo, y no tenga confianza en alguno de sus hermanos, porque en ninguno dellos hallará seguridad'.
En sus Varias noticias importantes a la humana
comunicación (1621)
reflexiona sobre todo lo anterior, y reconoce:
No
me inclinó a sumisiones a la entereza de mi condición… Jamás experimenté
propicio el favor humano, fuese o por mi rígida condición o por mi escasa
fortuna; y aunque por este camino me hallé libre de… obligaciones… renunciaría
de buena gana potencias y sentidos en quien… fuese mi bienhechor. De aquí nace
el menosprecio de riquezas y ricos… ellos solos se honren y estimen.
— o O o —
Una constante de Figueroa fue lamentarse de las críticas recibidas de sus colegas. Ya en su primera producción conocida, El pastor fido (1602):
por
no tener estas estampas correctores, ni yo tiempo para asistir, se hallarán
infinitos errores. Suplico a los señores espíritus de contradición que no
olviden esta protesta cuando con sus entendimientos rateros censuraren esta
Tragicomedia.
Y no parece que encajase nada bien esas críticas, pues en otros lugares se presenta como un literato vengativo. Así en El pasajero (Alivio VIII):
Tomé
la pluma y… escribí algunos borrones… No fueran felices si les faltaran
detractores; mas son… maldicientes de escuridad…; bien sé hablarían menos si se
presentasen en la estacada. Ánimo tengo de inmortalizar algunos destos
inhábiles; destos ignorantes, a quien la envidia adelgaza los dientes; destos
que por mostrar ser algo, siendo nada, osan morder escritos para cuya imitación
les falta talento.
Evidentemente, esos detractados ‘escritos’ serán libros publicados por Figueroa, que vuelve sobre ello en el prólogo a las Varias noticias:
Hay
algunos que con la hiel de sus entrañas procuran avenenar, deshacer y deslucir
cuanto digno de alabanza con virtuoso sudor fabrica el más estudioso. Éstos por
disimular su apasionada intención dan título de ajenos a los que son propios
trabajos, aplicándoles nombre de mendigados fragmentos. De semejante
idiota impugnación y pretendido menoscabo (aunque no me descuido, ni descuidaré
jamás en la puntual merecida correspondencia, por ser defetos con tales la
modestia y tolerancia) sólo esta vez debría ser la respuesta risa. Claro está
conseguirán pública nota de malos los libros que de otros buenos, como suelen
ciegos de guías, no participaren mucho.
Figueroa ataca y se defiende:
— La imitación requiere talento.
— Un buen libro requiere tomar cosas de otros buenos.
— El docto es criticado por los indoctos.
y entre líneas da a entender que la respuesta que de él han recibido sus detractores no siempre ha sido reírse de las críticas; eso ‘sólo esta vez’.
Algo parecido
debía sucederle a Avellaneda, que se dirige al ‘Argamesilla de
bajo
de su manchega protección el libro y el celo de quien contra mil detracciones
le ha trabajado.
Y es que Figueroa tenía su propia opinión y márgenes de tolerancia respecto a imitación, plagio y emulación. De ello trató ampliamente Ángeles Arce Menéndez en su tesis doctoral Cristóbal Suárez de Figueroa. Nuevas perspectivas de su actividad literaria, en el Cap. III-Teoría literaria, que aquí resumiremos insertando algún comentario por nuestra cuenta:
Para Figueroa, la imitación no está reñida con la calidad literaria de una obra de arte; pero se siente acosado por las críticas que recibe por parte de sus contemporáneos y trata de defenderse. Son varias las ocasiones en que Figueroa trata este tema (en La constante Amarilis, España defendida, El pasajero, Varias noticias, Pusílipo…), y sus opiniones resultan bastante coherentes y sistematizadas.
En un soneto escrito, según confiesa, en su juventud, pero publicado en Pusílipo, obra de madurez, resume unas cuantas ideas a respecto:
…
ingenio
solo es campo sin cultura,
producidor
de espinas y de flores:
imita
siempre el sabio a los mejores,
con
quien se eleva a la mayor altura;
que
la luz natural es casi oscura,
no
bañada de ajenos resplandores.
…
que's
Icaro, o Faetón precipitante,
y
al número se roba de discretos,
quien
fía en sí, o en aparentes alas.
También en el Pusílipo, en boca de Florencio, uno de los
interlocutores dice:
Para
la consumada perfección de todo lo bueno es importantísima la imitación… en la
excelencia de lo que se escribe (p. 194).
Y alabando a Góngora:
Todos
estos maestrazos se deben imitar…, siendo entre todos más dichosamente culto
quien más los bebiere el espíritu… La primera clase de los mayores ingenios se
fueron imitando unos a otros: Virgilio a Homero y a Teócrito, a Virgilio el
Tasso, y así los demás. Antes sin la imitación, serán los aciertos difíciles y
todo lo que se dijere de cortos realces (págs. 195-196).
La misma idea se repite en Varias noticias
importantes a la humana comunicación (Variedad XIX):
Conviene
aumentar con la propia invención la dotrina de los predecesores. Cortos fueron
los principios de las disciplinas; puesto que la mayor dificultad consistió en
hallarlas. Después, por la industria de los hombres sabios recibieron aumento
poco a poco, corrigiendo lo mal observado y supliendo lo pretermitido.
— o O o —
Unido al término de la imitación,
aunque superior a ella, está la emulación, que consiste también en
imitar, pero tratando de superar el modelo. Figueroa parece
contradecirse de todo lo dicho anteriormente ya que afirma, en boca de Rosardo,
al comienzo de la ‘Junta sexta’ del Pusílipo y después de una gran
albanza dirigida a Góngora, que entre ambos conceptos
…sólo
la emulación es lícita…, por fundarse en virtuosa competencia. Ésta conviene
para imitarle en lo exquisito, llenándose de aquel ardor que puede sutilizar la
mente. Las frutas del jardín ajeno son buenas, y las del propio no malas.
— o O o —
En cuanto a plagio, las dos posturas
que aparentemente adopta —por un
lado la de despreocupación o desfachatez al utilizarlo, y, por otro, la crítica
abierta hacia los que lo utilizan—,
pueden confluir en el deseo de justificación que constantemente emplea frente a
sus contemporáneos.
En el interesante prólogo de Varias
noticias importantes a la humana comunicación, se refiere a la tendencia a
relacionar los temas comunes de una moda o género literario con la idea de plagio.
Trata de justificar los argumentos no originales que ha utilizado en obras
anteriores porque:
poco
se puede ofrecer que ya no se halle dicho, o por lo menos imaginado. Rózanse
con unas materias mismas casi todos los escritores, en cuya conformidad avisa
el común lenguaje: si quieres alcanzar lo que ha de ser, recorre a leer lo que
ha sido.
Sin embargo, no por ser cosas conocidas y ya
tratadas por otros, el autor segundo debe descuidar el estilo, sino que debe
tener mucho más cuidado:
…no
merece ingratitud ni ser correspondido con mengua el jardinero que de ajenas
plantas coge y ofrece regaladas frutas.
En El pasajero pueden encontrarse
abundantes ejemplos con los que el Doctor o bien aconseja descaradamente a sus
compañeros de viaje que aumenten sus obras con aportaciones ajenas, o bien
critica el mal tan extendido en la época de plagiar temas ya tratados, o bien
confiesa, a veces con humildad y otras con altanería, que él también se ha
apropiado de composiciones que no le pertenecían.
El consejo de juntar poesías de otros escritores
en una obra propia va dirigido a don Luis, poeta aficionado. El joven, que
siente verdaderos deseos de publicar un libro no está seguro de que los
‘legajos de poesías atrasadas’ escritos en diversos momentos de su pasión
amorosa, ‘serán todos dignos de publicación’ y tiene miedo de que si se pone a
seleccionar las mejores composiciones, no ‘se podrá juntar cantidad bastante a
formar un libro de justo cuerpo’. La respuesta del Doctor se desarrolla en los
siguientes términos:
Al
corto caudal de propias poesías podeis aplicar el suplemento de las ajenas, con
que os hallareis por estremo aliviado. El daño consistiera sólo en que vuestro
libro fuera como información de letrado: nada propio, todo ajeno; mas habiendo
mucho de casa, ¿qué importa pedir al vecino algo prestado para lucir en
semejante fiesta?
La solución del experto desconcierta al novel
poeta:
Pero
los que leyeren la obra, ¿no llamarán hurtos a esos socorros? ¿No juzgarán
pobre ingenio el del autor? ¿No darán título de descaramiento a su necesidad?
En la contestación de Figueroa hay, además de
descaro —que es en lo único en lo
que se ha fijado hasta ahora la crítica—, un deseo de autodefensa por sobrevivir en el mundo cruel que le rodea.
Sus palabras están llenas de dolor, de profundidad y de desánimo y muy lejos de
la superficialidad que siempre se le atribuye:
Tengo
por fruslería la nota de descarado. Es campo espaciosísimo el de la
murmuración, y aunque componga el libro… una inteligencia celeste, no han de
faltar achaques a la envidia, a la mala intención, para batir los dientes y
morderle, por más humildad que se muestre en el prólogo. Todos cuantos
escriben en todo género de facultades son cornejas vestidas de ajenas plumas.
Publicase la obra; vanse los ojos a lo menos bueno, y murmúralo la lengua. Son
otros linces de aprovechamientos; que así se llaman hoy los hurtos.
Pasan algunos días…, olvidase todo y… el autor engorda con las maldiciones y
dineros que sacó del trabajo… Basta; que es de gozques ruines roer talones, y
de ánimos viles herir a espalda vuelta, y esto hácenlo sólo poetillas
jacarandinos, vinolentos y juglares.
Don Luis parece no haberse enterado de la
amargura que encerraban estas palabras y, fijándose en lo más superficial y en
lo que exclusivamente le interesa, contesta:
Pienso
hacer muchos insertos en el jardín de mi librillo; que no suelen ser los que
rinden fruta menos sabrosa. Por lo menos, me agradecerán el contexto, el
estilo, y, juntamente, haber plantado en mi viña sarmientos de buena ley, aunque
ajenos.
Por cierto que esta coletilla tambien la
emplea Avellaneda (Cap. IV) en aquel pasaje en que recurre al chiste fácil
respecto al apellido Cervantes:
quiero
que… un pintor me pinte en ella [la adarga] dos hermosísimas doncellas… y el
dios Cupido encima, que me esté asestando una flecha …, con una letra que diga…
‘El Caballero Desamorado’, poniendo encima esta curiosa, aunque ajena…:
Sus flechas saca Cupido
de las venas del Pirú,
a los hombres dando el Cu
y a las damas dando el Pido.
— o O o —
Al margen de lo que Figueroa pueda aconsejar o
criticar en los demás, podemos ver ahora brevemente su actitud personal ante el
plagio en las obras más discutidas de su producción y que más han desconcertado
a los estudiosos del tema. Estas obras son, sin duda alguna, La constante
Amarilis y
Es sabido que La constante Amarilis fue
una obra de encargo escrita en dos meses, según nos confiesa el autor, que ni
tenía experiencia en el género pastoril ni la temática bucólica le atraía
excesivamente. Todas estas premisas parecen servirle de justificación para
componer la obra con retales de otros escritores: los nombres de Sannazaro,
Tasso, Guarini, Montemayor, Jáuregui, Carrillo de Sotomayor…, están presentes
de muy diversas maneras en la amalgama hecha por Figueroa. Así se las ingenió
para ‘enlazar unas con otras escaleras hasta la cantidad necesaria’ y formar
‘prestándole algunos sus alas’ la novela pastoril encargada.
Parece mentira que en La constante Amarilis
su autor haya podido refundir tantos y tan variados elementos. Ninguna de las
fuentes utilizadas por Figueroa en su novela pastoril parece entrar en el
capitulo del plagio, excepto con Carrillo de Sotomayor y Juan de Jáuregui: aquí
sí que nos encontramos con uno de los plagios más evidentes y más
desconcertantes de la literatura española.
Entre los 41 sonetos de su Amarilis,
Figueroa intercala ocho que guardan una cierta relación con los aparecidos
entre las Obras de Carrillo. Puede encontrarse justificación a la
aparición de seis, pero el resto, y sobre todo en un caso, Figueroa traslada,
con desfachatez desconcertante, un soneto del que once versos conservan las
mismas palabras de final, y por si esto fuera poco tres endecasílabos están
trasladados íntegramente mientras otros seis introducen sólo ligerísimas
variantes.
Queda aún por analizar el más desconcertante y
curioso: el que se refiere a la presencia del Aminta en la novela
pastoril, en concreto, la traducción hecha por Jáuregui en 1607. Aunque
Figueroa no cita nombres ni fuentes, no parece que quisiera ocultarlas, ya que
son precisamente los mejores, los más conocidos episodios del Aminta,
los que pasan a la narración pastoril. Figueroa tiene cuidado de no emplear los
versos de Jaúregui en ninguna de las setenta composiciones poéticas, e intenta
cuidadosamente que en ningún momento su prosa se sienta influida por la
cadencia rítmica de los versos, endecasílabos o heptasílabos, que traslada con
toda fidelidad. Joaquín Arce observa:
El
logro de la andadura narrativa se obtiene, en la mayor parte de los casos, con
esfuerzos mínimos, con la trasmutación del orden de las palabras, el añadido o
supresión de epítetos o la adopción de periodos propios de la forma
prosificada.
Valga como muestra un fragmento del
conocidísimo episodio de la abeja:
Jáuregui:
Pues yo, que hasta entonces / otra ninguna cosa deseaba / que la agradable
lumbre de sus ojos / y sus palabras dulces…, entonces me encendió nuevo / deseo
/ de arrimar a los suyos estos labios / ; y con mayor astucia y más aviso / que
nunca había tenido (¡mira cuánto / el amor sutiliza nuestro ingenio!) / se me ofreció
un engaño con que en breve / llegar pudiese a conseguir mi intento; / y fue
desta manera: que fingiendo / me había picado una furiosa abeja / el labio
bajo, comencé a dolerme / de suerte que el remedio que la lengua / no
demandaba, el rostro le pedía. / La simplecilla Silvia, / piadosa de mi mal,
se ofreció luego / con el remedio a la engañosa herida, / y hizo ¡ay triste!
mucho más crecida / y más mortal mi herida verdadera, / cuando llegó sus labios
a los míos.
Figueroa:
Yo, pues, que no deseaba hasta aquel punto otra cosa que el agradable
resplandor de sus ojos y la dulzura de sus palabras, sentí entonces encenderme
de nuevo deseo de acercar mis labios a los suyos; y con mayor astucia y aviso
que nunca había tenido (¡mira cuánto sutiliza el amor nuestro ingenio!) se me
ofreció un engaño con que poder en breve llegar a conseguir mi intento, y fue
que, fingiendo me había picado una abeja en el labio de abajo, comencé a
quejarme de suerte que pedía el rostro la salud que la lengua no osaba pedir.
La simplecilla Ardenia, piadosa de mi mal, se ofreció luego con el remedio a la
herida engañosa, haciendo más crecida y mortal la verdadera, cuando llegó sus
labios a los venturosos míos.
España defendida
Aunque también algunos pasajes del Orlando
furioso pueden rastrearse en su poema épico, en el prólogo (primera ed.,
1612) Figueroa reconoce su dependencia de Tasso ‘príncipe de la poesía heroica’
y de su poema Gerusalemme liberata:
A
este pues, insigne en los requisitos apuntados, imité en esta obra, y con tanto
rigor en parte de la traza, y en dos, o tres lugares de la batalla entre
Orlando y Bernardo, que casi se puede llamar versión de la de Tancredo y
Argante: supuesto me valí hasta de sus mismas comparaciones.
La edición posterior de la obra (Nápoles 1644)
ofrece un texto mucho más elaborado y corregido, y su prólogo muestra unas
ligeras pero significativas variantes en el fragmento citado:
A
éste pues [según sus palabras ‘Príncipe de los números épicos’], insigne en los
requisitos apuntados, imité en parte de la invención deste argumento, llevado
de la costumbre común en que los últimos autores de fábricas semejantes siempre
estamparon las huellas de los primeros.
También es interesante, por lo que respecta a
la complicada personalidad de Figueroa, observar su distinta actitud en ambas
ediciones tratando de justificar su trabajo como autor original ante las
críticas adversas que él siempre supuso le acosaban. En la primera edición,
después de afirmar su dependencia de Tasso, continúa:
…(téngase
desde luego cuenta con esto, no imagine el censor se pretende encubrir o pasar
de salto este que él llamará hurto), y ojalá tuviera yo talento para
trasladarle todo en nuestra lengua con la misma elegancia y énfasi que suena en
la suya; que entendiera lisonjearla con semejante ocupación.
El tono de modestia que se desprende de estas
palabras no se parece en nada con el utilizado en la edición napolitana, donde
una amarga agresividad le inclina a escribir:
Bien
sé estimarán los entendidos este trabajo, como conocedores de lo que cuesta
cualquier sudor estudioso; y así, dellos, no de los idiotas, opuestos a toda
erudición, reconoceré lo que mereciere de alabanza. Sigue el incapaz el estilo
del torpe animal Bonaso, que por no ceder, que por no aprender, o por escaparse
de aplaudir, despide de sí pésimos olores de murmuración.
Muchos pasajes de
F.: Ya el
ronco son de
llama los tenebrosos
moradores (III, 2)
T.: Chiama gli abitator de l'ombre eterne
il rauco son de la tartarea tromba (Gerus., IV, 3)
F.: Moría
Orlando, y cual vivió moría:
en lugar de quejarse
amenazaba;
fueron bravas, horrendas y
feroces
sus postreras acciones y
sus voces (XIV, 70)
T.: Moriva Argante, e tal
moría qual visse:
minacciava morendo e non
languia.
Superbi, formidabli e feroci
gli ultimi moti fur, l'ultime voci (XIX, 26)
Plaza universal de todas ciencias y artes
Como es sabido, Figueroa traslada del autor
italiano Tommaso Garzoni su Piazza universale di tutte le professioni del
mondo, que, según la portada de la primera edición (1615), es ‘Parte
traducida del Toscano y parte compuesta’ por él; idea repetida posteriormente
en el prólogo:
Fue
mi intento a atender más a perfecionar, que a traducir, escogiendo lo mejor de
lo recogido’.
Si no podemos exactamente hablar aquí de
plagio o imitación, porque Figueroa nos habla de traducción, juega con
el equívoco de que el lector piense que muchos de sus capítulos son originales
cuando lo que en realidad hace es
un resumen de la extensísima obra
italiana, omitiendo muchísimos capítulos, añadiendo poquísimo por su cuenta y
dando a entender que ha seleccionado los temas útiles o inútiles para los
lectores españoles, de mentalidad diferente a los italianos. Sabe con sus
palabras embaucar a los lectores, pero, eso sí, manteniéndose siempre a salvo
de un posible ataque o murmuración.
XV – DON QUIJOTE EN BARCELONA
Resulta particularmente inquietante el incidente protagonizado por don Quijote en la imprenta barcelonesa, cuando se burla del traductor de ‘toscano’ que gusta ser editor de sus libros (como Figueroa)[28] en tanto que allí se está imprimiendo… el Quijote de Avellaneda.
Tras someter a un ridículo examen de italiano al autor de Le bagatele (‘de muy buen talle y parecer y de alguna gravedad’), le dice don Quijote con toda ironía:
—Osaré
yo jurar que no es vuesa merced conocido en el mundo, enemigo siempre de
premiar los floridos ingenios ni los loables trabajos. ¡Qué de habilidades hay
perdidas por ahí! ¡Qué de ingenios arrinconados! ¡Qué de virtudes
menospreciadas! Pero… el traducir… de lenguas fáciles ni arguye ingenio ni
elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro
papel. Y no por esto quiero inferir que no sea loable este ejercicio del
traducir, porque en otras cosas peores se podría ocupar el hombre y que menos
provecho le trujesen. Fuera desta cuenta van los dos famosos traductores: el
uno, el doctor Cristóbal de Figueroa, en su Pastor
fido, y el otro, don Juan de Jáurigui, en su Aminta, donde felizmente ponen en duda cuál es la tradución o cuál
el original.
Cervantes apenas matiza la opinión que de los traductores expresó en el Cap. VI del Quijote de 1605 y asocia sibilinamente a Figueroa y Jáuregui: dos autores que incurrieron en el mismo pecado de versionar dos veces una misma obra (recuérdese que El pastor fido debió recibir críticas, que Figueroa consideraba envidiosas). Y continúa el diálogo:
—Pero
dígame vuesa merced: este libro ¿imprímese por su cuenta, o tiene ya vendido el
privilegio a algún librero?
—Por
mi cuenta lo imprimo, y pienso ganar mil ducados, por lo menos…
—¡Bien
está vuesa merced en la cuenta! Bien parece que no sabe las entradas y salidas
de los impresores y las correspondencias que hay de unos a otros…
—Pues
¿qué quiere vuesa merced? ¿Que se lo dé a un librero que me dé por el
privilegio tres maravedís…? Yo no imprimo mis libros para alcanzar fama…, que
ya… soy conocido por mis obras: provecho quiero, que sin él no vale un cuatrín
la buena fama.[29]
Cervantes ya se lo recriminaba a Avellaneda en el prólogo:
Bien
sé lo que son tentaciones del Demonio, y que una de las mayores es ponerle a un
hombre en el entendimiento que puede componer y imprimir un libro con que gane
tanta fama como dineros, y tantos dineros cuanta fama.
En nuestro libro creemos haber puesto en evidencia que la visita a la imprenta es una cuña introducida a posteriori por Cervantes entre los sucesos que don Quijote vive en Barcelona.[30] Aflorar el nombre de Figueroa en un pasaje que le caricaturiza y elogia (táctica muy cervantina), en que se habla de supercherías editoriales, en una imprenta que está estampando el Quijote apócrifo, parece una advertencia más una oferta de pacto. No es sólo uno de aquellos ‘fragmentos varios’ de que se quejaba Figueroa.
Lo que nos recuerda otra situación que se da en el mismo capítulo, cuando don Quijote, que acaba de llegar a Barcelona esa misma mañana, vuelve por la tarde a la calle acompañado de don Antonio y es recriminado por ‘un castellano’. Es don Antonio quien le propina una severa réplica, en vez de don Quijote, que parece ausente antes, durante y después del incidente, que acaba, tan súbitamente como empezó —otra cuña —, con el reconocimiento del ‘castellano consejero’:
—Pardiez,
vuesa merced tiene razón; que aconsejar a este buen hombre es dar coces contra
el aguijón; pero, con todo eso, me da muy gran lástima que el buen ingenio que
dicen que tiene… este mentecato se le desagüe por la canal de su andante
caballería; y… enhoramala… para mí y para todos mis descendientes si de hoy
más… diere consejo a nadie, aunque me lo pida. Apartose el consejero, siguió…
el paseo…
Y es que ya no se aplica a Avellaneda lo de ‘aragonés’, después de la llegada a Barcelona, si exceptuamos la aventura del Cap. LXX, otra vez en casa de los Duques, cuya colocación en ese punto bien pudo deberse a cambios de orden introducidos por Cervantes.
XVI - TICS DE AVELLANEDA
En
Tabla 1
|
DQA |
ESP |
DQ |
PyS |
NE |
PJ |
TSO |
BRB |
QVD |
SLZ |
FIG |
‘por
tanto’ |
49 |
- |
- |
- |
- |
12 |
- |
3 |
- |
- |
12 |
‘con
todo,’ |
34 |
2 |
2 |
2 |
- |
- |
- |
3 |
10 |
22 |
64 |
‘no
poc’ |
44 |
4 |
19 |
4 |
2 |
10 |
40 |
5 |
- |
28 |
72 |
‘harto’ |
65 |
18 |
28 |
7 |
11 |
20 |
8 |
5 |
20 |
14 |
8 |
‘notable(mente)’ |
33 |
11 |
9 |
4 |
3 |
13 |
8 |
20 |
10 |
20 |
52 |
‘maravillar’ |
61 |
- |
35 |
8 |
9 |
1 |
- |
- |
- |
2 |
0 |
‘si
bien’ |
49 |
11 |
13 |
8 |
4 |
6 |
24 |
- |
- |
46 |
96 |
SUMA
1 |
335 |
46 |
106 |
33 |
29 |
62 |
80 |
36 |
40 |
132 |
304 |
‘tras’ |
172 |
25 |
85 |
32 |
45 |
69 |
24 |
18 |
98 |
12 |
64 |
SUMA
2 |
507 |
71 |
191 |
65 |
74 |
131 |
104 |
54 |
138 |
144 |
368 |
DQA: ‘Avellaneda’, Quijote; ESP: Espinel, Marcos
de Obregón; DQ: Cervantes, Quijote I
y II; NE: Cervantes, Novelas
ejemplares; PyS: Cervantes, Persiles
y Sigismunda; PJ: ¿?, La pícara
Justina; TSO: Tirso, Cigarrales de
Toledo; BRB: Salas Barbadillo, La
peregrinación sabia + El sagaz
Estacio; QVD: Quevedo, El buscón;
SLZ: Castillo Solórzano, El bachiller
Trapaza; FIG: Suárez de Figueroa, El pasajero.
En
Tabla 2
|
DQA |
FIG
|
ESP |
CVT |
PJ |
TSO
|
BRB
|
QVD
|
SLZ
|
SUMA 1 |
335 |
304 |
46 |
42 |
62 |
80 |
36 |
40 |
132 |
en % |
100 |
91 |
14 |
13 |
19 |
24 |
11 |
12 |
39 |
SUMA 2 |
507 |
368 |
71 |
82 |
131 |
104 |
54 |
138 |
144 |
en % |
100 |
73 |
14 |
16 |
26 |
21 |
11 |
27 |
28 |
Espín Rodrigo también
podría haber construído una Tabla para las 3 construcciones que buscó en obras
de Figueroa (no alcanzó a examinar todas completamente). Las hemos buscado en
el Quijote de Avellaneda y en 6 obras de Figueroa: Amarilis, Hechos
de D. García Hurtado de Mendoza, Plaza universal, El pasajero,
Varias Noticias y Pusílipo. Los resultados se muestran en
Tabla 3
|
DQA
|
AM
|
HM |
PL |
EP
|
VN |
PU
|
‘no poc’ |
44 |
17 |
39 |
44 |
58 |
45 |
14 |
‘no menos’ |
10 |
1 |
8 |
23 |
22 |
44 |
18 |
‘tras esto’ |
49 |
6 |
25 |
28 |
18 |
17 |
8 |
SUMA |
103 |
24 |
72 |
95 |
98 |
106 |
40 |
*en
% |
100 |
62 |
91 |
48 |
93 |
74 |
74 |
*considerando la distinta
extensión de los textos
Comparando uno y otro estudio, vemos que debimos separar los 49 casos de ‘tras esto’ de los 172 casos de ‘tras’, por constituir un tic de Avellaneda. Tampoco incluíamos ‘de suerte’ (58 ocasiones), por observar que no falta en ninguno de los autores; pero pues Avellaneda la emplea casi el doble que otros, y alguno hay que la usa testimonialmente, consideramos que es un caso equiparable al resto. Por otro lado, no nos parece significativo el empleo del verbo ‘maravillar’, habida cuenta del argumento y del personaje (también Cervantes lo usa mucho en su Quijote).
Finalmente, disponible ahora todo el texto ‘electrónico’ de El pasajero, hemos prescindido de los factores multiplicadores que entonces aplicamos a sus primeras 100 págs. Lo mismo para el caso de Castillo Solórzano, disponiendo de los de El bachiller Trapaza y La garduña de Sevilla.
Adicionalmente,
hemos añadido la columna ‘ALM’ con Guzmán de Alfarache-II, de Mateo
Alemán, ‘CSP’ con los valores de Varia fortuna del soldado Píndaro, de
G. Céspedes y Meneses —que no recordamos haya sido propuesto como autor del Quijote
de Avellaneda—; la columna ‘LOP’ con
Tabla 1-bis
|
DQA |
ESP |
CVT |
PJ |
TSO |
BRB |
QVD |
SLZ |
LOP |
PSM |
HIT |
CSP |
VGO |
VLZ |
ALM |
FIG |
‘por
tanto’ |
49 |
- |
- |
12 |
- |
3 |
- |
- |
- |
- |
12 |
2 |
- |
- |
- |
29 |
‘con
todo,’ |
34 |
2 |
1 |
- |
- |
3 |
10 |
17 |
- |
6 |
- |
24 |
2 |
5 |
- |
56 |
‘no
poc’ |
44 |
4 |
6 |
10 |
40 |
5 |
- |
40 |
8 |
24 |
8 |
12 |
16 |
- |
7 |
58 |
‘harto’ |
65 |
18 |
12 |
20 |
8 |
5 |
20 |
16 |
18 |
18 |
4 |
24 |
52 |
10 |
27 |
13 |
‘notable(mente)’ |
33 |
11 |
4 |
13 |
8 |
20 |
10 |
19 |
34 |
3 |
28 |
34 |
54 |
30 |
7 |
47 |
‘de
suerte’ |
58 |
30 |
7 |
2 |
36 |
20 |
33 |
20 |
32 |
3 |
38 |
19 |
14 |
15 |
- |
23 |
‘si
bien’ |
49 |
11 |
6 |
6 |
24 |
- |
- |
57 |
22 |
33 |
2 |
123 |
40 |
- |
- |
72 |
‘tras
esto’ |
49 |
- |
1 |
16 |
- |
- |
13 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
2 |
18 |
SUMA
1 |
381 |
76 |
37 |
79 |
116 |
56 |
86 |
169 |
114 |
87 |
92 |
238 |
178 |
60 |
43 |
316 |
en % |
100 |
20 |
10 |
21 |
30 |
15 |
23 |
44 |
30
|
23
|
25
|
62
|
47
|
16
|
13
|
83 |
otros
‘tras’ |
123 |
25 |
27 |
53 |
24 |
18 |
85 |
10 |
8 |
27 |
20 |
22 |
38 |
85 |
29 |
50 |
SUMA
2 |
504 |
101 |
64 |
132 |
140 |
74 |
171 |
179 |
122 |
114 |
112 |
260 |
216 |
145 |
72 |
366 |
en % |
100 |
20 |
13 |
26 |
28 |
15 |
34 |
36 |
24
|
23
|
22
|
52
|
43
|
29
|
14
|
73 |
LOP: Lope de Vega,
Con estas
premisas,
Gráfico 1 (obtenido de Tabla 1-bis, fila ‘SUMA
1, en %’)
XVII - UNA SINGULARÍSIMA CONSTRUCCIÓN
Con cierta frecuencia Avellaneda emplea la serie:
articulo + preposición + relativo;
hemos localizado en el texto las siguientes:
—
el en que… dice haberme visto (éxtasis, Cap. 2)
—
la con que él puso mano a su espada (rabia, Cap. 5)
—
el en que dormía el triste Sancho (aposento, Cap. 13)
—
el en que se entregó el fuerte (día, Cap. 14)
—
más adentro del en que la partera estaba (aposento, Nov. 1)
—
diferente lugar del en que yo querría (lugar, Nov. 1)
—
el en que caminaba (tiempo, Nov. 2)
—
la en que estaba doña Luisa (iglesia, Nov. 2)
—
el con que propuso de ir a Roma (fervor, Nov. 2)
—
el con que has querido entrar (disfraz, Nov. 2)
—
con el de que don Gregorio (concierto, Nov. 2)
—
Lo con que yo, amigo, os regalaré (aquello, Cap. 25)
—
la en que agora me había puesto (tribulación, Cap. 27)
—
más de las con que ahora me hallo (armas, Cap. 27)
—
la de que su mujer estaba más celosa (parte del cuerpo, Cap. 27)
—
el en que nos acabamos de ver ahora (desaguisado, Cap. 31)
—
Supiéronse… los en que andaba (pasos, Cap. 31)
Martín de
Riquer, no ocultando esta singularidad que no observa en
Algunos
de estos tics… están ausentes de
En cambio, limitándonos a las 100 primeras págs. de El Pasajero de Cristóbal Suárez de Figueroa, encontramos:
—
el de que pasen con menos culpa los yerros
—
Dichoso el a quien hacen cauto
—
la de que participó en la leche
—
arrojarme a lo en que otros tienen… hábito
—
los en que no precedieren ciencia
—
negligencia en lo a que se va
—
en lo para que es bueno
—
lo en que entraron
—
todo lo de que se valen
—
los con quien me había criado
—
la gracia de los con quien me tengo de introducir
—
los con quien comunica
—
los a quien presenta sólo el favor
—
los a quien llamare amigos
—
los a quien noble sangre y riqueza dieron algún grado
—
los a cuyas manos llegan
—
de los entre quien se hallan trabadas
—
oponeros a lo en que os manifiesto
—
esta sin quien estuvieran tristes las almas
Cuánto gustaba Figueroa de emplear estas construcciones (en su prosa) queda evidenciado en este solo pasaje de sus Varias noticias (Variedad XVIII), hablando de la ingratitud:
Es
menester tenga el hombre bien agradecida memoria del por cuya causa recibe cortesía y placer, puesto que el
beneficio engendra beneficio, y todo ánimo apacible perdona fácilmente las
injurias, excepto el ingrato, que las conserva grabadas en bronce. Tan
imprudentes vuelve a los hombres la ingratitud, que osan damnificar hasta los con quien tuvieron más estrecha
amistad, hasta los a quien tienen más
obligación.
Las hemos
buscado en otros textos (los de
el / la / lo / las / los_en_qu
el / la / lo / las / los_con_qu
Excepto Figueroa y Avellaneda, esas construcciones son inexistentes en los autores implicados, cuando más testimoniales (entre paréntesis mostramos el valor medio de las obras de un mismo autor, o bien el calculado para una extensión equivalente al Quijote de Avellaneda):
S. Figueroa (FIG): 20
Avellaneda (DQA): 16
M. Alemán (ALM): 4
C. Solórzano (SLZ): 2
M. Cervantes (CVT): 4 (1)
Pícara Justina (PJ): 0; Pérez de Hita (HIT): 0
Lope de Vega (LOP): 0 ; T. de Molina (TSO): 0
F. Quevedo (QVD): 0; S. Barbadillo (BRB): 0
J. Pasamonte (PSM): 0; V. Espinel (ESP): 0
Céspedes y M. (CSP): 0; L. y Verdugo (VGO): 0
Vélez Guevara (VLZ): 0
Figueroa también emplea en El pasajero la construcción:
el / la / lo / las / los_a_qu
que suman 29 casos, que, siendo
del mismo tipo, también se contabilizan en
Una construcción que se encuentra en
Avellaneda y a la que también recurre Figueroa es la del tipo:
‘no menos adjetivo que adjetivo’
Buscada en los
textos encuestados (los de
Avellaneda: invidiados… verdaderos; moderno… verdadero;
importunos… justos; necio… impertinente; estraña… peligrosa; fabulosos…
perjudiciales; ligero… sutil.
Figueroa: presumidos… temerarios; pródiga[mente]…
inútilmente; positiva… escolástica; rico… espléndido; infinitas… varias; rudos…
presumidos; útiles… hermosos
Cervantes: curiosas…
limpìas; lastimada… admirada; plácido… generoso; tierno… prudente; cortés y amorosa… agradecida; confuso… pensativo; bizarro… ricamente
vestido
S. Barbadillo: celebrado… puntual; admirada… recelosa.
C. Solórzano: provechoso… apacible
En resumen:
S. Figueroa (FIG): 7
Avellaneda (DQA): 7
S. Barbadillo (BRB): 2 (5)
M. Cervantes (CVT): 7 (1,75)
C. Solórzano (SLZ): 1
Lope de Vega (LOP): 0; T. de Molina (TSO): 0
F. Quevedo (QVD): 0; J. Pasamonte (PSM): 0
Pícara Justina (PJ): 0; Céspedes y M. (CSP): 0
Pérez de Hita (HIT): 0; V. Espinel (ESO): 0
L. y Verdugo (VGO): 0; Vélez Guevara (VLZ): 0
M. Alemán (ALM): 0
XIX - A
En 21 ocasiones emplea Avellaneda esta coloquial construcción:
— A la que volvió la cabeza
— a la que volvían a armar a don Quijote
— a la que le entregaron la adarga
— A la que platicaban don Álvaro con don Quijote
— a la que llegaba a la puerta
— A la que llegaba cerca de la ciudad
— A la que se hizo de noche
— a la que llegó delante della
— a la que descubrió… el campanario
— A la que ambos iban en esto
— a la que llegaban a tiro de arcabuz della
— A la que estaban en esto
— a la que comenzaron a rodear el muro
— a la que iban cruzando la calle
— a la que se entraron por la sala
— a la que salían de casa
— A la que los señores salían della
— a la que estaban en estos dares y tomares
— a la que alborea
— a la que acababan de cenar
— a la que ensillaban los criados
¿Huían los
autores de emplear tal expresión? Fray Antonio de Guevara (1480-1545) es el
único en que hemos encontrado algo parecido y en similar abundancia, si bien
emplea la construcción ‘a la hora que…’. De todos los textos encuestados (los
de
dando… suspiros y quejándose… a la que se había dormido.
— o O o —
Tabla 4 – Otras 3 construcciones singulares
|
AVLL |
FIG
|
BRB
|
ALM
|
SLZ
|
CVT |
PJ
– TSO – LOP – PSM – QVD – HIT – CSP – VGO – ESP – VLZ |
art.+ prep. +’que’ |
16 |
49 |
- |
4 |
2 |
1 |
- |
no menos… que… |
7 |
7 |
5 |
- |
1 |
1,75 |
- |
‘a la que’ |
21 |
- |
- |
- |
1 |
- |
- |
SUMA |
44 |
56 |
5 |
4 |
4 |
2,75 |
- |
en % |
79 |
100 |
10 |
7 |
7 |
5 |
- |
Tabla 5
|
AVLL |
FIG |
HIT |
CVT |
BRB |
SLZ |
LOP |
PJ |
VLZ |
PSM |
ESP |
CSP |
ALM |
VGO - QVD - TSO |
en
extremo |
16 |
11 |
12 |
8 |
- |
7 |
6 |
- |
5 |
- |
2 |
1 |
- |
- |
por
extremo |
2 |
14 |
4 |
1 |
- |
- |
- |
6 |
- |
- |
- |
- |
1 |
- |
con
extremo |
- |
11 |
- |
1 |
9 |
1 |
- |
- |
- |
3 |
- |
- |
- |
- |
SUMA |
18 |
36 |
16 |
10 |
9 |
8 |
6 |
6 |
5 |
3 |
2 |
1 |
1 |
- |
Tabla 6 (de las Tablas 4 y
5)
|
AVLL |
FIG |
HIT |
SLZ |
BRB |
CVT |
LOP |
PJ |
ALM |
VLZ |
PSM |
ESP |
CSP |
VGO - QVD - TSO |
Tabla
4 |
44 |
56 |
- |
7 |
5 |
3 |
- |
- |
4 |
- |
- |
- |
- |
- |
Tabla
5 |
18 |
36 |
16 |
8 |
9 |
10 |
6 |
6 |
1 |
5 |
3 |
2 |
1 |
- |
SUMA |
62 |
92 |
16 |
15 |
14 |
13 |
6 |
6 |
5 |
5 |
3 |
2 |
1 |
- |
en % |
67 |
100 |
17 |
16 |
15 |
14 |
7 |
7 |
5 |
5 |
3 |
2 |
1 |
|
Casi 40 años
más joven que Cervantes, Gonzalo Céspedes y Meneses resulta ‘el eslabón
perdido’ para el Gráfico 1, que mostraba tal diferencia entre Figueroa y los
demás que podría poner en duda nuestra imparcialidad. Ocupa el último lugar de
XX – AMASTES,
QUISISTES
Observamos en Avellaneda el gusto por los finales ‘amastes’, ‘quisistes’ en vez de ‘amaste(is)’, ‘quisiste(is)’:
hablastes,
quitastes, entrastes (3), cegastes, enamorastes, quedastes, asaltastes,
fincastes, pensastes, sacastes; prendistes, consentistes, recebistes,
prometistes, tuvistes, perdistes, fuistes (2), distes, venistes.
Resulta
interesante ver lo que sucede en los autores y textos encuestados (los de
L. y Verdugo (VGO): 16 (32)
S. Figueroa (FIG): 28
T. de Molina (TSO): 7 (28)
Avellaneda (DQA): 22
Pícara Justina (PJ): 22
M. Cervantes (CVT): 85 (21)
Mateo Alemán (ALM): 17
Lope de Vega (LOP): 8 (16)
C. Solórzano (SLZ): 15
S. Barbadillo (BRB): 5 (13)
J. Pasamonte (PSM): 3 (9)
F. Quevedo (QVD): 2 (7)
Céspedes y M. (CSP): 5
Vélez Guevara (VLZ): 1 (5)
V. Espinel (ESP): 3
Pérez de Hita (GIT): 0
El resultado tiende a favorecer la opinión de que aquel Avellaneda era castellano, no aragonés; y quizá convenga recordar que las memorias de Pasamonte las pasó a limpio ‘Domingo Machado, bachiller… por… Salamanca’.
Si a lo
complejo de la personalidad de Cristóbal Suárez de Figueroa, sus particulares
opiniones sobre el plagio, imitación y emulación, las tormentosas relaciones
que mantuvo con sus colegas, la antipatía que sentía por Cervantes (manifiesta
en El pasajero), el conflicto entre
ellos en relación con el Conde de Lemos (manifiesto en
Eso sí: nos queda pendiente lo de ‘ofender a mí’ en el Quijote cervantino, a menos que se acepte nuestra sugerencia al respecto[35]. Y no descartamos que el ‘ofender a mí’, de ser sincero, tenga que ver con el doblemente versionado Pastor fido, y en concreto con la ‘larga arenga que se pudiera muy bien escusar’, ‘aquel inútil razonamiento’ que don Quijote suelta a los cabreros en el Cap. XI del Quijote de 1605[36].
Veamos la posible reconstrucción del conflicto entre Cristóbal Suárez de Figueroa y Miguel de Cervantes:
— o O o —
Hacia 1603-4, fallecida toda su familia, regresa a Valladolid Cristóbal Suárez. Con 30-32 años, ha estado en Italia unos 12-13, donde se ha doctorado en Derecho Civil y Canónico, ha servido como Auditor en las campañas de Piamonte y Saboya y luego en cargos públicos en Martesana y Nápoles. Trae dos libros bajo el brazo: Espejo de juventud y una traducción del Pastor fido, de Guarini. Para favorecerse en sus pretensiones, pasará a apellidarse Suárez de Figueroa, como los Duques de Feria.
En su intento
de codearse con los literatos de la época presentes en Valladolid, siguiendo a
En 1610,
cuando se presentó a Figueroa la oportunidad de volver a Nápoles acompañando al
Conde de Lemos, Cervantes se interpuso en sus pretensiones. En 1612, en
El Quijote ‘de Avellaneda’ llegó a manos de Cervantes en el segundo semestre de 1614, y en algún momento de la redacción de su continuación llegó a sospechar de Figueroa y de los medios de que se había valido: en consecuencia, le satirizó en algún pasaje (el escritor humanista que acompaña a don Quijote a la cueva de Montesinos, de cuyas obras se burla incluso Sancho Panza, las alusiones a Roncesvalles y Bernardo del Carpio, la absurda discusión sobre espaderos famosos, el debate sobre las bondades de la esgrima, id. sobre la cosmografía y astrología judiciaria[40]); pero en el episodio de la imprenta de Barcelona (que está imprimiendo el Quijote apócrifo), después de burlarse de él (como traductor y como autor-editor), de insinuar las artimañas de impresores, le ofrece con aquella reticente y calculada media-alabanza del Pastor fido un ‘¡No haya más!’ aceptado por Figueroa: no habrá más Quijotes, y Cervantes, por su parte, no dará a luz la comedia El engaño a los ojos que prometía en sus Comedias y entremeses (aunque, quizá, el final del conflicto se debió a la muerte de Cervantes, pocos meses después).[41]
— o O o —
Lo que nos parece más interesante del asunto es que, como en tantos otros relativos a Figueroa y sus circunstancias, no queda claro si éste le descalifica o le califica: Figueroa (además de aquella ‘monstruosidad moral’ que le propinó Menéndez Pelayo) cargaría sobre sus espaldas todos los epítetos (de ‘bellaco’ para arriba) lanzados contra el intruso por las huestes cervantófilas, pero, por otro lado, además de autor de un ‘libro exquisito’[42] resultaría serlo de la ‘segunda mejor novela del Siglo de Oro’ (que también ha habido quien ha calificado así aquel Quijote). Poeta y prosista, este ‘clásico de segunda fila’ habría tocado la literatura bucólica, la épica de ficción y biográfica, la de entretenimento, el humanismo erudito, la censura de costumbres, la traducción de portugués e italiano… Y aún hay cinco libros suyos pendientes de localizar[43]. ¡Vaya con don Cristóbal!
E. S. F.
Barcelona, julio 2006
[1] Lope
de Vega,
[2] Astrana Marín, Luis, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, 1958, Cap. VII-LXXXVII: ‘Si otro investigador o biógrafo logra descubrirlo (que mucho lo dificulto), enhorabuena para él. Quizá, por la índole del personaje, ni todos habrán de agradecérselo, ni muchos querrán convencerse. Pero no más conjeturas; ya hay sobradas, y ninguna verdadera. Todo lo que no sea … documentos apodícticos… o testimonios fidedignos e inequívocos de gentes contemporáneas, carecerá de seriedad y de valor’.
[3] SEGVNDO / TOMO DEL / INGENIOSO HIDALGO / DON QVIXOTE
DE
/ Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe / Roberto, Año 1614.
[4] Cervantes, Passamonte y Avellaneda, Sirmio, Barcelona, 1988.
[5] Autobiografías de soldados, BAE, XC, Madrid, 1956.
[6] Riquer insiste en este asunto aun en las palabras
finales del libro. Tras exigir pruebas documentales contra la candidatura de
Pasamonte o para presentar otro candidato, y suponiendo se aporten éstas,
acaba: ‘Pero entonces… ¿a quién ofendió Cervantes con sinónomos voluntarios? / Forse
altri canterá con miglior plettro’.
[7] Cervantes parece restregarle por la cara a Avellaneda la ayuda que él sí recibe del Conde de Lemos, y Avellaneda preludia su obra con un soneto de ‘Pero Fernández’.
[8] Suárez Figaredo, E., Cervantes, Figueroa y el crimen de Avellaneda, Eds. Carena, Barcelona, 2004.
[9] Las dio a conocer Álvarez Díez, F., Padre O.S.A., ‘El Quijote’ apócrifo obra de Cristóbal Suárez de Figueroa, en Revista Murguetana, nº 81, 1990, p. 23-42. Fue hijo de Joaquín Espín Rael, que había propuesto a Quevedo (Investigaciones sobre ‘El Quijote’ apócrifo, Espasa-Calpe, Madrid, 1942). Nada tiene de extraño que el hijo quisiese completar y defender —en competencia con su paisano M. Muñoz Barberán, que proponía a Ginés Pérez de Hita (La máscara de Tordesillas, Edit. Marte, Barcelona, 1969)— las investigaciones paternas; pero (hacia 1977) al leer en El pasajero las opiniones de Figueroa hacia Cervantes, cambió de candidato y concluyó en que él había de ser el autor no sólo del Quijote de Avellaneda, sino también de El buscón —no abandonando la teoría paterna— y de la novelita La tía fingida.
[10] Espín Rodrigo, E., El Quijote de Avellaneda fue obra del Doctor Cristóbal Suárez de Figueroa, Murcia, 1993 (publ. post.).
[11] En el orig. y eds. consultadas: ‘No’.
[12] Suele enmendarse ‘cáfila’, pero, atendiendo al contexto, creemos que Avellaneda se refiere a un cajetín de escritorio, de pequeña cabida.
[13] No se entienda ‘estilo’: se refiere a la lengua castellana, en comparación con las clásicas.
[14] En
[15] En
[16]
SEGVNDA PARTE / DEL INGENIOSO / CAVALLERO DON / QVIXOTE DE LA / MANCHA. / Por
Miguel de Ceruantes Saauedra, autor de su primera parte. / Dirigida a don Pedro
Fernandez de Castro, Conde de Le- / mos, de Andrade, y de Villalua, Marques de
Sarria, Gentil- / hombre de
[17] Entrambasaguas, J., Una guerra literaria del Siglo de Oro, Madrid, 1932.
[18] García Soriano, J., Los dos ‘don Quijote’, Toledo 1944, Cap. I-VI.
[19] Págs. 145-6.
[20] En
[21] Él mismo se califica, al inicio del libro, como ‘historiador no menos moderno que verdadero’.
[22] Stephen Gilman en su excelente libro Cervantes y Avellaneda; estudio de una imitación (México: Colegio de México, 1951), recurre varias veces a Figueroa (pp. 52-61) como ejemplo de la opinión del grupo ideológico en que sitúa a Avellaneda, incluso apunta su ‘pleito, en apariencia unilateral’ con Cervantes (p. 52). De no ser porque el investigador manifiesta desde el principio su convencimiento de que Avellaneda fue aragonés y eclesiástico (dominico, probablemente), el lector podría pensar que Gilman cree autor del Quijote apócrifo a Figueroa, ‘escritor profesional de escaso éxito’. Llega a decir lo siguiente: ‘Si se compara el retrato que hace Avellaneda de Cervantes con el que hace Suárez de Figueroa… la semejanza es sorprendente… Sea cual fuere la causa original del ataque a Cervantes, es ese opuesto humor al suyo lo que determina la relación entre ambos. Este conflicto, no sólo de personalidades sino también de visiones de la vida, tuvo extrañas consecuencias: por un lado la aparición misma de ese libro que, por ser de opuesto humor, más que Quijote apócrifo debiera llamarse Anti-Quijote; por el otro, una serie de alusiones directas a Cervantes’ (pp. 61-62).
[23] L. Gómez Canseco, en
[24] Wickersham Crawford, J. P., The
life and works of … Figueroa,
[25] Suárez de Figueroa, Cristóbal. El pasajero, Luis Sánchez, Madrid, 1617. Véase Vida y obras de… Figueroa, la trad. del libro de Wickersham que hizo N. Alonso Cortés, Imp. Colegio Santiago, Valladolid, 1911, cap. V, págs. 68-72.
[26] En Los ‘sinónomos voluntarios’: un reproche sin réplica posible, demostramos que a esto alude Avellaneda con aquel ‘hacer ostentación de sinónomos voluntarios’.
[27] En Historia de las ideas estéticas en España, II-X.
[28] Por
las fechas en que Cervantes escribió ese episodio, Figueroa podría encontrarse
en la imprenta madrileña de Luis Sánchez revisando las pruebas de su traducción
de
[29] A
esa argumentación de sus rivales replicaba orgullosamente Figueroa en el
prólogo de sus Varias noticias (1621): ‘Me reconozco a mi patria deudor
de copiosa cortesía…, pues con el
crecido interés que dellos [mis libros] ha resultado he podido entretenerme
tantos años en sitio de tantas obligaciones como
[30]
Muchos cervantistas conjeturan que la imprenta sería de la de los Cormellas,
una de las ‘emprentas grandes’ de Barcelona. Y son varios (Astrana Marín, Espín
Rael, Vindel…) los que opinan que la visita no es casual: Cervantes creía que
en ella se imprimió (no en Tarragona por Felipe Roberto) el Quijote de Avellaneda. No obstante, según las palabras de don Quijote, el
libro se está reimprimiendo en esa imprenta: no es la primera edición. A
Cervantes le habría sido muy fácil (por medio de su protector el
Cardenal Sandoval o alguno de sus ayudantes) averiguar, cuando menos, si el
libro fue impreso por Felipe Roberto, y si eran verdaderas
[31] Las extensiones son (en miles de palabras, con
redondeo): Amarilis, 53; Hechos, 110; Plaza universal,
269; El pasajero, 144; Varias noticias, 194; Pusílipo, 74.
[32]
Hemos empleado la selección publicada en el num. 1577 de
[33] Martín de Riquer (pág. 138) habla del tiempo transcurrido y de la distinta temática, lo que hace: ‘…que la prosa de Gerónimo de Passamonte forzosamente tenga que ser muy distinta y se exprese con léxico muy diferente cuando redacta su autobiografía que cuando escribe la novela’. Daniel Eisenberg, en Estudios cervantinos, Cervantes, Lope y Avellaneda, Sirmio, Barcelona, 1991, pág. 140: ‘Sólo podemos suponer que Passamonte recibió alguna educación literaria, que fue ayudado, y que lo escribió con esmero’.
[34]
Dijimos entonces: ‘Quiza porque siempre se ha leído rectamente el prólogo de
DQA [el Don Quijote de Avellaneda] sin dar en pensar que todo él es
ironía y disimulo, quizá por dar excesivo crédito a los comentarios de
Cervantes y buscar entre aragoneses, quizá por dar por sentado que Avellaneda
fue clérigo, quizá por haber prestado excesiva atención a ‘sinónomos
voluntarios’ y pequeños detalles, quizá por perder el tiempo con anagramas,
Figueroa ha podido dormir en plácido incógnito el sueño eterno… Para cerrar
el caso,
[35] Quizá Figueroa quiso desviar la atención hacia Vicente Espinel, y así lo expresamos: ‘quizá su malicia llego a tanto, que quiso (con aquel ‘ofender a mí’) cargar el muerto a otro… que quizá no fue (o no lo era entonces) tan amigo de Cervantes como pensamos’.
[36]
[37] Por
boca de un loco, algo inconcebible e intolerable para ‘Avellaneda’, en cuya
mentalidad (como bien ha observado
[38] Creemos que a ello alude Figueroa al titular El testimonio vengado la comedia del cap. XXVII de su Quijote. Más de un crítico ve un reflejo de ‘Avellaneda’ en aquel empresario teatral que manipula a su gusto a don Quijote y Sancho.
[39] Ya hemos comentado que Figueroa fue editor de sus libros. El valenciano Mey mantenía buenas relaciones con el tarraconés Roberto y había estampado para Figueroa su segundo Pastor fido. En sus impresiones (en octavo) del Quijote cervantino empleó el mismo taco que adorna la portada del de Avellaneda (también en octavo).
[40] Cervantes parece haber leído la más reciente producción de Figueroa: Plaza universal de todas ciencias y artes.
[41] Quizá
por faltarle Cervantes, Figueroa introdujo un pequeñísimo cambio en alguna de
las reimpresiones de
[42] Así calificó El pasajero Entrambasaguas, J., en Vida de Lope de Vega, Edit. Labor, Barcelona, 1936, Cap. XIII.
[43] Espejo de juventud, L’ Aurora, Residencia de talentos, Desvaríos de las edades, Olvidos de Príncipes. El primero de hacia 1600, los otros desde 1622 hasta su muerte.